Manifiesto para la Corriente Internacional Leninista

Segunda Parte

6. La socialdemocracia

El marxismo después de Marx, en vez de desarrollarse en una dirección revolucionaria, fue sometido a una confusión dañosa. La Segunda Internacional socialdemócrata fue el lugar de esta degeneración. En vez de desarrollar la semilla revolucionaria contenida en la colosal obra de Marx, la enterró, y dejaba a la historia la herencia de un marxismo ortodoxo que no era nada más que una variante del pensamiento positivista burgués.

Los cuatro dogmas de este marxismo ortodoxo eran los siguientes:

1. el horizonte del socialismo es lo más cerca cuanto más se desarrollan las fuerzas productivas capitalistas.

2. el motor de la lucha de clase - desarrollándose constante y linealmente - conduce inevitablemente a la superación del capitalismo y la victoria del socialismo,

3. el proletariado moderno inevitablemente va a cumplir su misión de imponer el socialismo. Por su crecimiento constante una revolución violenta es innecesaria y una salida reformista será posible.

4. El movimiento obrero europeo y de los países „avanzados“ tiene la primacía en el proceso de la transformación de la humanidad gracias a su fuerza numérica, a su organización ramificada y su nivel cultural.

Este evolucionismo positivo caracterizaba toda la política socialdemócrata: al radicalismo maximalista de los principios y de los últimos objetivos, a la defensa escolástica de las „verdades“ marxistas, correspondía una práctica fundada en el eterno compromiso de clase con la burguesía.

En esta fase inicial, todavía era un reflejo pasivo a la espontaneidad obrera, al potente movimiento de lucha de los obreros alemanes para conquistar nuevos derechos y lograr mejores condiciones capitalistas de trabajo. Después, se convirtió en la consecuencia y la forma teórica-política del progresivo aburguesamiento de las capas superiores del proletariado. En forma más clara y como mensajero de esto se presentaban los burócratas y los intelectuales mediocres del partido.

La ultima consecuencia de este desarrollo se mostró el 4 de agosto 1914: la socialdemocracia pasó abiertamente al campo imperialista, la Segunda Internacional se derrumbó y con ella el movimiento obrero europeo. Fueron ahora las mismas socialdemócratas que enterraron con sus propias manos la primacía occidental en el movimiento socialista mundial. La guerra imperialista tendrá consecuencias fatales para el proceso histórico y el campo marxista.

Dando nacimiento a la revolución rusa la guerra mostró que la cadena imperialista no se rompía ahí donde el proletariado es más fuerte sino donde la burguesía era la más débil, y que el marxismo como fuerza revolucionaria no surgía donde el movimiento obrero tenía sus raices más profundas y su tradición más sólida, sino donde este era más joven y menos susceptible del capitalismo.

7. El método de Lenin

Le tocó al proletariado ruso desencadenar la ofensiva revolucionaria y vencer el dominio burgués, la empresa más gigantesca en la historia humana: la construcción, después de una guerra civil acudida, del primer sistema social basado en la propiedad colectiva, dirigido por un gobierno de trabajadores. El resultado supremo y la esencia de esta revolución, el bolchevismo, representaba el inicio de una ruptura radical con el economismo y el determinismo y daba un golpe durísimo a las posiciones que el llamado marxismo ortodoxo u oficial ocupaba en el movimiento obrero mundial.

La grandeza de Lenin consiste en el hecho que el fundó la política revolucionaria de la época actual, de la fase imperialista, que concibió la lucha por el partido político como forma principal de lucha por el poder estatal, como epicentro de la batalla marxista.

Esta obra surgió más bien de la practica que de la teoría. El mismo Lenin era la encarnación de la política revolucionaria: la coincidencia de una pasión ardiente y una perspicacia fría o para decirlo con Lukács „la mezcla adecuada de sangre y razón“. A la visión pasiva de la socialdemocracia, para la que bastaba apoyar el curso de la historia para realizar la revolución socialista, Lenin contrapone la concepción activa según la cual es preciso intervenir en el curso de la historia para transformarlo hacia el proyecto revolucionario y la causa obrera.

De ahí, surgen las cualidades del político revolucionario que deben ser: decisión apasionada para realizar la cosa; responsabilidad en la lucha para su causa como guía en la acción; lucidez y perspicacia, cualidades indispensables para tomar la dirección y ver claramente el camino del proceso social para disponer de los instrumentos necesarias en el momento de la insurrección revolucionaria y destruir el aparato estatal burgués.

Lenin comprendió lo que el "comunismo de izquierda occidental" nunca comprendería: que lo correcto en la teoría puede ser equivocado en la política, que puede haber una contradicción entre teoría y política. Teoría es análisis y conocimiento de la realidad objetiva. Política es el rechazo radical de la realidad, la voluntad de vencerla, la acción subjetiva para cambiarla. Al partido que pasivamente obedece al proceso social, Lenin contrapone el partido como instrumento que a cierto punto debe transformar a la clase obrera en lo que ésta es potencialmente, en clase revolucionaria.

El partido es el instrumento para accionar en los procesos sociales, para cambiar y dirigirlos. Lenin ni niega ni se contrapone a la acción espontánea de la clase, sino la supera, la orienta y así la transforma en acción consciente. La revolución siempre empieza por abajo mientras que la dirección de la ofensiva empieza por arriba, del cuartel general.

En el septiembre de 1917 Lenin escribió al comité central: „Si no tomamos el poder en seguida, la historia no nos perdonará....El partido tiene la obligación de reconocer que la insurrección está en el orden del día...En este momento no se puede quedar fiel al marxismo y a la revolución sin considerar la insurrección una arte.“ Y un mes después: „No podemos dejarnos dirigir del estado de ánimo de las masas porqué es inestable y no puede ser exactamente calculado: debemos dejarnos dirigir por la análisis objetiva y la evaluación de la revolución.“

Lenin, en cuanto representaba la autocrítica del marxismo, sentó las bases de su renacimiento como partido político revolucionario.

8. La revolución rusa

En el momento que los bolcheviques conquistaron el poder sabían que se encontraron de frente a una acentuada contraofensiva de la contrarrevolución. En efecto, esta llegó puntualmente. Los bolcheviques, para poder vencerla, no tardaron en instituir el sistema del "terror rojo" [comunismo de guerra], consciente que este podría causar no sólo una depresión peligrosa del sistema productivo pero un cambio fatal del régimen de la democracia proletaria.

En la estrategia global de Lenin - que consideraba la revolución rusa como una parte del proceso entero y que se apoyaba en la necesidad de desencadenar lo más pronto posible una revolución europea - esto constituyó el mal menor dado que si la Rusia soviética hubiera quedado sola, se habría colapsado de cualquier manera tarde o temprano.

Le resistencia a todo precio para darle al proletariado europeo el tiempo necesario de vencer el capitalismo. Las esperanzas bolcheviques, sin embargo, fueron frustrados. En Alemania, Bulgaria, Hungría e Italia entre el noviembre de 1918 y el septiembre de 1920, hubieron crisis revolucionarias, pero terminaron con la derrota del proletariado. Una vez superada la fase defensiva de la guerra civil (que Lenin correctamente definió como guerra contra el imperialismo mundial), los bolcheviques trataron de pasar a la ofensiva en el junio y el julio de 1920.

Desmembraron la tropa polaca de Pilsudski y ordenaron a las fuerzas armadas rojas de pasar la linea Curson, de avanzar hasta las puertas de Varsovia provocando abiertamente el ultimado imperialista. Los bolcheviques arriesgaron tanto, únicamente en la esperanza de despertar al proletariado alemán, intentaron de sovietizar Lituana y Polonia ofreciendo una ayuda armada a los obreros de estos países. En septiembre de 1920, en la IX conferencia del partido, reconocieron la derrota de la Fuerza Armada Roja y de la insurrección de los obreros polacos.

Lenin, sin embargo, no tardó en justificar el intento, afirmando que „... tuvimos que sondar el terreno con las bayonetas para tener claridad si la revolución social del proletariado en Polonia era maduro“. En el verano de 1920, el bolchevismo se encontraba al cumbre de su fuerza pero el proletariado no tomaba el brazo bolchevique. Después de haber pasado el cumbre de la revolución europea, la situación internacional no podía más que empeorar. Así, una retirada temporal fue inevitable. La unificación fracasada con la revolución occidental dejaba a Rusia en una posición aislada y exhausta.

Eso obligó al partido de Lenin, puesto que el „comunismo de guerra“ no podía ni alimentar suficientemente a las masas, a darle espacio a la iniciativa privada y a reintroducir medidas y normas de tipo capitalista. Hasta ese momento, el partido y el sistema soviético habían sido sometidos a una metamorfosis que se mostrará irreversible. Así como lo diagnosticó exactamente Lenin, fueron sometidos a un profundo proceso de burocratización, se habían alejado de las masas cansadas y apáticas, y los militantes revolucionarios se habían transformado en administradores, técnicos y burócratas.

Desde este momento en que Lenin iniciaba su batalla contra esa nueva amenaza, proponiendo varias medidas de autodefensa, entre estas la destitución de Stalin, esta batalla fue mutilada prematuramente, y dejaba al partido sin un guía respetable.

Con errores y tardanza fatal Trotski y la izquierda tomaron el desafío de la burocracia iniciando la lucha contra el burocratismo, para la reorientación de la democracia proletaria y la revitalización de los soviets - en vista de un cambio radical de la situación internacional , en espera de un nuevo onda revolucionaria - las únicas medidas adecuadas contra los peligros inherentes a la NEP (Novaja Economiceskaja Politica - Nueva Politica Economica) y para defender las conquistas sociales del octubre. Finalmente, la izquierda fue derrotada.

El partido obedeció solamente a una burocracia sui generis que subordinaba todo a la defensa de sus privilegios sociales, que tenía una desconfianza total en la capacidad revolucionaria de las masas obreras. Incluso los mismos partidos de la internacional tenían que adaptarse a esta burocracia transformándose en instrumentos dóciles de su política exterior conservadora.

9. El fascismo

La derrota de las tentativas revolucionarias en Europa entre 1918 y 1920 demostró claramente la falta de preparación del proletariado y la supremacía de la burguesía que estaba consciente del peligro extraordinario de la situación y utilizaba su ventaja táctica para obtener un suceso estratégico. De las vísceras de la sociedad surgió el fascismo, expresión del carácter orgánicamente reaccionario de una pequeña burguesía moribunda y aterrorizada por la revolución proletaria.

Surgido inicialmente como reacción furiosa al bolchevismo, el fascismo se puso al servicio del gran capital muy pronto convirtiéndose en instrumento de una contraofensiva aguda. Su primera y decisiva prueba se daba en Italia donde había nacido. La titubiante burguesía italiana se decidió confrontar la naciente revolución socialista en un modo ofensivo desencadenando una guerra civil preventiva para desafiar al proletariado sobre un terreno terrible hasta ahora desconocido: la justa de cuentas. Mors tua, vita mea.

Las bandas paramilitares fascistas fueron el instrumento para aplastar al movimiento obrero organizado y para sondear su capacidad de resistencia. La respuesta armada hubiese podido aplastar también a los fascistas sin darles tiempo suficiente para consolidarse, pero ésta fue traicionada por los reformistas e ignorado por el joven partido comunista que, a pesar de las advertencias de los bolcheviques, no comprendían ni la naturaleza del fascismo ni la situación de guerra civil preventiva que el país sufrió, contribuyendo así a la derrota definitiva.

La clase obrera italiana, inmersa en el pacifismo y legalismo, no sabía combatir el naciente movimiento fascista. Eso no se podía hacer respetando la legalidad democrático-burguesa, y así se delegó la defensa del movimiento obrero a los organismos del estado capitalista. ¡Todo lo contrario! La guerra civil preventiva requeriría la disposición al ataque frontal, pasando a la lucha armada preventiva, la ruptura de cualquier legalidad burguesa, la formación de una fuerza armada basada en la juventud proletaria dispuesta plenamente al sacrificio y con la posibilidad de altísima movilidad.

No se puede parar el avance del fascismo defendiendo las propias posiciones estáticamente en las trincheras proletarias. ¡Al contrario! Era necesario perseguirles, encontrar sus posiciones, no darles tregua en sus correrías y asaltando sus propios santuarios.

A pesar de la tremenda derrota en Alemania, el movimiento obrero europeo no comprendió plenamente la lección italiana que al fascismo se combate atacando, evitando su nacimiento, metiendo hierro y fuego contra el sistema burgués. La socialdemocracia y el estalinismo tienen la responsabilidad principal de la derrota del proletariado alemán. La victoria del nazismo se podría haber evitado con la política del Frente Unico proletario y con la de armar a los obreros antifascistas.

El Partido Comunista Alemán no luchó con todas sus fuerzas. Aunque llamó a los obreros socialdemocrátas para participar en el frente unico desde abajo, no hizo el paso decisivo en esa dirección: empezar la lucha armada, basándose en comités y milicias obreras que podrían haber sido los órganos del frente unico desde abajo. Eso no hubiera garantizado la victoria, pero como Marx afirmó después de la experiencia de la Comuna, siempre es mejor una derrota, tan sangriente como sea, que una capitulación vergonzosa sin lucha.

Pero aunque los líderes desarmaron a los obreros, en algunos países el proletariado intentó cambiar la situación decididamente. El caso más claro era España. Pero los estalinistas no querían correr ningun riesgo.

Ante la extraordinaria autoorganización e iniciativa de las masas, que de antemano hubiesen evitado cualquier revolución burocrática, los estalinistas prefirieron la política interclasista del frente popular sacrificando la revolución sobre el altar del pacto con el imperialismo inglés y francés - en la vana ilusión que esto sería suficiente para evitar que la URSS fuese amenazada por el fascismo y la guerra.

Stalingrado remetió el pecado del movimiento obrero europeo, pero no lo canceló: este tenía que hacer penitencia nada menos tremenda - de entregarse para medio siglo más al estalinismo, sometiéndose a su hegemonía sofocante.

10. El estalinismo

Después de haber vencido a la oposición trotskista, la burocracia estalinista tomó el poder con puño de hierro y dio nacimiento a una teoría política desastrosa: „el socialismo en un solo país“. Rusia podría alcanzar la transición al comunismo apoyándose únicamente en sus propias fuerzas a pesar de la derrota de la revolución europea. El apoyo del proletariado internacional ya no fue la conditio sine qua non de la transición, dado que el apoyo del campesinado ruso habría sustituido el papel del proletariado internacional.

Mientras que la derrota momentánea de la revolución occidental y el avance del fascismo produjese la convicción derrotista que el movimiento obrero europeo ya no tenía la capacidad de actuar en un sentido revolucionario, el suceso de la tentativa tempestuosa de colectivización e industrialización hicieron surgir un verdadero delirio de omnipotencia en el aparato estatal potente y centralizado estalinista. Escondido detrás del velo transparente ideológico de un marxismo-leninismo canonizado en dogmas intocables, nació el estalinismo.

Excepto en el caso de Bucarin el estalinismo creaba un verdadero pensamiento político autónomo: la teoría del socialismo en un solo país se convirtió en el subjetivismo burocrático, la forma más aguda y virulenta del voluntarismo político que nunca se había visto antes. Al fetiche socialdemócrata de las fuerzas productivas, los estalinistas opusieron la primacía categórica de las relaciones de producción: de manera que si las fuerzas productivas rusas eran atrasadas, estos hubieran sido obligados a avanzar a todo precio.

El sujeto político que ya no era la clase obrera sino el aparato burocrático bajo la dirección de Stalin, debería borrar todos los obstáculos objetivos. Este aparato era el nuevo demiurgo de la historia, la verdadera fuerza motriz que debía convertir a Rusia en un país moderno. Si los hechos no querían someterse a la voluntad del sujeto político, lo peor para los hechos!

No cabe duda que el estalinismo arrancó esta centralidad de la voluntad política de la tradición leninista. Pero en tanto lo exagera este aspecto, en tanto lo separó de los otros elementos fundamentales, en tanto lo hizo fetiche, toda referencia a la concepción de Lenin se volvía grotesca.

El origen más profundo del estalinismo es, por una parte, el populismo ruso - el voluntarismo anticapitalista que consideraba las tradiciones comunitarias del pueblo ruso no solamente autosuficiente para construir el socialismo, sino la herramienta para salvar la entera humanidad de la catástrofe en la que el occidente burgués la había conducido. Por otra parte, es la tradición autocrática primero bizantina y después zarista, el despotismo asiático de Ivan el Terrible hasta Pedro el Grande.

En fin, no se puede comprender plenamente a Stalin, el carácter irreductiblemente inhumano de su sistema político sin considerar su corte nihilista. El desprecio profundo por la vida humana, la idea que la única esperanza de salvar los hombres es la de tenerles bajo la tiranía, la consideración que sólo por la fuerza y la violencia se podría llevar al pueblo hacia una gran destino, el odio cínico contra la misma jerarquía bajo su orden. El estalinismo es un nihilismo moderno injertado sobre el cuerpo herido del proletariado ruso e internacional.

Tercera Parte