(Nueva York, 9 al 11 de septiembre
de 1996)
Compañeros Presidente, Secretario General,
Presidente del Comité de la Internacional Socialista de Política
Económica, Desarrollo y Medio Ambiente (SICEDE) y compañeros
asistentes. Al saludarles fraternalmente, agradezco se me permita hacer
referencia a problemas y situaciones de mi país, vinculados con
algunos de los aspectos que se formulan en este Congreso, con el doble
propósito de hacer énfasis en algunas de las proposiciones
formuladas por el SICEDE que, desde nuestra perspectiva, tienen gran relevancia
nacional e internacional por una parte; y, por la otra, señalar
algunas de nuestras realidades y circunstancias que muestran lo acertado
de los criterios expuestos en el documento presentado al Congreso.
Entre los aspectos expuestos por el Comité
que consideramos mas relevantes, están los relacionados con el
mercado y el bienestar, la globalización de la economía y
la consolidación de la democracia.
Las cruentas luchas que confrontó la democracia
representativa contra el totalitarismo comunista, el nazi-fascismo y las
dictaduras militares en América Latina, han arrojado éxitos
sucesivos en favor de los deseos y necesidades de la mayoría de
los hombres de vivir en libertad, aniquilando, en primer lugar, a la barbarie
del nazismo, para traernos, posteriormente, el derrumbe del totalitarismo
soviético.
La evolución de la ciencia y de la tecnología
constituye una plataforma fundamental para el bienestar, sólo
en la medida en que seamos capaces de encauzar las acciones políticas
hacia una etapa superior de la democracia.
Dada la importancia que tienen para las relaciones
económicas y políticas internacionales, los procesos socioeconómicos
nacionales y la soberanía del pueblo y de los Estados, entre los
aspectos expuestos por el Comité que consideramos mas relevantes,
están los relacionados con el mercado y el bienestar, la globalización
de la economía y la consolidación de la democracia.
Estos hechos nos presentan un nuevo reto programático
para avanzar hacia el bienestar de los pueblos: el reto de construir
y consolidar un nuevo sistema de relaciones cónsono con la democracia
efectiva. Un sistema social, político y económico
que, basado en las mas amplias libertades individuales, abra cauces efectivos
hacia el derecho al bienestar de todos los miembros de la sociedad.
Coincidiendo con los planteamientos de Stuard
Holland, consideramos que debemos dirigir nuestros esfuerzos hacia
la consolidación y superación de la democracia política,
pero dándole un profundo contenido económico y social para
además de garantizar el derecho al voto, se garantice el derecho
al trabajo base del bienestar del pueblo.
Actualmente, el neoliberalismo, la nueva derecha
mundial, viene aprovechando los fracasos de las políticas estatistas
para contraponer como dos extremos irreconciliables al Estado y al mercado
y lograr, con esta "polarización", ganar
adeptos para anular la acción política del Estado en favor
de una acción absolutamente "libre" del mercado. Es justo
reconocer también que, algunas veces, desde espacios socialdemócratas,
se ha caído en el juego de la derecha al exacerbar la polarización
pretendidamente irreconciliable entre el mercado y el Estado.
Ante estas realidades asumimos la responsabilidad
de adoptar una posición no extremista: no defendemos las tesis
estatistas, pero tampoco aceptamos
las posiciones de una ficticia libertad total de mercado.
Reconocemos las ventajas del mercado, pero no
caemos en la ingenua creencia de que con las estructuras monopólicas
actuales "la mano invisible del mercado", que concibió
Adam Smith como la forma óptima de la producción y distribución
del producto social, pueda operar. Las concentraciones y colusiones de
capitales han encadenado "la mano invisible" al poder monopólico,
creando ineficiencia, desigualdad, injusticia y exclusión social
en el sistema.
Hemos pasado de un modelo estatista a uno neoliberal
y ambos han fracasado. Agotadas las posibilidades del Estado para impulsar
el bienestar de la sociedad, pasamos al extremo opuesto de un neoliberalismo
aplicado sin tomar en cuenta las realidades sociológicas, culturales,
económicas y políticas concretas de nuestros países
y regiones.
Este modelo nos ha traído graves perturbaciones
sociales, políticas y económicas, con el agravante de que
todavía no hemos visto todas las consecuencias negativas que actualmente
se gestan en algunas de nuestras economías latinoamericanas y cuyos
efectos son impredecibles.
En el caso venezolano, ambos esquemas, el neoliberal
y el estatista, han sido factores claves que nos han conducido a la actual
crisis, la cual no es sólo económica, sino fundamentalmente
social, de valores morales, éticos, culturales e ideológicos.
Dadas estas realidades, consideramos que los planteamientos
elaborados por el SICEDE son correctos y, en tal sentido, consignamos nuestro
apoyo a las propuestas presentadas por el Comité:
· La necesidad de constituir y consolidar
un sistema de responsabilidad colectiva que, ante la inevitable globalización
económica cuyos aspectos positivos debemos aprovechar, permita impedir
que este progreso económico y tecnológico sea plataforma
para anular las políticas económicas nacionales.
· Apoyamos las diez (10) tareas principales
que para la segunda mitad de la década de los 90 plantea el documento
del SICEDE para la Internacional Socialista.
· De gran relevancia nos parecen los argumentos
en pro de la consolidación de la democracia y la revisión
del funcionamiento de las instituciones de Bretton Woods, pues suscribimos
los diagnósticos y concebimos pertinentes y sensatas las proposiciones
formuladas, con especial énfasis en lo referente a los problemas
de la deuda internacional de los países en vías de desarrollo.
· De especial interés consideramos
los planteamientos relacionados con el empleo y la elevación del
nivel de vida, entre otras razones, porque para la economía venezolana
estos aspectos son de trascendental importancia, así como lo correspondiente
a la coordinación de las políticas regionales y nacionales
donde la adecuada articulación de la variables financieras y monetarias
a nivel internacional y nacional son determinantes para la estabilidad
y el progreso económico global y particular. Todavía tenemos
fresca la herida producida por su descontrol en los años ochenta,
que fue causa de graves problemas tanto para los países industrializados
como para los que se encuentran en vías de desarrollo, vinculados
al endeudamiento internacional y la subsiguiente incapacidad de afrontar
esa deuda.
· La idea de la promoción del comercio
libre y justo merece todo nuestro respaldo, pues al tiempo que favorece
a las economías de menor desarrollo económico relativo, también
estimula a las de los países desarrollados.
· No podemos dejar de resaltar la importancia
del reforzamiento de los derechos sociales, por cuanto la tendencia a la
desintegración, descomposición y exclusión social
es uno de los problemas más álgidos, prácticamente
a nivel mundial.
· Aunque en nuestro país hemos avanzado
por el camino de la igualdad y los derechos de la mujer, no podemos dejar
de enfatizar nuestro respaldo a esta iniciativa, no sólo para profundizar
en dichas igualdades y derechos allí donde se haya avanzado, sino
para que estas luchas se profundicen en aquellos países donde hay
violaciones flagrantes a la libertad y al derecho de la mujer.
· De igual manera compartimos solidariamente
la lucha en defensa del medio ambiente y, hacemos propicio el punto para
mencionar los terribles daños ecológicos que estamos sufriendo
en nuestro territorio como consecuencia de la explotación minera
clandestina, especialmente en la obtención de metales y minerales
preciosos, en la Amazonia.
Con políticas económicas y una planificación
estratégica basada en las realidades estructurales de cada país
y región, con objetivos de desarrollo económico y social
debidamente articulados, es posible un crecimiento económico y el
mejoramiento sustantivo de la calidad de vida de los pueblos.
Pero ello exige, tal como se propone en este Congreso,
que las políticas económicas nacionales e internacionales
coordinadas no sean anuladas por las fuerzas transnacionales, lo cual,
a su vez, requiere del fortalecimiento de las instituciones democráticas.
La lucha por la cohesión social es determinante
en muchas partes del mundo. Pero en la Venezuela actual es de trascendental
importancia para nuestro futuro. Por diversas circunstancias, vinculadas
con la mencionada confrontación irreconciliable entre mercado y
Estado, nos deslizamos por la pendiente de un estatismo populista que culminó
en una fuerte tendencia hacia la disolución de la sociedad, donde
sólo interesa el individualismo extremo, sin conexión real
con el colectivo.
En Venezuela, este hecho tiene expresión
concreta en la marginalidad económica, cultural y social, así
como en el alarmante crecimiento de la economía informal, facetas
todas ellas de un mismo problema: la exclusión social. Señalamos
este hecho, por cuanto representa una experiencia real de cómo podemos
caer en el juego opuesto de la acción política que estamos
obligados a realizar.
Nuestras acciones deben estar dirigidas a contraponerle
a la exclusión social, la cohesión social, la estructuración
de una sociedad moderna, capaz de enfrentar los retos económicos,
científicos, culturales y políticos del futuro inmediato
y mediato. Para ello estamos dispuestos a desarrollar programas con acciones
a dos niveles simultáneamente:
En el plano internacional, apoyar estas iniciativas
presentadas por el SICEDE, con la participación activa en la búsqueda
de un cambio sustancial del cuadro económico internacional y del
funcionamiento de las instituciones multilaterales.
Apoyar los cambios dirigidos a proveer un cuadro
macroeconómico que contenga nuevos programas económicos y
sociales para un desarrollo efectivamente sustentable, a diferencia de
los programas aplicados por las instituciones surgidas de Bretton Woods,
que se limitan a ajustes estructurales de carácter coyuntural, combinando
deflación, devaluaciones y liberaciones absolutas, como si no existiesen
las estructuras monopólicas a las que hemos hecho referencia. Se
requieren conjuntos de medidas y de ajustes mas imparciales, que tomen
en cuenta las realidades estructurales y socioculturales de los países
y de las regiones donde deben aplicarse.
En el plano nacional, tenemos que efectuar serios
ajustes macroeconómicos en nuestra economía para crear el
ambiente adecuado en favor de la solución de los problemas de la
sociedad, como condición necesaria, mas no suficiente. Adicionalmente
tenemos que realizar grandes esfuerzos a nivel microeconómico y
sectorial.
Hemos diseñado y aplicado buenos programas
macroeconómicos de estabilización. Sin embargo, no hemos
sido capaces de instrumentar programas efectivos que armonicen las políticas
macroeconómicas, con las acciones microeconómicas concretas,
a través de las cuales podríamos construir una economía
sólida, abierta, competitiva y capaz de insertarse positivamente
en la globalización económica contemporánea.
Para nosotros, esta articulación sectorial
entre las medidas macroeconómicas y las políticas microeconómicas,
es una de las esferas donde el Estado debe cooperar y participar con el
sector privado, impulsando la producción y fortaleciendo los mecanismos
del mercado en pro del progreso económico y social del país
y de nuestra región. Es, tal vez, la única posibilidad
real de lograr la integración a la globalización de la economía.
Con la intención de ejemplarizar, permítaseme
hacer referencia al sector de las pequeñas y medianas empresas,
como una de las muchas áreas donde el Estado debe coparticipar eficazmente
con el sector privado.
Tal como lo señala el SICEDE, estas empresas
son altamente generadoras de empleo. Pero en Venezuela este sector carece
de un adecuado soporte para su estabilización y crecimiento. Sólo
ha contado con sistemas crediticios creados por el Estado, pero no ha sido
apoyado con cadenas tecnológicas e infraestructura productiva, ha
carecido de una infraestructura de información y servicios de apoyo
en los canales de distribución y mercadeo, así como de la
plataforma de información y transferencia tecnológica para
la producción y la apertura de sus mercados. Esto también
es válido para las empresas grandes, sólo que, en última
instancia, éstas cuentan con recursos propios que les permiten avanzar
en su progreso económico, lo cual no ocurre con las pequeñas
y medianas.
Consideramos que el Estado debe participar de
manera significativa en este tipo de acciones como un deber para impulsar
el desarrollo económico y el bienestar de su población.
Nosotros tenemos como objetivo el desarrollo económico
estrechamente relacionado con la elevación de la calidad de vida
de nuestro pueblo, dentro de un claro concepto de solidaridad social.
Somos partidarios de desarrollar nuestra
economía con tanto mercado como sea posible y tanta participación
del Estado como sea necesaria, con políticas económicas
intrínsecamente vinculadas con las políticas sociales y viceversa,
para lograr una distribución equitativa de la riqueza económica.
Es decir, políticas económicas con contenido social
y políticas sociales con sentido económico.
Tanto las políticas económicas como
las sociales, en su estrecha interrelación, deben lograr efectivamente
la incorporación total de la sociedad en los procesos económicos,
como la manera medular de anular la exclusión social y lograr la
cohesión equilibrada de la sociedad.
El SICEDE afirma que "el alto índice
de desempleo y la exclusión social constituyen los problemas mas
graves de nuestra era y son una verdadera amenaza para la democracia".
La Venezuela actual es un ejemplo vivo de tal aseveración. Por tal
razón, asumimos el reto ante nuestro país y ante esta Internacional
Socialista de luchar por una democracia efectiva, la cohesión social
y encontrar los caminos para garantizarle a nuestro pueblo el bienestar
económico y social, así como contribuir solidariamente en
la misma lucha en favor de todos los pueblos del planeta y particularmente
de los pueblos hermanos de América Latina.
Los problemas relevantes de la ineficiencia del
Estado venezolano derivan de su exagerado tamaño y mal manejo de
las políticas económicas, entre otras. Estamos conscientes
de la necesidad de enfrentar procesos de privatización en un amplio
sentido sin renunciar al derecho del Estado de operar aquellas industrias
básicas y estratégicas que constituyen la columna vertebral
del ingreso nacional. Queremos contar con instituciones públicas
que efectivamente sean garantes de que se respeten las reglas democráticas
del juego económico, del juego político y del interés
social. Todo ello nos exige una profunda reforma del Estado.
Como puede observarse, tanto la problemática
socioeconómica por la cual atraviesa Venezuela, como nuestra posición
y principios políticos, constituyen una realidad que representa
un ejemplo vivo de lo acertado de las proposiciones que el SICEDE formula
ante este Congreso.
Compañeros delegados,
El ideario y la acción de los socialdemócratas
han obtenido grandes victorias en el Siglo XX en la batalla por la democracia,
la libertad y los derechos humanos. Nos toca ahora emprender con la misma
fuerza y determinación la batalla por el desarrollo económico
con bienestar expandido.
¡Es nuestra responsabilidad histórica!
¡Muchas Gracias!
Nueva York, 9 de septiembre de 1996