V. I. Lenin
TRES FUENTES Y TRES PARTES
INTEGRANTES DEL MARXISMO 

Prosveschenie núm. 3,
marzo de 1913.
 Firmado: V. I.

Se publica de acuerdo con
el texto original de
Prosveschenie
 De las Obras Completas,
t. XIX.


 TRES FUENTES Y TRES PARTES 
 INTEGRANTES DEL MARXISMO 
 
 
 
  La doctrina de Marx suscita en todo el mundo civilizado la mayor 
 hostilidad y el odio de toda la ciencia burguesa (tanto la oficial como la 
 liberal), que ve en el marxismo algo así como una "secta perniciosa". Y no 
 puede esperarse otra actitud, pues en una sociedad que tiene como base la 
 lucha de clases no puede existir una ciencia social "imparcial". De uno u 
 otro modo, toda la ciencia oficial y liberal defiende la esclavitud 
 asalariada, mientras que el marxismo ha declarado una guerra implacable a 
 esa esclavitud. Esperar que la ciencia sea imparcial en una sociedad de 
 esclavitud asalariada, sería la misma absurda ingenuidad que esperar 
 imparcialidad por parte de los fabricantes en lo que se refiere al problema 
 de si deben aumentarse los salarios de los obreros disminuyendo los 
 beneficios del capital. 
  Pero hay más. La historia de la filosofía y la historia de la ciencia 
 social muestran con diáfana claridad que en el marxismo nada hay que se 
 parezca al "sectarismo", en el sentido de que sea una doctrina fanática, 
 petrificada, surgida 
  al margen de la vía principal que ha seguido el desarrollo de la 
 civilización mundial. Por el contrario, lo genial en Marx es, precisamente, 
 que dio respuesta a los problemas que el pensamiento de avanzada de la 
 humanidad había planteado ya. Su doctrina surgió como la continuación 
 directa e inmediata de las doctrinas de los más grandes representantes de la 
 filosofía, la economía política y el socialismo. 
  La doctrina de Marx es omnipotente porque es verdadera. Es completa y 
 armónica, y brinda a los hombres una concepción integral del mundo, 
 intransigente con toda superstición, con toda reacción y con toda defensa de 
 la opresión burguesa. El marxismo es el heredero legítimo de lo mejor que la 
 humanidad creó en el siglo XIX: la filosofía alemana, la economía política 
 inglesa y el socialismo francés. 
  Nos detendremos brevemente en estas tres fuentes del marxismo, que 
 constituyen, a la vez, sus partes integrantes. 
 
 
 I 
  La filosofía del marxismo es el materialismo. A lo largo de toda la 
 historia moderna de Europa, y en especial en Francia a fines del siglo 
 XVIII, donde se desarrolló la batalla decisiva contra toda la escoria 
 medieval, contra el feudalismo en las instituciones y en las ideas, el 
 materialismo se mostró como la única filosofía consecuente, fiel a todo lo 
 que enseñan las ciencias naturales, hostil a la superstición, a la mojigata 
 hipocresía, etc. Por eso, los enemigos de la democracia empeñaron todos sus 
 esfuerzos para tratar de "refutar", minar, difamar el materialismo y 
 salieron en defensa de las diversas formas del idealismo filosófico, que se 
 reduce  siempre, de una u otra forma, a la defensa o al apoyo de la religión. 
  Marx y Engels defendieron del modo más enérgico el materialismo 
 filosófico y explicaron reiteradas veces el profundo error que significaba 
 toda desviación de esa base. En las obras de Engels Ludwig Feuerbach y 
 Anti-Dühring, que -- al igual que el Manifiesto Comunista -- son los libros 
 de cabecera de todo obrero con conciencia de clase, es donde aparecen 
 expuestas con mayor claridad y detalle sus opiniones. 
  Pero Marx no se detuvo en el materialismo del siglo XVIII, sino que 
 desarrolló la filosofía llevándola a un nivel superior. La enriqueció con 
 los logros de la filosofía clásica alemana, en especial con el sistema de 
 Hegel, el que, a su vez, había conducido al materialismo de Feuerbach. El 
 principal de estos logros es la dialéctica, es decir, la doctrina del 
 desarrollo en su forma más completa, profunda y libre de unilateralidad, la 
 doctrina acerca de lo relativo del conocimiento humano, que nos da un 
 reflejo de la materia en perpetuo desarrollo. Los novísimos descubrimientos 
 de las ciencias naturales -- el radio, los electrones, la trasformación de 
 los elementos -- son una admirable confirmación del materialismo dialéctico 
 de Marx, quiéranlo o no las doctrinas de los filósofos burgueses, y sus 
 "nuevos" retornos al viejo y decadente idealismo. 
  Marx profundizó y desarrolló totalmente el materialismo filosófico, e 
 hizo extensivo el conocimiento de la naturaleza al conocimiento de la 
 sociedad humana. El materialismo histórico de Marx es una enorme conquista 
 del pensamiento científico. Al caos y la arbitrariedad que imperan hasta 
 entonces en los puntos de vista sobre historia y política, sucedió una 
 teoría científica asombrosamente completa y armónica, que muestra cómo, en 
 virtud del desarrollo de las 
  fuerzas productivas, de un sistema de vida social surge otro más elevado; 
 cómo del feudalismo, por ejemplo, nace el capitalismo. 
  Así como el conocimiento del hombre refleja la naturaleza (es decir, la 
 materia en desarrollo), que existe independientemente de él, así el 
 conocimiento social del hombre (es decir, las diversas concepciones y 
 doctrinas filosóficas, religiosas, políticas, etc.), refleja el régimen 
 económico de la sociedad. Las instituciones políticas son la superestructura 
 que se alza sobre la base económica. Así vemos, por ejemplo, que las 
 diversas formas políticas de los Estados europeos modernos sirven para 
 reforzar la dominación de la burguesía sobre el proletariado. 
  La filosofía de Marx es un materialismo filosófico acabado, que ha 
 proporcionado a la humanidad, y sobre todo a la clase obrera, la poderosa 
 arma del saber. 
 
 
 II 
  Después de haber comprendido que el régimen económico es la base sobre 
 la cual se erige la superestructura política, Marx se entregó sobre todo al 
 estudio atento de ese sistema económico. La obra principal de Marx, El 
 Capital, está con sagrada al estudio del régimen económico de la sociedad 
 moderna, es decir, la capitalista. 
  La economía política clásica anterior a Marx surgió en Inglaterra, el 
 país capitalista más desarrollado. Adam Smith y David Ricardo, en sus 
 investigaciones del régimen económico, sentaron las bases de la teoría del 
 valor por el trabajo Marx prosiguió su obra; demostró estrictamente esa 
 teoría y la desarrolló consecuentemente; mostró que el valor de 
 
 toda mercancía está determinado por la cantidad de tiempo de trabajo 
 socialmente necesario invertido en su producción. 
  Allí donde los economistas burgueses veían relaciones entre objetos 
 (cambio de una mercancía por otra), Marx descubrió relaciones entre 
 personas. El cambio de mercancías expresa el vínculo establecido a través 
 del mercado entre los productores aislados. El dinero, al unir 
 indisolublemente en un todo único la vida económica íntegra de los 
 productores aislados, significa que este vínculo se hace cada vez más 
 estrecho. El capital significa un desarrollo ulterior de este vínculo: la 
 fuerza de trabajo del hombre se trasforma en mercancía. El obrero asalariado 
 vende su fuerza de trabajo al propietario de la tierra, de las fábricas, de 
 los instrumentos de trabajo. El obrero emplea una parte de la jornada de 
 trabajo en cubrir el costo de su sustento y el de su familia (salario); 
 durante la otra parte de la jornada trabaja gratis, creando para el 
 capitalista la plusvalía, fuente de las ganancias, fuente de la riqueza de 
 la clase capitalista. 
  La teoría de la plusvalía es la piedra angular de la teoría económica de 
 Marx. 
  El capital, creado por el trabajo del obrero, oprime al obrero, arruina 
 a los pequeños propietarios y crea un ejército de desocupados. En la 
 industria, el triunfo de la gran producción se advierte en seguida, pero 
 también en la agricultura se observa ese mismo fenómeno, donde la 
 superioridad de la gran agricultura capitalista es acrecentada, aumenta el 
 empleo de maquinaria, y la economía campesina, atrapada por el capital 
 monetario, languidece y se arruina bajo el peso de su técnica atrasada. En 
 la agricultura la decadencia de la pequeña producción asume otras formas, 
 pero es un hecho indiscutible. 
   Al azotar la pequeña producción, el capital lleva al aumento de la 
 productividad del trabajo y a la creación de una situación de monopolio para 
 los consorcios de los grandes capitalistas. La misma producción va 
 adquiriendo cada vez más un carácter social -- cientos de miles y millones 
 de obreros ligados entre sí en un organismo económico sistemático --, 
 mientras que un puñado de capitalistas se apropia del producto de este 
 trabajo colectivo. Se intensifican la anarquía de la producción, las crisis, 
 la carrera desesperada en busca de mercados, y se vuelve más insegura la 
 vida de las masas de la población. 
  Al aumentar la dependencia de los obreros hacia el capital, el sistema 
 capitalista crea la gran fuerza del trabajo conjunto. 
  Marx sigue el desarrollo del capitalismo desde los primeros gérmenes de 
 la economía mercantil, desde el simple trueque, hasta sus formas más 
 elevadas, hasta la gran producción. 
  Y la experiencia de todos los países capitalistas, viejos y nuevos, 
 demuestra claramente, año tras año, a un número cada vez mayor de obreros, 
 la veracidad de esta doctrina de Marx. 
  El capitalismo ha triunfado en el mundo entero, pero este triunfo no es 
 más que el preludio del triunfo del trabajo sobre el capital. 
 
 
 III 
  Cuando fue derrocado el feudalismo y surgió en el mundo la "libre" 
 sociedad capitalista, en seguida se puso de manifiesto que esa libertad 
 representaba un nuevo sistema de opresión y explotación del pueblo 
 trabajador. Como reflejo de esa opresión y como protesta contra ella, 
 aparecieron in- 
  mediatamente diversas doctrinas socialistas. Sin embargo, el socialismo 
 primitivo era un socialismo utópico. Criticaba la sociedad capitalista, la 
 condenaba, la maldecía, soñaba con su destrucción, imaginaba un régimen 
 superior, y se esforzaba por hacer que los ricos se convencieran de la 
 inmoralidad de la explotación. 
  Pero el socialismo utópico no podía indicar una solución real. No podía 
 explicar la verdadera naturaleza de la esclavitud asalariada bajo el 
 capitalismo, no podía descubrir las leyes del desarrollo capitalista, ni 
 señalar qué fuerza social está en condiciones de convertirse en creadora de 
 una nueva sociedad. 
  Entretanto, las tormentosas revoluciones que en toda Europa, y 
 especialmente en Francia, acompañaron la caída del feudalismo, de la 
 servidumbre, revelaban en forma cada vez más palpable que la base de todo 
 desarrollo y su fuerza motriz era la lucha de clases. 
  Ni una sola victoria de la libertad política sobre la clase feudal se 
 logró sin una desesperada resistencia. Ni un solo país capitalista se formó 
 sobre una base más o menos libre o democrática, sin una lucha a muerte entre 
 las diversas clases de la sociedad capitalista. 
  El genio de Marx consiste en haber sido el primero en deducir de ello la 
 conclusión que enseña la historia del mundo y en aplicar consecuentemente 
 esas lecciones. La conclusión a que llegó es la doctrina de la lucha de 
 clases. 
  Los hombres han sido siempre, en política, víctimas necias del engaño 
 ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás 
 de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas 
 y sociales, los intereses de una u otra clase. Los que abogan por reformas y 
 mejoras se verán siempre burlados por los defensores de lo 
 
 viejo mientras no comprendan que toda institución vieja, por bárbara y 
 podrida que parezca, se sostiene por la fuerza de determinadas clases 
 dominantes. Y para vencer la resistencia de esas clases, sólo hay un medio: 
 encontrar en la misma sociedad que nos rodea, las fuerzas que pueden -- y, 
 por su situación social, deben -- constituir la fuerza capaz de barrer lo 
 viejo y crear lo nuevo, y educar y organizar a esas fuerzas para la lucha. 
  Sólo el materialismo filosófico de Marx señaló al proletariado la salida 
 de la esclavitud espiritual en que se han consumido hasta hoy todas las 
 clases oprimidas. Sólo la teoría económica de Marx explicó la situación real 
 del proíetariado en el régimen general del capitalismo. 
  En el mundo entero, desde Norteamérica hasta el Japón y desde Suecia 
 hasta el Africa del Sur, se multiplican organizaciones independientes del 
 proletariado. Este se instruye y educa al librar su lucha de clase, se 
 despoja de los prejuicios de la sociedad burguesa, está adquiriendo una 
 cohesión cada vez mayor y aprendiendo a medir el alcance de sus éxitos, 
 templa sus fuerzas y crece irresistiblemente. 
 
 

 

    Source: geocities.com/capitolhill/senate/3035

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