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En electricidad, no hay argumento válido para mantener la exclusividad del Estado


En electricidad, no hay argumento válido para mantener la exclusividad del Estado: declara tajante el diputado panista Mouriño y contundente remata: No hay alternativa más viable que permitir la participación de la inversión privada. No hay mas verdad que la suya. Seguramente su lectura de las experiencias que se viven en otras partes del mundo, como el reciente racionamiento energético que se está implantando en Brasil y que durará unos seis meses, o en la supuesta recesión que amenaza a EU si no se resuelve la crisis eléctrica de California, le hacen pensar que en México los industriales privados realmente van a invertir en las áreas estratégicas de la industria, y no en beneficio únicamente de su negocio.

El fondo el argumento llama la atención, porque es el mismo que utilizó el gabinete zedillista: solo con inversión privada se salvará el sector energético mexicano ¿Pero es esto cierto? ¿En qué se ha invertido por ejemplo el presupuesto de LyFC y de CFE en años recientes? Esto es importante porque los argumentos vienen de individuos como Mouriño, que tienen la responsabilidad de decidir el futuro de la política energética del país.

Por ejemplo, LyFC invierte desde hace 6 años parte de su presupuesto en programas de "gestión administrativa", los Sistemas de Gestión" adquiridos de manera irregular a la transnacional FENOSA. Mientras, CFE pone en servicio desde 1999, programas para la integración del control y la protección del sistema de potencia, basándose en un esquema de sistemas locales, SICLE, fabricados por GE Harris y un sistema integrador de información en tiempo real, SITRACEN, de alcance nacional, construido por ABB Energy basado en su tecnología RANGER.

Esto habla de la gran desorganización que existe en el sistema eléctrico nacional, incapaz de concertar una política de desarrollo integral en una de las áreas estratégicas que alcanzaría niveles muy altos de interés, de cara a un supuesto mercado eléctrico. Paradójicamente, las tecnologías de la información hoy día se han convertido en una panacea pésimamente manejada por los responsables de dictar las políticas estratégicas de las empresas. En esta misma trampa han caído los altos funcionarios de la energía en nuestro país, invirtiendo sumas millonarias en proyectos de corto alcance, cuyos resultados son muy limitados, e incluso serán intangibles.

Se están adquiriendo sistemas cuya funcionalidad posiblemente sea incluso impecable en el contexto en el que fueron credos, pero que "transplantados" con etiqueta de "soluciones integrales" a nuestro ambiente, resultan no solo ineficaces, sino un verdadero fracaso, como lo es la adquisición de los llamados sistemas de gestión de la empresa FENOSA, de los cuales no se ha podido poner en servicio uno solo.

Es evidente que la reorganización del sector eléctrico mexicano sería una oportunidad tal ves de impulsar otras áreas de la industria nacional, como la del software. Las principales empresas de energía a nivel mundial reconocen que la idea del mercado eléctrico va más allá de la simple división de las principales áreas de negocio. Hoy es claro que los sistemas de información "en tiempo real" (los que manejan la información instantánea de las condiciones del sistema eléctrico) deben integrarse a los sistemas administrativos y de planeación estratégica con el fin de optimizar la operación de las empresas ¿Porqué no participar de este impulso propiciando el desarrollo de una tecnología propia, adecuada a la realidad de nuestro país? Considerando sobre todo que la crisis de energía, claramente ejemplificada por el síndrome California, da la pauta para romper con los tabúes que en su corta vida ha establecido el modelo del "libre mercado".

Si finalmente es cierto que nada evitará la entrada de capital privado en la industria eléctrica, también debería ser posible evitar que sean los usuarios y los trabajadores quienes paguen los platos rotos como ha venido ocurriendo repetidamente bajo el modelo de privatización salvaje que se ha seguido hasta ahora. La industria eléctrica requiere de capital, es cierto, pero no únicamente en las áreas de generación y distribución. La experiencia demuestra que, con apertura o sin ella, se requiere de precios tope y de precios de garantía para contrarrestar la volatilidad de precios; de órganos de supervisión estrictos y de reglamentos que establecen normas claras ¿Dónde queda entonces el ideal del libre mercado?

Existen diversas formas de lidiar con los problemas planteados por la volatilidad de los precios. La inmediata por supuesto ha sido la integración de los sistemas de información actuales, al costo y por los medios que sea. Comprar y vender electricidad hoy en los países que tienen mercados abiertos es una operación riesgosa. Por ello existen empresas que se comprometen a realizar estas transacciones de manera similar a las transacciones financieras y bursátiles: centralizadas y con alto grado de tecnificación.

La propuesta más extendida de reestructuración para el sector en México, al menos la más difundida, consiste en separar las actuales áreas de CFE, incluyendo a LyFC en áreas independientes, dotadas de una autonomía tal, que les permita establecer competencia entre ellas. La propuesta parte del supuesto de una red de transmisión capaz de superar los límites de transferencia de energía pre-establecidos para la red bajo el modelo de industria de servicio público que ha venido funcionando hasta la fecha. Para ello se requiere de evaluar un sinfín de parámetros en ambientes de incertidumbre muy elevada. Se necesitan a su vez nuevas herramientas de análisis del sistema que permitan su operación y control en condiciones eficientes y seguras, utilizando información "en tiempo real" de la situación del sistema.

Posiblemente el estado actual de la investigación en México no permita desarrollar grandes tecnologías para subsanar estas limitantes con "tecnología de punta" propia, sin embargo sí da para crear, con los recursos existentes, las herramientas prácticas que permitan eficientar ciertas áreas, con una inversión mínima y a cambio de un beneficio importante. Los retos son claros, el primero de ellos es prepararse para evitar la complacencia con que se han afrontado otras privatizaciones y el manejo de los recursos disponibles. No es posible pensar que estratégicamente es factible garantizar la satisfacción de la demanda solo con la apertura a la inversión privada. Existe una demanda de energía global (gas, gasolina y combustibles en general, de los cuales tenemos reservas limitadas) que debe satisfacerse de manera coordinada para evitar entrar en ciclos de escasez de energía, como los que se viven hoy en otros países. La jerarquización de las las necesidades es el primer paso, y esa no la van a hacer voluntariamente los productores privados.

El otro aspecto básico es la seguridad del abasto o disponibilidad de energía, la cuál sólo será posible mediante una planeación de largo plazo, que incluya el uso de fuentes alternativas pero, también algo más urgente: cambios en los hábitos de consumo. Independientemente de cuando será inevitable, las nuevas generaciones de mexicanos deben crecer con una cultura de ahorro de energía y contar con planes de contingencia que permitan mitigar los efectos de interrupciones no programadas. No es ético prometer que la entrada de inversión extranjera será suficiente para satisfacer la demanda futura, cuando es sabido que las fuentes actuales de energía no serán suficientes.

Estos efectos pueden mitigarse con el desarrollo de nuevas tecnologías, que permitan soluciones efectivas y redituables, de manera que lo que se debe promover es el desarrollo auto sustentable de la industria eléctrica, no su privatización. Las experiencias vividas hasta la fecha permiten prever que no es suficiente la cooperación, o incluso una sociedad de altruísmo espontáneo entre los productores privados y las entidades públicas, por muy buena voluntad que invoquen ambas. Hace falta una reglamentación gubernamental muy estricta y su revisión constante para garantizar beneficios a todos los participantes.

Las condiciones actuales demuestran que aún en los casos en los cuales se han previsto contratos regulados para la interconexión de redes y la de los productores privados a ellas, la estabilidad del sistema se ve comprometida, dado que los criterios de operación de las redes y el despacho de carga son inminentemente comerciales. Los nuevos modelos de contrato incluyen la medición de parámetros que solo una fuerte inversión en tecnología puede proporcionar. El intercambio de información entre los diversos participantes de la industria será entonces una necesidad estratégica, y para lograrla habrán de diseñarse nuevas tecnologías de comunicación y arquitecturas de datos abiertas que permitan la interconexión de sistemas en tiempo real con sistemas administrativos cuyos ciclos de actualización son más bien largos (diarios, cuando más rápidos).

Las principales empresas distribuidoras de energía eléctrica en el mundo están trabajando ya en ese sentido, dado que es la mejor manera de elevar su competitividad. Es ilógico pensar que dichas empresas venderán su tecnología a sus probables competidores una vez que la hayan depurado. Esto traerá como consecuencia la formación de nuevos monopolios, incluido el de la información.

Como este tema, convendría a los señores diputados profundizar en otros sobre los que tendrán que discutir próximamente. Tienen en sus manos la oportunidad de establecer un programa nacional de energía que sea el detonador de un desarrollo paralelo propio, industrial e incluso tecnológico, o pueden seguir votando políticamente y comprometiendo, ellos sí, la viabilidad financiera de México.


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