La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismoV. I. LENIN
      LA ENFERMEDAD
      INFANTIL DEL
      "IZQUIERDISMO"
      EN EL COMUNISMO




 
 

 I N D I C E 

      I.
       
      ¿EN QUE SENTIDO SE PUEDE HABLAR DE LA SIGNIFI-
      CACION INTERNACIONAL DE LA REVOLUCION RUSA?

      1

      II.
       
      UNA DE LAS CONDICIONES FUNDAMENTALES DEL
      EXITO DE LOS BOLCHEVIQUES

      5

      III.
       
      LAS PRINCIPALES ETAPAS EN LA HISTORIA DEL
      BOLCHEVISMO

      9

      IV.
       
       
      ¿EN LUCHA CON QUE ENEMIGOS EN EL SENO DEL MOVI-
      MIENTO OBRERO HA PODIDO CRECER, FORTALECERSE Y
      TEMPLARSE EL BOLCHEVISMO?

       
      15

      V.
       
      EL COMUNISMO "DE IZQUIERDA" EN ALEMANIA. JEFES,
      PARTIDO, CLASE, MASA

      26

      VI.
       
      ¿DEBEN ACTUAR LOS REVOLUCIONARIOS EN LOS SIN-
      DICATOS REACCIONARIOS?

      36

      VII.
       
      ¿DEBE PARTICIPARSE EN LOS PARLAMENTOS BUR-
      GUESES?

      49

       VIII.
      ¿NINGUN COMPROMISO?
      63

      IX.
      EL COMUNISMO "DE IZQUIERDA" EN INGLATERRA
      77

      X.
      ALGUNAS CONCLUSIONES
      95


       Apéndice

      115

      I.
      LA ESCISION DE LOS COMUNISTAS ALEMANES
      115

      II.
      COMUNISTAS E INDEPENDIENTES EN ALEMANIA
      118

      III.
      TURATI Y COMPAÑIA EN ITALIA
      121

      IV.
      CONCLUSIONES FALSAS DE PREMISAS JUSTAS
      123

      V.

      129

        CARTA DE WIJNKOOP
      130


      NOTAS

      131





  


   

  LA ENFERMEDAD INFANTIL DEL
   "IZQUIERDISMO" EN EL COMUNISMO[1]


  I
  EN QUE SENTIDO SE PUEDE HABLAR DE
  LA SIGNIFICACION INTERNACIONAL DE
  LA REVOLUCION RUSA?

      En los primeros meses que siguieron a la conquista del Poder político por 
  el proletariado en Rusia (25. X.-7. XI. 1917), podía parecer que, a 
  consecuencia de las enormes diferencias existentes entre la Rusia atrasada y 
  los países avanzados de la Europa occidental, la revolución del proletariado 
  en estos últimos se parecería muy poco a la nuestra. En la actualidad contamos 
  ya con una experiencia internacional más que regular, que demuestra con 
  absoluta claridad que algunos de los rasgos fundamentales de nuestra 
  revolución tienen una significación no solamente local, particularmente 
  nacional, rusa, sino también internacional. Y hablo de la significación 
  internacional no en el sentido amplio de la 
  
  palabra: no son sólo algunos, sino todos los rasgos fundamentales, y muchos 
  secundarios, de nuestra revolución, los que tienen una significación 
  internacional, desde el punto de vista de la influencia de dicha revolución 
  sobre todos los países. No, hablo en el sentido más estrecho de la palabra, es 
  decir, entendiendo por significación internacional su importancia 
  internacional o la inevitabilidad histórica de la repetición en escala 
  internacional de lo que ocurrió en nuestro país, esta significación debe ser 
  reconocida en algunos de los rasgos fundamentales de nuestra revolución. 
      Naturalmente, sería un tremendo error exagerar esta verdad extendiéndola 
  más allá de algunos rasgos fundamentales de nuestra revolución. Asimismo, 
  sería un error perder de vista que después de la victoria de la revolución 
  proletaria, aunque no sea más que en uno de los países avanzados, se producirá 
  seguramente un cambio radical, es decir: Rusia será, poco después de esto, no 
  un país modelo, sino de nuevo un país atrasado (en el sentido "soviético" y 
  socialista). 
      Pero en este momento histórico se trata precisamente de que el ejemplo 
  ruso muestra a todos los países algo, y algo muy sustancial, de su futuro 
  próximo e inevitable. Los obreros avanzados de todos los países hace ya tiempo 
  que lo han comprendido y, más que comprenderlo, lo han percibido, lo han 
  sentido con su instinto revolucionario de clase. 
      De aquí la "significación" internacional (en el sentido estrecho de la 
  palabra) del Poder soviético y de los fundamentos de la teoría y de la táctica 
  bolchevique. Esto no lo han comprendido los jefes "revolucionarios" de la II 
  Internacional, como Kautsky en Alemania, Otto Bauer y Federico Adler en 
  Austria, que se convirtieron por esto en reaccionarios, en defensores del peor 
  de los oportunismos y de la 
  
  social-traición. Digamos de paso que el folleto-anónimo "La Revolución 
  Mundial" ["Weltrevolution"], aparecido en 1919 en Viena (Sozialistische 
  Bucherei, Heft 11; Ignaz Brand[2]) muestra con una elocuencia particular toda 
  la contextura ideológica y todo el circulo de ideas, más exactamente, todo el 
  abismo de incomprensión, pedanteria, vileza y traición a los intereses de la 
  clase obrera, sazonado, además, con la "defensa" de la idea de la "revolución 
  mundial". 
      Pero nos detendremos detalladamente en este folleto en otra ocasión. 
  Consignemos aquí únicamente lo siguiente: en los tiempos, ya bien lejanos, en 
  que Kautsky era todavía un marxista y no un renegado, al examinar la cuestión 
  como historiador, preveía la posibilidad del advenimiento de una situación, 
  como consecuencia de la cual el revolucionarismo del proletariado ruso se 
  convertiría en un modelo para la Europa occidental. Esto era en 1902, cuando 
  Kautsky escribió en la "Iskra" revolucionaria el artículo "Los eslavos y la 
  revolución". He aquí lo que decía en este artículo: 
      "En la actualidad" (al contrario que en 1848) "se puede creer que no sólo 
  se han incorporado los eslavos a las filas de los pueblos revolucionarios, 
  sino que el centro de gravedad del pensamiento y de la obra revolucionarios se 
  desplaza cada día más hacia los eslavos. El centro revolucionario va 
  desplazándose del Occidente al Oriente. En la primera mitad del siglo XIX se 
  hallaba en Francia, en algunos momentos en Inglaterra En 1848, Alemania entró 
  en las filas de las naciones revolucionarias. . . El nuevo siglo empieza con 
  acontecimientos que sugieren la idea de que nos hallamos en presencia de un 
  nuevo desplazamiento del centro revolucionario, concretamente: de su traslado 
  a Rusia. . . Rusia, que se ha asimilado tanta 
  
  iniciativa revolucionaria de Occidente, es posible que en la actualidad se 
  halle presta, ella misma, a servir de fuente de energía revolucionaria para 
  este último. El movimiento revolucionario ruso, cacla día más encendido, 
  resultará acaso el medio más poderoso para sacudir ese espíritu de filisteísmo 
  fofo y de politiquería moderada que empieza a difundirse en nuestras filais y 
  hará surgir de nuevo la llama viva del anhelo de lucha y de fidelidad 
  apasionada a nuestros grandes ideales. Rusia hace ya tiempo que ha dejado de 
  ser, para la Europa occidental, un simple reducto de la reacción y del 
  absolutismo. En la actualidad, ocurre quizás todo lo contrario. La Europa 
  occidental se convierte en el reducto de la reacción y del absolutismo de 
  Rusia. . . Los revolucionarios rusos, es posible, se hubieran librado hace ya 
  mucho tiempo del zar, si no tuviesen que luchar al mismo tiempo contra el 
  aliado de este último, el capital europeo. Esperemos que esta vez conseguirán 
  librarse de ambos enemigos y que la nueva "santa alianza" se derrumbará más 
  pronto aún que sus predecesoras. Pero sea cual fuere el resultado de la lucha 
  actual en Rusia, la sangre y los sufrimientos de los mártires, que esta lucha 
  engendra por desgracia más de lo necesario, no serán vanos, sino que 
  fertilizarán el terreno para la revolución social en todo el mundo civilizado 
  e impulsarán de un modo más esplendoroso y rápido su florecimiento. En 1848, 
  eran los eslavos helada horrible que mataba las flores de la primavera 
  popular. Es posible que ahora estén llamados a ser la tormenta que romperá el 
  hielo de la reacción y que traerá irresistiblemente consigo una nueva y feliz 
  primavera para los pueblos" (C. Kautsky, "Los eslavos y la revolución", 
  artículo en la "Iskra", periódico revolu- 
  
  cionario de la socialdemocracia rusa, núm. 18, 10 de marzo de 1902). 
      ¡No escribía mal Carlos Kautsky hace 18 años! 


  II
  UNA DE LAS CONDICIONES FUNDAMENTALES
  DEL EXITO DE LOS BOLCHEVIQUES

      Seguramente que hoy casi todo el mundo ve ya que los bolcheviques no se 
  hubieran mantenido en el Poder, no dos años y medio, sino ni siquiera dos 
  meses y medio, sin la disciplina severísima, verdaderamente férrea, dentro de 
  nuestro Partido, sin el apoyo más completo y abnegado prestado a éste por toda 
  la masa de la clase obrera, esto es, por todo lo que ella tiene de consciente, 
  honrado, abnegado, influyente y capaz de conducir consigo o de atraerse a las 
  capas atrasadas. 
      La dictadura del proletariado es la guerra más abnegada y más implacable 
  de la nueva clase contra un enemigo más poderoso, contra la burguesía, cuya 
  resistencia se halla decuplicada por su derrocamiento (aunque no sea más que 
  en un solo país) y cuya potencia consiste, no sólo en la fuerza del capital 
  internacional, en la fuerza y la solidez de las rela ciones internacionales de 
  la burguesía, sino, además, en la fuerza de la costumbre, en la fuerza de la 
  pequeña producción. Pues, por desgracia, ha quedado todavía en el mundo mucha 
  y mucha pequeña producción y ésta engendra al capitalismo y a la burguesía 
  constantemente, cada día, cada hora, por un proceso espontáneo y en masa. Por 
  todos estos mo- 
  
  tivos, la dictadura del proletariado es necesaria, y la victoria sobre la 
  burguesía es imposible sin una lucha prolongada, tenaz, desesperada, a muerte, 
  una lucha que exige serenidad, disciplina, firmeza, inflexibilidad y una 
  voluntad única. 
      Lo repito, la experiencia de la dictadura triunfante del proletariado en 
  Rusia ha mostrado de un modo palpable al que no sabe pensar o al que no ha 
  tenido la ocasion de reflexionar sobre esta cuestión, que la centralización 
  incondicional y la disciplina más severa del proletariado constituyen una de 
  las condiciones fundamentales de la victoria sobre la burguesía. 
      De esto se habla a menudo. Pero no se reflexiona suficientemente sobre lo 
  que esto significa, en qué condiciones es posiUe ¿No convendría que las 
  salutaciones entusiastas al Poder de los Soviets y a los bolcheviques se 
  vieran acompañadas con más frecuencia de un análisis serio de las causas que 
  han permitido a los bolcheviques forjar la disciplina necesaria para el 
  proletariado revolucionario? 
      El bolchevismo existe, como corriente del pensamiento político y como 
  partido político, desde 1903. Sólo la historia del bolchevismo, en todo el 
  periodo de su existencia, puede explicar de un modo satisfactorio por qué el 
  bolchevismo pudo forjar y mantener, en las condiciones más difíciles, la 
  disciplina férrea necesaria para la victoria del proletariado. 
      La primera pregunta que surge es la siguiente: ¿cómo se mantiene la 
  disciplina del partido revolucionario del proletariado? ¿Cómo se controla? 
  ¿Cómo se refuerza? Primero por la conciencia de la vanguardia proletaria y por 
  su fidelidad a la revolución, por su firmeza, por su espíritu de sacrificio, 
  por su heroísmo. Segundo, por su capacidad de vincularse, aproximarse y hasta 
  cierto punto, si queréis, fundirse con las más grandes masas trabajadoras, en 
  primer 
  
  término con la masa proletaria, pero también con la masa trabajadora no 
  protetaria. Tercero, por lo acertado de la dirección política que lleva a cabo 
  esta vanguardia; por lo acertado de su estrategia y de su táctica políticas, a 
  condición de que las masas más extensas se convenzan de ello por experiencia 
  propia. Sin estas condiciones, no es posible la disciplina en un partido 
  revolucionario, verdaderamente apto para ser el partido de la clase avanzada, 
  llamada a derrocar a la burguesía y a transformar toda la sociedad. Sin estas 
  condiciones, los intentos de implantar una disciplina se convierten, 
  inevitablemente, en una ficción, en una frase, en gestos grotescos. Pero, por 
  otra parte, estas condiciones no pueden brotar de golpe. Van formándose 
  solamente á través de una labor prolongada, a través de una dura experiencia; 
  su formación se facilita a través de una acertada teoría revolucionaria, que, 
  a su vez, no es ningún dogma, sino que sólo se forma definitivamente en 
  estrecha relación con la práctica de un movimiento que sea verdaderamente de 
  masas y verdaderamente revolucionario. 
      Si el bolchevismo pudo elaborar y llevar a la práctica con éxito en los 
  años 1917-1920, en condiciones de una gravedad inaudita, la centralización más 
  severa y una disciplina férrea, se debe sencillamente a una serie de 
  particularidades históricas de Rusia. 
      De una parte, el bolchevismo surgió en 1903, sobre la más sólida base de 
  la teoría del marxismo. Y que esta teoría revolucionaria es justa -- y que es 
  la única justa -- ha sido demostrado, no sólo por la experiencia internacional 
  de todo el siglo XIX, sino también, en particular, por la experiencia de las 
  desviaciones, los titubeos, los errores y los desengaños del pensamiento 
  revolucionario en Rusia. En el transcurso de casi medio siglo, aproximadamente 
  de 1840 a 1890, el 
  
  pensamiento avanzado en Rusia, bajo el yugo del despotismo inaudito del 
  zarismo salvaje y reaccionario, buscaba ávidamente una teoría revolucionaria 
  justa, siguiendo con un celo y una atención admirables cada "última palabra" 
  de Europa y América en este terreno. Rusia hizo suya la única teoría 
  revolucionaria justa, el marxismo, en medio siglo de torturas y de sacrificios 
  inauditos, de heroísmo revolucionario nunca visto, de energía increíble y de 
  investigadón abnegada, de estudio, de experimentación en la práctica, de 
  desengaños, de comprobación, de comparación con la experiencia de Europa. 
  Gracias a la emigración provocada por el zarismo, la Ru6ia revolucionaria de 
  la segunda mitad del siglo XIX contaba con una riqueza de relaciones 
  internacionales, con un conocimiento tan excelente de todas las formas y 
  teorías del movimiento revolucionario mundial como ningún otro país del mundo. 

      De otra parte, el bolchevismo, surgido sobre esta base teórica granítica, 
  tuvo una historia práctica de quince años (1903-1917) que, por la riqueza de 
  la experiencia que representa, no puede ser comparada a ninguna otra en el 
  mundo. Pues ningún país, en el transcurso de estos quince años, pasó ni 
  aproximadamente por una experiencia revolucionaria tan Aca, por una rapidez y 
  una variedad tales de la sucesión de las distintas formas del movimiento, 
  legal e ilegal, pacífico y tormentoso, clandestino y abierto, de propaganda en 
  los círculos y de propaganda entre las masas, parlamentario y terrorista En 
  ningún país estuvo concentrada en un período de tiempo tan breve una tal 
  riqueza de formas, de matices, de métodos de lucha de todas las clases de la 
  sociedad con temporánea, lucha que, además, como consecuencia del atraso del 
  país y del peso del yugo del zarismo, maduraba con particular rapidez y 
  asimilaba con particular avidez y eficacia 
  
  la "última palabra" correspondiente de la experiencia política americana y 
  europea. 


  III
  LAS PRINCIPALES ETAPAS EN LA HISTORIA
  DEL BOLCHEVISMO

      Años de preparación de la revolución (1903-1905). Presagios de gran 
  tormenta por todas partes, fermentación y preparación en todas las clases. En 
  el extranjero, la prensa de la emigración plantea teóricamente todas las 
  cuestiones esenciales de la revolución. Los representantes de las tres clases 
  fundamentales, de las tres tendencias políticas prin cipales: la 
  liberal-burguesa, la democrático-pequeñoburguesa (cubierta bajo la etiqueta de 
  las corrientes "socialdernócrata" y "socialrevolucionaria") y la proletaria 
  revolucionaria, mediante una lucha encarnizada de concepciones programáticas y 
  tácticas, anuncian y preparan la futura lucha abierta de clases. Todas las 
  cuestiones por las cuales las masas tomaron las armas en 1905-1907 y en 
  1917-1920, pueden (y deben) verse, en forma embrionaria, en la prensa de 
  aquella época. Naturalmente, entre estas tres tendencias principales hay todas 
  las formaciones intermedias, transitorias, híbridas, que se quiera. Más 
  exactamente: en la lucha entre los órganos de prensa, los partidos, las 
  fracciones, los grupos, van cristalizándose las tendencias ideológicas y 
  políticas realmente de clase; las clases se forjan un arma ideológico-política 
  adecuada para los combates futuros. 
      Años de revolución (1905-1907). Todas las clases entran abiertamente en 
  acción. Todas las concepciones programáticas 
  
  y tácticas son comprobadas por medio de la acción de las masas. Lucha 
  huelguística nunca vista en el mundo, por su amplitud y su carácter agudo. 
  Transformación de la huelga económica en política y de la huelga política en 
  insurrección. Comprobación práctica de las relaciones existentes entre el 
  proletariado dirigente y los campesinos dirigidos, vacilantes, dudosos. 
  Nacimiento, en el desarrollo espontáneo de la lucha, de la forma soviética de 
  organización. Los debates de aquel entonces sobre el papel de los Soviets son 
  una anticipación de la gran lucha de 1917-1920. La sucesión de los métodos de 
  lucha parlamentarios y no parlamentarios, de la táctica de boicot del 
  parlamento y de participación en el mismo, de las formas legales e ilegales de 
  lucha, así como sus relaciones recíprocas y los vínculos existentes entre 
  ellos, todo esto se distingue por una asombrosa riqueza de contenido. Cada mes 
  de este período vale, desde el punto de vista del aprendizaje de los 
  fundamentos de la ciencia política -- para las masas y los jefes, para las 
  clases y los partidos --, por un año de desenvolvimiento "pacífico" y 
  "constitucional". Sin el "ensayo general" de 1905, la victoria de la 
  Revolución de Octubre en 1917 hubiera sido imposible. 
      Años de reacción (1907-1910). El zarismo ha triunfado. Han sido aplastados 
  todos los partidos revolucionarios y de oposición. Desaliento, 
  desmoralización, escisiones, dispersión, traiciones, pornografía en vez de 
  política. Reforzamiento de las tendencias al idealismo filosófico; misticismo, 
  como disfraz de un estado de espíritu contrarrevolucionario. Pero al mismo 
  tiempo esta gran derrota da a los partidos revolucionarios y a la clase 
  revolucionaria una verdadera lección sumamente saludable, una lección de 
  dialéctica histórica, una lección de inteligencia, de destreza y arte para 
  conducir la 
  
  lucha política. Los amigos se conocen en la desgracia. Los ejércitos 
  derrotados se instruyen celosamente. 
      El zarismo victorioso se ve obligado a destruir precipitadamente los 
  residuos del régimen de vida preburgués, patriarcal en Rusia. El 
  desenvolvimiento burgués del país progresa con rapidez notable. Las ilusiones 
  situadas al margen de las clases, por encima de ellas, ilusiones sobre la 
  posibilidad de evitar el capitalismo, caen hechas polvo. Entra en escena la 
  lucha de clases de un modo absolutamente nuevo y con mayor relieve. 
      Los partidos revolucionarios deben completar su instrucción Han aprendido 
  a atacar. Ahora, deben comprender que esta ciencia tiene que estar completada 
  por la de saber replegarse con el mayor acierto. Hay que comprender -- y la 
  clase revolucionaria aprende a comprenderlo por su propia y amarga experiencia 
  -- que no se puede triunfar sin aprender a tomar la ofensiva y a llevar a cabo 
  la retirada con acierto. De todos los partidos revolucionarios y de oposición 
  derrotados, fueron los bolcheviques quienes retrocedieron con más orden, con 
  menos quebranto de su "ejército"; con una conservación mejor de su núcleo 
  central, con las escisiones menos profundas e irreparables, con menos 
  desmoralización, con más capacidad para reanudar la acción de un modo más 
  amplio, acertado y enérgico. Y si los bolcheviques obtuvieron este resultado, 
  fue exclusivamente porque desenmascararon y expulsaron sin piedad a los 
  revolucionarios de palabra, obstinados en no comprender que hay que 
  retroceder, que hay que saber retroceder, que es obligatorio aprender a actuar 
  legalmente en los parlamentos más reaccionarios, en las organizaciones 
  sindicales, en las cooperativas, en las mutualidades y otras organizaciones 
  semejantes, por más reaccionarias que sean. 
  
      Años de ascenso (1910-1914). Al principio, el ascenso fue de una lentitud 
  inverosímil; luego, después de los sucesos del Lena, en 1912, un poco más 
  rápido. Venciendo dificultades enormes, los bolcheviques eliminaron a los 
  mencheviques, cuyo papel, como agentes burgueses en el movimiento obrero, fue 
  admirablemente comprendido por toda la burguesía después de 1905 y a los 
  cuales, por este motivo, esta última sostenía de mil maneras contra los 
  bolcheviques. Pero éstos no hubieran llegado nunca a semejante resultado, si 
  no hubiesen aplicado una táctica acertada, combinando la actuación ilegal con 
  la utilización obligatoria de las "posibilidades legales" En la más 
  reaccionaria de las Dumas, los bolcheviques conquistaron toda la curia obrera. 

      Primera guerra imperialista mundial (1914-1917). El parlamentarismo legal, 
  con un "parlamento" ultrarreaccionario, presta los más grandes servicios al 
  partido del proletariado revolucionario, a los bolcheviques. Los diputados 
  bolcheviques van a Siberia. En la prensa de la emigración hallan plena 
  expresión todos los matices del socialimperialismo, del socialchovinismo, del 
  socialpatriotismo, del internacionalismo inconsecuente y consecuente, del 
  pacifismo y de la negación revolucionaria de las ilusiones pacifistas. Las 
  eminencias estúpidas y los vejestorios de la II Internacional, que fruncían el 
  ceño con desdén y soberbia ante la abundancia de "fracciones" del socialismo 
  ruso y la lucha encarnizada de éstas entre sí, fueron incapaces, en el momento 
  en que la guerra suprimió en todos los países adelantados la cacareada 
  "legalidad", de organizar, aunque no fuera más que aproximadamente, un libre 
  (ilegal) intercambio de ideas y una libre (ilegal) elaboración de concepciones 
  justas, semejantes a las que los revolucionarios rusos organizaron en Suiza y 
  otros países. Ha sido precisamente por esto por lo que los social- 
  
  patriotas descarados y los "kautskistas" de todos los países han resultado los 
  peores traidores del proletariado. Y si el bolchevismo pudo triunfar en 
  1917-1920, una de las causas fundamentales de semejante victoria se debe a que 
  desde finales de 1914 desenmascaró sin piedad la villanía, la infamia, la 
  abyección del socialchovinismo y del "kautskismo" (al cual corresponde el 
  longuetismo[3] en Francia, las ideas de los jefes del Partido Obrero 
  Independiente[4] y de los fabianos[5] en Inglaterra, de Turati en Italia, 
  etc.) y a que las masas se han convencido más y más, por experiencia propia, 
  de que las concepciones de los bolcheviques eran justas. 
      Segunda revolución rusa (febrero-octubre, 1917). El grado de decrepitud 
  inverosímil y de caducidad del zarismo (con ayuda de los reveses y 
  sufrimientos de una guerra infinitamente penosa) suscitaron contra él una 
  fuerza extraordinaria de destrucción. En pocos días Rusia se vio convertida en 
  una república democrático-burguesa más libre, en las condiciones de la guerra, 
  que cualquier otro país del mundo. El gobierno fue constituido por los jefes 
  de los partidos de oposición y revolucionarios, como en las repúblicas del más 
  "puro parlamentarismo", pues el título de jefe de un partido de oposición en 
  el parlamento, hasta en el más reaccionario, ha facilitado siempre el papel 
  futuro de este jefe en la revolución. 
      En pocas semanas los mencheviques y los "socialrevolucionarios" se 
  asimilaron perfectamente todos los procedimientos y modales, argumentos y 
  sofismas de los héroes europeos de la II Internacional, de los 
  ministerialistas y de toda la canalla oportunista. Todo lo que leemos hoy 
  sobre los Scheidemann y Noske, sobre Kautsky y Hilferding, Renner y 
  Austerlitz, Otto Bauer y Fritz Adler, Turati y Longuet, sobre los fabianos y 
  los jefes del Partido Obrero Indepen- 
  
  diente de Inglaterra, todo nos parece (y lo es en realidad) una aburricla 
  repetición de un motivo antiguo y conocido. Todo ello lo habíamos visto ya en 
  los mencheviques. La historia les ha hecho una mala jugada, obligando a los 
  oportunistas de un país atrasado a adelantarse a los oportunistas de una serie 
  de países avanzados. 
      Si todos los héroes de la II Internacional han fracasado, si se han 
  cubierto de oprobio en la cuestión de la función y la importancia de los 
  Soviets y del Poder soviético, si se han cubierto de ignominia de un modo 
  particularmente "relevante" y han incurrido en toda clase de contradicciones 
  en esta cuestión los jefes de los tres grandes partidos que se han separado 
  actualmente de la II Internacional (el Partido Socialdemócrata Independiente 
  de Alemania[6], el Partido longuetista de Francia y el Partido Obrero 
  Independiente de Inglaterra), si todos han resultado esclavos de los 
  prejuicios de la democracia pequeñoburguesa (exactamente al modo de los 
  pequeños burgueses de 1848, que se llamaban "socialdemócratas"), también es 
  cierto que ya hemos visto todo esto en el ejemplo de los mencheviques. La 
  historia ha hecho esta jugarreta: los Soviets nacieron en Rusia en 1905, 
  fueron falsificados en febrero-octubre de 1917 por los mencheviques, quienes 
  fracasaron por no haber comprendido su papel y su importancia, y hoy ha 
  surgido en el mundo entero la idea del Poder soviético, idea que se extiende 
  con rapidez inusitada entre el proletariado de todos los países, mientras 
  fracasan en todas partes, a su vez, los viejos héroes de la II Internacional, 
  por no haber sabido comprender, del mismo modo que nuestros mencheviques, el 
  papel y la importancia de los Soviets. La experiencia ha demostrado que en 
  algunas cuestiones esenciales de la revolución proletaria todos los 
  
  países pasarán inevitablemente por lo mismo que ha pasado Rusia. 
      Los bolcheviques empezaron su lucha victoriosa contra la república 
  parlamentaria (burguesa de hecho) y contra los mencheviques con suma prudencia 
  y no la prepararon, ni mucho menos, tan sencillamente como hoy piensan muchos 
  en Europa y América. En el principio del período mencionado no incitamos a 
  derribar el gobierno, sino que explicamos la imposibilidad de hacerlo sin 
  modificar previamente la composición y el estado de espíritu de los Soviets. 
  No declaramos el boicot al parlamento burgués, a la Asamblea Constituyente, 
  sino que dijimos, a partir de la Conferencia de nuestro Partido, celebrada en 
  abril de 1917, dijimos oficialmente, en nombre del Partido, que una república 
  burguesa, con una Asamblea Constituyente, era preferible a la misma república 
  sin Constituyente, pero que la república "obrera y campesina" soviética es 
  mejor que cualquier república democráticoburguesa, parlamentaria. Sin esta 
  preparación prudente, minuciosa, circunspecta y prolongada, no hubiésemos 
  podido alcanzar ni consolidar la victoria en octubre de 1917. 


  IV
  ¿EN LUCHA CON QUE ENEMIGOS EN EL SENO
  DEL MOVIMIENTO OBRERO HA PODIDO
  CRECER, FORTALECERSE Y TEMPLARSE
  EL BOLCHEVISMO?

      En primer lugar y sobre todo, en la lucha contra el oportunismo, que en 
  1914 se transformó definitivamente en so- 
  
  cialchovinismo y que se ha pasado definitivamente al lado de la burguesía, 
  contra el proletariado. Este era, naturalmente, el principal enemigo del 
  bolchevismo en el seno del movimiento obrero y sigue siéndolo en escala 
  mundial. El bolchevismo le ha prestado y le presta a este enemigo la mayor 
  atención. Este aspecto de la actividad de los bolcheviques es ya bastante bien 
  conocido también en el extranjero. 
      Otra cosa hay que decir de otro enemigo del bolchevismo en el seno del 
  movimiento obrero. En el extranjero se sabe todavía de un modo muy 
  insuficiente que el bolchevismo ha crecido, se ha ido formando y se ha 
  templado en largos años de lucha contra ese revolucionarismo pequeñoburgués 
  que se parece al anarquismo o que ha tomado algo de él y que se aparta en todo 
  lo esencial de las condiciones y exigencias de una firme lucha de clases del 
  proletariado. Para los rnarxistas está plenamente establecido desde el punto 
  de vista teórico -- y la experiencia de todas las revoluciones y los 
  movimientos revolucionarios de Europa lo han confirmado enteramente -- que el 
  pequeño propietario, el pequeño patrón (tipo social que en muchos países 
  europeos está muy difundido, que abarca masas), que sufre bajo el capitalismo 
  una presión continua y muy a menudo un empeoramiento increíblemente brusco y 
  rápido de sus condiciones de existencia y la ruina, adquiere fácilmente una 
  mentalidad ultrarrevolucionaria, pero que es incapaz de manifestar serenidad, 
  espíritu de organización, disciplina, firmeza. El pequeñoburgués "enfurecido" 
  por los horrores del capitalismo es un fenómeno social propio, como el 
  anarquismo, de todos los países capitalistas. La inconstancia de estas 
  veleidades revolucionarias, su esterilidad, su facilidad de cambiarse 
  rápidamente en sumisión, en apatía, en imaginaciones fantásticas, hasta en un 
  
  entusiasmo "furioso", por tal o cual tendencia burguesa "de moda", son 
  universalmente conocidas. Pero a un partido revolucionario no le basta en modo 
  alguno con reconocer teórica, abstractamente, semejantes verdades, para estar 
  al abrigo de los viejos errores que se producen siempre en ocasiones 
  inesperadas, con una ligera variación de forma, con una apariencia o un 
  contorno no vistos antes, en una situación original (más o menos original). 
      El anarquismo ha sido a menudo una especie de expiación de los pecados 
  oportunistas del movimiento obrero. Estas dos aberraciones se completaban 
  mutuamente. Y si el anarquismo no ejerció en Rusia, en las dos revoluciones de 
  1905 y 1917 y durante su preparación, a pesar de que la población 
  pequeñoburguesa era aquí más numerosa que en los países europeos, sino una 
  influencia relativamente insignificante, se debe en parte, indudablemente, al 
  bolchevismo, que siempre luchó del modo más despiadado e irreconciliable 
  contra el oportunismo. Y digo "en parte" porque lo que más contribuyó a 
  debilitar el anarquismo en Rusia fue la posibilidad que tuvo en el pasado (en 
  los años del 70 del siglo XIX) de adquirir un desarrollo extraordinario y de 
  revelar hasta el fondo su carácter quimérico, su incapacidad de servir como 
  teoría dirigente de la clase revolucionaria. 
      El bolchevismo heredó, al surgir en 1903, la tradición de guerra 
  despiadada al revolucionarismo pequeñoburgués, semianarquista (o capaz de 
  coquetear con el anarquismo), tradición que había existido siempre en la 
  socialdemocracia revolucionaria y que se consolidó particularmente en nuestro 
  país en 1900-1903, cuando se sentaban los fundamentos del partido de masas del 
  proletariado revolucionario de Rusia. El bolchevismo asimiló y continuó la 
  lucha contra el partido que más fielmente expresaba las tendencias del 
  revoluciona- 
  
  rismo pequeñoburgués, es decir, el partido "socialrevolucionario", en tres 
  puntos principales. En primer lugar, este partido, que rechazaba el marxismo, 
  se obstinaba en no querer comprender (tal vez fuera más justo decir en no 
  poder comprender) la necesidad de tener en cuenta con estricta objetividad, 
  antes de emprender una acción política, las fuerzas de clase y sus relaciones 
  mutuas. En segundo término, este partido veía un signo particular de su 
  "revolucionarismo" o de su "izquierdismo" en el reconocimiento del terror 
  individual, de los atentados, que nosotros, los marxistas, rechazábamos 
  categóricamente. Claro es que nosotros condenábamos el terror individual 
  únicamente por motivos de conveniencia; pero las gentes capaces de condenar 
  "en principio" el terror de la Gran Revolución Francesa, o, en general, el 
  terror ejercido por un partido revolucionario victorioso, asediado por la 
  burguesía de todo el mundo, esas gentes fueron ya condenadas para siempre al 
  ridículo y al oprobio en 1900-1903 por Plejánov, cuando éste era marxista y 
  revolucionario. En tercer lugar, para los "socialrevolucionarios" ser 
  "izquierdista", consistía en reirse de los pecados oportunistas, relativamente 
  leves, de la socialdemocracia alemana, mientras imitaban a los 
  ultraoportunistas de ese mismo partido en cuestiones tales como la agraria o 
  la de la dictadura del proletariado. 
      La historia, dicho sea de paso, ha confirmado hoy en gran escala, 
  histórico-mundial, la opinión que hemos defendido siempre, a saber: que la 
  socialdemocracia revolucionaria alemana (y téngase en cuenta que ya en 
  1900-1903 Plejánov reclamaba la expulsión de Bernstein del Partido y que los 
  bolcheviques, siguiendo siempre esta tradición, desenmascaraban en 1913 toda 
  la villanía, la bajeza y la traición de Legien), que la socialdemocracia 
  revolucionaria alemana estaba más 
  
  cerca que nadie del partido que necesitaba el proletariado revolucionario para 
  triunfar. Ahora, en 1920, después de todas las quiebras y crisis ignominiosas 
  de la época de la guerra y de los primeros años que la siguieron, aparece con 
  evidencia que, de todos los partidos de Occidente, la socialdemocracia 
  revolucionaria alemana es precisamente la que ha dado los mejores jefes, la 
  que se ha repuesto, se ha curado y ha recobrado sus fuerzas más rápidamente. 
  Se advierte esto también en el Partido de los espartaquistas[7] y en el ala 
  izquierda proletaria del "Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania", 
  que sostienen una firme lucha contra el oportunismo y la falta de carácter de 
  los Kautsky, Hilferding, Ledebour y Gispien. Si lanzamos ahora una ojeada al 
  período histórico que ha llegado a su completo término, que va desde la Comuna 
  de París a la primera República Socialista Soviética, veremos dibujarse con 
  relieve absolutamente marcado e indiscutible la posición del marxismo con 
  respecto al anarquismo. El marxismo ha demostrado al fin tener razón, y si los 
  anarquistas indicaban con justicia el carácter oportunista de las concepciones 
  sobre el Estado que imperaban en la mayoría de los partidos socialistas, hay 
  que advertir, en primer término, que este carácter oportunista obedecía a una 
  deformación y hasta a una ocultación consciente de las ideas de Marx sobre el 
  Estado (en mi libro "El Estado y la Revolución" he hecho notar que Bebel 
  mantuvo en el fondo de un cajón durante 36 años, de 1875 a 1911, la carta en 
  que Engels denunciaba con un relieve, con un vigor, con una franqueza y 
  claridad admirables el oportunismo de las concepciones socialdemócratas en 
  boga sobre el Estado); en segundo lugar, la rectificación de estas ideas 
  oportunistas, el reconocimiento del Poder soviético y de su superioridad sobre 
  la democracia parlamentaria burguesa, han partido, con 
  
  mayor amplitud y rapidez, precisamente de las tendencias más marxistas 
  existentes en el seno de los partidos socialistas de Europa y América. 
      Ha habido dos momentos en los cuales la lucha de los bolcheviques contra 
  las desviaciones de "izquierda" de su propio partido ha adquirido una magnitud 
  particularmente considerable: en 1908, sobre la cuestión de la participación 
  en un "parlamento" ultrarreaccionario y en las sociedades obreras legales que 
  la más reaccionaria de las legislaciones había dejado en pie, y en 1918 (paz 
  de Brest), sobre la cuestión de la admisibilidad de tal o cual "compromiso". 
      En 1908, los bolcheviques "de izquierda" fueron expulsados de nuestro 
  Partido, por su obstinado empeño en no comprender la necesidad de la 
  participación en un "parlamento" ultrarreaccionario: los "izquierdistas", 
  entre los que había muchos excelentes revolucionarios que fueron después (y 
  siguen siendo), honrosamente, miembros del Partido Comunista, se apoyaban 
  sobre todo en la experiencia favorable del boicot de 1905. Cuando el zar, en 
  agosto de 1905, anunció la convocatoria de un "parlamento" consultivo, los 
  bolcheviques, contra todos los partidos de oposición y contra los 
  mencheviques, declararon el boicot a semejante parlamento, y la revolución de 
  octubre de 1905 lo barrió en efecto. Entonces el boicot fue justo, no porque 
  esté bien no participar en general en los parlamentos reaccionarios, sino 
  porque fue acertadamente tomada en consideración la situación objetiva, que 
  conducía a la rápida transformación de las huelgas de masas en huelga política 
  y, sucesivamente, en huelga revolucionaria y en insurrección. Además, el 
  objeto del debate era, a la sazón, saber si había que dejar en manos del zar 
  la convocatoria de la primera institución representativa, o si debía 
  intentarse arrancársela de las manos al antiguo ré- 
  
  gimen. Por cuanto no había ni podía haber la certeza plena de que la situación 
  objetiva era análoga y de que su desenvolvimiento se había de realizar en el 
  mismo sentido y con igual rapidez, el boicot dejaba de ser justo. 
      El boicot de los bolcheviques contra el "parlamento" en el año 1905 
  enriqueció al proletariado revolucionario con una experiencia política 
  extraordinariamente preciosa, haciéndole ver que, en la combinación de las 
  formas legales e ilegales, de las formas parlamentarias y extraparlamentarias 
  de lucha, es, a veces, conveniente y hasta obligado saber renunciar a las 
  formas parlamentarias. Pero transportar ciegamente, por simple imitación, sin 
  discernimiento, esta experiencia a otras condiciones, a otras coyunturas, es 
  el mayor de los errores. Lo que constituyó ya un error, aunque no grande y 
  fácilmente corregible*, fue el boicot de la "Duma" por los bolcheviques en 
  1906. Fueron errores más serios y difícilmente reparables los boicots de 1907, 
  1908 y los años siguientes, pues, por una parte, no había que esperar que se 
  levantara de nuevo rápidamente la ola revolucionaria, ni la transformación de 
  la misma en insurrección y, por otra, la necesidad de combinar el trabajo 
  legal con el ilegal nacía del conjunto de la situación histórica ligada a la 
  renovación de la monarquía burguesa. Hoy, cuando se considera 
  retrospectivamente este período histórico, que ha llegado a su completo 
  término y cuyo enlace con los períodos ulteriores se ha manifestado ya 
  plenamente, se comprende con singular claridad que los bolcheviques no habrian 
  podido conservar (y no digo ya 


      * De la política y de los partidos se puede decir -- con las variantes 
  correspondientes -- lo mismo que de los individuos. No es inteligente quien no 
  comete errores. Hombres que no cometan errores, no los hay ni puede haberlos. 
  Inteligente es quien comete errores que no son muy graves y sabe corregirlos 
  bien y pronto. 
  
  afianzar, desarrollar y fortalecer) el núcleo sólido del partido 
  revolucionario del proletariado durante los años 1908-1914, si no hubiesen 
  defendido en la lucha más dura la combinación obligatoria de las formas 
  legales de lucha con las formas ilegales, la participación obligatoria en un 
  parlamento ultrarreaccionario y en una serie de otras instituciones permitidas 
  por una legislación reaccionaria (sociedades de socorros mutuos, etc.). 
      En 1918, las cosas no llegaron hasta la escisión. Los comunistas "de 
  izquierda" sólo constituyeron entonces un grupo especial o "fracción" en el 
  interior de nuestro Partido, y no por mucho tiempo. En el mismo 1918, los 
  representantes más señalados del "comunismo de izquierda", Rádek y Bujarin, 
  por ejemplo, reconocieron abiertamente su error. Les parecía que la paz de 
  Brest era un compromiso con los imperialistas, inaceptable en principio y 
  funesto para el partido del proletariado revolucionario. Se trataba, en 
  efecto, de un compromiso con los imperialistas; pero precisamente un 
  compromiso tal y en unas circunstancias tales, que era obligatorio. 
      Actualmente, cuando oigo, por ejemplo, a los "socialrevolucionarios" 
  atacar la táctica seguida por nosotros al firmar la paz de Brest, o una 
  advertencia como la que me hizo el camarada Landsbury en el curso de una 
  conversación: "Los jefes de nuestras tradeuniones inglesas dicen que también 
  pueden permitirse un compromiso, puesto que los bolcheviques se lo han 
  permitido", respondo habitualmente ante todo con una comparación sencilla y 
  "popular": 
      Figuraos que el automóvil en que vais es detenido por unos bandidos 
  armados. Les dais el dinero, el pasaporte, el revólver, el automóvil, mas, a 
  cambio de esto, os veis desembarazados de la agradable vecindad de los 
  bandidos. Se 
  
  trata, evidentemente, de un compromiso. Do ut des ("te doy" mi dinero, mis 
  armas, mi automóvil, "para que me des" la posibilidad de marcharme en paz). 
  Pero difícilmente se encontraría un hombre que no esté loco y que declarase 
  que semejante compromiso es "inadmisible en principio" y denunciase al que lo 
  ha concertado como cómplice de los bandidos (aunque éstos, una vez dueños del 
  auto y de las armas, los utilicen para nuevos pillajes). Nuestro compromiso 
  con los bandidos del imperialismo alemán fue análogo a éste. 
      Pero cuando los mencheviques y los socialrevolucionarios en Rusia, los 
  partidarios de Scheidemann (y, en gran parte, los kautskianos) en Alemania, 
  Otto Bauer y Friedrich Adler (sin hablar de los señores Renner y compañía) en 
  Austria, los Renaudel, Longuet y compañía en Francia, los fabianos, 
  "independientes" y "laboristas"[8] en Inglaterra concertaron, en 1914-1918 y 
  en 1918-1920, con los bandidos de su propia burguesía y a veces de la 
  burguesía "aliada", compromisos dirigidos contra el proletariado 
  revolucionario de su propio país, entonces esos señores obraron como cómplices 
  de los bandidos. 
      La conclusión es clara: rechazar los compromisos "en principio", negar la 
  legitimidad de todo compromiso en general, es una puerilidad que es difícil 
  tomar en serio. Un hombre político que quiera ser útil al proletariado 
  revolucionario, debe saber distinguir los casos concretos de compromiso que 
  son precisamente inadmisibles, que son una expresión de oportunismo y de 
  traición, y dirigir contra t a l e s compromisos c o n c r e t o s toda la 
  fuerza de su crítica, todo el filo de un desenmascaramiento implacable y de 
  una guerra sin cuartel, no permitiendo a los socialistas, con su gran 
  experiencia de "maniobreros", y a los jesuítas parlamentarios escurrir el 
  bulto, eludir la responsabilidad, por medio de disquisi- 
  
  ciones sobre los "compromisos en general". Los señores "jefes" de las 
  tradeuniones inglesas, lo mismo que los de la Sociedad Fabiana y del Partido 
  Obrero "Independiente", pretenden eludir precisamente así la responsabilidad 
  por la traición que han cometido, por haber concertado semejante compromiso 
  que no es en realidad más que oportunismo, defección y traíción de la peor 
  especie. 
      Hay compromisos y compromisos. Es preciso saber analizar la situación y 
  las circunstancias concretas de cada compromiso o de cada variedad de 
  compromiso. Debe aprenderse a distinguir al hombre que ha entregado a los 
  bandidos su bolsa y sus armas, con el fin de disminuir el mal causado por 
  ellos y facilitar su captura y ejecución, del que da a los bandidos su bolsa y 
  sus armas para participar en el reparto del botín. En política esto dista 
  mucho de ser tan fácil como en este ejemplito de una simplicidad infantil. 
  Pero el que pretendiera imaginar una receta para los obreros, que señalase por 
  adelantado soluciones adecuadas para todas las circunstancias de la vida o 
  prometiera que en la política del proletariado revolucionario no se 
  encontrarán nunca dificultades ni situaciones embrolladas, sería sencillamente 
  un charlatán. 
      Para no dejar lugar a ninguna interpretación falsa, intentaré esbozar, 
  aunque sólo sea brevemente, algunas tesis fundamentales para el análisis de 
  los casos concretos de compromiso. 
      El partido que concertó con el imperialismo alemán el compromiso 
  consistente en firmar la paz de Brest, había empezado a elaborar prácticamente 
  su internacionalismo a fines de 1914. Dicho partido no temía proclamar la 
  derrota de la monarquía zarista y estigmatizar la "defensa de la patria" en la 
  guerra entre dos imperialismos voraces. Los diputados de 
  
  dicho partido en el parlamento fueron a Siberia, en vez de seguir el fácil 
  camino que conduce a las carteras ministeriales en un gobierno burgués. La 
  revolución, al derribar el zarismo y crear la república democrática, sometió a 
  este partido a una nueva y gran prueba: no contrajo ningún compromiso con los 
  imperialistas de "su" país, sino que preparó su derrumbamiento y los derrumbó. 
  Este mismo partido, una vez dueño del Poder político, no ha dejado piedra 
  sobre piedra ni de la propiedad agraria de la nobleza ni de la propiedad 
  capitalista. Después de haber publicado y hecho añicos los tratados secretos 
  de los imperialistas, propuso la paz a todos los pueblos y sólo cedió ante la 
  violencia de los bandidos de Brest, cuando los imperialistas anglo-franceses 
  hicieron fracasar sus proposiciones de paz y después que los bolcheviques 
  hubieron hecho todo lo humanamente posible para acelerar la revolución en 
  Alemania y en otros países. La plena legitimidad de semejante compromiso, 
  contraído por tal partido en tales circunstancias, se hace cada día más clara 
  y evidente para todos. 
      Los mencheviques y socialrevolucionarios de Rusia (como todos los jefes de 
  la II Internacional en el mundo entero, en 1914-1920) empezaron por la 
  traición, justificando, directa o indirectamente, la "defensa de la patria", 
  es decir, la defensa de su burguesía ávida de conquistas, y persistieron en su 
  traición coligándose con la burguesía de su país y luchando a su lado contra 
  el proletariado revolucionario de su propio país. Su bloque con Kerenski y los 
  kadetes primero, con Kolchak y Denikin después, en Rusia, así como el bloque 
  de sus correligionarios extranjeros con la burguesía de sus propios países fue 
  una deserción al campo de la burguesía contra el proletariado. Su compromiso 
  con los bandidos del im- 
  
  perialismo consistió desde el principio hasta el fin en hacerse los cómplices 
  del bandolerismo imperialista. 


  V
  EL COMUNISMO "DE IZQUIERDA" EN
  ALEMANIA. JEFES, PARTIDO, CLASE, MASA

      Los comunistas alemanes, de quienes debemos hablar ahora, no se llaman 
  "izquierdistas", sino "oposición de principio", si no me equivoco. Pero que 
  tienen todos los síntomas de la "enfermedad infantil del izquierdismo", se 
  verá por lo que sigue. 
      El folleto titulado "Una escisión en el Partido Comunista de Alemania 
  (Liga de los espartaquistas)", que refleja e] punto de vista de esta oposición 
  y ha sido editado por el "Grupo local de Francfort del Meno", expone con sumo 
  relieve, exactitud, claridad y concisión la esencia de los puntos de vista de 
  esta oposición. Algunas citas serán suficientes para dar a conocer al lector 
  dicha esencia: 
      "El Partido Comunista es el partido de la lucha de clases más decidida. . 
  ." 
      ". . . Desde el punto de vista político este período de transición" (entre 
  el capitalismo y el socialismo) "es el período de la dictadura del 
  proletariado. . ." 
      ". . . Se plantea la cuestión: ¿quién debe ejercer la dicta dura, e l  P a 
  r t i d o  C o m u n i s t a  o  l a  c l a s e  p r o I e t a r i a ? . . . 
  En principio ¿debe tenderse a la dictadura 
  
  del Partido Comunista o a la dictadura de la clase proletaria?!!" (Las 
  palabras subrayadas lo están también en el original). 
      Más adelante, el Comité Central del Partido Comunista de Alemania es 
  acusado por el autor del folleto de buscar una coalición con el Partido 
  Socialdemócrata Independiente de Alemania, de que "la cuestión del 
  reconocimiento, en principio, de todos los medios políticos " de lucha, entre 
  ellos el parlamentarismo, ha sido planteada por este Comité Central sólo para 
  ocultar sus intenciones verdaderas y esenciales de realizar una coalición con 
  los independientes. Y el folleto continúa: 
      "La oposición ha elegido otra senda. Sostiene la opinión de que la 
  cuestión de la hegemonía del Partido Comunista y de la dictadura del mismo no 
  es más que una cuestión de táctica. En todo caso, la hegemonia del Partido 
  Comunista es la forma última de toda hegemonía de partido. En principio, debe 
  tenderse a la dictadura de la clase proletaria. Y todas las medidas del 
  Partido, su organización, sus formas de lucha, su estrategia y su táctica 
  deben ser adaptadas a este fin. Hay que rechazar, por consiguiente, del moclo 
  más categórico, todo compromiso con los demás partidos, todo retorno a los 
  métodos de lucha parlamentarios, los cuales han caducado ya histórica y 
  políticamente, toda política de maniobra y conciliación". "Los métodos 
  especificamente proletarios de lucha revolucionaria deben ser subrayados 
  enérgicamente. Y para abarcar a los más amplios círculos y capas proletarias, 
  que deben emprender la lucha revolucionaria bajo la dirección del Partido 
  Comunista, hay que crear nuevas 
  
  formas de organización sobre la base más amplia y con los más amplios marcos. 
  Este lugar de agrupamiento de todos los elementos revolucionarios es la Unión 
  Obrera constituida sobre la base de las organizaciones de fábrica. La Unión 
  debe agrupar a todos los obreros fieles al lema: ifuera de los sindicatos! Es 
  ahí donde se forma el proletariado militante en las más vastas filas 
  combativas. Para ser admitido basta el reconocimiento de la lucha de clases, 
  el sistema de los Soviets y la dictadura. La educación política ulterior de 
  las masas militantes y la orientación política de las mismas en la lucha es 
  misión del Partido Comunista, que se halla fuera de la Unión Obrera. . ." 
      ". . . Hay, por consiguiente, ahora, dos partidos comunistas, uno enfrente 
  de otro: 
      "U n o, e l  p a r t i d o  d e  l o s  j e f e s, que quiere organizar y 
  dirigir la lucha revolucionaria desde arriba aceptando los compromisos y el 
  parlamentarismo, con el fin de crear situaciones que permitan a estos jefes 
  entrar en un gobierno de coalición en cuyas manos se halle la dictadura. 
      "O t r o, e l  p a r t i d o  d e  l a s  m a s a s, que espera de abajo 
  el impulso de la lucha revolucionaria, y no conoce ni aplica para esta lucha 
  otro método que el que conduce claramente al fin, rechazando todos los 
  procedimientos parlamentarios y oportunistas; ese método único es el 
  derrocamiento incondicional de la burguesía para implantar después la 
  dictadura de ciase del proletariado con el fin de instaurar el socialismo. . 
  ." 
      ". . . ¡De un lado la dictadura de los jefes, de otro la dictadura de las 
  masas! Tal es nuestra consigna". 
  
      Tales son las tesis esenciales que caracterizan el punto de vista de la 
  oposición en el Partido Comunista Alemán. 
      Todo bolchevique que haya contribuido conscientemente al desarrollo del 
  bolchevismo desde 1903 o lo haya observado de cerca, no podrá menos de 
  exclamar, inmediatamente después de haber leído estos razonamientos: "¡Qué 
  antiguallas tan conocidas! ¡Qué infantilismo de 'izquierda'!" 
      Pero examinemos más de cerca estos razonamientos. 
      El solo hecho de preguntar: "¿dictadura del partido o b i e n dictadura de 
  clase?, ¿dictadura (partido) de los jefes o b i e n dictadura (partido) de las 
  masas?" acredita la más increíble e irremediable confusión de ideas. Hay 
  gentes que se esfuerzan por inventar algo enteramente original y no consiguen 
  más, en su afán de sabiduría, que caer en el ridículo. De todos es sabido que 
  las masas se dividen en clases, que oponer las masas a las clases no puede 
  permitirse más que en un sentido, si se opone una mayoría aplastante, en su 
  totalidad, sin distinguirse las posiciones ocupadas con relación al régimen 
  social de la producción, a categorías que ocupan una posición especial en este 
  régimen; que las clases están generalmente, en la mayoría de los casos, por lo 
  menos en los países civilizados modernos, dirigidas por partidos políticos; 
  que los partidos políticos están dirigidos, por regla general, por grupos más 
  o menos estables de las personas más autorizadas, influyentes, expertas, 
  elegidas para los cargos más responsables y que se llaman jefes. Todo esto es 
  el abecé, todo esto es sencillo y claro. ¿Qué necesidad había de poner en su 
  lugar no sé qué galimatías, no sé qué nuevo "volapuk"[9]? Por un lado, estas 
  gentes, por lo visto, se han desorientado, cayendo en una situación difícil, 
  cuando la sucesión rápida de la vida legal e ilegal del partido altera las 
  
  relaciones ordinarias, normales y simples entre los jefes, los partidos y las 
  clases. En Alemania, como en los demás países europeos, se está excesivamente 
  habituado a la legalidad, a la elección libre y regular de los "jefes" por los 
  congresos reglamentarios del Partido, a la comprobación cómoda de la 
  composición de clase de este último por medio de elecciones al parlamento, los 
  mítines, la prensa, el estado de espíritu de los sindicatos y otras 
  asociaciones, etc. Cuando ha sido preciso, en virtud de la marcha borrascosa 
  de la revolución y el desenvolvimiento de la guerra civil, pasar rápidamente 
  de esta rutina a la sucesión, a la combinación de la legalidad y la 
  ilegalidad, a los procedimientos "poco cómodos", "no democráticos", para 
  designar, formar o conservar los "grupos de dirigentes", la gente ha perdido 
  la cabeza y ha empezado a inventar un monstruoso absurdo. Por lo visto, los 
  "tribunistas" holandeses[10], que han tenido la desgracia de nacer en un país 
  pequeño con una tradición de situación legal privilegiada y particularmente 
  estable y que jamás han visto la sucesión de las situaciones legales e 
  ilegales, se han embrollado y han perdido la cabeza, favoreciendo las 
  invenciones más absurdas. 
      Por otra parte, salta a la vista el uso irreflexivo y arbitrario de 
  algunas palabras "de moda" en nuestra época, como "la masa", "los jefes". La 
  gente ha oído muchos ataques contra los "jefes" y se los ha aprendido de 
  memoria, ha oido cómo les oponian a la "masa", pero no se ha tomado el trabajo 
  de reflexionar acerca del sentido de todo esto. 
      Al final de la guerra imperialista y después de ella, es cuando con más 
  vivacidad y relieve se ha manifestado el divorcio entre "los jefes" y "la 
  masa" en todos los países. La causa principal de este fenómeno ha sido 
  explicada mu- 
  
  chas veces por Marx y Engels, de 1852 a 1892, tomando el ejemplo de 
  Inglaterra. La situación monopolista de dicho país dio origen al nacimiento de 
  una "aristocracia obrera" oportunista, semipequeñoburguesa, salida de la 
  "masa". Los jefes de esta aristocracia obrera se pasaban constantemente al 
  campo de la burguesia y eran mantenidos por ella directa o indirectamente. 
  Marx mereció el odio, que le honra, de estos canallas, porque les tildó 
  públicamente de traidores. El imperialismo moderno (del siglo XX) ha creado 
  también en favor de algunos países adelantados una situación privilegiada, 
  monopolista, y sobre este terreno ha surgido en todas partes, dentro de la II 
  Internacional, ese tipo de jefestraidores, oportunistas, socialchovinistas, 
  que defienden los intereses de su corporación, de su reducida capa de 
  aristocracia obrera. Estos partidos oportunistas se han separado de las 
  "masas", es decir, de los sectores más vastos de trabajadores, de la mayoría 
  de los mismos, de los obreros peor retribuidos. La victoria del proletariado 
  revolucionario es imposible si no se lucha contra semejante mal, si no se 
  desenmascara, si no se afrenta, si no se expulsa a los jefes oportunistas 
  socialtraidores; tal es la política que ha llevado a la práctica la III 
  Internacional. 
      Pero llegar con este pretexto a contraponer, e n  t é r m i n o s  g e n e 
  r a l e s, la dictadura de las masas a la dictadura de los jefes, es un 
  absurdo ridículo y una imbecilidad. Lo más divertido es que, de hecho, en el 
  lugar de los antiguos jefes que se atenian a las ideas comunes sobre las cosas 
  simples, se destacan (encubriéndolo con la consigna de "abajo los jefes") 
  jefes nuevos que dicen tonterias y disparates que escapan a todo calificativo. 
  Tales son, en Alemania: Laufenberg, Wolf Heim, Horner[11], Karl Schroder, 
  Friedrich 
  
  Wendell, Karl Erler[*]. Las tentativas de este último para "profundizar" la 
  cuestión y proclamar de un modo general la inutilidad y el "burguesismo" de 
  los partidos políticos son tales columnas de Hércules de la estupidez, que le 
  dejan a uno patidifuso. Cuán cierto es que de un pequeño error se puede 
  siempre hacer uno monstruosamente grande, si se insiste sobre él, si se 
  profundiza para encontrarle razones y si se quiere "llevarlo hasta las últimas 
  consecuencias". 
      Negar la necesidad del partido y de la disciplina del partido, he aquí el 
  resultado a que ha llegado la oposición. Y esto equivale a desarmar 
  completamente al proletariado en provecho de la burguesía. Esto da por 
  resultado los vicios pequeñoburgueses: dispersión, inconstancia, falta de 
  capacidad para el dominio de sí mismo, para la unión de los esfuerzos, para la 
  acción organizada que producen inevitablemente, si se es indulgente con ellos, 
  la ruina de todo movimiento revolucionario del proletariado. Negar, desde el 
  punto de vista comunista, la necesidad del partido, es dar un salto desde la 
  víspera de la quiebra del capitalismo (en Alemania), no hasta la fase inferior 
  o media, sino hasta la fase superior 


      * En el Diario Obrero Comunista [12] (N.ƒ 32, Hamburgo, 7 de febrero de 
  1920), Karl Erler dice en un artículo titulado La disolución del Partido : "La 
  dase obrera no puede destruir el Estado burgués sin aniquilar la democracia 
  burguesa, y no puede aniquilar la democracia burguesa sin destruir los 
  partidos". 
      Las cabezas más confusas de los sindicalistas y anarquistas latinos pueden 
  sentirse "satisfechas": algunos alemanes de peso que, por lo visto, se 
  consideran marxistas (con sus artículos en el citado periódico, K. Erler y K. 
  Horner demuestran con aplomo que se consideran marxistas sólidos, aunque dicen 
  de un modo singularmente ridículo tonterías inverosímiles, manifestando así no 
  comprender el abecé del marxismo) llegan a afirmar cosas absurdas por 
  completo. El reconocimiento del marxismo no preserva por sí solo de los 
  errores. Los rusos saben bien esto, porque el marxismo ha estado "de moda" con 
  harta frecuencia en nuestro país. 
  
  del comunismo. En Rusia (tres anos después de haber derribado a la burguesía) 
  estamos dando todavía los primeros pasos desde el capitalismo al socialismo, o 
  fase inferior del comunismo. Las clases han quedado y subsistirán en todas 
  partes durante años después de la conquista del Poder por el proletariado. Es 
  posible que en Inglaterra, donde no hay campesinos (¡aunque, en cambio, no 
  faltan los pequeños patronos!) este plazo sea más breve. Suprimir las clases 
  no consiste únicamente en expulsar a los terratenientes y a los capitalistas 
  -- esto lo hemos hecho nosotros con relativa facilidad --, sino también en 
  suprimir los pequeños productores de mercancías. Pero a éstos e s  i m p o s i 
  b I e  e x p u l s a r l o s, es imposible aplastarlos; hay que entenderse con 
  ellos, se les puede (y se les debe) transformar, reeducar tan sólo mediante 
  una labor de organización muy larga, lenta y cautelosa. Estos pequeños 
  productores cercan al proletariado por todas partes del elemento 
  pequeñoburgués, lo impregnan de este elemento, lo desmoralizan con él, 
  provocan constantemente en el seno del proletariado recaídas de pusilanimidad 
  pequeñoburguesa, de atomización, de individualismo, de oscilaciones entre la 
  exaltación y el abatimiento. Son necesarias una centralización y una 
  disciplina ¢everísimas en el partido político del proletariado para hacer 
  frente a eso, para permitir que el proletariado ejerza acertada, eficaz y 
  victoriosamente su función organizadora (que es su función principal -- ). La 
  dictadura del proletariado es una lucha tenaz, cruenta e incruenta, violenta y 
  pacífica, militar y económica, pedagógica y administrativa, contra las fuerzas 
  y las tradiciones de la vieja sociedad. La fuerza de la costumbre de millones 
  y decenas de millones de hombres, es la fuerza más terrible. Sin un partido 
  férreo y templado en la lucha, sin un partido que goce de la confianza de todo 
  lo que haya de 
  
  honrado dentro de la clase, sin un partido que sepa pulsar el estado de 
  espíritu de las masas e influir sobre él, es imposible llevar a cabo con éxito 
  esta lucha. Es mil veces más fácil vencer a la gran burguesía centralizada, 
  que "vencer" a millones y millones de pequeños patronos, estos últimos, con su 
  actividad corruptora invisible, inaprehensible, de todos los días, producen 
  los mismos resultados que la burguesía necesita, que determinan la 
  restauración de la misma. El que debilita, por poco que sea, la disciplina 
  férrea del partido del proletariado (sobre todo en la época de su dictadura) 
  ayuda de hecho a la burguesía contra el proletariado. 
      Al lado de la cuestión sobre los jefes, el partido, la clase, la masa, hay 
  que plantear la cuestión sobre los sindicatos "reaccionarios". Pero antes me 
  permitiré hacer, a modo de conclusión, algunas advertencias fundadas en la 
  experiencia de nuestro Partido. En éste siempre han existido los ataques 
  contra la "dictadura de los jefes". La primera vez, que yo recuerde, fue en 
  1895, época en que nuestro Partido no existía aún formalmente, pero en que ya 
  empezaba a constituirse en Petersburgo el grupo central que debía hacerse 
  cargo de la dirección de los grupos regionales. En el IX Congreso de nuestro 
  Partido (en abril de 1920), hubo una pequeña oposición, que se declaró 
  asimismo contra la "dictadura de los jefes", la "oligarquía", etc. No hay, 
  pues, nada de sorprendente, nada nuevo, nada alarmante en la "enfermedad 
  infantil" del "comunismo de izquierda" de los alemanes. Esta enfermedad 
  transcurre sin consecuencias y hasta, una vez pasada, deja más vigoroso el 
  organismo. Por otra parte, la rápida sucesión del trabajo legal e ilegal, con 
  la necesidad de "ocultar", de rodear sobre todo de secreto precisamente al 
  Estado Mayor, a los jefes, motivó, en nuestro país, fenómenos profundamente 
  peligrosos. El peor fue la entrada en 
  
  el Comité Central de los bolcheviques, en 1912, de un agente provocador, 
  Malinovski. Este causó la pérdida de decenas y decenas de los más excelentes y 
  abnegados camaradas, llevándoles a los trabajos forzados y acelerando la 
  muerte de muchos de ellos. Si no causó más daño fue porque habíamos 
  establecido adecuadamente la relación entre el trabajo legal y el ilegal. Para 
  ganar nuestra confianza, Malinovski, como miembro del Comité Central del 
  Partido y diputado en la Duma, tuvo que ayudarnos a organizar la publicación 
  de periódicos diarios legales, que supieron, aun bajo el zarismo, llevar a 
  cabo la lucha contra el oportunismo de los mencheviques y predicar los 
  principios fundamentales del bolchevismo, con el necesario disimulo. Con una 
  mano Malinovski mandaba al presidio y a la muerte a decenas de los mejores 
  combatientes del bolchevismo, pero con la otra se veía obligado a contribuir a 
  la educación de decenas y decenas de millares de nuevos bolcheviques por medio 
  de la prensa legal. Este es un hecho en el que deberían reflexionar 
  detenidamente los camaraclas alemanes (y también los ingleses, los americanos, 
  los franceses y los italianos), ante los cuales se presenta el problema de 
  aprender a realizar una labor revolucionaria en los sindicatos reaccionarios*. 



      * Malinovski estuvo prisionero en Alemania. Cuando regresó a Rusia, ya 
  bajo el gobierno bolchevique, fue inmediatamente entregado a los tribunales y 
  fusilado por nuestros obreros. Los mencheviques nos han reprochado con 
  especial acritud nuestro error, consistente en haber tenido un provocador en 
  el Comité Central de nuestro Partido Pero cuando bajo Kerenski exigimos que 
  fuera detenido y juzgado el Presidente de la Duma, Rodzianko, que desde antes 
  de la guerra sabía que Malinovski era un provocador y no lo había comunicado a 
  los diputados de los grupos de "trudoviques" [laboristas] y obreros en la 
  Duma, ni los mencheviques ni los socialrevolucionarios, que formaban parte del 
  gobierno junto con Kerenski, apoyaron nuestra demanda, y Rodzianko quedó en 
  libertad y pudo largarse libremente a la zona ocupada por Denikin. 
  
      En muchos países, incluso en los más adelantados, la burguesía, sin duda 
  alguna, envía y seguirá enviando provocadores a los partidos comunistas. Uno 
  de los medios de luchar contra este peligro, es el de saber combinar como es 
  debido el trabajo ilegal con el legal. 


  VI
  ¿DEBEN ACTUAR LOS REVOLUCIONARTOS
  EN LOS SINDICATOS REACCIONARIOS?

      Los comunistas "de izquierda" alemanes creen que pueden responder 
  resueltamente a esta cuestión con la negativa. En su opinión el vocerío y los 
  gritos de cólera contra los sindicatos "reaccionarios" y 
  "contrarrevolucionarios" (esto lo hace K. Horner con un "aplomo" y una necedad 
  especialísimos) bastan para "demostrar" la inutilidad y hasta la 
  inadmisibilidad de la labor de los revolucionarios, de los comunistas, en los 
  sindicatos amarillos, socialchovinistas, conciliadores, en los sindicatos 
  contrarrevolucionarios de los Legien. 
      Pero por convencidos que estén los comunistas "de izquierda" alemanes del 
  carácter revolucionario de semejante táctica, ésta es radicalmente errónea y 
  no contiene más que frases vacías. 
      Para aclararlo, partiré de nuestra propia experiencia conforme al plan 
  general del presente folleto, que tiene por objeto aplicar a la Europa 
  occidental lo que la historia y la táctica actual del bolchevismo contienen de 
  aplicable, importante y obligatorio en todas partes. 
  
      La relación entre jefes, partido, clase y masas, y, al mismo tiempo, la de 
  la dictacdura del proletariado y su par tido con respecto a los sindicatos, se 
  presenta actualmente entre nosotros en la forma concreta siguiente: la 
  dictadura la lleva a cabo el proletariado organizado en Soviets, dirigido por 
  el Partido Comunista bolchevique, que, según los datos del último Congreso 
  (abril de 1920), cuenta con 611.000 miembros. El número de sus afiliados ha 
  oscilado mucho tanto antes como después de la Revolución de Octubre, e incluso 
  en 1918-1919[13] fue mucho menos considerable. Tememos ensanchar excesivamente 
  el Partido, porque los arrivistas y caballeros de industria, que no merecen 
  más que ser fusilados, tienden inevitablemente a infiltrarse en un partido que 
  se halla en el Poder. Ultimamente abrimos de par en par las puertas del 
  Partido -- sólo para los obreros y campesinos --, en los días (invierno de 
  1919) en que Yudénich estaba a algunas verstas de Petrogrado y Denikin en Orel 
  (a unas trescientas cincuenta verstas de Moscú), es decir, cuando la República 
  Soviética se veía ante un peligro terrible, ante un peligro mortal, y los 
  aventureros, los arrivistas, los caballeros de industria y, en general, los 
  cobardes, no podían contar con hacer una carrera ventajosa (sino más bien con 
  la horca y las torturas) de adherirse a los comunistas. Un Comité Central de 
  19 miembros, elegido en el Congreso, dirige el Partido, que reúne congresos 
  anuales (en el último, la representación era de un delegado por cada mil 
  miembros) y la gestión de los asuntos corrientes la llevan en Moscú dos burós, 
  aun más restringidos, denominados "Buró de Organización" y "Buró Político", 
  elegidos en asambleas plenarias del Comité Central y compuestos cada uno de 
  ellos por cinco miembros del C.C. Nos hallamos, por consiguiente, en presencia 
  de una verdadera "oligarquía". No hay cues- 
  
  tión importante, política o de organización, que sea resuelta por cualquier 
  institución estatal de nuestra República, sin que el Comité Central del 
  Partido haya dado sus normas directivas. 
      El Partido se apoya directamente, para su labor, en los sindicatos, que 
  cuentan ahora, según los datos del último Congreso (abril de 1920), más de 
  cuatro millones de afiliados, y que en el aspecto formal son sin partido. De 
  hecho, todas las instituciones directoras de la enorme mayoría de los 
  sindicatos, y sobre todo, naturalmente, la central o Buró sindical (Consejo 
  Central de los Sindicatos de Rusia) se componen de comunistas y aplican todas 
  las directivas del Partido. Se obtiene, en conjunto, un aparato proletario, 
  formalmente no comunista, flexible y relativamente amplio, potentísimo, por 
  medio del cual el Partido está estrechamente vinculado a la clase y a la masa 
  y por medio del cual se lleva a cabo la dictadura de clase, bajo la dirección 
  del Partido. Nos hubiera sido naturalmente imposible, no ya dos años, ni 
  siquiera dos meses gobernar el país y sostener la dictadura, sin la más 
  estrecha unión con los sindicatos, sin su apoyo entusiasta, sin su 
  colaboración abnegada, no sólo en el terreno de la construcción económica, 
  sino también en el militar. Se comprende que esta estrecha unión significa, en 
  la práctica, una labor de propaganda, de agitación complejísima y variada, 
  oportunas y frecuentes conferencias, no sólo con los dirigentes, sino con los 
  militantes que, en general, tienen influencia en los sindicatos, una lucha 
  decidida contra los mencheviques, que han conservado hasta hoy cierto número 
  de partidarios -- muy pequeño en verdad --, a los que inician en todas las 
  malas artes de la contrarrevolución, que, empezando por la defensa ideológica 
  de la democracia (burguesa ) y pasando por la prédica de la 
  
  "independencia" de los sindicatos (independencia. . . ¡del Poder gubernamental 
  proletario!), llegan hasta el sabotaje de la disciplina proletaria, etc., etc. 

      Reconocemos que para el mantenimiento del contacto con las "masas" son 
  insuficientes los sindicatos. En el curso de la revolución se ha creado en 
  Rusia una práctica que procuramos por todos los medios mantener, desarrollar, 
  extender: las conferencias de obreros y campesinos sin partido, que nos 
  permiten observar el estado de espíritu de las masas, acercarnos a ellas, 
  responder a sus anhelos, elevar a los puestos gubernamentales a sus mejores 
  elementos, etc. Por un decreto reciente sobre la organización del Comisariado 
  del Pueblo de Control del Estado, que se convierte en "Inspección Obrera y 
  Campesina", se concede a estas conferencias sin partido el derecho a elegir 
  miembros del Control del Estado encargados de las funciones más diversas de 
  revisión, etc. 
      Naturalmente, toda la labor del Partido se realiza, además, a través de 
  los Soviets, que unifican a las masas trabajadoras, sin distinción de oficios. 
  Los congresos de distrito de los Soviets representan una institución 
  democrática, como jamás se ha visto en las mejores repúblicas democráticas del 
  mundo burgués, y por medio de estos congresos (cuya labor sigue el Partido con 
  toda la atención posible), así como por la designación constante de los 
  obreros más conscientes para los cargos en las poblaciones rurales, el 
  proletariado desempeña su función directora con respecto a la clase campesina, 
  se realiza la dictadura del proletariado de las ciudades, la lucha sistemática 
  contra los campesinos ricos, burgueses, explotadores y especuladores, etc. 
      Tal es el mecanismo general del Poder estatal proletario examinado "desde 
  arriba", desde el punto de vista de la 
  
  realización práctica de la dictadura. Es de esperar que el lector comprenderá 
  por qué el bolchevique ruso, que conoce de cerca este mecanismo y lo ha visto 
  nacer de los pequeños círculos ilegales y clandestinos en el curso de 25 años, 
  no puede por menos de hallar ridículas, pueriles y absurdas todas las 
  discusiones sobre la dictadura "desde arriba" o "desde abajo", la dictadura de 
  los jefes o la dictadura de las masas, etc., como lo sería una disputa acerca 
  de la utilidad mayor o menor para el hombre de la pierna izquierda o del brazo 
  derecho. 
      Tampoco pueden no parecernos ridículas, pueriles y absurdas las muy 
  sabias, importantes y terriblemente revolucionarias disquisiciones de los 
  comunistas de izquierda alemanes sobre este tema, a saber: que los comunistas 
  no pueden ni deben militar en los sindicatos reaccionarios, que es lícito 
  renunciar a semejante acción, que hay que salir de los sindicatos y organizar 
  sin falta "uniones obreras" nuevecitas, completamente puras, inventadas por 
  comunistas muy simpáticos (y en la mayoría de los casos, probablemente muy 
  jóvenes), etc., etc. 
      El capitalismo lega inevitablemente al socialismo, de una parte, las 
  viejas distinciones profesionales y corporativas que se han formado en el 
  transcurso de los siglos entre los obreros, y, de otra, los sindicatos, que no 
  pueden desarrollarse sino muy lentamente en el curso de los años y que se 
  transformarán con el tiempo en sindicatos de industria más amplios, menos 
  corporativos (que engloban a industrias enteras, y no sólo a corporaciones, 
  oficios y profesiones). Después, por mediación de estos sindicatos de 
  industria, se pasará a la supresión de la división del trabajo entre los 
  hombres, a la educación, la instrucción y la formación de hombres 
  universalmente desarrollados y universalmente pre- 
  
  parados, hombres que lo sabrán hacer todo. En este sentido se orienta, debe 
  orientarse y a esto llegará el comunismo aunque dentro de muchos años. 
  Intentar llevar actualmente a la práctica ese resultado futuro de un comunismo 
  llegado al término de su completo desarrollo, solidez y formación, de su 
  íntegra realización y de su madurez, es lo mismo que querer enseñar 
  matemáticas superiores a un niño de cuatro años. 
      Podemos (y debemos) emprender la construcción del socialismo, no con un 
  material humano fantástico, especialmente creado por nosotros, sino con el que 
  nos ha dejado como herencia el capitalismo. Ni que decir tiene que esto es muy 
  "difícil", pero cualquier otro modo de abordar el problema es tan poco serio, 
  que ni siquiera merece ser mencionado. 
      Los sindicatos representaban un progreso gigantesco de la clase obrera en 
  los primeros tiempos del desarrollo del capitalismo, por cuanto significaban 
  el paso de la división y de la impotencia de los obreros a los embriones de 
  unión de clase. Cuando empezó a desarrollarse la forma superior de unión de 
  clase de los proletarios, el partido revolucionario del proletariado (que no 
  merecerá este nombre mientras no sepa ligar a los líderes con la clase y las 
  masas en un todo único, indisoluble), los sindicatos empezaron a manifestar 
  fatalmente ciertos rasgos reaccionarios, cierta estrechez corporativa, cierta 
  tendencia al apoliticismo, cierto espíritu rutinario, etc. Pero el desarrollo 
  del proletariado no se ha efectuado ni ha podido efectuarse en ningún país de 
  otro modo que por los sindicatos y por su acción concertada con el partido de 
  la clase obrera. La conquista del Poder político por el proletariado es un 
  progreso gigantesco de este último considerado como clase; y el partido se 
  encuentra en 
  
  la obligación de consagrarse mas, y de un modo nuevo y no por los 
  procedimientos antiguos, a la educación de los sindicatos, a dirigirlos, sin 
  olvidar al mismo tiempo que éstos son y serán todavía bastante tiempo una 
  "escuela de comunismo" necesaria, la escuela preparatoria de los proletarios 
  para la realización de su dictadura, la asociación indispensable de los 
  obreros para el paso progresivo de la dirección de toda la economía del país, 
  primero a manos de la clase obrera (y no de profesiones aisladas) y después a 
  manos de todos los trabajadores. 
      Bajo la dictadura del proletariado, es inevitable cierto "espíritu 
  reaccionario" de los sindicatos en el sentido indicado. No comprenderlo 
  significa dar pruebas de una incomprensión total de las condiciones 
  fundamentales de la transición del capitalismo al socialismo. Temer este 
  "espíritu reaccionario", esforzarse por prescindir de él, por saltar por 
  encima de él, es una inmensa tontería, pues equivale a temer el papel de 
  vanguardia del proletariado, que consiste en educar, instruir, preparar, traer 
  a una vida nueva a los sectores más atrasados de las masas obreras y 
  campesinas. Por otro lado, aplazar la dictadura del proletariado hasta que no 
  quedase ni un solo obrero de estrecho espíritu sindical, un solo obrero que 
  tuviese prejuicios tradeunionistas y corporativos, sería un error todavía más 
  profundo. El arte del político (y la comprensión acertada de sus deberes en el 
  comunista) consiste precisamente en saber apreciar con exactitud las 
  condiciones y el momento en que la vanguardia del proletariado puede tomar 
  victoriosamente el Poder, en que puede, durante la toma del Poder y después de 
  ella, obtener un apoyo suficiente de sectores suficientemente amplios de la 
  clase obrera y de las masas laboriosas no proletarias, en que 
  
  puede, después de la toma del Poder, mantener, afianzar, ensanchar su dominio, 
  educando, instruyendo, atrayéndose a masas cada vez más amplias de 
  trabajadores. 
      Más aun. En los países más adelantados que Rusia, se ha hecho sentir y 
  debía hacerse sentir un cierto espíritu reaccionario de los sindicatos, 
  indudablemente más acentuado que en nuestro país. Aquí los mencheviques 
  hallaban (y en parte hallan todavía en un pequeño número de sindicatos) un 
  apoyo entre los sindicatos, precisamente gracias a esa estrechez corporativa, 
  a ese egoísmo profesional y al oportunismo. Los mencheviques de Occidente se 
  han "fortificado" mucho más sólidamente en los sindicatos, allí ha surgido una 
  capa mucho más fuerte de "aristocracia obrera " profesional, mezquina, 
  egoísta, desalmada, ávida, pequeñoburguesa, de espíritu imperialista, comprada 
  y corrompida por el imperialismo. Esto es indiscutible. La lucha contra los 
  Gompers, contra los señores Jouhaux, los Henderson, Merrheim, Legien y Cía. en 
  la Europa occidental, es mucho más difícil que la lucha contra nuestros 
  mencheviques, que representan un tipo social y político completamente 
  homogéneo. Es preciso sostener esta lucha implacablemente y continuarla como 
  hemos hecho nosotros hasta cubrir de oprobio y arrojar de los sindicatos a 
  todos los jefes incorregibles del oportunismo y del socialchovinismo. Es 
  imposible conquistar el Poder político (y no debe intentarse tomar el Poder 
  político) mientras esta lucha no haya alcanzado cierto grado; este "cierto 
  grado" no es idéntico en todos los países y en todas condiciones, y sólo 
  dirigentes políticos reflexivos, experimentados y competentes del proletariado 
  pueden determinarlo con acierto en cada país. (En Rusia nos dieron la medida 
  del éxito en nuestra lucha, entre otras cosas, las 
  
  elecciones a la Asamblea Constituyente en noviembre de 1917, unos días después 
  de la revolución proletaria del 25 de octubre de 1917. En dichas elecciones, 
  los mencheviques fueron literalmente aplastados, obteniendo 0,7 millones de 
  votos -- 1,4 millones, contando los de Transcaucasia -- contra nueve millones 
  alcanzados por los bolcheviques. Véase mi artículo "Las elecciones a la 
  Asamblea Constituyente y la dictadura del proletariado", en el número 7-8 de 
  "La Internacional Comunista".) 
      Pero la lucha contra ia "aristocracia obrera" la sostenemos en nombre de 
  la masa obrera y para ponerla de nuestra parte; la lucha contra los jefes 
  oportunistas y socialchovinistas la llevamos a cabo para conquistar a la clase 
  obrera. Sería necio olvidar esta verdad elementalísima y más que evidente. Y 
  tal es precisamente la necedad que cometen los comunistas alemanes "de 
  izquierda", los cuales deducen del carácter reaccionario y 
  contrarrevolucionario de los cabecillas de los sindicatos la conclusión de la 
  necesidad de. . . ¡¡salir de los sindicatos!!, de ¡¡renunciar a trabajar en 
  los mismos!! y de ¡¡crear nuevas formas de organización obrera i n v e n t a d 
  a s por ellos!! Es ésta una estupidez tan imperdonable que equivale al mejor 
  servicio prestado a la burguesía por los comunistas. Porque nuestros 
  mencheviques, como todos los líderes sindicales oportunistas, 
  socialchovinistas y kautskianos, no son más que "agentes de la burguesía en el 
  movimiento obrero" (como hemos dicho siempre refiriéndonos a los mencheviques) 
  o en otros términos, los "lugartenientes obreros de la clase de los 
  capitalistas" [labor lieutenants of the capitalist class], según la magnífica 
  expresión, profundamente exacta, de los discípulos de Daniel de León en los 
  Estados Unidos. No actuar en el seno 
  
  de los sindicatos reaccionarios, significa abandonar a las masas obreras 
  insuficientemente desarrolladas o atrasadas, a la influencia de los líderes 
  reaccionarios, de los agentes de la burguesía, de los obreros aristócratas u 
  "obreros aburguesados" (sobre este punto véase la carta de 1858 de Engels a 
  Marx acerca de los obreros ingleses). 
      Precisamente la absurda "teoría" de la no participación de los comunistas 
  en los sindicatos reaccionarios demuestra con la mayor evidencia con qué 
  ligereza estos comunistas "de izquierda" consideran la cuestión de la 
  influencia sobre las "masas" y de qué modo abusan de su griterío acerca de las 
  "masas". Para saber ayudar a la "masa", para adquirir su simpatía, su adhesión 
  y su apoyo, no hay que temer las dificultades, las zancadillas, los insultos, 
  los ataques, las persecuciones de los "jefes" (que, siendo oportunistas y 
  socialchovinistas, están en la mayor parte de los casos en relación directa o 
  indirecta con la burguesía y la policía) y trabajar sin falta allí donde estén 
  las masas. Hay que saber hacer toda clase de sacrificios, vencer los mayores 
  obstáculos para entregarse a una propaganda y agitación sistemática, tenaz, 
  perseverante, paciente, precisamente en las instituciones, sociedades, 
  sindicatos, por reaccionarios que sean, donde se halle la masa proletaria o 
  semiproletaria. Y los sindicatos y las cooperativas obreras (estas últimas, 
  por lo menos, en algunos casos) son precisamente las organizaciones donde 
  están las masas. En Inglaterra, según los datos publicados por el periódico 
  sueco "Folkets Dagblad Politiken"[14] del 10 de marzo de 1920, el número de 
  miembros de las tradeuniones se ha elevado, desde fines de 1917 a últimos de 
  1918, de 5,5 millones a 6,6 millones, es decir que ha aumentado en el 19 por 
  ciento. A fines de 1919, los efecti- 
  
  vos ascendían a 7 millones y medio. No tengo a mano las cifras 
  correspondientes a Francia y Alemania, pero algunos hechos, enteramente 
  indiscutibles y conocidos de todo el mundo, atestiguan el considerable 
  crecimiento del número de miembros de los sindicatos también en estos países. 
      Estos hechos manifiestan con entera claridad lo que otros mil síntomas 
  confirman: los progresos de la conciencia y de los anhelos de organización 
  precisamente en las masas proletarias, en los sectores más "bajos" de ellas, 
  en los más atrasados. Millones de obreros en IngLaterra, en Francia, en 
  Alemania pasan por primera vez de la inorganización completa a la forma más 
  elemental y rudimentaria, más simple y más accesible (para los que se hallan 
  todavía de lleno impregnados de prejuicios democráticoburgueses) de 
  organización: precisamente los sindicatos; y los comunistas de izquierda, 
  revolucionarios, pero irreflexivos, quedan al lado y gritan: "¡Masa!", 
  "¡Masa!" y ¡¡se niegan a trabajar en los s i n d i c a t o s!! ¡¡so pretexto 
  de su "espíritu reaccionario"!! e inventan una "Unión Obrera" nuevecita, pura, 
  limpia de todo prejuicio democráticoburgués y de todo pecado de estrechez 
  corporativa y profesional, "Unión Obrera" que será (¡que será!) -- dicen -- 
  muy amplia y para la admisión en la cual se exige solamente (¡solamente!) ¡¡el 
  "reconocimiento del sistema de los Soviets y de la dictadura" (sobre esto 
  véase la cita transcrita más arriba)!! 
      No se puede concebir mayor insensatez, un daño mayor causado a la 
  revolución por los revolucionarios "de izquierda". Si hoy en Rusia, después de 
  dos años y medio de triunfos sin precedentes sobre la burguesía rusa y la de 
  la Entente, estableciéramos como condición precisa para el ingreso en los 
  sindicatos el "reconocimiento de la dictadura", 
  
  cometeríamos una tontería, quebrantaríamos nuestra influencia sobre las masas, 
  ayudaríamos a los mencheviques. Porque toda la tarea de los comunistas 
  consiste en saber convencer a los elementos atrasados, en saber trabajar entre 
  ellos y no en aislarse de ellos mediante fantásticas consignas infantilmente 
  "izquierdistas". 
      Es indudable que los señores Gompers, Henderson, Jouhaux, Legien están muy 
  reconocidos a esos revolucionarios "de izquierda" que, como los de la 
  oposición "de principio" alemana (¡el cielo nos preserve de semejantes 
  "principios"!) o de algunos revolucionarios de "Los Trabajadores Industriales 
  del Mundo"[15] en los Estados Unidos, predican la salida de los sindicatos 
  reaccionarios y la renuncia a trabajar en los mismos. No dudamos de que los 
  señores "jefes" del oportunismo recurrirán a todos los procedimientos de la 
  diplomacia burguesa, al concurso de los gobiernos burgueses, de los curas, de 
  la policía, de los tribunales, para impedir la entrada de los comunistas en 
  los sindicatos, para expulsarles de ellos por todos los medios posibles, para 
  hacer su labor en los sindicatos lo más desagradable posible, para ofenderles, 
  acosarles y perseguirles. Hay que saber resistir a todo esto, disponerse a 
  todos los sacrificios, emplear incluso, en caso de necesidad, todas las 
  estratagemas, todas las astucias, los procedimientos ilegales, silenciar y 
  ocultar la verdad con objeto de penetrar en los sindicatos, permanecer en 
  ellos y realizar allí, cueste lo que cueste, una labor comunista. Bajo el 
  régimen zarista, hasta 1905, no tuvimos ninguna "posibilidad legal", pero 
  cuando el policía Subátov organizó sus asambleas, sus asociaciones obreras 
  reaccionarias, con objeto de cazar a los revolucionarios y luchar con ellos, 
  enviamos allí miembros de nuestro Partido (recuerdo 
  
  entre ellos al camarada Bábushkin, un destacacdo obrero petersburgués, 
  fusilado en 1906 por los generales zaristas), los cuales establecieron el 
  contacto con la masa, consiguieron realizar su agitación y sustraer a los 
  obreros a la influencia de las gentes de Subátov[*]. Actuar así, naturalmente, 
  es más difícil en los países de la Europa occidental, especialmente 
  impregnados de prejuicios legalistas, constitucionales, democrático-burgueses, 
  particularmente arraigados. Pero se puede y se debe hacer, procediendo 
  sistemáticamente. 
      El Comité Ejecutivo de la III Internacional debe, a mi juicio, condenar 
  abiertamente y proponer al próximo Congreso de la Internacional Comunista que 
  condene tanto la política de no participación en los sindicatos reaccionarios 
  (motivando detalladamente la insensatez de esta no participación y el grave 
  daño que se hace a la causa de la revolución proletaria con semejante actitud) 
  y, de un modo particular, la línea de conducta de algunos miembros del Partido 
  Comunista Holandés, los cuales (directa o indirectamente, abierta o 
  encubiertamente, general o parcialmente, lo mismo da), han sostenido esta 
  política errónea. La III Internacional debe romper con la táctica de la 
  Segunda y no eludir las cuestiones escabrosas, no ocultarlas, sino plantearlas 
  a rajatabla. Hemos dicho cara a cara la verdad a los "independientes" (Partido 
  Socialdemócrata Independiente de Alemania); del mismo modo hay que decir toda 
  la verdad cara a cara a los comunistas "de izquierda". 


      * Los Gompers, Henderson, Jouhaux, Legien, no son otra cosa que los 
  Subátov, que se distinguen del nuestro por su traje europeo, por su porte 
  elegante, por los refinados medios aparentemente democráticos y civilizados de 
  realización de su canallesca política. 
  


  VII
  ¿DEBE PARTICIPARSE EN LOS PARLAMENTOS
  BURGUESES?

      Los comunistas "de izquierda" alemanes, con el mayor desprecio -- y la 
  mayor ligereza --, responden a esta pregunta negativamente. ¿Sus argumentos? 
  En la cita que hemos reproducido más arriba leemos: 
      ". . . rechazar del modo más categórico todo retorno a los métodos de 
  lucha parlamentarios, los cuales han caducado ya histórica y políticamente. . 
  ." 
      Esto está dicho en un tono ridículo, de puro presuntuoso, y es una 
  falsedad evidente. ¡"Retorno" al parlamentarismo! ¿Existe ya acaso en Alemania 
  una República Soviética? Parece ser que no. ¿Cómo puede hablarse entonces de 
  "retorno"? ¿No es esto una frase vacía? 
      El parlamentarismo "ha caducado históricamente". Esto es cierto desde el 
  punto de vista de la propaganda. Pero nadie ignora que de ahí a su superación 
  práctica hay una distancia inmensa. Hace ya algunas décadas que podía decirse, 
  con entera justicia, que el capitalismo había "caducado históricamente", lo 
  cual no impide, ni mucho menos, que nos veamos precisados a sostener una lucha 
  muy prolongada y muy tenaz sobre el terreno del capitalismo. El 
  parlamentarismo "ha caducado históricamente" desde un punto de vista histórico 
  universal, es decir, la época del parlamentarismo burgués ha terminado, la 
  época de la dictadura del proletariado ha empezado. Esto es indiscutible, pero 
  en la historia universal se cuenta por décadas. Aquí 
  
  diez o veinte años más o menos no tienen importancia, desde el punto de vista 
  de la historia universal son una pequeñez, imposible de apreciar ni 
  aproximadamente. Pero, precisamente por eso, remitirse en una cuestión de 
  política práctica a la escala de la historia universal, es la aberración 
  teórica más escandalosa. 
      ¿Ha "caducado políticamente" el parlamentarismo? Esto es ya otra cuestión. 
  Si fuese cierto, la posición de los "izquierdistas" sería sólida. Pero hay que 
  probarlo por medio de un análisis serio, y los "izquierdistas" ni siquiera 
  saben abordarlo. El análisis contenido en las "Tesis sobre el 
  parlamentarismo", publicadas en el número 1 del "Boletín de la Oficina 
  Provisional de Amsterdam de la Internacional Comunista" ("Bulletin of the 
  Provisional Bureau in Amsterdam of the Communist International", February[16] 
  1920), y que expresan claramente las tendencias específicamente izquierdistas 
  de los holandeses o las tendencias de izquierda específicamente holandesas, 
  como veremos, no vale tampoco un comino. 
      En primer lugar, los comunistas "de izquierda" alemanes, como se sabe, ya 
  en enero de 1919 consideraban el parlamentarismo como "políticamente caduco", 
  contra la opinión de dirigentes políticos tan eminentes como Rosa Luxemburgo y 
  Carlos Liebknecht. Como es sabido, los "izquierdistas" se equivocaron. Este 
  hecho basta para destruir de golpe y radicalmente la tesis según la cual el 
  parlamentarismo "ha caducado políticamente". Los "izquierdistas" tienen el 
  deber de demostrar por qué ese error indiscutible de entonces ha dejado de 
  serlo hoy. Pero no aportan la menor sombra de prueba, ni pueden aportarla. La 
  actitud de un partido político ante sus errores es una de las pruebas más 
  importantes y más fieles de la seriedad de ese partido y del 
  
  cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas 
  trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus 
  causas, analizar la situación que los ha engendrado y examinar atentamente los 
  medios de corre girlos: esto es lo que caracteriza a un partido serio, en esto 
  es en lo que consiste el cumplimiento de sus deberes, esto es educar e 
  instruir a la clase, primero, y, después, a las masas. Como no cumplen esa 
  obligación suya, como no ponen toda la atención, todo el celo y cuidados 
  necesarios para estudiar su error manifiesto, los "izquierdistas" de Alemania 
  (y de Holanda) muestran que no son el partido de una clase, sino un círculo, 
  que no son el partido de las masas, sino un grupo de intelectuales y un 
  reducido número de obreros que imitan los peores rasgos de los 
  intelectualoides. 
      En segundo lugar, en el mismo folleto del grupo "de izquierda" de 
  Francfort, del que hemos dado citas detalladas más arriba, leemos: 
      ". . . los millones de obreros que siguen todavía la política del centro" 
  (del Partido Católico del "Centro") "son contrarrevolucionarios. Los 
  proletarios del campo forman las legiones de los ejércitos 
  contrarrevolucionarios" ( del folleto citado). 
      Como se ve, todo esto está dicho con un énfasis y una exageración 
  excesivos. Pero el hecho fundamental aquí referido es indiscutible, y su 
  reconocimiento por los "izquierdistas" atestigua con particular evidencia su 
  error. En efecto, ¡¿cómo se puede decir que el "parlamentarismo ha caducado 
  políticamente", si "millones" y "legiones" de proletarios son todavía, no sólo 
  partidarios del parlamentarismo en general, sino hasta francamente 
  "contrarrevolucionarios"?! 
  
  Es evidente que el parlamentarismo en Alemania no ha caducado aún 
  políticamente. Es evidente que los "izquierdistas" de Alemania han tomado su 
  deseo, su ideal político por una realidad objetiva. Este es el más peligroso 
  de los errores para los revolucionarios. En Rusia, donde el yugo profundamente 
  salvaje y cruel del zarismo engendró, durante un período sumamente prolongado 
  y en formas particularmente variadas, revolucionarios de todos los matices, 
  revolucionarios de una abnegación, de un entusiasmo, de un heroísmo, de una 
  fuerza de voluntad asombrosos, en Rusia, hemos podido observar muy de cerca, 
  estudiar con mucha atención, conocer a la perfección este error de los 
  revolucionarios, y por esto lo apreciamos con especial claridad en los demás. 
  Naturalmente, para los comunistas de Alemania el parlamentarismo "ha caducado 
  políticamente", pero se trata precisamente de no creer que lo que ha caducado 
  para nosotros haya caducado para la clase, para la masa. Una vez más, vemos 
  aquí que los "izquierdistas" no saben razonar, no saben conducirse como 
  partido de clase, como partido de masas. Vuestro deber consiste en no 
  descender hasta el nivel de las masas, hasta el nivel de los sectores 
  atrasados de la clase. Esto es indiscutible. Tenéis el deber de de cirles la 
  amarga verdad, de decirles que sus prejuicios democrático-burgueses y 
  parlamentarios son eso, prejuicios, pero al mismo tiempo, debéis observar 
  serenamente el estado real de conciencia y de preparación de la clase entera 
  (y no sólo de su vanguardia comunista), de toda la masa trabajadora entera (y 
  no sólo de sus individuos avanzados). 
      Aunque no fuesen "millones" y "legiones", sino una simple minoría bastante 
  importante de obreros industriales, la que siguiese a los curas católicos, y 
  de obreros agrícolas, la que siguiera a los terratenientes y campesinos ricos 
  (Gross- 
  
  bauern ), podría asegurarse ya sin dudar que el parlamentarismo en Alemania no 
  había caducado todavía políticamente, que la participación en las elecciones 
  parlamentarias y la lucha en la tribuna parlamentaria es obligatoria para el 
  partido del proletariado revolucionario, precisamente para educar a los 
  elementos atrasados de su clase, precisamente para despertar e ilustrar a la 
  masa aldeana analfabeta, ignorante y embrutecida. Mientras no tengáis fuerza 
  para disolver el parlamento burgués y cualquiera otra institución 
  reaccionaria, estáis obligados a trabajar en el interior de dichas 
  instituciones, precisamente porque hay todavía en ellas obreros idiotizados 
  por el clero y por la vida en los rincones más perdidos del campo. De lo 
  contrario, corréis el riesgo de convertiros en simples charlatanes. 
      En tercer lugar, los comunistas "de izquierda" nos colman de elogios a 
  nosotros, los bolcheviques. A veces dan ganas de decirles: ¡alabadnos menos, 
  pero compenetraos más con nuestra táctica, familiarizaos más con ella! 
  Participamos, de septiembre a noviembre de 1917, en las elecciones al 
  parlamento burgués de Rusia, a la Asamblea Constituyente. ¿Era acertada 
  nuestra táctica o no? Si no lo era, hay que decirlo claramente y demostrarlo: 
  es indispensable para elaborar la táctica justa del comunismo internacional. 
  Si lo era, deben sacarse de ello las conclusiones que se imponen. 
  Naturalmente, no se trata, ni mucho menos, de equiparar las condiciones de 
  Rusia a las de la Europa occidental. Pero especialmente con respecto al 
  significado de la idea de que el "parlamentarismo ha caducado políticamente", 
  hay que tener cuidadosamente en cuenta nuestra experiencia, pues si no se toma 
  en consideración una experiencia concreta, estas ideas se convierten con 
  excesiva facilidad en frases vacías. ¿Acaso no teníamos nosotros, los 
  bolcheviques ru- 
  
  sos, en aquel período, de septiembre a noviembre de 1917, más derecho que 
  cualesquiera otros comunistas de Occidente a considerar que el parlamentarismo 
  había caducado políticamente en Rusia? Lo teníamos, naturalmente, pues no se 
  trata de si los parlamentos burgueses llevan mucho tiempo de existencia o 
  existen desde hace poco, sino del grado de preparación (ideológica, política, 
  práctica) de las grandes masas trabajadoras para aceptar el régimen soviético 
  y disolver o admitir la disolución del parlamento democráticoburgués. Que en 
  Rusia, de septiembre a noviembre de 1917, la clase obrera de las ciudades, los 
  soldados y los campesinos estaban, en virtud de una serie de condiciones 
  específicas, excepcionalmente dispuestos a aceptar el régimen soviético y a 
  disolver el parlamento burgués más democrático, es un hecho histórico 
  absolutamente indiscutible y plenamente demostrado. Y no obstante, los 
  bolcheviques no boicotearon la Asamblea Constituyente, sino que participaron 
  en las elecciones tanto antes como d e s p u é s de la conquista del Poder 
  político por el proletariado. Que dichas elecciones han dado resultados 
  políticos extraordinariamente valiosos (y excepcionalmente útiles para el 
  proletariado), es un hecho que creo haber demostrado en el artículo citado más 
  arriba, donde analizo detalladamente los resultados de las elecciones a la 
  Asamblea Constituyente de Rusia. 
      La conclusión que de ello se deriva es absolutamente indiscutible: está 
  probado que, aun unas semanas antes del triunfo de la República Soviética, aun 
  después de este triunfo, la participación en un parlamento democráticoburgués, 
  no sólo no perjudica al proletariado revolucionario, sino que le facilita la 
  posibilidad de hacer ver a las masas atrasadas por qué semejantes parlamentos 
  merecen ser disueltos, facilita el éxito de su disolución, facilita la "elimi- 

  
  nación política" del parlamentarismo burgués. No tener en cuenta esta 
  experiencia y pretender al mismo tiempo pertenecer a la Internacional 
  Comunista, que debe elaborar internacionalmente su táctica (no una táctica 
  estrecha o exclusivamente nacional, sino precisamente una táctica 
  internacional), significa incurrir en el más profundo de los errores y 
  precisamente apartarse de hecho del internacionalismo, aunque éste sea 
  proclamado de palabra. 
      Consideremos ahora los argumentos "izquierdistas específicamente 
  holandeses" en favor de la no participación en los parlamentos. He aquí la 
  tesis 4, una de las más importantes tesis "holandesas" citadas más arriba, 
  traducida del inglés: 
      "Cuando el sistema capitalista de producción es destrozado y la sociedad 
  atraviesa un período revolucionario, la acción parlamentaria pierde poco a 
  poco su valor, en comparación con la acción de las propias masas. Cuando en 
  estas condiciones el parlamento se convierte en el centro y el órgano de la 
  contrarrevolución, y, por otra parte, la clase obrera crea los instrumentos de 
  su Poder en forma de Soviets, puede resultar incluso necesario renunciar a 
  toda participación en la acción parlamentaria". 
      La primera frase es evidentemente falsa, pues la acción de las masas, por 
  ejemplo, una gran huelga, es siempre más importante que la acción 
  parlamentaria, y no sólo durante la revolución o en una situación 
  revolucionaria. Este argumento, de indudable inconsistencia histórica y 
  políticamente falso, muestra sólo, con particular evidencia, que los autores 
  no tienen para nada en cuenta ni la experiencia de toda Europa (de Francia en 
  vísperas de las revoluciones de 1848 y 1870, de Alemania entre 1878 y 1890, 
  etc.) ni de Rusia (véase más arriba) sobre la importancia de la combinación de 
  la 
  
  lucha legal con la ilegal. Esta cuestión tiene una importancia inmensa, tanto 
  de un modo general como de un modo especial, porque en todos los países 
  civilizados y adelantados se acerca a grandes pasos la época en que dicha 
  combinación será -- y lo es ya en parte -- cada vez más obligatoria para el 
  partido del proletariado revolucionario, a consecuencia de la maduración y de 
  la proximidad de la guerra civil del proletariado con la burguesía, a 
  consecuencia de las feroces persecuciones de los comunistas por los gobiernos 
  republicanos y, en general, por los gobiernos burgueses, que violan 
  constantemente la legalidad (como ejemplo de ello basta citar a los Estados 
  Unidos), etc. Esta cuestión esencial es absolutamente incomprendida por los 
  holandeses y los izquierdistas en general. 
      La segunda frase es, en primer término, falsa históricamente. Los 
  bolcheviques hemos actuado en los parlamentos más contrarrevolucionarios, y la 
  experiencia ha demostrado que semejante participación ha sido, no sólo útil, 
  sino necesaria para el partido del proletariado revolucionario, precisamente 
  después de la primera revolución burguesa en Rusia (1905) para preparar la 
  segunda revolución burguesa (febrero de 1917) y luego la revolución socialista 
  (octubre de 1917). En segundo lugar, dicha frase es de un ilogismo 
  sorprendente. De que el parlamento se convierta en el órgano y "centro" 
  (aunque dicho sea de paso, no ha sido nunca ni ha podido ser en realidad el 
  "centro") de la contrarrevolución y de que los obreros creen los instrumentos 
  de su Poder en forma de Soviets, se sigue que los trabajadores deben 
  prepararse ideológica, política y técnicamente para la lucha de los Soviets 
  contra el parlamento, para la disolución del parlamento por los Soviets. Pero 
  de esto no se deduce en modo alguno que semejante disolución sea 
  obstaculizada, o 
  
  no sea facilitada por la presencia de una oposición sovietista en el interior 
  de un parlamento contrarrevolucionario. Jamás hemos notado durante nuestra 
  lucha victoriosa contra Denikin y Kolchak que la existencia de una oposición 
  proletaria, sovietista, en sus dominios, haya sido indiferente para nuestros 
  triunfos. Sabemos perfectamente que la disolución de la Constituyente, llevada 
  a cabo por nosotros el 5 de enero de 1918, lejos de ser dificultada, fue 
  facilitada por la presencia dentro de la Constituyente contrarrevolucionaria 
  que disolvíamos, tanto de una oposición sovietista consecuente, la 
  bolchevique, como también de una oposición sovietista inconsecuente, la de los 
  socialrevolucionarios de izquierda. Los autores de la tesis se han embrollado 
  completamente y han olvidado la experiencia de una serie de revoluciones, si 
  no de todas, experiencia que acredita los servicios especiales prestados, en 
  tiempo de revolución, por la combinación de la acción de masas fuera del 
  parlamento reaccionario y de una oposición simpatizante de la revolución (o 
  mejor aun, que la defienda francamente) dentro del parlamento. Los holandeses 
  y los "izquierdistas" en general razonan aquí como unos doctrinarios de la 
  revolución que nunca han tomado parte en una revolución verdadera, o que jamás 
  han reflexionado sobre la historia de las revoluciones o que toman 
  ingenuamente la "negación" subjetiva de una cierta institución reaccionaria, 
  por su destrucción efectiva mediante el conjunto de fuerzas de una serie de 
  factores objetivos. 
      El medio más seguro de desacreditar una nueva idea política (y no 
  solamente política) y perjudicarla, consiste en llevarla hasta el absurdo, so 
  pretexto de defenderla. Pues toda verdad, si se la obliga a "sobrepasar los 
  límites" (como decía Dietzgen padre), si se exagera, si se extiende 
  
  más allá de los limites dentro de los cuales es realmente aplicable, puede ser 
  llevada al absurdo, y, en las condiciones señaladas, se convierte 
  infaliblemente en absurdo. Tal es el mal servicio que prestan los 
  izquierdistas de Holanda y Alemania a la nueva verdad de la superioridad del 
  Poder soviético sobre los parlamentos democráticoburgueses. Indudablemente, 
  quien de un modo general siguiera sosteniendo la vieja afirmación de que 
  abstenerse de participar en los parlamentos burgueses es inadmisible en todas 
  las circunstancias, estaria en un error. No puedo intentar formular aquí las 
  condiciones en que es útil el boicot, porque el objeto de este artículo es más 
  modesto: se reduce sólo a analizar la experiencia rusa en relación con algunas 
  cuestiones actuales de táctica comunista internacional. La experiencia rusa 
  nos da una aplicación feliz y acertada (1905) y otra equivocada (1906) del 
  boicot por los bolcheviques. Analizando el primer caso, vemos: los 
  bolcheviques consiguieron impedir la convocatoria del parlamento reaccionario 
  por el Poder reaccionario, en un momento en que la acción revolucionaria 
  extraparlamentaria de las masas (particularmente las huelgas) crecía con 
  excepcional rapidez, en que no había ni un solo sector del proletariado y de 
  la clase campesina que pudiera sostener de ningún modo el Poder reaccionario, 
  en que la influencia del proletariado revolucionario sobre la masa atrasada 
  estaba asegurada por la lucha huelguistica y el movimiento agrario. Es por 
  completo evidente que esta experiencia es inaplicable a las condiciones 
  actuales europeas. Y es también evidente -- en virtud de los argumentos 
  expuestos más arriba -- que la defensa, aunque condicional, de la renuncia a 
  participar en los parlamentos, hecha por los holandeses y los "izquierdistas", 
  es radicalmente falsa y nociva para la causa del proletariado revolucionario. 
  
      En Europa occidental y América, el parlamento se ha hecho 
  extraordinariamente odioso a la vanguardia revolucionaria de la clase obrera. 
  Es indiscutible. Y se comprende perfectamente, pues es difícil imaginarse algo 
  más vil, más abyecto, más traidor que la conducta de la inmensa mayoría de los 
  diputados socialistas y socialdemócratas en el parlamento durante la guerra y 
  después de la misma. Pero seria no sólo irrazonable, sino francamente criminal 
  dejarse llevar por estos sentimientos al decidir la cuestión de cómo se debe 
  luchar contra el mal universalmente reconocido. En muchos países de la Europa 
  occidental el sentimiento revolucionario puede decirse que es todavía una 
  "novedad", una "rareza" esperada demasiado tiempo, en vano, con impaciencia, y 
  por esto se deja con tanta facilidad que este sentimiento predomine. 
  Naturalmente, sin un estado de espíritu revolucionario de las masas, sin 
  condiciones favorables para el desarrollo de dicho estado de espíritu, la 
  táctica revolucionaria no se trocará en acción; pero a nosotros, en Rusia, una 
  larga, dura y sangrienta experiencia nos ha convencido de que con el 
  sentimiento revolucionario solo, es imposible crear una táctica 
  revolucionaria. La táctica debe ser elaborada teniendo en cuenta, serenamente, 
  y de un modo estrictamente objetivo, todas las fuerzas de clase del Estado de 
  que se trate (y de los Estados que le rodean y de todos los Estados en escala 
  mundial), así como la experiencia de los movimientos revolucionarios. 
  Manifestar el "espíritu revolucionario" sólo con injurias al oportunismo 
  parlamentario, únicamente condenando la participación en los parlamentos, 
  resulta facilísimo; pero precisamente porque es facilísimo no es la solución 
  de un problema difícil, de un problema dificilísimo. Es mucho más difícil en 
  los parlamentos occidentales que en Rusia crear una fracción parlamentaria 
  verdaderamente revolucionaria. 
  
  Desde luego. Pero esto no es sino un reflejo parcial de la verdad general de 
  que a Rusia, en la situación histórica concreta, extraordinariamente original 
  del año 1917, le fue fácil comenzar la revolución socialista; en cambio, 
  continuarla y llevarla a término, le será a Rusia más difícil que a los países 
  europeos. Ya a comienzos de 1918 hube de indicar esta circunstancia, y la 
  experiencia de los dos años transcurridos desde entonces ha venido a confirmar 
  la exactitud de aquella indicación. Condiciones específicas como fueron: 1) la 
  posibilidad de hacer coincidir la revolución soviética con la terminación, 
  gracias a ella, de la guerra imperialista, que había extenuado hasta lo 
  indecible a los obreros y campesinos; 2) la posibilidad de aprovechar durante 
  cierto tiempo la lucha a muerte en que estaban enzarzados los dos grupos 
  mundiales más poderosos de tiburones imperialistas, grupos que no podían 
  unirse contra el enemigo soviético; 3) la posibilidad de soportar una guerra 
  civil relativamente larga, en parte por la gigantesca extensión del país y sus 
  exiguos medios de comunicación; 4) la existencia de un movimiento 
  revolucionario democráticoburgués de los campesinos, tan profundo, que el 
  partido del proletariado hizo suyas las reivindicaciones revolucionarias del 
  partido de los campesinos (del partido socialrevolucionario, profundamente 
  hostil, en su mayoría, al bolchevismo), realizándolas inmediatamente, gracias 
  a la conquista del Poder político por el proletariado; condiciones específicas 
  como éstas no existen ahora en la Europa occidental, y la repetición de estas 
  condiciones o de condiciones análogas no es muy fácil. He aquí por qué, entre 
  otras cosas -- pasando por alto una serie de otros motivos -- , le es más 
  difícil a la Europa occidental que a nosotros comenzar la revolución 
  socialista. Tratar de "esquivar" esta dificultad, "saltando" por encima del 
  arduo problema de utilizar los 
  
  parlamentos reaccionarios para fines revolucionarios, es puro infantilismo. 
  ¿Queréis crear una sociedad nueva? ¡Y teméis la dificultad de crear una buena 
  fracción parlamentaria de comunistas convencidos, abnegados, heroicos, en un 
  parlamento reaccionario! ¿Acaso no es esto infantilismo? Si C. Liebknecht en 
  Alemania y Z. Höglund en Suecia han sabido hasta sin el apoyo de la masa desde 
  abajo, dar un ejemplo de la utilización realmente revolucionaria de los 
  parlamentos reaccionarios, ¡¿cómo un partido revolucionario de masas, que 
  crece rápidamente con las desilusiones y la irritación de estas últimas, 
  características de la postguerra, no puede forjar una fracción comunista en 
  los peores parlamentos?! Precisamente porque las masas atrasadas de obreros, y 
  más aún las de pequeños agricultores, están más imbuidas en Europa occidental 
  que en Rusia de prejuicios democráticoburgueses y parlamentarios, precisamente 
  por esto únicamente en el seno de instituciones como los parlamentos burgueses 
  pueden (y deben) los comunistas sostener una lucha prolongada, tenaz, sin 
  retroceder ante ninguna dificultad para denunciar, desvanecer y superar dichos 
  prejuicios. 
      Los comunistas "de izquierda" de Alemania se quejan de los malos "jefes" 
  de su partido y caen en la desesperación, llegando hasta incurrir en la 
  ridiculez de "negar" a los " jefes". Pero en circunstancias que obligan a 
  menudo a mantener a estos últimos en la clandestinidad, la formación de 
  "jefes" buenos, seguros, probados, con autoridad, es particularmente difícil y 
  triunfar de semejantes dificultades es imposible sin la combinación del 
  trabajo legal con el ilegal, sin hacer pasar a los " jefes ", entre otras 
  pruebas, también por la del parlamento. La crítica -- la más violenta, más 
  implacable, más intransigente -- debe dirigirse no contra el parlamentarismo o 
  la acción parlamentaria, sino contra los jefes que no saben 
  
  -- y aún más contra los que no quieren -- utilizar las elecciones 
  parlamentarias y la tribuna parlamentaria a la manera revolucionaria, a la 
  manera comunista. Sólo esta crítica -- unida, naturalmente, a la expulsión de 
  los jefes incapaces y a su sustitución por otros más capaces -- constituirá un 
  trabajo revolucionario útil y fecundo que educará a la vez a los "jefes" para 
  que sean dignos de la clase obrera y de las masas trabajadoras, y a las masas 
  para que aprendan a orientarse como es debido en la situación política y a 
  comprender los problemas, a menudo sumamente complejos y embrollados, que 
  resultan de semejante situación*. 


      * He tenido demasiado pocas posibilidades de conocer el comunismo "de 
  izquierda" de Italia. Indudablemente el camarada Bordiga y su fracción de 
  "comunistas abstencionistas" cometen un error al defender la no participación 
  en el parlamento. Pero hay un punto en que me parece que tiene razón, por lo 
  que yo puedo juzgar ateniéndome a dos números de su periódico "Il Soviet" 
  (núms. 3 y 4 del 18. I. y del 1. II. 1920), a cuatro números de la excelente 
  revista del camarada Serrati "Comunismo" (núms. 1-4. 1. X. 30. XI. 1919) y a 
  distintos números de periódicos burgueses italianos que he podido ver. 
  Precisamente el carnarada Bordiga y su fracción tienen razón cuando atacan a 
  Turad y sus partidarios, que están en un partido que reconoce el Poder de los 
  Soviets y la dictadura del proletariado, que siguen siendo miembros del 
  parlamento y prosiguen su vieja y perjudicial política oportunista. En efecto, 
  al consentir esto, el camarada Serrati y todo el Partido Socialista 
  Italiano[17] incurren en un error tan preñado de amenazas y peligros como en 
  Hungría, donde los señores Turati húngaros sabotearon desde el interior el 
  Partido y el Poder de los Soviets. Esa actitud errónea. inconsecuente, que se 
  distingue por su falta de carácter, con respecto a los parlamentarios 
  oportunistas, de una parte, engendra el comunismo "de izquierda", y de otra, 
  justtifica basta cierto punto su existencia. El camarada Serrati es evidente 
  que no tiene razón al acusar de "inconsecuencia" al diputado Turati 
  ("Comunismo", núm. 3), porque el único inconsecuente es el Parddo Socialista 
  Italiano, que tolera en su seno a oportunistas parlamentarios como Turati y 
  compañia 
  


  VIII
  ¿NINGUN COMPROMISO?

      Hemos visto en la cita del folleto de Francfort el tono decidido con que 
  los "izquierdistas" plantean esta consigna. Es triste ver cómo gentes que 
  evicdentemente se consideran como marxistas y quieren serlo, han olvidado las 
  verdades fundamentales del marxismo. He aquí lo que en 1874 decia Engels -- 
  que, como Marx, pertenece a esa rarisima categoria de escritores cada una de 
  cuyas frases de cada uno de sus grandes trabajos tiene una asombrosa 
  profundidad de contenido --, contra el Manifiesto de los 33 comuneros 
  blanquistas: 
      "'. . . Somos comunistas' (decían en su manifiesto los comuneros 
  blanquistas) 'porque queremos alcanzar nuestro fin, sin detenernos en etapas 
  intermedias y sin compromisos, que no hacen más que alejar el día de la 
  victoria y prolongar el periodo de esclavitud'. 
      Los comunistas alemanes son comunistas porque, a través de todas las 
  etapas intermedias y de todos los compromisos creados no por ellos, sino por 
  la marcha del desarrollo histórico, ven claramente y persiguen constantemente 
  su objetivo final: la supresión de las clases y la creación de un régimen 
  social en el cual no habrá ya sitio para la propiedad privada de la tierra y 
  de todos los medios de producción. Los 33 blanquistas son comunistas por 
  cuanto se figuran que basta su buen deseo de saltar las etapas intermedias y 
  los compromisos para que la cosa quede ya arreglada, y que si -- ellos lo 
  creen firmemente -- 'se arma' uno de estos días y el 
  
  Poder cae en sus manos, el 'comunismo estará implantado' al día siguiente. Por 
  consiguiente, si no pueden hacer esto inmediatamente, no son comunistas. 
      ¡Qué ingenua puerilidad la de presentar la propia impaciencia como 
  argumento teórico!" (F. Engels, "Programa de los comuneros blanquistas", en el 
  periódico socialdemócrata alemán "Volksstaat"[18], 1874, núm. 73). 
      Engels expresa, en ese mismo artículo, su profundo respeto por Vaillant, 
  habla de los "méritos indiscutibles" de este último (que fue, como Guesde, uno 
  de los jefes más eminentes del socialismo internacional, antes de su traición 
  al socialismo en agosto de 1914). Pero Engels no deja de analizar 
  minuciosamente su manifiesto error. Naturalmente, los revolucionarios muy 
  jóvenes e inexperimentados, así como los revolucionarios pequeñoburgueses aun 
  de edad ya provecta y muy experimentados, consideran extraordinariamente 
  "peligroso", incomprensible, erróneo, el "autorizar los compromisos". Y muchos 
  sofistas (que son politicastros ultra o excesivamente "experimentados") 
  razonan del mismo modo que los jefes del oportunismo inglés mencionados por el 
  camarada Lansbury: "Si los bolcheviques se permiten tal o cual compromiso, 
  ¿por qué no hemos de permitirnos nosotros cualquier compromiso?" Pero los 
  proletarios educados por huelgas múltiples (para no considerar más que esta 
  manifestación de la lucha de clases) se asimilan habitualmente de un modo 
  admirable la profundísima verdad (filosófica, histórica, política, 
  psicológica) enunciada por Engels. Todo proletario conoce huelgas, conoce 
  "compromisos" con los opresores y explotadores odiados, después de los cuales, 
  los obreros han tenido que volver al trabajo sin haber obtenido nada o 
  contentándose con una satisfacción parcial de sus deman- 
  
  das. Todo proletario, gracias al ambiente de lucha de masas y de acentuada 
  agudización de los antagonismos de clase en que vive, observa la diferencia 
  que hay entre un compromiso impuesto por condiciones objetivas (los 
  huelguistas no tienen dinero en su caja, ni cuentan con apoyo alguno, padecen 
  hambre, están agotados indeciblemente) -- compromiso que en nada disminuye la 
  abnegación revolucionaria ni el ardor para continuar la lucha de los obreros 
  que lo han contraído -- y por otro lado un compromiso de traidores que achacan 
  a causas objetivas su vil egoísmo (¡los rompehuelgas también contraen 
  "compromisos"!), su cobardía, su deseo de servir a los capitalistas, su falta 
  de firmeza ante las amenazas, a veces ante las exhortaciones, a veces ante las 
  limosnas o los halagos de los capitalistas (estos compromisos de traidores son 
  numerosísimos, particularmente en la historia del movimiento obrero inglés por 
  parte de los jefes de las tradeuniones, pero, en una u otra forma, casi todos 
  los obreros de todos los países han podido observar fenómenos análogos). 
      Evidentemente, se dan casos aislados extraordinariamente difíciles y 
  complejos, en que sólo mediante los más grandes esfuerzos cabe determinar 
  exactamente el verdadero carácter de tal o cual "compromiso", del mismo modo 
  que hay casos de homicidio en que no es fácil decidir si éste era 
  absolutamente justo, e incluso obligatorio (como, por ejemplo, en caso de 
  legítima defensa) o bien efecto de un descuido imperdonable o incluso el 
  resultado de un plan perverso. Es indudable que en política, donde se trata a 
  veces de relaciones nacionales e internacionales muy complejas entre las 
  clases y los partidos, se hallarán numerosos casos mucho más difíciles que la 
  cuestión de saber si un "compromiso" contraído con ocasión de una huelga es 
  legítimo, o si es más bien la obra traidora de un rompehuelgas, de un jefe 
  traidor, etc. 
  
  Preparar una receta o una regla general (¡"ningún compromiso"!) para todos los 
  casos, es absurdo. Es preciso contar con la propia cabeza para saber 
  orientarse en cada caso particular. La importancia de poseer una organización 
  de partido y jefes dignos de este nombre, consiste precisamente, entre otras 
  cosas, en llegar por medio de un trabajo prolongado, tenaz, múltiple y 
  variado, de todos los representantes de la clase capaces de pensar[*], a 
  elaborar los conocimientos necesarios, la experiencia necesaria y además de 
  los conocimientos y la experiencia, el sentido político preciso para resolver 
  pronto y bien las cuestiones políticas complejas. 
      Las gentes ingenuas y totalmente faltas de experiencia se figuran que 
  basta admitir los compromisos en general, para que desaparezca todo límite 
  entre el oportunismo, contra el que sostenemos y debemos sostener una lucha 
  intransigente, y el marxismo revolucionario o comunismo. Pero esas gentes si 
  todavía no saben que todos los límites, en la naturaleza y en la sociedad, son 
  variables y hasta cierto punto convencionales, no tienen cura posiUe, como no 
  sea mediante un estudio prolongado, la educación, la ilustración y la 
  experiencia política y práctica. En las cuestiones de política práctica que 
  surgen en cada momento particular o específico de la historia, es importante 
  saber distinguir aquellas en que se manifiestan los compromisos de la especie 
  más inadmisible, 


      * Toda clase, aun en el pals más culto, aun la más adelantada, aunque las 
  circunstancias del momento hayan suscitado en ella un florecimiento 
  excepcional de todas las fuerzas de espíritu, cuenta y contará, 
  inevitablemente, mientras las clases subsistan y la sociedad sin clases no 
  esté completamente afianzada, consolidada y desarrollada sobre sus propios 
  fundamentos, con representantes de clase que no piensan y que son incapaces de 
  pensar. El capitalismo no sería el capitalismo opresor de las masas, si no 
  ocurriese así. 
  
  los compromisos de traición, que encarnan un oportunismo funesto para la clase 
  revolucionaria, y consagrar todos los esfuerzos a descubrir su sentido y a 
  luchar contra ellos. Durante la guerra imperialista de 1914-1918 entre dos 
  grupos de países igualmente bandidescos y voraces, el principal y fundamental 
  de los oportunismos ha sido el que adoptó la forma de socialchovinismo, esto 
  es, el apoyo de la "defensa de la patria", lo que equivalía de hecho, en 
  aquella guerra, a la defensa de los intereses de rapiña de la burguesía del 
  "propio" país; después de la guerra, la defensa de la sociedad de bandidos 
  llamada "Sociedad de Naciones"; defensa de las alianzas francas o indirectas 
  con la burguesía del propio país, contra el proletariado revolucionario y el 
  movimiento "soviético"; defensa de la democracia y del parlamentarismo 
  burgueses contra el "Poder de los Soviets". Estas fueron las manifestaciones 
  principales de estos compromisos inadmisibles y traidores que, en último 
  resultado, han terminado en un oportunismo funesto para el proletariado 
  revolucionario y para su causa. 
      ". . . Rechazar del modo más categórico todo compromiso con los demás 
  partidos. . . toda política de maniobra y conciliación", dicen los 
  izquierdistas de Alemania en el folleto de Francfort. 
      Es sorprendente que, con semejantes ideas, esos izquierdistas no condenen 
  categóricamente el bolchevismo. No es posible que los izquierdistas alemanes 
  ignoren que toda la historia del bolchevismo, antes y después de la Revolución 
  de Octubre, está llena de casos de maniobra, de acuerdos, de compromisos con 
  otros partidos, ¡sin exceptuar los partidos burgueses! 
  
      Hacer la guerra para derrumbar a la burguesía internacional, una guerra 
  cien veces más difícil, prolongada y compleja que la más encarnizada de las 
  guerras corrientes entre Estados, y renunciar de antemano a toda maniobra, a 
  toda utilizacion (aunque no sea más que temporal) del antagonismo de intereses 
  existente entre los enemigos, a los acuerdos y compromisos con posibles 
  aliados (aunque sean provisionales, inconsistentes, vacilantes, 
  condicionales), ¿no es esto acaso algo infinitamente ridículo? ¿No se parece 
  esto al caso del que en una ascensión difícil a una montaña inexplorada, en la 
  que nadie hubiera puesto la planta todavía, renunciase de antemano a hacer 
  zigzags, a volver a veces sobre sus pasos, a prescindir de la dirección 
  elegida al principio y a probar diferentes direcciones? ¡¡Y gentes tan poco 
  conscientes, tan inexperimentadas (menos mal aun si la causa de ello es la 
  juventud, porque ésta está autorizada por la providencia a decir semejantes 
  tonterías durante cierto tiempo) han podido ser sostenidas directa o 
  indirectamente, franca o encubiertamente, íntegra o parcialmente, poco 
  importa, por algunos miembros del Partido Comunista Holandés!! 
      Después de la primera revolución socialista del proletariado, después del 
  derrumbamiento de la burguesía en un país, el proletariado de este último 
  sigue siendo durante mucho tiempo aún más débil que la burguesía, debido 
  simplemente a las inmensas relaciones internacionales de ésta y en virtud de 
  la restauración espontánea y continua, del renacimiento del capitalismo y de 
  la burguesía por los pequeños productores de mercancías del país que ha 
  derrumbado a la burguesía. Obtener la victoria sobre un adversario más 
  poderoso únicamente es posible poniendo en tensión todas las fuerzas y 
  utilizando obligatoriamente con solicitud, minucia, prudencia y habilidad, la 
  menor "grieta" entre los enemigos, toda 
  
  contradicción de intereses entre la burguesía de los distintos países, entre 
  los diferentes grupos o diferentes categorías burguesas en el interior de cada 
  país; hay que aprovechar igualmente las menores posibilidades de obtener un 
  aliado de masas, aunque sea temporal, vacilante, inestable, poco seguro, 
  condicional. El que no comprenda esto no comprende ni una palabra de marxismo 
  ni de socialismo científico contemporáneo, en general. El que no ha demostrado 
  en la práctica, durante un intervalo de tiempo bastante considerable y en 
  situaciones políticas bastante variadas, su habilidad para aplicar esta verdad 
  en la vida, no ha aprendido todavía a ayudar a la clase revolucionaria en su 
  lucha por librar de la explotación a toda la humanidad trabajadora. Y lo dicho 
  se aplica tanto al período a n t e r i o r  a la conquista del Poder político 
  por el proletariado, como al p o s t e r i o r. 
      Nuestra teoría no es un dogma, sino una guía para la acción,[19] han dicho 
  Marx y Engels, y el gran error, el inmenso crimen de algunos marxistas 
  "patentados" como Carlos Kautsky, Otto Bauer y otros, consiste en no haber 
  comprendido esto, en no haber sabido aplicarlo en los momentos más importantes 
  de la revolución proletaria. "La acción política no se parece en nada a la 
  acera de la avenida Nevski" (la acera limpia, ancha y lisa de la calle 
  principal, absolutamente recta, de Petersburgo), decía ya N. G. Chernishevski, 
  el gran socialista ruso del período premarxista. Los revolucionarios rusos, 
  desde la época de Chernishevski acá, han pagado con innumerables víctimas su 
  ignorancia u olvido de esta verdad. Hay que conseguir a toda costa que los 
  comunistas de izquierda y los revolucionarios de Europa occidental y América 
  fieles a la clase obrera paguen menos cara que los atrasados rusos la 
  asimilación de esta verdad. 
  
      Los socialdemócratas revolucionarios de Rusia aprovecharon antes de la 
  caída del zarismo frecuentemente la ayuda de los liberales burgueses, es 
  decir, contrajeron con ellos innumerables compromisos prácticos, y en 
  1901-1902, aun antes del nacimiento del bolchevismo, la antigua redacción de 
  "Iskra" (en la que estábamos Plejánov, Axelrod, Sasúlich Mártov, Pótresov y 
  yo) concertó (no por mucho tiempo, es verdad) una alianza política formal con 
  Struve, jefe político del liberalismo burgués, sin dejar de sostener al mismo 
  tiempo la lucha ideológica y política más implacable contra el liberalismo 
  burgués y las menores manifestaciones de su influencia en el interior del 
  movimiento obrero. Los bolcheviques siguieron practicando siempre esa misma 
  política. Desde 1905 defendieron sistemáticamente la alianza de la clase 
  obrera con los campesinos, contra la burguesía liberal y el zarismo, no 
  negándose nunca, al mismo tiempo, a apoyar a la burguesía contra el zarismo 
  (en los empates electorales, por ejemplo); y prosiguiendo asimismo la lucha 
  ideológica y política más intransigente contra el partido campesino 
  revolucionario burgués de los "socialrevolucionarios", a los cuales 
  denunciaban como demócratas pequeñoburgueses que se presentaban &Isamente como 
  socialistas. En 1907, los bolcheviques constituyeron, por poco tiempo, un 
  bloque político formal con los "socialrevolucionarios" para las elecciones a 
  la Duma. Con los mencheviques hemos estado muchos años formalmente, desde 1903 
  a 1912, en un partido socialdemócrata unido, sin interrumpir nunca la lucha 
  ideológica y política contra ellos, como contra agentes de la influencia 
  burguesa en el seno del proletariado y oportunistas. Durante la guerra 
  concertamos una especie de compromiso con los "kautskianos", los mencheviques 
  de izquierda (Mártov) y una parte de los "socialrevolucionarios" (Chernov, 
  Natanson). 
  
  Asistimos con ellos a las Conferencias de Zimmerwald y Kienthal, lanzamos 
  manifiestos comunes, pero nunca interrumpimos ni atenuamos ]a lucha política e 
  ideológica contra los "kautskianos", contra Mártov y Chernov. (Natanson murió 
  en 1919 siendo un "comunista revolucionario", populista muy afín a nosotros y 
  casi solidario nuestro). En el mismo momento de la Revolución de Octubre 
  concertamos una alianza política, no formal, pero muy importante (y muy 
  eficaz), con la clase campesina pequeñoburguesa, aceptando enteramente, sin la 
  menor modificación, el programa agrario de los socialrevolucionarios, es 
  decir, contrajimos indudablemente un compromiso con el fin de probar a los 
  campesinos que no queríamos imponernos a ellos, sino ir a un acuerdo. Al mismo 
  tiempo, propusimos (y poco después lo realizábamos) un bloque político formal 
  con la participación de los "socialrevolucionarios de izquierda" en el 
  gobierno, bloque que ellos rompieron después de la paz de Brest, llegarldo en 
  julio de 1918 a la insurrección armada y más tarde a la lucha armada contra 
  nosotros. 
      Fácil es concebir, por consiguiente, por qué los ataques de los 
  izquierdistas alemanes contra el Comité Central del Partido Comunista en 
  Alemania por admitir este Comité la idea de un bloque con los "independientes" 
  ("Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania", los kautskianos) nos 
  parecen desprovistos de seriedad y una demostración evidente de la posición 
  errónea de los "izquierdistas". En Rusia había también mencheviques de derecha 
  (que entraron en el gobierno de Kerenski), correspondientes a los Scheidemann 
  de Alemania, y mencheviques de izquierda (Mártov), que se hallaban en 
  oposición con los mencheviques de derecha y correspondían a los kautskianos 
  alemanes. En 1917 hemos observado muy claramente cómo las masas obreras 
  
  pasaban gradualmente de los mencheviques a los bolcheviques. En el I Congreso 
  de los Soviets de toda Rusia, celebrado en junio de dicho año, teníamos sólo 
  el 13 por ciento de los votos. La mayoría pertenecía a los 
  socialrevolucionarios y a los mencheviques. En el II Congreso de los Soviets 
  (25 de octubre de 1917, según el antiguo calendario,) teníamos el 51 por 
  ciento de los sufragios. ¿Por qué en Alemania una tendencia igual, 
  absolutamente idéntica de los obreros a pasar de la derecha a la izquierda ha 
  conducido, no al fortalecimiento inmediato de los comunistas, sino, en un 
  comienzo, al del partido intermedio de los "independientes", aunque este 
  partido no haya tenido nunca ninguna idea política independiente y ninguna 
  política independiente, ni haya hecho jamás otra cosa que vacilar entre 
  Scheidemann y los comunistas? 
      Es indudable que una de las causas ha sido la táctica errónea de los 
  comunistas alemanes, los cuales deben honradamente y sin temor reconocer su 
  error y aprender a corregirlo. La equivocación ha consistido en negarse a ir 
  al parlamento burgués reaccionario y a los sindicatos reaccionarios, el error 
  ha consistido en múltiples manifestaciones de esta enfermedad infantil del 
  "izquierdismo" que ahora ha hecho erupción y que gracias a ello será curada 
  mejor y más pronto, con más provecho para el organismo. 
      El "Partido Socialdemócrata Independiente" alemán carece visiblemente de 
  homogeneidad interior: al lado de los antiguos jefes oportunistas (Kautsky, 
  Hilferding y, por lo que se ve, en gran parte Crispien, Ledebour y otros), que 
  han dado pruebas de su incapacidad para comprender la significación del Poder 
  de los Soviets y de la dictadura del proletariado, así como para dirigir la 
  lucha revolucionaria de este último, se ha formado y crece rápidamente, en 
  dicho 
  
  partido, un ala izquierda proletaria. Cientos de miles de miembros del 
  partido, que, al parecer, cuenta en total unos 750.000, son proletarios que se 
  alejan de Scheidemann y caminan a grandes pasos hacia el comunismo. Esta ala 
  proletaria propuso ya en el Congreso de los independientes, celebrado en 
  Leipzig (en 1919), la adhesión inmediata e incondicional a la III 
  Internacional. Temer un "compromiso" con esa ala del partido, es sencillamente 
  ridículo. Al contrario, es un deber de los comunistas buscar y encontrar una 
  forma adecuada de compromiso con ella, compromiso que permita, por una parte, 
  facilitar y apresurar la fusión completa y necesaria con ella, y, por otra, 
  que no cohiba en nada a los comunistas en su lucha ideológica y política 
  contra el ala derecha oportunista de los "independientes". Es probable que no 
  sea fácil elaborar una forma adecuada de compromiso, pero sólo un charlatán 
  podría prometer a los obreros y a los comunistas alemanes un camino "fácil" 
  para alcanzar la victoria. 
      El capitalismo dejaría de ser capitalismo, si el proletariado "puro" no 
  estuviese rodeado de una masa abigarradísima de tipos que señalan la 
  transición del proletario al semiproletario (el que obtiene en gran parte sus 
  medios de existencia vendiendo su fuerza de trabajo), del semiproletario al 
  pequeño campesino (y al pequeño productor, al artesano, al pequeño patrono en 
  general), del pequeño campesino al campesino medio, etc., y si en el interior 
  mismo del proletariado no hubiera sectores de un desarrollo mayor o menor, 
  divisiones según el origen territorial, la profesión, la religión a veces, 
  etc. De todo esto se desprende imperiosamente la necesidad -- una necesidad 
  absoluta -- para la vanguardia del proletariado, para su parte consciente, 
  para el Partido Comunista, de recurrir a la maniobra, a los acuerdos, a los 
  
  compromisos con los diversos grupos de proletarios, con los diversos partidos 
  de los obreros y pequeños patronos. Toda la cuestión consiste en saber aplicar 
  esta táctica para elevar y no para rebajar el nivel general de conciencia, de 
  espíritu revolucionario, de capacidad de lucha y de victoria del proletariado. 
  Es preciso anotar, entre otras cosas, que la victoria de los bolcheviques 
  sobre los mencheviques exigió, no sólo antes de la Revolución de Octubre de 
  1917, sino aun después de ella la aplicación de una táctica de maniobras, de 
  acuerdos, de compromisos, aunque de tal naturaleza, claro es, que facilitaban 
  y apresuraban la victoria de los bolcheviques, los consolidaba y fortalecía a 
  costa de los mencheviques. Los demócratas pequeñoburgueses (los mencheviques 
  inclusive) oscilan inevitablemente entre la burguesía y el proletariado, entre 
  la democracia burguesa y el régimen soviético, entre el reformismo y el 
  revolucionarismo, entre el amor a los obreros y el miedo a la dictadura del 
  proletariado, etc. La táctica acertada de los comunistas debe consistir en 
  utilizar estas vacilaciones y no, en modo alguno, en ignorarlas; esta 
  utilización exige concesiones a los elementos que se inclinan hacia el 
  proletariado -- en el caso y en la medida exacta en que lo hacen -- y al mismo 
  tiempo la lucha contra los elementos que se inclinan hacia la burguesía. 
  Gracias a la aplicación por nuestra parte de una táctica acertada, el 
  menchevismo se ha ido descomponiendo cada vez más y sigue descomponiéndose en 
  nuestro país; dicha táctica ha ido aislando a los jefes obstinados en el 
  oportunismo y trayendo a nuestro campo a los mejores obreros, a los mejores 
  elementos de la democracia pequeñoburguesa. Es esto un proceso lento, y las 
  "soluciones" fulminantes tales como "ningún compromiso, ninguna maniobra" no 
  hacen más que perjudicar la causa del acreci- 
  
  miento de la influencia y el aumento de las fuerzas del proletariado 
  revolucionario. 
      En fin, uno de los errores indudables de los "izquierdistas" de Alemania 
  consiste en su intransigencia rectilínea a no reconocer el Tratado de 
  Versalles. Cuanto más grande es "el aplomo" y "la importancia", cuanto más 
  "categórico" y sin apelación el tono con que formula este punto de vista, por 
  ejemplo, K. Horner, menos inteligente resulta. No basta con renegar de las 
  necedades evidentes del "bolchevismo na cional" (Laufenberg y otros), el cual 
  ha llegado hasta el extremo de hablar de la formación de un bloque con la 
  burguesía alemana para la guerra contra la Entente en las condiciones actuales 
  de la revolución proletaria internacional. Hay que comprender asimismo que es 
  radicalmente errónea la táctica que niega la obligación para la Alemania 
  Soviética (si surgiese pronto una República Soviética alemana) de reconocer 
  por algún tiempo el Tratado de Versalles y someterse a él. De esto no se 
  deduce que los "independientes" tuvieran razón cuando, cstando los Scheidemann 
  en el gobierno, cuando no había sido todavía derribado el Poder soviético en 
  Hungría, cuando todavía no estaba excluida la posibilidad de una ayuda de la 
  revolución soviética en Viena para apoyar a la Hungría Soviética, cuando, en 
  esas condiciones, reclamaban la firma del Tratado de Versalles. En aquel 
  momento, los "independientes" maniobraban muy mal, pues tomaban sobre sí una 
  responsabilidad mayor o menor por los traidores tipo Scheidemann y se 
  desviaban más o menos del punto de vista de la guerra de clases implacable (y 
  fríamente razonada) contra los Scheidemann, para colocarse "fuera" o "por 
  encima" de esta lucha de clases. 
      Pero la situación actual es de tal naturaleza, que los comunistas alemanes 
  no deben atarse las manos y prometer la 
  
  renuncia obligatoria e indispensable del Tratado de Versalles en caso de 
  triunfo del comunismo. Esto sería una tontería. Hay que decir: los Scheidemann 
  y los kautskianos han cometido una serie de traiciones que han dificultado (y 
  en parte han hecho fracasar) la alianza con la Rusia Soviética, con la Hungría 
  Soviética. Nosotros, los comunistas, procuraremos por todos los medios 
  facilitar y preparar esa alianza, y, en cuanto a la paz de Versalles, no 
  estamos obligados a rechazarla a toda costa y además de un modo inmediato. La 
  posibilidad de rechazarla eficazmente depende no sólo de los éxitos del 
  movimiento soviético en Alemania, sino también de sus éxitos internacionales. 
  Este movimiento ha sido obstaculizado por los Scheidemann y los Kautsky; 
  nosotros lo favorecemos. Ved dónde está el fondo de la cuestión, en qué 
  consiste la diferencia radical. Y si nuestros enemigos de clase, los 
  explotadores y sus lacayos, los Scheidemann y los kautskianos, han dejado 
  escapar una serie de ocasiones propicias para fortalecer el movimiento 
  soviético alemán e internacional, a la vez que la revolución soviética alemana 
  e internacional, la culpa es de ellos. La revolución soviética en Alemania 
  reforzará el movimiento soviético internacional, que es el reducto más fuerte 
  (y el único seguro e invencible, de una potencia universal) contra el Tratado 
  de Versalles, contra el imperialismo internacional en general. Poner 
  obligatoriamente, a toda costa y en seguida, la liberación del Tratado de 
  Versalles en el primer plano, antes que le cuestión de la liberación del yugo 
  imperialista de los demás países oprimidos por el imperialismo, es una 
  manifestación de nacionalismo pequeñoburgués (digno de los Kautsky, 
  Hilferding, Otto Bauer y compañía), pero no de internacionalismo 
  revolucionario. El derrumbamiento de la burguesía en cualquiera de los grandes 
  países europeos, Alemania inclusive, 
  
  es un acontecimiento tan favorable para la revolución internacional, que, para 
  que esto ocurra, se puede y se debe dejar vivir por algún tiempo más el 
  Tratado de Versalles, si er, necesario. Si Rusia por sí sola ha podido 
  resistir durante algunos meses con provecho para la revolución el Tratado de 
  Brest, no es ningún imposible el que la Alemania Soviética, aliada con la 
  Rusia Soviética, pueda soportar más tiempo, con provecho para la revolución, 
  el Tratado de Versalles. 
      Los imperialistas de Francia, Inglaterra, etc., quieren provocar a los 
  comunistas alemanes, tendiéndoles este lazo: "decid que no firmaréis el 
  Tratado de Versalles". Y los comunistas "de izquierda" se dejan coger como 
  niños en el lazo que les han tendido, en vez de maniobrar con destreza contra 
  un enemigo pérfido, y en el momento actual más fuerte, en vez de decirle: 
  "ahora firmaremos el Tratado de Versalles". Atarnos de antemano las manos, 
  declarar francamente al enemigo, actualmente mejor armado que nosotros, si 
  vamos a luchar con él y en qué momento, es una tontería y no tiene nada de 
  revolucionario. Aceptar el combate a sabiendas de que ofrece ventaja al 
  enemigo y no a nosotros, es un crimen, y no sirven para nada los políticos de 
  la clase revolucionaria que no saben "maniobrar", que no saben proceder "por 
  acuerdos y compromisos" con el fin de evitar un combate que es desfavorable de 
  antemano. 


  IX
  EL COMUNISMO "DE IZQUIERDA" EN
  INGLATERRA

      En Inglaterra no existe todavía Partido Comunista, pero entre los obreros 
  se advierte un movimiento comunista joven, 
  
  pero extenso, poderoso, que crece rápidamente y autoriza las más radiantes 
  esperanzas. Hay algunos partidos y organizaciones políticas ("Partido 
  Socialista Británico"[20], "Partido Socialista Obrero", "Sociedad Socialista 
  del Sur de Gales", "Federación Socialista Obrera"[21]) que desean crear el 
  Partido Comunista y llevan ya a cabo negociaciones entre sí con este objeto. 
  En el periódico "El Dreadnought de los obreros" (t. VI, núm. 48 del 21. II. 
  1920), órgano semanal de la última de las organizaciones mencionadas, dirigido 
  por la camarada Sylvia Pankhurst, aparece un artículo de esta última titulado: 
  "Hacia el Partido Comunista". Se expone en él la marcha de las negociaciones 
  entre las cuatro organizaciones citadas para la formación de un Partido 
  Comunista unificado, sobre la base de la adhesión a la III Internacional, del 
  reconocimiento del sistema soviético en vez del parlamentarismo y del 
  reconocimiento de la dictadura del proletariado. Resulta que uno de los 
  principales obstáculos para la formación inmediata de un Partido Comunista 
  único, es la falta de unanimidad sobre la cuestión de la participación en el 
  parlamento y de la adhesión del nuevo Partido Comunista al viejo "Partido 
  Laborista" oportunista, socialchovinista, profesionalista y compuesto 
  predominantemente por tradeuniones. La "Federación Socialista Obrera" y el 
  "Partido Socialista Obrero"* se pronuncian contra la participación en las 
  elecciones y en el parlamento, contra la adhesión al "Partido Laborista", y 
  sobre este punto están en desacuerdo con todos o la mayoría de los miembros 
  del Partido Socialista Británico, que constituye a sus ojos "la 


      * Parece que este partido es opuesto a la adhesión al "Partido Laborista", 
  pero que no todos sus miembros son contrarios a la participación en el 
  parlamento. 
  
  derecha de los Partidos Comunistas" en Inglaterra ( del mencionado 
  artículo de Sylvia Pankhurst). 
      La división fundamental, pues, es la misma que en Alemania, a pesar de las 
  enormes diferencias de forma en que se manifiesta la divergencia (en Alemania 
  esta forma es mucho más parecida "a la rusa" que en Inglaterra) y de otras 
  muchas circunstancias. Examinemos los argumentos de los "izquierdistas". 
      Sobre la cuestión de la participación en el parlamento, la camarada Sylvia 
  Pankhurst alude a una carta a la redacción, del camarada W. Gallacher, que 
  escribe en nombre del "Soviet Obrero de Escocia", de Glasgow, publicada en el 
  mismo número: 
      "Este Soviet -- dice dicho camarada -- es firmemente antiparlamentario y 
  se halla sostenido por el ala izquierda de varias organizaciones políticas. 
  Representamos el movimiento revolucionario en Escocia, que aspira a crear una 
  organización revolucionaria en las industrias (en las diversas ramas de la 
  producción) y un Partido Comunista, apoyado en Comités sociales en todo el 
  país. Durante mucho tiempo hemos regañado con los parlamentarios oficiales. No 
  hemos juzgado necesario declararles abiertamente la guerra, y ellos temen 
  iniciar el ataque contra nosotros. 
      "Pero semejante situación no puede prolongarse mucho. Nosotros triunfamos 
  en toda la línea. 
      "Los miembros de filas del Partido Obrero Independiente de Escocia sienten 
  una repugnancia cada vez mayor por la idea del parlamento, y casi todos los 
  grupos locales son partidarios de los Soviets [en la transcripción inglesa se 
  emplea el término ruso] o Consejos obreros. 
  
  Indudablemente esto tiene una importancia enorme para los señores que 
  consideran la política como un medio de vida (como una profesión) y ponen en 
  juego todos los procedimientos para persuadir a sus miembros de que vuelvan 
  atrás, al seno del parlamentarismo. Los camaradas revolucionarios no deben [lo 
  subrayado es en todas partes del autor] sostener a esta banda. Nuestra lucha 
  será en este sentido muy difícil. Uno de sus rasgos peores consistirá en la 
  traición de aquéllos para quienes el interés personal es un motivo de más 
  fuerza que su interés por la revolución. Defender el parlamentarismo, de 
  cualquier manera que sea, equivale a preparar la caída del Poder en manos de 
  nuestros Scheidemann y Noske británicos. Henderson, Clynes y compañía son unos 
  reaccionarios incurables. El Partido Obrero Independiente oficial cae, cada 
  vez más, bajo el dominio de los liberales burgueses que han hallado un refugio 
  espiritual en el campo de los señores MacDonald, Snowden y compañía. El 
  Partido Obrero independiente oficial es violentamente hostil a la III 
  Internacional, pero la masa es partidaria de ella. Sostener, sea como sea, a 
  los parlamentarios oportunistas, significa simplemente hacer el juego a esos 
  señores. 
      "El Partido Socialista Británico no significa nada. . . Lo que se necesita 
  es una buena organización revolucionaria industrial y un Partido Comunista que 
  actúe sobre bases claras, bien definidas, científicas. Si nuestros camaradas 
  pueden ayudarnos a crear una y otro, aceptaremos gustosos su concurso; si no 
  pueden, por Dios, que no se mezclen en ello, si no quieren traicionar la 
  revolución sosteniendo a los reaccionarios que con tanto celo tratan de 
  adquirir el 'honorable' (?) [la interrogación es del 
  
  autor] título de parlamentario y que arden en deseos de demostrar que son 
  capaces de gobernar tan bien como los mismos 'amos', los políticos de clase". 
      Esta carta a la redacción expresa admirablemente, en mi opinión, el estado 
  de espíritu y el punto de vista de los comunistas jóvenes o de los obreros 
  ligados a las masas, que acaban de llegar al comunismo. Este estado de 
  espíritu es altamente consolador y valioso; es preciso saber apreciarlo y 
  sostenerlo, porque sin él habría que desesperar de la victoria de la 
  revolución proletaria en Inglaterra o en cualquier otro país. Hay que 
  conservar cuidadosamente y ayudar con toda clase de solicitud a los hombres 
  que saben reflejar ese estado de espíritu de las masas y suscitarlo (pues muy 
  a menudo yace oculto, inconsciente, sin despertarse). Pero, al mismo tiempo, 
  es menester decirles clara y sinceramente que ese espíritu por sí solo es 
  insuficiente para dirigir a las masas en la gran lucha revolucionaria, y que 
  estos o los otros errores en que pueden incurrir o en que incurren los hombres 
  más fieles a la causa revolucionaria, son susceptibles de perjudicarla. La 
  carta dirigida a la redacción por el camarada Gallacher muestra, en germen, de 
  un modo indudable todos los errores que cometen los comunistas "de izquierda" 
  alemanes y en que incurrieron los bolcheviques "de izquierda" rusos en 1908 y 
  1918. 
      El autor de la carta está imbuido del más noble odio proletario contra los 
  "políticos de clase" de la burguesía (odio comprensible y simpático, por otra 
  parte, no sólo a los proletarios, sino también a todos los trabajadores, a 
  todas las "pequeñas gentes", para emplear la expresión alemana). Este odio de 
  un representante de las masas oprimidas y explotadas es, a decir verdad, el 
  "principio de 
  
  toda sabiduría", la base de todo movimiento socialista y comunista y de su 
  éxito. Pero el autor no tiene en cuenta, por lo visto, que la política es una 
  ciencia y un arte que no cae del cielo, que no se obtiene gratis, y que si el 
  proletariado quiere vencer a la burguesía, debe formar sus "políticos de 
  clase", proletarios, y de tal altura, que no sean inferiores a los políticos 
  burgueses. 
      El autor ha comprendido admirablemente que no es el parlamento, sino sólo 
  los Soviets obreros, los que pueden proporcionar al proletariado el 
  instrumento necesario para conseguir sus objetivos, y, naturalmente, el que 
  hasta ahora no haya comprendido esto, es el peor de los reaccionarios, aunque 
  sea el hombre más ilustrado, el más experimentado político, el socialista más 
  sincero, el marxista más erudito, el ciudadano y padre de familia más honrado. 
  Pero hay una cuestión que el autor no plantea, que ni siquiera considera 
  necesario plantear: la de si se puede conducir a los Soviets a la victoria 
  sobre el parlamento sin hacer que los políticos "soviéticos" entren en este 
  último, sin descomponer el parlamento desde dentro, sin preparar en el 
  interior del parlamento el éxito de los Soviets, en el cumplimiento de la 
  tarea que ante ellos se plantea de acabar con el parlamento. Sin embargo, el 
  autor expresa una idea absolutamente exacta al decir que el Partido Comunista 
  inglés debe actuar sobre bases científicas. La ciencia exige, en primer lugar, 
  que se tenga en cuenta la experiencia de los demás países, sobre todo si estos 
  países, también capitalistas, pasan o han pasado recientemente por una 
  experiencia muy parecida; en segundo término, exige que se tengan en cuenta 
  todas las fuerzas, todos los grupos, partidos, clases y masas, que actúan en 
  el interior de dichos países, en vez de determinar la política únicamente 
  conforme a los deseos y opiniones, el grado de 
  
  conciencia y preparación para la lucha, de un solo grupo o de un solo partido. 

      Que los Henderson, Clynes, MacDonald, Snowcden son unos reaccionarios 
  incurables, es cierto. Y no lo es menos que quieren tomar el Poder en sus 
  manos (prefiriendo, dicho sea de paso, la coalición con la burguesía), que 
  quieren "gobernar" con las reglas burguesas del buen tiempo viejo y que, una 
  vez en el Poder, se conducirán inevitablemente como Scheidemann y Noske. Todo 
  ello es verdad, pero de esto no se deduce, ni mucho menos, que apoyarles 
  equivalga a traicionar la revolución, sino que, en interés de ésta, los 
  revolucionarios de la clase obrera deben conceder a estos señores un cierto 
  apoyo parlamentario. Para aclarar esta idea tomaré dos documentos políticos 
  ingleses de actualidad: 1) el discurso del primer ministro Lloyd George, del 
  18 de marzo de 1920 (según el texto del "The Manchester Guardian" del 19 del 
  mismo mes) y 2) los razonamientos de una comunista "de izquierda", la camarada 
  Sylvia Pankhurst, en el artículo más arriba citado. 
      Lloyd George polemiza en su discurso con Asquith (que había sido invitado 
  especialmente a la reunión, pero que se negó a asistir) y con los liberales 
  que quieren una aproximación al Partido Laborista y no la coalición con los 
  conservadores. (En la carta dirigida a la redacción por el camarada Gallacher 
  hemos visto ya citar el hecho de la entrada de algunos liberales en el Partido 
  Obrero Independiente). Lloyd George demuestra que es necesaria una coalición 
  de los liberales con los conservadores, e incluso una coalición estrecha, pues 
  de otro modo podría alcanzar la victoria el Partido Laborista, que Lloyd 
  George prefiere llamar "socialista" y que aspira a "la propiedad colectiva" de 
  los medios de producción. "En Francia esto se llamaba comunismo -- 
  
  explicaba el jefe de la burguesía inglesa a sus auditores, miembros del 
  Partido Liberal parlamentario que, seguramente, hasta entonces lo ignoraban 
  --, en Alemania esto se llamaba socialismo; en Rusia esto se llama 
  bolchevismo". Para los liberales esto es inadmisible en principio -- explicaba 
  Lloyd George --, pues los liberales son por principio defensores de la 
  propiedad privada. "La civilización está en peligro" -- declaraba el orador -- 
  y por eso los liberales y conservadores deben unirse. . . 
      ". . . Si vais a los distritos agrícolas -- decía Lloyd George -- veréis, 
  lo reconozco, conservadas como antes las antiguas divisiones de partido; allí 
  está lejos el peligro, allí no existe el peligro. Pero, cuando llegue allí, 
  será tan grande como lo es hoy en algunos distritos industriales. Las cuatro 
  quintas partes de nuestro país se ocupan en la industria y el comercio; sólo 
  una quinta parte escasa vive de la agricultura. He aquí una de las 
  circunstancias que tengo siempre presente cuando reflexiono en los peligros 
  con que nos amenaza el porvenir. En Francia, la población es agrícola y 
  constituye por eso una base sólida de determinados puntos de vista, base que 
  no cambia tan rápidamente y que no es sencillo remover por el movimiento 
  revolucionario. En nuestro país, la cosa es muy distinta. Nuestro país es más 
  fácil de transformar que ningún otro en el mundo, y si empieza a vacilar, la 
  catástrofe será aquí, en virtud de las razones indicadas, más fuerte que en 
  los demás países". 
      El lector puede apreciar por estas citas que el señor Lloyd George, no 
  sólo es un hombre muy inteligente, sino que además ha aprendido mucho de los 
  marxistas. Tampoco nosotros haríamos mal en aprender de Lloyd George. 
  
      Es también interesante hacer notar el siguiente episodio de la discusión, 
  que tuvo lugar después del discurso de Lloyd George: 
      "G. Wallace : Quisiera preguntar cómo considera el primer ministro los 
  resultados de su política en los distritos industriales, por lo que se refiere 
  a los obreros industriales, muchos de los cuales son actualmente liberales y 
  nos prestan un apoyo tan grande. ¿No se puede prever un resultado que provoque 
  un aumento enorme de la fuerza del Partido Laborista por parte de estos mismos 
  obreros que nos apoyan hoy sinceramente? 
      El primer ministro : Tengo una opinión completamente distinta. El hecho de 
  que los liberales luchen entre sí empuja indudablemente a un buen número de 
  los mismos, llevados por la desesperación, hacia las filas del Partido 
  Laborista, donde hay ya un número considerable de liberales muy capaces que se 
  ocupan actualmente de desacreditar al gobierno. El resultado, evidentemente, 
  es un movimiento importante de la opinión pública en favor del Partido 
  Laborista. La opinión pública se inclina, no a los liberales que están fuera 
  del Partido Laborista, sino a éste, como lo muestran las elecciones 
  parciales". 
      Digamos de paso que estos razonamientos prueban sobre todo hasta qué punto 
  están desorientados y no pueden dejar de cometer irreparables desatinos los 
  hombres más inteligentes de la burguesía. Esto es lo que la hará perecer. Los 
  nuestros pueden incluso cometer necedades (es verdad, a condición de que no 
  sean muy considerables y sean reparadas a tiempo), y, sin embargo, acabarán 
  por triunfar. 
  
      El segundo documento político son las siguientes consideraciones de la 
  comunista "de izquierda", camarada Sylvia Pankhurst: 
      ". . . El camarada Inkpin (secretario del Partido Socialista Británico) 
  llama al Partido Laborista 'la organización principal del movimiento de la 
  clase obrera'. Otro camarada del Partido Socialista Británico ha expresado 
  todavía con más relieve este punto de vista, en la Conferencia de la III 
  Internacional: 'Consideramos al Partido Laborista -- ha dicho -- como la clase 
  obrera organizada'. 
      "No compartimos esta opinión sobre el Partido Laborista. Este es muy 
  importante numéricamente, aunque sus miembros son considerablemente inertes y 
  apáticos; se trata de obreros y obreras que han entrado en las tradeuniones, 
  porque sus compañeros de taller son tradeunionistas y porque desean recibir 
  subsidios. 
      "Pero reconocemos que la importancia numérica del Partido Laborista 
  obedece también al hecho de que éste representa una manera de pensar cuyos 
  límites aun no ha sobrepasado la mayoría de la clase obrera británica, aunque 
  se preparan grandes cambios en el espíritu del pueblo que modificarán muy 
  pronto semejante situación. . ." 
      ". . . El Partido Laborista Británico, como las organizaciones 
  socialpatriotas de los demás países, llegará inevitablemente al Poder por el 
  curso natural del desenvolvimiento social. El deber de los comunistas consiste 
  en organizar las fuerzas que derribarán a los socialpatriotas, y en nuestro 
  país no debemos retardar esta acción, ni vacilar. 
      "No debemos gastar nuestra energía en aumentar las fuerzas del Partido 
  Laborista; su advenimiento al Poder es 
  
  inevitable. Debemos concentrar nuestras fuerzas en la creación de un 
  movimiento comunista que venza a ese partido. Dentro de poco, el Partido 
  Laborista será gobierno; la oposición revolucionaria debe estar preparada para 
  emprender el ataque contra él. . ." 
      Así, pues, la burguesía liberal renuncia al sistema histórico, consagrado 
  por una experiencia secular y extraordinariamente ventajosa para los 
  explotadores, el sistema de los "dos partidos" (de los explotadores) por 
  considerar necesaria la unión de sus fuerzas con objeto de luchar contra el 
  Partido Laborista. Una parte de los liberales, como ratas de un navío que se 
  va a pique, corren hacia el Partido Laborista. Los comunistas de izquierda 
  consideran inevitable el paso del Poder a manos del Partido Laborista, y 
  reconocen que hoy la mayor parte de los trabajadores está en favor de dicho 
  partido. De todo esto sacan la extraña conclusión que la camarada Sylvia 
  Pankhurst formula del siguiente modo: 
      "El Partido Comunista no debe contraer compromisos. . . Debe conservar 
  pura su doctrina e inmaculada su independencia frente al reformismo; su misión 
  es ir adelante, sin detenerse ni desviarse de su camino, avanzar en línea 
  recta hacia la Revolución Comunista". 
      Al contrario, del hecho de que la mayoría de los obreros en Inglaterra 
  siga todavía a los Kerenski o Scheidemann ingleses, de que no haya pasado 
  todavía por la experiencia de un gobierno formado por esos hombres, 
  experiencia que ha sido necesaria tanto en Rusia como en Alemania para que los 
  obreros pasaran en masa al comunismo, se deduce de un modo indudable que los 
  comunistas ingleses deben parti- 
  
  cipar en el parlamentarismo, deben desde el interior del parlamento ayudar a 
  la masa obrera a ver en la práctica los resultados del gobierno de los 
  Henderson y los Snowden, deben ayudar a los Henderson y a los Snowden a vencer 
  a la coalición de los Lloyd George y Churchill. Proceder de otro modo 
  significa obstaculizar la obra de la revolución, pues si no se produce un 
  cambio en las opiniones de la mayoría de la clase obrera, la revolución es 
  imposible, y ese cambio se consigue a través de la experiencia política de las 
  masas, nunca de la propaganda sola. El lema "¡Adelante sin compromisos, sin 
  apartarse del camino!", es manifiestamente erróneo, si quien habla así es una 
  minoría evidentemente impotente de obreros que saben (o por lo menos deben 
  saber) que la mayoría, dentro de poco tiempo, en caso de que los Henderson y 
  Snowden triunfen sobre Lloyd George y Churchill, perderá la fe en sus jefes y 
  apoyará al comunismo (o, en todo caso, adoptará una actitud de neutralidad y 
  en la mayoría de los casos de neutralidad favorable con respecto a los 
  comunistas). Es lo mismo que si 10.000 soldados se lanzaran al combate contra 
  50.000 enemigos en el momento en que es preciso "detenerse", "apartarse del 
  camino" y hasta concertar un "compromiso" aunque no sea más que para esperar 
  la llegada de un refuerzo prometido de loo.ooo hombres, que no pueden entrar 
  inmediatamente en acción. Es una puerilidad propia de intelectuales y no una 
  táctica seria de la clase revolucionaria. 
      La ley fundamental de la revolución, confirmada por todas ellas, y en 
  particular por las tres revoluciones rusas del siglo XX, consiste en lo 
  siguiente: para la revolución no basta con que las masas explotadas y 
  oprimidas tengan conciencia de la imposibilidad de vivir como antes y reclamen 

  
  cambios, para la revolución es necesario que los explotadores no puedan vivir 
  ni gobernar como antes. Sólo cuando las "capas bajas" no quieren lo viejo y 
  las "capas altas" no pueden sostenerlo al modo antiguo, sólo entonces puede 
  triunfar la revolución. En otros términos, esta verdad se expresa del modo 
  siguiente: la revolución es imposible sin una crisis nacional general (que 
  afecte a explotados y explotadores). Por consiguiente, para la revolución hay 
  que lograr, primero, que la mayoría de los obreros (o en todo caso, la mayoría 
  de los obreros conscientes, reflexivos, políticamente activos) comprenda 
  profundamente la necesidad de la revolución y esté dispuesta a sacrificar la 
  vida por ella; en segundo lugar, es preciso que las clases gobernantes 
  atraviesen una crisis gubernamental que arrastre a la política hasta a las 
  masas más atrasadas (el síntoma de toda revolución verdadera es la 
  decuplicación o centuplicación del número de hombres aptos para la lucha 
  política, representantes de la masa trabajadora y oprimida, antes apática), 
  que reduzca a la impotencia al gobierno y haga posible su derrumbamiento 
  rápido por los revolucionarios. 
      En Inglaterra vemos desarrollarse a ojos vistas, y precisamente el 
  discurso de Lloyd George lo demuestra, los dos factores de una revolución 
  proletaria victoriosa. Y los errores de los comunistas de izquierda son 
  especialmente peligrosos en la actualidad, precisamente porque observamos una 
  actitud poco razonada, poco atenta, poco consciente, poco reflexiva con 
  respecto a cada uno de estos factores, por parte de algunos revolucionarios. 
  Si somos el partido de la clase revolucionaria, y no un grupo revolucionario, 
  si queremos arrastrar a las masas (sin lo cual corremos el riesgo de no pasar 
  de simples charlatanes) debemos: primero, ayudar a Henderson o a Snowden a 
  vencer a Lloyd 
  
  George y Churchill (más exactamente: debemos obligar a los primeros a vencer a 
  los segundos, ¡pues los primeros tienen miedo de su propia victoria !); 
  segundo, ayudar a la mayoría de la clase obrera a convencerse por experiencia 
  propia de la razón que nos asiste, es decir, de la incapacidad completa de los 
  Henderson y Snowden, de su naturaleza pequeñoburguesa y traidora, de la 
  inevitabilidad de su bancarrota; y tercero, acercar el momento en que, sobre 
  la base del desencanto producido por los Henderson en la mayoría de los 
  obreros, se pueda, con grandes probabilidades de éxito, derribar de un solo 
  golpe el gobierno de los Henderson, que perderá la cabeza con tanto mayor 
  motivo si incluso Lloyd George, ese político inteligentísimo y solvente, no 
  pequeño, sino gran burgués, la pierde también y se debilita (con toda la 
  burguesía) cada día más, ayer con su "tirantez" con Churchill, hoy con su 
  "tirantez" con Asquith. 
      Hablaré de un modo más concreto. Los comunistas ingleses deben, a mi 
  juicio, reunir sus cuatro partidos y grupos (todos muy débiles y algunos 
  extraordinariamente débiles) en un Partido Comunista único, sobre la base de 
  los principios de la III Internacional y la participación obligatoria en el 
  parlamento. El Partido Comunista propone a los Henderson y Snowden un 
  "compromiso", una alianza electoral: marchemos juntos contra la coalición de 
  Lloyd George y los conservadores, repartámonos los puestos en el parlamento en 
  proporción al número de votos dados por los trabajadores al Partido Laborista 
  o a los comunistas (no en las elecciones generales, sino en una votación 
  especial), conservemos la libertad más completa de agitación, de propaganda, 
  de acción política. Sin esta última condición, naturalmente, es imposible 
  hacer el bloque, pues sería una traición: los comunistas ingleses deben 
  reivindicar para ellos 
  
  y conservar una libertad completa para desenmascarar a los Henderson y los 
  Snowden, de un modo tan absoluto como lo hicieron (durante 15 años, de 1903 a 
  1917) los bolcheviques rusos con respecto a los Henderson y Snowden de Rusia, 
  esto es los mencheviques. 
      Si los Henderson y Snowden aceptan el bloque en estas condiciones, 
  habremos ganado, pues lo que nos importa no es ni mucho menos el número de 
  actas, no es esto lo que perseguimos; en este punto seremos transigentes 
  (mientras que los Henderson y sobre todo sus nuevos amigos -- o sus nuevos 
  dueños -- los liberales que han ingresado en el Partido Obrero Independiente 
  corren más que nada a la caza de actas). Habremos ganado, porque llevaremos 
  nuestra agitación a las masas en el momento en que las habrá "irritado" Lloyd 
  George en persona y no sólo contribuiremos a que el Partido Laborista forme 
  más de prisa su gobierno, sino que ayudaremos a las masas a comprender mejor 
  toda nuestra propaganda comunista, que realizaremos contra los Henderson sin 
  ninguna limitación, sin silenciar nada. 
      Si los Henderson y los Snowden rechazan el bloque con nosotros en estas 
  condiciones, habremos ganado todavía más, pues habremos mostrado de un solo 
  golpe a las masas (tened en cuenta que aun en el interior del Partido Obrero 
  Independiente, puramente menchevique, completamente oportunista, las masas son 
  partidarias de los Soviets) que los Henderson prefieren su intimidad con los 
  capitalistas, a la unión de todos los trabajadores. Habremos ganado 
  inmediatamente ante la masa, la cual, sobre todo después de las explicaciones 
  brillantísimas, extremadamente acertadas y útiles (para el comunismo) dadas 
  por Lloyd George, simpatizará con la idea de la unión de todos los obreros 
  contra la coalición de Lloyd George con los conservadores. Habre- 
  
  mos ganado desde el primer momento, pues habremos demostrado a las masas que 
  los Henderson y Snowden tienen miedo de vencer a los Lloyd George, temen tomar 
  el Poder solos y aspiran a obtener en secreto el apoyo de Lloyd George, el 
  cual tiende abiertamente la mano a los conservadores contra el Partido 
  Laborista. Hay que advertir que en Rusia, después de la revolución del 27 de 
  febrero de 1917 (antiguo calendario), el éxito de la propaganda de los 
  bolcheviques contra los mencheviques y socialrevolucionarios (es decir, los 
  Henderson y Snowden rusos) se debió precisamente a las mismas circunstancias. 
  Nosotros decíamos a los mencheviques y a los socialrevolucionarios: tomad todo 
  el Poder sin la burguesía, puesto que tenéis la mayoría en los Soviets (en el 
  I Congreso de los Soviets de toda Rusia, celebrado en junio de 1917, los 
  bolcheviques no tenían más que el 13 por ciento de los votos). Pero los 
  Henderson y Snowden rusos tenían miedo de tomar el Poder sin la burguesía, y 
  cuando ésta aplazaba las elecciones a la Asamblea Constituyente, porque sabía 
  perfectamente que los socialrevolucionarios y los mencheviques tendrían la 
  mayoría* (unos y otros formaban un bloque político muy estrecho, representaban 
  prácticamente a la democracia pequeñoburguesa unida ), los 
  socialrevolucionarios y los mencheviques no tuvieron fuerza bastante para 
  luchar enérgicamente y hasta el fin contra estos aplazamientos. 


      * Las elecciones a la Constituyente rusa, en noviembre de 1917, según 
  informes que se refieren a más de 36 millones de electores, dieron el 25 por 
  ciento de los votos a los bolcheviques, el 13 por ciento a los distintos 
  partidos de los terratenientes y de la burguesía, el 62 por ciento a la 
  democracia pequeñoburguesa, es decir, a los socialrevolucionarios y 
  mencheviques junto con los pequeños grupos afines a ellos. 
  
      En caso de que los Henderson y Snowden se negaran a formar un bloque con 
  los comunistas, éstos saldrían ganando desde el punto de vista de la conquista 
  de la simpatía de las masas y el descrédito de los Henderson y Snowden. Poco 
  importaría entonces perder algunas actas por dicha causa. No presentaríamos 
  candidatos sino en una ínfima minoría de distritos absolutamente seguros; es 
  decir, donde la presentación de nuestros candidatos no diera la victoria a un 
  liberal contra un laborista. Realizaríamos nuestra campaña electoral 
  distribuyendo hojas en favor del comunismo e invitando en todos los distritos 
  en que no presentáramos candidato a que se votera por el laborista confra el 
  burgués. Se equivocan los camaradas Sylvia Pankhurst y Gallacher si ven en 
  esto una traición al comunismo o una renunciación a la lucha contra los 
  socialtraidores. Al contrario, es indudable que la causa del comunismo saldría 
  ganando con ello. 
      A los comunistas ingleses les es hoy frecuentemente muy difícil incluso 
  acercarse a las masas, hacer que éstas les escuchen. Pero si yo me presento 
  como comunista, y al mismo tiempo invito a que se vote por Henderson contra 
  Lloyd George, seguramente se me escuchará. Y podré explicar de modo accesible 
  a todos, no sólo por qué los Soviets son mejores que el parlamento y la 
  dictadura del proletariado mejor que la dictadura de Churchill (cubierta por 
  el pabellón de la "democracia" burguesa), sino también que yo querría apoyar a 
  Henderson con mi voto del mismo modo que la soga sostiene al ahorcado; que la 
  aproximación de los Henderson a los puestos de su propio gobierno justificará 
  mis ideas, atraerá a las masas a mi lado, acelerará la muerte política de los 
  Henderson y Snowden, 
  
  tal como sucedió con sus correligionarios en Rusia y en Alemania. 
      Y si se me objeta que esta táctica es demasiado "astuta" o complicada, que 
  no la comprenderán las masas, que dispersará y disgregará nuestras fuerzas 
  impidiendo concentrarlas en la revolución soviética, etc., responderé a mis 
  contradictores "de izquierda": ¡no hagáis recaer sobre las masas vuestro 
  propio doctrinarismo! Es de suponer que en Rusia las masas no son más cultas, 
  sino, por el contrario, menos cultas que en Inglaterra y, sin embargo, 
  comprendieron a los bolcheviques; y a éstos, lejos de perjudicarles, les 
  favoreció el hecho de que en vísperas de la revolución soviética en septiembre 
  de 1917, hubieran compuesto listas de candidatos suyos al parlamento burgués 
  (a la Asamblea Constituyente) y de que al día siguiente de la revolución 
  soviética en noviembre de 1917, tomaran parte en las elecciones a esa misma 
  Constituyente, que fue disuelta por ellos el 5 de enero de 1918. 
      No puedo detenerme sobre la segunda divergencia entre los comunistas 
  ingleses, consistente en si deben o no adherirse al Partido Laborista. Poseo 
  pocos materiales sobre esta cuestión, sumamente compleja, dada la 
  extraordinaria originalidad del "Partido Laborista" Británico, muy poco 
  parecido, por su estructura, a los partidos políticos ordinarios del 
  continente europeo. Pero es indudable, primero, que comete también un error el 
  que deduce la táctica del proletariado revolucionario de principios como: "el 
  Partido Comunista debe conservar pura su doctrina e inmaculada su 
  independencia frente al reformismo, su misión es ir adelante sin detenerse ni 
  desviarse de su camino, avanzar en línea recta hacia la revolución comunista". 
  Pues semejantes principios no hacen más que repetir el error de los comuneros 
  
  blanquistas franceses, que en 1874 propagaban la "negación" de todo compromiso 
  y toda etapa intermedia. Segundo, en este punto la tarea consiste, 
  indudablemente, como siempre, en saber aplicar los principios generales y 
  fundamentales del comunismo a las peculiaridades de las relaciones entre las 
  clases y los partidos, a las peculiaridades en el desarrollo objetivo hacia el 
  comunismo, propias de cada país y que hay que saber estudiar, descubrir y 
  adivinar. 
      Pero hay que hablar de esto, no sólo en relación con el comunismo inglés, 
  sino con las conclusiones generales que se refieren al desenvolvimiento del 
  comunismo en todos los países capitalistas. Este es el tema que vamos a 
  abordar ahora. 


  X
  ALGUNAS CONCLUSIONES

      La revolución burguesa rusa de 1905 puso de manifiesto un viraje 
  extraordinariamente original de la historia universal: en uno de los países 
  capitalistas más atrasados se desarrollaba, por primera vez en el mundo, un 
  movimiento huelguístico de una fuerza y amplitud inusitadas. Sólo en el mes de 
  enero de 1905 el número de huelguistas fue diez veces mayor que el número 
  anual medio de huelguistas durante los diez años precedentes (1895-1904), y de 
  enero a octubre de 1905 las huelgas aumentaron constantemente y en 
  proporciones colosales. La Rusia atrasada, bajo la influencia de una serie de 
  factores históricos completamente originales, dio al mundo el primer ejemplo, 
  no sólo de un salto brusco de la actividad espontánea en época de revolución 
  de las masas oprimidas (cosa que ocurrió en todas las 
  
  grandes revoluciones), sino también de la significación de un proletariado que 
  desempeñaba un papel infinitamente superior a su importancia numérica en la 
  población; mostró por vez primera la combinación de la huelga económica y la 
  huelga política, con la transformación de ésta en insurrección armada, el 
  nacimiento de una nueva forma de lucha de masas y organización de las masas de 
  las clases oprimidas por el capitalismo, los Soviets. 
      Las revoluciones de febrero y octubre de 1917 determinaron el 
  desenvolvimiento de los Soviets hasta el punto de extenderse a todo el país, 
  y, después, su victoria en la revolución proletaria socialista. Menos de dos 
  años más tarde, se puso de manifiesto el carácter internacional de los 
  Soviets, la extensión de esta forma de lucha y organización al movimiento 
  obrero mundial, el destino histórico de los Soviets consistente en ser los 
  sepultureros, los herederos, los sucesores del parlamentarismo burgués, de la 
  democracia burguesa en general. 
      Aun más. La historia del movimiento obrero muestra hoy que éste está 
  llamado a atravesar en todos los países (y ha comenzado ya a atravesarlo) un 
  período de lucha del comunismo naciente, cada día más fuerte, que camina hacia 
  la victoria, ante todo y principalmente contra el "menchevismo" propio de cada 
  país, es decir, contra el oportunismo y el socialchovinismo, y, de otra parte, 
  como complemento, por decirlo así, contra el comunismo "de izquierda". La 
  primera de estas luchas se ha desarrollado en todos los países, sin excepción 
  al parecer, en forma de lucha entre la II Internacional (hoy prácticamente 
  muerta) y la Tercera. La segunda lucha se observa tanto en Alemania, como en 
  Inglaterra, en Italia, en los Estados Unidos (donde una parte al menos de "Los 
  Trabajadores Industriales del Mundo" y 
  
  las tendencias anarcosindicalistas sostienen los érrores del comunismo de 
  izquierda a la vez que reconocen de manera casi general, casi incondicional, 
  el sistema soviético) y en Francia (actitud de una parte de los 
  ex-sindicalistas con respecto al partido político y al parlamentarismo, 
  paralelamente también al reconocimiento del sistema de los Soviets), es decir, 
  que se observa, indudablemente, en una escala no sólo internacional, sino 
  universal. 
      Pero aunque la escuela preparatoria que conduce al movimiento obrero a la 
  victoria sobre la burguesía sea en todas partes idéntica en el fondo, su 
  desarrollo se realiza en cada país de un modo original. Los grandes países 
  capitalistas adelantados avanzan en este camino mucho más rápidamente que el 
  bolchevismo, el cual obtuvo en la historia un plazo de quince años para 
  prepararse, como tendencia política organizada, para la victoria. La III 
  Internacional, en un plazo tan breve como es un año, ha alcanzado un triunfo 
  decisivo, deshaciendo a la II Internacional, a la Internacional amarilla, 
  sociakhovinista, que hace unos meses era incomparablemente más fuerte que la 
  Tercera, parecía sólida y poderosa, y gozaba en todas las formas, directas e 
  indirectas, materiales (puestos ministeriales, pasaportes, prensa) y morales, 
  del apoyo de la burguesía mundial. 
      Lo que importa ahora es que los comunistas de cada país adquieran completa 
  conciencia, tanto de los principios fundamentales de la lucha contra el 
  oportunismo y el doctrinarismo "de izquierda", como de las particularidades 
  concretas que esta lucha toma y debe tomar inevitablemente en cada país 
  aislado, conforme a los rasgos originales de su economía, de su política, de 
  su cultura, de su composición nacional (Irlanda, etc.), de sus colonias, de 
  sus divisiones religiosas, etc., etc. Por todas partes se siente extenderse y 
  
  crecer el descontento contra la II Internacional por su oportunismo a la par 
  que por su inhabilidad e incapacidad para crear un núcleo realmente 
  centralizado y dirigente, apto para orientar la táctica internacional del 
  proletariado revolucionario, en su lucha por la República soviética universal. 
  Hay que darse perfectamente cuenta de que dicho centro dirigente no puede, en 
  ningún caso, ser formado con arreglo a un modelo establecido de una vez para 
  siempre, por medio de la igualación mecánica o uniformidad de las diversas 
  reglas tácticas de lucha. Mientras subsistan diferencias nacionales y 
  estatales entre los pueblos y los países -- y estas diferencias subsistirán 
  incluso mucho tiempo después de la instauración universal de la dictadura del 
  proletariado --, la unidad de la táctica internacional del movimiento obrero 
  comunista de todos los países exige, no la supresión de la variedad, no la 
  supresión de las particularidades nacionales (lo cual constituye en la 
  actualidad un sueño absurdo), sino una aplicación tal de los principios 
  fundamentales del comunismo (Poder de los Soviets y dictadura del 
  proletariado) que baga variar como es debido estos principios en sus 
  eplicaciones parciales, que los adapte, que los aplique acertadamente a las 
  particularidades nacionales y políticas de cada Estado. Investigar, estudiar, 
  descubrir, adivinar, comprender lo que hay de nacionalmente particular, 
  nacionalmente específico en la manera como cada país aborda concretamente la 
  solución de un mismo problema internacional: el triunfo sobre el oportunismo y 
  el doctrinarismo de izquierda en el seno del movimiento obrero, el 
  derrocamiento de la burguesía, la instauración de la República Soviética y la 
  dictadura del proletariado, es el principal problema del período histórico que 
  atraviesan actualmente todos los países adelantados (y no sólo los 
  adelantados). Lo principal -- 
  
  naturalmente que no todo ni mucho menos, pero sí lo principal -- ya se ha 
  hecho para atraer a la vanguardia de la clase obrera, para ponerla al lado del 
  Poder de los Soviets contra el parlamentarismo, al lado de la dictadura del 
  proletariado contra la democracia burguesa. Ahora hay que concentrar todas las 
  fuerzas, toda la atención, en la acción inmediata, que parece ser y es 
  realmente, hasta cierto punto, menos fundamental, pero que, en cambio, está 
  prácticamente más cerca de la solución efectiva del problema, a saber: el 
  descubrimiento de las formas de abordar la revolución proletaria o de pasar a 
  la misma. 
      La vanguardia proletaria está conquistada ideológicamente. Esto es lo 
  principal. Sin ello es imposible dar ni siquiera el primer paso hacia el 
  triunfo. Pero de esto al triunfo dista todavía bastante. Con sólo la 
  vanguardia, es imposible triunfar. Lanzar sólo a la vanguardia a la batalla 
  decisiva, cuando toda la clase, cuando las grandes masas no han adoptado aún 
  una posición de apoyo directo a esta vanguardia, o al menos de neutralidad 
  benévola con respecto a ella, que la incapacite por completo para defender al 
  adversario, sería no sólo una estupidez, sino además un crimen. Y para que en 
  realidad toda la clase, las grandes masas de los trabajadores y de los 
  oprimidos por el capital lleguen a ocupar semejante posición, son 
  insuficientes la propaganda y la agitación solas. Para ello es necesaria la 
  propia experiencia política de estas masas. Tal es la ley fundamental de todas 
  las grandes revoluciones, confirmada hoy, con una fuerza y un relieve 
  sorprendentes, no sólo en Rusia, sino también en Alemania. No sólo las masas 
  incultas de Rusia, frecuentemente analfabetas, sino también las masas muy 
  cultas, sin analfabetos, de Alemania, necesitaron experimentar en su propia 
  pelleja toda la impotencia, toda la falta de carácter, 
  
  toda la debilidad, todo el servilismo ante la burguesía, toda la infamia del 
  gobierno de los caballeros de la II Internacional, toda la ineluctabilidad de 
  la dictadura de los ultrarreaccionarios (Kornílov en Rusia; von Kapp y 
  compañía en Alemania) como única alternativa frente a la dictadura del 
  proletariado, para orientarse decididamente hacia el comunismo. 
      La tarea inmediata de la vanguardia consciente del movimiento obrero 
  internacional, es decir, de los partidos, grupos y tencdencias comunistas, 
  consiste en saber llevar a las amplias masas (hoy todavía, en su mayor parte, 
  soñolientas, apáticas, rutinarias, inertes, adormecidas) a esta nueva posición 
  suya, o, mejor dicho, en saber dirigir no sólo el propio partido, sino también 
  a estas masas, en la marcha encaminada a ocupar esa nueva posición. Si la 
  primera tarea histórica (atraer a la vanguardia consciente del proletariado al 
  Poder soviético y a la dictadura de la clase obrera) no podía ser resuelta sin 
  una victoria ideológica y política completa sobre el oportunismo y el 
  socialchovinismo, la segunda tarea que resulta ahora de actualidad y que 
  consiste en saber llevar a las masas a esa nueva posición capaz de asegurar el 
  triunfo de la vanguardia en la revolución, esta segunda tarea no puede ser 
  resuelta sin liquidar el doctrinarismo de izquierda, sin enmendar por completo 
  sus errores, sin desembarazarse de ellos. 
      Mientras se trate (como se trata aún ahora) de atraerse al comunismo a la 
  vanguardia del proletariado, la propaganda debe ocupar el primer término; 
  incluso los círculos, con todas las debilidades de la estrechez inherente a 
  los mismos, son útiles y dan resultados fecundos en este caso. Pero cuando se 
  trata de la acción práctica de las masas, de poner en orden de batalla -- si 
  es permitido expresarse así -- al ejército de 
  
  millones de hombres, de la disposíción de todas las fuerzas de clase de una 
  sociedad para la lucha final y decisiva, no conseguiréis nada con sólo las 
  artes de propagandista, con la repetición escueta de las verdades del 
  comunismo "puro". Y es que en este terreno, la cuenta no se efectúa por miles, 
  como hace en sustancia el propagandista miembro de un grupo reducido y que no 
  dirige todavía masas, sino por millones y decenas de millones. En este caso 
  tenéis que preguntaros no sólo si habéis convencido a la vanguardia de la 
  clase revolucionaria, sino también si están dispuestas las fuerzas 
  históricamente activas de todas las clases, obligatoriamente de todas las 
  clases de la sociedad sin excepción, de manera que la batalla decisiva se 
  halle completamente en sazón, de manera que 1) todas las fuerzas de clase que 
  nos son adversas estén suficientemente sumidas en la confusión, 
  suficientemente enfrentadas entre sí, suficientemente debilitadas por una 
  lucha superior a sus fuerzas; 2) que todos los elementos vacilantes, 
  versátiles, inconsistentes, intermedios -- es decir, la pequeña burguesía, la 
  democracia pequeñoburguesa, a diferencia de la burguesía -- , se hayan puesto 
  bastante al desnudo ante el pueblo, se hayan cubierto de ignominia por su 
  bancarrota práctica; 3) que en el proletariado empiece a formarse y a 
  extenderse con poderoso impulso un estado de espíritu de masas favorable a 
  apoyar las acciones revolucionarias más resueltas, más valientes y abnegadas 
  contra la burguesía. He aquí en qué momento está madura la revolución, he aquí 
  en qué momento nuestra victoria está segura, si hemos calculado bien todas las 
  condiciones indicadas y esbozadas brevemente más arriba y hemos elegido 
  acertadamente el momento. 
      Las divergencias entre los Churchill y los Lloyd George de una parte -- 
  tipos políticos que existen en todos los países, 
  
  con particularidades nacionales ínfimas -- y entre los Henderson y los Lloyd 
  George de otra, no tienen absolutamente ninguna importancia, son 
  insignificantes desde el punto de vista del comunismo puro, esto es, 
  abstracto, incapaz todavía de acción política práctica, de masas. Pero desde 
  el punto de vista de esta acción práctica de las masas, estas divergencias son 
  de una importancia extraordinaria. Saber estimarlas, saber determinar el 
  momento en que están plenamente en sazón los conflictos inevitables entre esos 
  "amigos", conflictos que debilitan y hasta desarman a todos los "amigos" 
  tomados en conjunto, es la obra, es la misión del comunista que desee ser no 
  sólo un propagandista consciente, convencido e ideológico, sino un dirigente 
  práctico de las masas en la revolución. Es necesario unir la fidelidad más 
  abnegada a las ideas comunistas con el arte de admitir todos los compromisos 
  prácticos necesarios, las maniobras, los acuerdos, los zigzags, las retiradas, 
  etc., susceptibles de precipitar primero la subida al Poder de los Henderson 
  (de los héroes de la II Internacional para no citar individuos, de los 
  representantes de la democracia pequeñoburguesa que se llaman socialistas) y 
  su bancarrota en el mismo, para acelerar su quiebra inevitable en la práctica, 
  bancarrota que ilustrará a las masas precisamente en nuestro espíritu y las 
  orientará precisamente hacia el comunismo; para acelerar la tirantez, las 
  disputas, los conflictos, la escisión completa inevitables entre los 
  Henderson-Lloyd George-Churchill (entre los mencheviques y los 
  socialrevolucionarios -- los kadetes -- los monárquicos ¡ entre Scheidemann -- 
  la burguesía -- los partidarios de von Kapp; etc.) y para elegir acertadamente 
  el momento en que llega a su grado máximo la disensión entre toclos esos 
  "pilares de la sacrosanta propiedad privada", a fin de deshacerlos de un 
  
  golpe, por medio de una ofensiva resuelta del proletariado, y conquistar el 
  Poder político. 
      La historia en general, la de las revoluciones en particular, es siempre 
  más rica de contenido, más variada de formas y aspectos, más viva, más 
  "astuta" de lo que se imaginan los mejores partidos, las vanguardias más 
  conscientes de las clases más adelantadas. Se comprende fácilmente, pues las 
  mejores vanguardias expresan la conciencia, la voluntad, la pasión, la 
  imaginación de decenas de miles de hombres, mientras que la revolución la 
  hacen, en momentos de tensión y excitación especiales de todas las facultades 
  humanas, la conciencia, la voluntad, la pasión, la imaginación de decenas de 
  millones de hombres aguijados por la lucha de clases más aguda. De aquí se 
  derivan dos conclusiones prácticas muy importantes: la primera es que la clase 
  revolucionaria, para realizar su misión, debe saber utilizar todas las formas 
  y los aspectos, sin la más mínima excepción, de la actividad social (dispuesta 
  a completar después de la conquista del Poder político, a veces con gran 
  riesgo e inmenso peligro, lo que no ha terminado antes de esta conquista); la 
  segunda es que la clase revolucionaria debe hallarse dispuesta a reemplazar de 
  un modo rápido e inesperado una forma por otra. 
      Todo el mundo convendrá que sería insensata y hasta criminal la conducta 
  de un ejército que no se dispusiera a utilizar toda clase de armas, todos los 
  medios y procedimientos de lucha que posee o puede poseer el enemigo. Pero 
  esta verdad es todavía más aplicable a la política que al arte militar. En 
  política se puede aún menos saber de antemano qué método de lucha será 
  aplicable y ventajoso para nosotros en tales o cuales circunstancias futuras. 
  Sin dominar todos los medios de lucha, podemos correr el riesgo de sufrir una 
  enorme derrota, a veces decisiva, si cambios independientes de nuestra 
  
  voluntad en la situación de las otras clases ponen a la orden del día una 
  forma de acción en la cual somos particularmente débiles. Si dominamos todos 
  los medios de lucha, nuestro triunfo es seguro, puesto que representamos los 
  intereses de la clase realmente avanzada, realmente revolucionaria, aun en el 
  caso de que las circunstancias no nos permitan hacer uso del arma más 
  peligrosa para el enemigo, del arma susceptible de asestar con la mayor 
  rapidez golpes mortales. Los revolucionarios inexperimentados se imaginan a 
  menudo que los medios legales de lucha son oportunistas, porque en este 
  terreno (sobre todo en los períodos llamados "pacíficos", en los períodos no 
  revolucionarios) la burguesía engañaba y embaucaba con una frecuencia 
  particular a los obreros, y que los procedimientos ilegales son 
  revolucionarios. Tal afirmación, sin embargo, no es justa. Lo justo es que los 
  oportunistas y traidores a la clase obrera, son los partidos y jefes que no 
  saben o no quieren (no digáis nunca: no puedo, sino: no quiero) aplicar los 
  procedimientos ilegales en una situación como la guerra imperialista de 
  1914-1918 por ejemplo, en que la burguesía de los países democráticos más 
  libres engañaba a los obreros con una insolencia y crueldad nunca vistas, 
  prohibiendo que se dijese la verdad sobre el carácter de rapiña de la guerra. 
  Pero los revolucionarios que no saben combinar las formas ilegales de lucha 
  con todas las formas legales son unos malos revolucionarios. No es difícil ser 
  revolucionario cuando la revolución ha estallado ya y se halla en su apogeo, 
  cuando todos y cada uno se adhieren a la revolución simplemente por 
  entusiasmo, por moda y a veces por interés personal de hacer carrera. Al 
  proletariado le cuesta mucho, le produce duras penalidades, le origina 
  verdaderos tormentos "deshacerse", después de su triunfo, de estos 
  "revolucionarios". Es infinitamente más difícil -- y 
  
  muchísimo más meritorio -- saber ser revolucionario cuando todavía no se dan 
  las condiciones para la lucha directa, franca, la verdadera lucha de masas, la 
  verdadera lucha revolucionaria, saber defender los intereses de la revolución 
  (mediante la propaganda, la agitación, la organización) en instituciones no 
  revolucionarias y a menudo sencillamente reaccionarias, en la situación no 
  revolucionaria entre unas masas incapaces de comprender de un modo inmediato 
  la necesidad de un método revolucionario de acción. Saber encontrar, percibir, 
  determinar exactamente la marcha concreta o el cambio brusco de los 
  acontecimientos susceptibles de conducir a las masas a la grande y verdadera 
  lucha revolucionaria final y decisiva, es en lo que consiste la misión 
  principal del comunismo contemporáneo en la Europa occidental y en América. 
      Ejemplo: Inglaterra. No podemos saber -- ni nadie se halla en estado de 
  determinarlo por anticipado -- cuándo estallará allí la verdadera revolución 
  proletaria y cuál será el motivo principal que despertará, inflamará, lanzará 
  a la lucha a las grandes masas, hoy aun adormecidas. Tenemos el deber, por 
  consiguiente, de realizar todo nuestro trabajo preparatorio teniendo herradas 
  las cuatro patas (según la expresión favorita del difunto Plejánov cuando 
  todavía era marxista y revolucionario). Quizá sea una crisis parlamentaria la 
  que "abra el paso", la que "rompa el hielo"; acaso una crisis que derive de 
  las contradicciones coloniales e imperialistas irremediablemente complicadas, 
  cada vez más inextricables y exasperadas; son posibles otras causas. No 
  hablamos del género de lucha que decidirá la suerte de la revolución 
  proletaria en Inglaterra (esta cuestión no sugiere duda alguna para ningún 
  comunista, pues para todos nosotros está firmemente resuelta), pero sí del 
  motivo que despertará a las 
  
  masas proletarias adormecidas hoy todavía, las pondrá en movimiento y las 
  conducirá a la revolución. No olvidemos que, por ejemplo, en la república 
  burguesa de Francia, en una situación que, tanto desde el punto de vista 
  internacional como del interior, era cien veces menos revolucionaria que la 
  actual, bastó una circunstancia tan "inesperada" y tan "mezquina" como el 
  asunto Dreyfus -- una de las mil hazañas deshonrosas de la banda militarista 
  reaccionaria -- para conducir al pueblo a dos dedos de la guerra civil. 
      En Inglaterra, los comunistas deben utilizar constantemente, sin descanso 
  ni vacilación, las elecciones parlamentarias y todas las peripecias de la 
  política irlandesa, colonial e imperialista mundial del gobierno británico, 
  como todos los demás campos, esferas y aspectos de la vida social, trabajando 
  en ellos con un espíritu nuevo, con el espíritu del comunismo, con el espíritu 
  de la Tercera, no de la Segunda Internacional. No dispongo de tiempo y espacio 
  para describir aquí los procedimientos "rusos", "bolcheviques" de 
  participación en las elecciones y en la lucha parlamentaria; pero puedo 
  asegurar a los comunistas de los demás países que no se parecían en nada a las 
  campañas parlamentarias corrientes en la Europa occidental. De aquí se saca a 
  menudo la siguiente conclusión: "Es que vuestro parlamentarismo no era lo 
  mismo que el nuestro". La conclusión es falsa. Para ello existen en el mundo 
  comunistas y partidarios de la III Internacional en todos los países, para 
  transformar en toda la línea, en todos los dominios de la vida, la vieja labor 
  socialista, tradeunionista, sindicalista y parlamentaria, en una labor nueva, 
  comunista. En nuestras elecciones hemos visto también, de sobra, rasgos 
  puramente burgueses, rasgos de oportunismo, de practicismo vulgar, de engaño 
  capitalista. Los comunistas de Europa occidental y de América deben 
  
  aprender a crear un parlamentarismo nuevo, poco comun, no oportunista, que no 
  tenga nada de arrivista; es necesario que el Partido Comunista lance sus 
  consignas, que los verdaderos proletarios, con ayuda de la masa de la gente 
  pobre, inorganizada y aplastada, extiendan y distribuyan octavillas, recorran 
  las viviendas de los obreros, las chozas de los proletarios del campo y de los 
  campesinos que viven en los sitios más recónditos (por ventura, en Europa los 
  hay mucho menos que en Rusia, y en Inglaterra apenas si existen), penetren en 
  las tabernas más concurridas, se introduzcan en las asociaciones, en las 
  sociedacdes, en las reuniones fortuitas de los elementos pobres, que hablen al 
  pueblo con un lenguaje sencillo (y no de un modo muy parlamentario), no 
  corran, por nada en el mundo, tras un "lugarcito" en los escaños del 
  parlamento, despierten en todas partes el pensamiento, arrastren a la masa, 
  cojan a la burguesía por la palabra, utilicen el aparato creado por ella, las 
  elecciones convocadas por ella, el llamamiento hecho por ella a todo el 
  pueblo, den a conocer a este último el bolchevismo como nunca habían tenido 
  ocasión de hacerlo (bajo el dominio burgués), fuera del período electoral (sin 
  contar, naturalmente, con los momentos de grandes huelgas, cuando ese mismo 
  aparato de agitación popular funcionaba en nuestro país con más intensidad 
  aún). Hacer esto en la Europa occidental y en América es muy difícil, 
  dificilísimo, pero puede y debe hacerse, pues las tareas del comunismo no 
  pueden cumplirse, en general, sin trabajo, y hay que esforzarse para resolver 
  los problemas prácticos cada vez más variados, cada vez más ligados a todos 
  los aspectos de la vida social y que van arrebatándole cada vez más a la 
  burguesía un sector, un campo de la vida social tras otro. 
  
      En esa misma Inglaterra es asimismo necesario organizar de un modo nuevo 
  (no de un modo socialista, sino de un modo comunista; no de un modo 
  reformista, sino de un modo revolucionario) la labor de propaganda, de 
  agitación y de organización en el ejército y entre las naciones oprimidas y 
  las que no gozan de la plenitud de derechos en "su " Estado (Irlanda, las 
  colonias). Pues todos estos sectores de la vida social, en la época del 
  imperialismo en general y sobre todo ahora, después de esta guerra que ha 
  atormentado a los pueblos y que les ha abierto rápidamente los ojos a la 
  verdad (la verdad de que decenas de millones de hombres han muerto o han sido 
  mutilados únicamente para decidir si serían los bandidos ingleses o los 
  bandidos alemanes los que saquearían más países), todos estos sectores de la 
  vida social se saturan particularmente de materias inflamables y dan origen a 
  muchos conflictos, a muchas crisis y a la exacerbación de la lucha de clases. 
  No sabemos ni podemos saber cuál de las chispas que, en enjambre, surgen ahora 
  por doquier en todos los países bajo la influencia de la crisis económica y 
  politica mundial, podrá originar el incendio, es decir, despertar de una 
  manera especial a las masas, y por lo tanto debemos, con nuestros nuevos 
  principios, nuestros principios comunistas, emprender la "preparación" de 
  todos los campos, sean de la naturaleza que sean, hasta los más viejos, los 
  más vetustos, y en apariencia los más estériles, pues en caso contrario no 
  estaremos a la altura de nuestra misión, faltaremos en algo, no dominaremos 
  todas las clases de armas, no nos prepararemos ni para la victoria sobre la 
  burguesia (la cual ha organizado la vida social en todos sus aspectos a la 
  manera burguesa y ahora la ha desorganizado de ese mismo modo) ni para la 
  reorganización comunista de toda la vida, que deberemos realizar una vez 
  obtenida la victoria. 
  
      Después de la revolución proletaria en Rusia, de las victorias de dicha 
  revolución en el terreno internacional, inesperadas para la burguesia y los 
  filisteos, el mundo entero se ha transformado y la burguesia es también en 
  todas partes otra. La burguesia está asustada por el "bolchevismo", está 
  irritada contra él casi hasta perder la razón, y precisamente por eso acelera, 
  por una parte, el desarrollo de los acontecimientos y, por otra, concentra la 
  atención en el aplastamiento del bolchevismo por la fuerza, debilitando con 
  ello su posición en otros muchos terrenos. Los comunistas de todos los países 
  adelantados deben tener en cuenta estas dos circunstancias para su táctica. 
      Cuando los kadetes rusos y Kerenski emprendieron una persecución furiosa 
  contra los bolcheviques -- sobre todo después de abril de 1917, y más aun en 
  junio y julio del mismo año --, "rebasaron los limites". Los millones de 
  ejemplares de los periódicos burgueses que gritaban en todos los tonos contra 
  los bolcheviques, nos ayudaron a conseguir que las masas valorasen el 
  bolchevismo y, aun sin contar con la prensa, toda la vida social, gracias al 
  "celo" de la burguesía, se impregnó de discusiones sobre el bolchevismo. En el 
  momento actual, los millonarios de todos los países se conducen de tal modo en 
  la escala internacional, que debemos estarles reconocidos de todo corazón. 
  Persiguen al bolchevismo con el mismo celo que lo perseguían antes Kerenski y 
  compañia, y, como éstos, "rebasan también los límites" y nos ayudan. Cuando la 
  burguesia francesa convierte al bolchevismo en el punto central de la campaña 
  electoral, injuriando por su bolchevismo a socialistas relativamente moderados 
  o vacilantes; cuando la burguesía norteamericana, perdiendo completamente la 
  cabeza, detiene a miles y miles de inclividuos sospechosos de bolchevismo y 
  
  crea un ambiente de pánico propagancdo por doquier la nueva de conjuraciones 
  bolcheviques; cuando la burguesía inglesa, la más "sólida" de todas las 
  burguesías del mundo, con todo su talento y su experiencia, comete 
  inverosímiles tonterias, funda riquísimas "sociedades para la lucha contra el 
  bolchevismo", crea una literatura especial sobre este último, toma a su 
  servicio, para la lucha contra el bolchevismo, a un personal suplementario de 
  sabios, de agitadores, de curas, debemos inclinarnos y dar las gracias a los 
  señores capitalistas. Estos trabajan para nosotros, nos ayudan a interesar a 
  las masas en la cuestión de la naturaleza y la significación del bolchevismo. 
  Y no pueden obrar de otro modo, porque ya han fracasado en sus intentos de 
  "hacer el silencio" alrededor del bolchevismo y ahogarlo. 
      Pero, al mismo tiempo, la burguesía ve en el bolchevismo casi únicamente 
  uno de los aspectos de este último: la insurrección, la violencia, el terror; 
  por esto se prepara particularmente para resistir y rechazar al bolchevismo en 
  este terreno Es posible que en casos aislados, en algunos países, en tales o 
  cuales períodos breves lo consiga; hay que contar con esa posibilidad, que no 
  tiene para nosotros nada de temible. El comunismo "brota", literalmente, en 
  todos los aspectos de la vida social, se manifiesta decididamente por doquier, 
  el "contagio" (para emplear la comparación preferida de la burguesía y de la 
  policía burguesa, y la más "agradable" para ella) ha penetrado muy 
  profundamente en todos los poros del organismo y lo ha impregnado por 
  completo. Si se "obtura" con celo particular una de las salidas, el "contagio" 
  encontrará otra, a veces completamente inesperada; la vida triunfa por encima 
  de todo. Que la burguesía se sobresalte, se irrite hasta perder la cabeza, que 
  rebase los límites, que cometa necedades, que se vengue de antemano de los 
  
  bolcheviques y se esfuerce en aniquilar (en la India, en Hungría, en Alemania, 
  etc.) a centenares, a miles, a centenares de miles de bolcheviques de mañana o 
  de ayer ¡ al obrar así procede como han obrado todas las clases condenadas por 
  la historia a desaparecer. Los comunistas deben saber que, en todo caso, el 
  porvenir les pertenece, y por esto podemos (y debemos) unir el máximo de 
  pasión en la gran lucha revolucionaria con la consideración más fría y serena 
  de las furiosas sacudidas de la burguesía. La revolución rusa fue cruelmente 
  derrotada en 1905; los bolcheviques rusos fueron aplastados en julio de 1917; 
  más de 15.000 comunistas alemanes fueron aniquilados por medio de la 
  provocación artera y de las maniobras hábiles de Scheidemann y Noske, aliados 
  a la burguesía y los generales monárquicos; en Finlandia y en Hungría hace 
  estragos el terror blanco, pero en todos los casos y en todos los países, el 
  comunismo se está templando y crece; sus raíces son tan profundas que las 
  persecuciones no lo debilitan, no lo desarman, sino que lo refuerzan. Lo único 
  que hace falta para que marchemos hacia la victoria más firmemente y más 
  seguros, es que los comunistas de todos los países actuemos en todas partes y 
  hasta el fin, guiados por la convicción de la necesidad de una flexibilidad 
  máxima en nuestra táctica. Lo que actualmente hace falta al comunismo, que 
  crece magníficamente, sobre todo en los países adelantados, es esta conciencia 
  y el acierto para aplicarla en la práctica. 
      Podría (y debería) ser una lección útil lo ocurrido con unos eruditos 
  marxistas y unos jefes de la II Internacional tan fieles al socialismo como 
  Kautsky, Otto Bauer y otros. Estos tenían perfecta conciencia de la necesidad 
  de una táctica flexible, habían aprendido y enseñaban a los demás la 
  dialéctica marxista (y mucho de lo hecho por ellos en este 
  
  campo, será considerado siempre como una valiosa adquisición de la literatura 
  socialista); pero al aplicar esta dialéctica, han incurrido en un error de tal 
  naturaleza, se han mostrado en la práctica tan apartados de la dialéctica, tan 
  incapaces de tener en cuenta los rápidos cambios de forma y la rápida entrada 
  de un contenido nuevo en las antiguas formas, que su suerte no es más 
  envidiable que la de Hyndman, Guesde y Plejánov. 
      La causa fundamental de su bancarrota consiste en que se han dejado 
  "encandilar" por una forma determinada de crecimiento del movimiento obrero y 
  del socialismo, olvidándose de su unilateralidad; han tenido miedo a ver la 
  brusca ruptura, inevitable por las circunstancias objetivas, y han seguido 
  repitiendo las simples verdades aprendidas de memoria y a primera vista 
  indiscutibles: tres son más que dos. Pero la política se parece más al álgebra 
  que a la aritmética y todavía más a las matemáticas superiores que a las 
  matemáticas simples. En realidad, todas las formas antiguas del movimiento 
  socialista se han llenado de un contenido nuevo y un nuevo signo ha aparecido 
  por lo tanto delante de las cifras, el signo "menos", mientras nuestros sabios 
  seguían (y siguen) afirmando tenazmente a todo el mundo que "menos tres" es 
  mayor que "menos dos". 
      Hay que procurar que los comunistas no repitan el mismo error en el otro 
  sentido, o mejor dicho, que ese mismo error, cometido, aunque en un sentido 
  contrario, por los comunistas "de izquierda" sea corregido y curado con el 
  máximo de rapidez y el mínimo de dolor para el organismo. No sólo el 
  doctrinarismo de derecha constituye un error, también lo constituye el 
  doctrinarismo de izquierda. Naturalmente, el error del doctrinarismo de 
  izquierda en el comunismo es en el momento actual mil veces menos peligroso y 
  grave que el de 
  
  derecha (esto es, del socialchovinismo y de los kautskianos); pero esto se 
  debe únicamente a que el comunismo de izquierda es una tendencia novísima, que 
  acaba de nacer. Sólo por esto, la enfermedad puede ser, en ciertas 
  condiciones, fácilmente vencida y es necesario emprender su tratamiento con el 
  máximo de energía. 
      Las antiguas formas se han roto, pues ha resultado que su nuevo contenido 
  -- antiproletario, reaccionario -- ha adquirido un desarrollo inconmensurable. 
  Desde el punto de vista del desenvolvimiento del comunismo internacional, 
  poseemos hoy un contenido tan sólido, tan fuerte, tan potente, de nuestra 
  actividad (por el Poder de los Soviets por la dictadura del proletariado) que 
  puede y debe manifestarse en cualquier forma tanto antigua como nueva, que 
  puede y debe transformar, vencer, someter a todas las demás formas, no sólo 
  nuevas, sino también antiguas, no para conciliarse con ellas, sino a fin de 
  saber convertirlas todas, las nuevas y las viejas, en un arma para la victoria 
  completa y definitiva, decisiva e irremisible del comunismo. 
      Los comunistas deben consagrar todos sus esfuerzos a dirigir el movimiento 
  obrero y el desarrollo social en general por el camino más recto y rápido 
  hacia la victoria mundial del Poder soviético y de la dictadura del 
  proletariado. Es una verdad indiscutible. Pero basta dar un pequeño paso más 
  allá -- aunque parezca efectuado en la misma dirección --, para que esta 
  verdad se cambie en error. Basta con que digamos, como hacen los comunistas de 
  izquierda alemanes e ingleses, que no aceptamos más que un camino, el camino 
  recto, que no admitimos las maniobras, los acuerdos, los compromisos, para que 
  sea un error que puede causar, y que ha causado ya en parte y sigue causando, 
  los más serios perjuicios al comunismo. Los doctrinarios de derecha se han 
  
  obstinado en no admitir más que las formas antiguas, y han fracasado del modo 
  más completo por no haberse dado cuenta del nuevo contenido. Los doctrinarios 
  de izquierda se obstinan en rechazar incondicionalmente determinadas formas 
  antiguas, sin ver que el contenido nuevo se abre paso a través de toda clase 
  de formas y que nuestro deber de comunistas consiste en adueñarnos de todas 
  ellas, en aprender a completar con el máximo de rapidez unas con otras, en 
  sustituirlas unas por otras, en adaptar nuestra táctica a todo cambio de este 
  género, suscitado por una clase que no sea la nuestra o por unos esfuerzos que 
  no sean los nuestros. 
      La revolución mundial, que ha recibido un impulso tan poderoso y ha sido 
  tan intensamente acelerada por los horrores, las villanías y las abominaciones 
  de la guerra imperialista mundial, de la situación sin salida creada por la 
  misma, esa revolución se extiende y se ahonda con una rapidez tan 
  extraordinaria, con una riqueza tan magnífica de formas sucesivas, con una 
  refutación práctica tan edificante de todo doctrinarismo, que tenemos todos 
  los motivos para creer en una curación rápida y completa del "izquierdismo", 
  enfermedad infantil en el movimiento comunista internacional. 
      27 de abril de 1920. 






  


   

  APENDICE

      Mientras las imprentas de nuestro país -- saqueado por los imperialistas 
  de todo el mundo en venganza por la revolución proletaria y al que siguen 
  saqueando y blogueando a pesar de todas las promesas dadas a sus obreros -- 
  preparaban la edición de mi libro, han llegado del extranjero materiales 
  complementarios. Sin otra pretensión que la de trazar unas notas fugitivas de 
  publicista, trataré brevemente algunos puntos. 


  I
  LA ESCISION DE LOS COMUNISTAS
  ALEMANES

      La escisión de los comunistas en Alemania es un hecho consumado. Los 
  "izquierdistas" u "oposición de principio" han constituido un "Partido 
  Comunista Obrero" aparte, opuesto al "Partido Comunista". En Italia, las cosas 
  conducen también, al parecer, a la escisión; y digo al parecer porque no poseo 
  más que dos números complementarios (los mú- 
  
  meros 7 y 8) del periódico de izquierda "Il Soviet", en el cual se discute 
  abiertamente la posibilidad y la necesidad de la escisión y se habla también 
  de uú congreso de la fracción de los "abstencionistas" (o boicotistas, es 
  decir adversarios de la participación en el parlamento), fracción que hasta 
  ahora forma parte del Partido Socialista Italiano. 
      Puede temerse que la escisión de los "izquierdistas", de los 
  antiparlamentarios (en parte también antipolíticos, adversarios de un partido 
  político y de la acción en los sindicatos) se convierta en un fenómeno 
  internacional, como la escisión de los "centralistas" (o kautskianos, 
  longuetistas, "independientes", etc.). Admitamos que sea así. Siempre es 
  preferible una escisión a una situación confusa que obstaculice el 
  desenvolvimiento ideológico, teórico y revolucionario del Partido, su 
  maduración y su trabajo práctico, armónico y realmente organizado, que prepara 
  realmente la dictadura del proletariado. 
      Dejemos a los "izquierdistas" que se pongan a prueba prácticamente en el 
  terreno nacional e internacional, dejémosles en libertad de preparar (y 
  después realizar) la dictadura del proletariado, sin un partido estrictamente 
  centralizado que tenga una disciplina férrea, sin saber dominar todos los 
  sectores, ramos y variedades de la actividad política y cultural. La 
  experiencia práctica les enseñará rápidamente. 
      Lo único que hay que hacer es consagrar todos los esfuerzos a que la 
  escisión de los "izquierdistas" no dificulte, o dificulte lo menos posible, la 
  fusión necesaria inevitable, en un futuro próximo, en un solo partido de todos 
  los que toman parte en el movimiento obrero y son partidarios sinceros y de 
  buena fe del Poder de los Soviets y de la dictadura del proletariado. En Rusia 
  ha sido una gran dicha para los bolcheviques el 
  
  que hayan podido disponer de quince años de lucha sistemática y acabada contra 
  los mencheviques (es decir, los oportunistas y "centristas") y contra los 
  "izquierdistas" mucho antes de la lucha directa de las masas por la dictadura 
  del proletariado. En Europa y América este trabajo hay que efectuarlo ahora "a 
  marchas forzadas". Algunos individuos, sobre todo entre los pretendientes 
  derrotados al papel de caudillos, pueden (si no tienen bastante espíritu de 
  disciplina proletaria y "franqueza consigo mismos") obstinarse largo tiempo en 
  sus errores; pero las masas obreras, cuando llegue el momento, se unirán fácil 
  y rápidamente y se agruparán con todos los comunistas sinceros en un partido 
  único, capaz de implantar el régimen de los Soviets y la dictadura del 
  proletariado*. 


      * Sobre la cuestión de la fusión futura de los comunistas "de izquierda", 
  de los antiparlamentarios, con los comunistas en general, haré notar lo que 
  sigue: En la medida en que me ha sido posible leer los periódicos de los 
  comunistas "de izquierda" y de los comunistas en general en Alemania, los 
  primeros tienen la ventaja de que saben realizar la agitación entre las masas 
  mejor que los segundos. Había observado algo análogo -- aunque en menores 
  proporciones y en algunas organizaciones locales aisladas, y no en todo el 
  país -- en la historia del Partido bolchevique. Por ejemplo, en 1907-1908 los 
  bolcheviques "de izquierda" en algunos sitios, a veces, llevaron a cabo su 
  agitación entre las masas con más éxito que nosotros. Esto se explica en parte 
  porque con una táctica de "simple" negación es más fácil abordar a las masas 
  en un momento revolucionario o cuando está todavía vivo el recuerdo de la 
  revolución. Sin embargo, esto no prueba la justeza de tal táctica. En todo 
  caso, es indudable que el partido comunista que quiera ser realmente el 
  destacamento avanzado, la vanguardia de la clase revolucionaria del 
  proletariado, y que quiera además aprender a dirigir a las amplias masas, no 
  sólo proletarias sino también no proletarias, a las masas de trabajadores y 
  explotados, debe saber realizar la propaganda y efectuar la organización y la 
  agitación del modo más accesible, más comprensible, más claro y vivo, tanto en 
  las barriadas obreras de las ciudades como en el campo. 
  


  II
  COMUNISTAS E INDEPENDIENTES
  EN ALEMANIA

      He expresado en mi folleto la opinión de que un compromiso entre los 
  comunistas y el ala izquierda de los independientes es indispensable y útil 
  para el comunismo, pero que su realización no será fácil. Los periódicos que 
  he recibido después me han confirmado en estas dos opiniones. El número 32 de 
  "Bandera Roja", órgano del Comité Central del Partido Comunista de Alemania 
  ("Die Rote Fahne", Zentralorgan der Kommun. Partei Deutschlands, 
  Spartacusbund,[22] del 26. III. 1920), contiene una "declaración" de dicho 
  Comité Central sobre la cuestión del "putch" (complot, aventura) militar 
  Kapp-Luttwitz y sobre el "gobierno socialista" La declaración es completamente 
  justa, tanto en lo que se refiere a las premisas fundamentales como desde el 
  punto de vista de las conclusiones prácticas. Las premisas fundamentales se 
  reducen a afirmar que, en el momento actual, no existe la "base objetiva" para 
  la dictadura del proletariado, pues la "mayoría de los obreros urbanos" está 
  por los independientes. Conclusión: promesa de una "oposición leal" (es decir, 
  renuncia a la preparación del "derrocamiento por la fuerza") al gobierno 
  "socialista, con exclusión de los partidos capitalistas burgueses". 
      Esta táctica indudablemente es justa en el fondo. Pero si no hay por qué 
  detenerse en menudas imprecisiones de fórmula, es imposible, no obstante, 
  pasar en silencio que no se puede llamar "socialista" (en una declaración 
  oficial del Partido Comunista) a un gobierno de socialtraidores, que no se 
  
  puede hablar de la exclusión "de los partidos capitalistas burgueses", cuando 
  los partidos de los Scheidemann y los Kautsky-Crispien son partidos 
  democráticos pequeñoburgueses, y en fin, que no hay derecho a escribir cosas 
  como las que se dicen en el párrafo IV de la declaración mencionada, donde 
  leemos: 
      ". . . Para conseguir que las masas proletarias se adhieran a la causa del 
  comunismo es un elemento de importancia inmensa, desde el punto de vista del 
  desenvolvimiento de la dictadura del proletariado, que pueda ser utilizado 
  ilimitadamente el estado de cosas creado por la libertad política y que la 
  democracia burguesa no pueda manifestarse como dictadura del capital. . ." 
      Semejante estado de cosas es imposible. Los caudillos pequeñoburgueses, 
  los Henderson (los Scheidemann) y los Snowden (los Crispien) alemanes no salen 
  ni pueden salirse del marco de la democracia burguesa, la cual, a su vez, no 
  puede dejar de ser la dictadura del capital. De estas cosas, falsas en 
  principio y perjudiciales políticamente, no había por qué hablar desde el 
  punto de vista del resultado práctico que perseguía con toda justeza el Comité 
  Central del Partido Comunista. Para ello bastaba decir (si se quería emplear 
  la cortesía parlamentaria): mientras la mayoría de los obreros de las ciudades 
  siga a los independientes, nosotros, los comunistas, no podemos impedir que 
  estos obreros se libren de sus últimas ilusiones democráticas y 
  pequeñoburguesas (es decir, "burguesas-capitalistas" también) a base de la 
  experiencia de "su" gobierno. Esto es suficiente para justificar el 
  compromiso, que es realmente necesario y que debe consistir en renunciar por 
  cierto tiempo a toda tentativa de derribar por la fuerza a un gobierno que 
  goza de la confianza de la 
  
  mayoría de los obreros de las ciudades. Pero en la agitación cotidiana entre 
  las masas, que no tiene por qué hacerse con la cortesía parlamentaria oficial, 
  se podría, naturalmente, añadir: dejemos que esos canallas como Scheidemann, 
  esos filisteos como los Kautsky-Crispien pongan de manifiesto con sus obras 
  hasta qué punto están ellos mismos engañados y engañan a los obreros; su 
  gobierno "puro" efectuará "mejor que nadie" el trabajo de "limpiar" los 
  establos de Augias del socialismo, del socialdemocratismo y demás formas de la 
  socialtraición. 
      La verdadera naturaleza de los jefes actuales del "Partido Socialista 
  Independiente de Alemania" (de esos jefes de quienes se dice equivocadamente 
  que han perdido ya toda influencia, cuando en realidad son aún más peligrosos 
  para el proletariado que los socialdemócratas húngaros, que habían tomado el 
  nombre de comunistas y prometido "sostener" la dictadura del proletariado) se 
  ha puesto de manifiesto una vez más con ocasión de la aventura de los Kornílov 
  de Alemania, esto es, del golpe de Estado de von Kapp y Luttwitz*. Y tenemos 
  también una pequeña pero clara prueba de esto en los artículos de C. Kautsky 
  "Horas decisivas" ["Entscheidende Stunden"] en la "Freiheit" ["La Libertad", 
  órgano de los independientes] del 30 de marzo de 1920 y de Arturo Crispien: 
  "Sobre la situación política" (en el mismo periódico del 14 de abril de 1920). 
  Estos señores no saben en absoluto pensar y razonar como revolucionarios. 


      * Con extraordinaria claridad, concisión y exactitud, a la manera 
  marxista, se explica esto en el excelente periódico del Partido Comunista 
  Austríaco, "Bandera Roja", del 28 y 30 de marzo de 1920. ("Die Rote Fahne", 
  Wien, 1920, núms. 266 y 267; L. L.: "Ein neuer Abschnitt der deutschen 
  Revolution". ["Una nueva etapa de la revolución alemana" -- N. del R.]). 
  
  ¡Son unos demócratas pequeñoburgueses llorones, mil veces más peligrosos para 
  el proletariado si se declaran partidarios del Poder de los Soviets y de la 
  dictadura del proletariado, pues, en realidad, en cada instante difícil y 
  peligroso cometerán inevitablemente una traición. . . quedando convencidos con 
  la "mayor sinceridad" de que ayudan al proletariado! Los socialdemócratas de 
  Hungría, que se bautizaron de comunistas, querían también "ayudar" al 
  proletariado, cuando, gracias a su cobardía y a su falta de carácter, juzgaron 
  desesperada la situación del Poder soviético en Hungría y empezaron a 
  lloriquear ante los agentes de los capitalistas y verdugos de la Entente. 


  III
  TURATI Y COMPAÑIA EN ITALIA

      Los números del periódico italiano "Il Soviet", que he indicado más 
  arriba, confirman plenamente lo que he dicho en mi folleto sobre el error del 
  Partido Socialista Italiano al tolerar en sus filas miembros semejantes y 
  hasta a un grupo parlamentario compuesto de esa gente. Pero confirma todavía 
  más eso un testigo tan desinteresado como el corresponsal en Roma del 
  periódico liberal burgués inglés "The Manchester Guardian", el cual, en el 
  número del 12 de marzo de 1920, publica una interviú con Turati. 
      ". . . El señor Turati -- dice dicho corresponsal -- estima que el peligro 
  revolucionario en Italia no es tal que pueda suscitar temores, que carecen de 
  todo fundamento. Los maximalistas juegan con el fuego de las teorías 
  soviéticas, sólo para conservar a las masas en un estado de agitación 
  
  y excitación. En realidad, sin embargo, dichas teorías son concepciones 
  puramente legendarias, programas no maduros, que no valen para ser aplicados 
  prácticamente y que no sirven más que para mantener a las clases trabajadoras 
  en situación expectante. Esos mismos hombres que las emplean como atractivo 
  para deslumbrar al proletariado, se ven obligados a sostener una lucha diaria 
  para conquistar algunas mejoras económicas, a menudo insignificantes, a fin de 
  retardar el momento en que las clases trabajadoras pierdan su fe y sus 
  ilusiones en sus mitos favoritos. De aquí una larga etapa de huelgas de las 
  más diversas proporciones, provocadas por los motivos más diversos, hasta 
  llegar a las últimas de los empleados de correos y ferrocarriles, huelgas que 
  hacen aún más penosa la situación ya difícil del país. El país está irritado a 
  consecuencia de las dificultades relacionadas con el problema del Adriático, 
  esta aplastado por su deuda exterior, por su emisión fiduciaria 
  desproporcionada, y, a pesar de todo, no tiene todavía conciencia ni mucho 
  menos, de la necesidad de asimilarse esa discipiina en el trabajo, que es la 
  única que puede restablecer el orden y la prosperidad. . ." 
      Es claro como la luz del día que el corresponsal inglés ha dejado escapar 
  la verdad que Turati y sus defensores, cómplices e inspiradores burgueses en 
  Italia, probablemente ocultan y disfrazan la verdad que afirma que las ideas y 
  la actuación política de los señores Turati, Treves, Modigliani, Dugoni y 
  compañía son precisamente las que describe el corresponsal inglés. Esto no es 
  más que una socialtraición completa. ¡Qué me diréis de esta defensa del orden 
  y de la disciplina de los obreros que sufren la esclavitud del asalariado, que 
  trabajan en beneficio de los capitalistas! 
  
  ¡Qué bien conocemos nosotros, los rusos, todos estos discursos mencheviques! 
  ¡Qué preciosa confesión la de que las masas son partidarias del Poder de los 
  Soviets! ¡Qué incomprensión obtusa y bajamente burguesa del papel 
  revolucionario de las huelgas que van creciendo espontáneamente! Sí, el 
  corresponsal del periódico liberal burgués de Inglaterra ha prestado un mal 
  servicio a los señores Turati y compañía y ha confirmado de un modo excelente 
  la razón del camarada Bordiga y de sus amigos del periódico "Il Soviet", 
  cuando exigen que el Partido Socialista Italiano, si quiere efectivamente 
  estar por la III Internacional, expulse de sus filas, cubriéndolos de oprobio, 
  a los señores Turati y compañía y se convierta en Partido Comunista tanto por 
  su nombre como por sus hechos. 


  IV
  CONCLUSIONES FALSAS DE PREMISAS JUSTAS

      Pero el camarada Bordiga y sus amigos "de izquierda" sacan de su justa 
  crítica de los señores Turati y compañía la conclusión falsa de que es 
  perjudicial, en términos generales, la participación en el parlamento. Los 
  "izquierdistas" italianos no pueden aducir ni un solo argumento serio en 
  defensa de este punto de vista. Ignoran simplemente (o se esfuerzan en 
  olvidar) los ejemplos internacionales de utilización realmente revolucionaria 
  y comunista, indiscutiblemente útil para la preparación de la revolución 
  proletaria, de los parlamentos burgueses. No se imaginan simplemente un modo 
  "nuevo" de utilizar el parlamentarismo y, repitiéndose constantemente, 
  vociferan contra el "viejo" modo, no bolchevique, de utilizarlo 
  
      En esto consiste precisamente su error radical. No sólo en el terreno 
  parlamentario, sino en todos los campos de actividad, debe el comunismo 
  introducir (y sin un trabajo prolongado, constante, tenaz, será incapaz de 
  hacerlo) algo principalmente nuevo, que rompa radicalmente con las tradiciones 
  de la II Internacional (conservando y desarrollando al mismo tiempo lo que 
  ésta ha dejado de bueno). 
      Tomemos como ejemplo la labor periodística. Los periódicos, folletos, 
  proclamas, llenan una función necesaria de propaganda, de agitación, de 
  organización. Ningún movimiento de masas en un país, por poco civilizado que 
  sea, puede pasarse sin un aparato periodístico. Y ni las vociferaciones contra 
  los "jefes" ni el juramento solemne de conservar la pureza de las masas contra 
  la influencia de los jefes nos librarán de la necesidad de utilizar para este 
  trabajo a hombres procedentes del medio intelectual burgués nos librarán de la 
  atmósfera democráticoburguesa, dei ambiente de "propiedad privada" en que se 
  efectúa este trabajo bajo el capitalismo. Incluso al cabo de dos años y medio 
  del derrocamiento de la burguesía y de la conquista del Poder político por el 
  proletariado, vemos a nuestro alrededor esa atmósfera, ese ambiente de 
  relaciones democráticoburguesas y de propiedad en masa (campesina, artesana). 
      El parlamentarismo es una forma de acción, el periodismo otra. En ambas el 
  contenido puede y debe ser comunista, si los que trabajan en uno y otro 
  terreno son realmente comunistas, realmente miembros del partido de las masas 
  proletarias. Pero en una y otra -- y en todo campo de acción bajo el 
  capitalismo y en el período de transición de éste al socialismo -- es 
  imposible evitar las dificultades, los problemas especiales que debe vencer y 
  resolver el proletariado, para utilizar en provecho propio a los hombres pro- 
  
  cedentes del medio burgués, para triunfar de los prejuicios y de las 
  influencias intelectuales burguesas, para debilitar la resistencia del 
  ambiente pequeñoburgués (y para transformarlo después por completo). 
      ¿Es que acaso antes de la guerra de 1914-1918 no vimos en todos los países 
  infinidad de casos de anarquistas, sindicalistas y otras gentes muy "de 
  izquierda" que fulminaban contra el parlamentarismo, se burlaban de los 
  socialistas parlamentarios bajamente aburguesados, fustigaban su arrivismo, 
  etc., etc. y se servían ellos mismos del periodismo, de la labor en los 
  sindicatos, para hacer exactamente la misma carrera burguesa? ¿Es que los 
  ejemplos de los señores Jouhaux y Merrheim, si nos limitamos a Francia, no son 
  típicos? 
      La puerilidad de "rechazar" la participación en el parlamento consiste 
  precisamente en que se cree "resolver " con este medio "simple", "fácil", que 
  se pretende revolucionario, el difícil problema de la lucha contra las 
  influencias democráticoburguesas en el seno del movimiento obrero, cuando, en 
  realidad, no se hace otra cosa que huir de la propia sombra, cerrar los ojos 
  ante la dificultad, librarse de ella con palabras. El arrivismo desvergonzado, 
  la explotación burguesa de las actas parlamentarias, la escandalosa 
  deformación reformista de la actividad parlamentaria, la rutina 
  pequeñoburguesa vulgar, son sin duda los rasgos característicos, frecuentes y 
  dominantes que engendra el capitalismo por doquier y tanto fuera como en el 
  interior del movimiento obrero. Pero este mismo capitalismo y el ambiente 
  burgués por él creado (que desaparece muy lentamente aun después del 
  derrocamiento de la burguesía, pues la clase campesina engendra la burguesía 
  de continuo) dan origen decididamente, en todas las esferas de la actividad y 
  de la vida, a un arrivis- 
  
  mo burgués, a un chovinismo nacional, a una vulgaridad pequeñoburguesa, que 
  son, en el fondo, con variantes insignificantes, exactamente los mismos. 
      Vosotros, queridos boicotistas y antiparlamentarios, os creéis 
  "terriblemente revolucionarios", cuando en realidad estáis asustados de las 
  dificultades relativamente pequeñas de la lucha contra las influencias 
  burguesas en el interior del movimiento obrero, cuando vuestra victoria, es 
  decir, el derrocamiento de la burguesía y la conquista del Poder político por 
  el proletariado, creará estas mismas dificultades en una medida aun más 
  grande, incomparablemente más grande. Os habéis asustado como niños ante la 
  pequeña dificultad que se os presenta hoy, sin comprender que mañana y pasado 
  mañana os veréis obligados, a pesar de todo, a aprender, y aprender bien, a 
  vencer esas dificultades en proporciones incomparablemente mayores. 
      Bajo el Poder de los Soviets tratarán de penetrar en el partido del 
  proletariado, en el vuestro y en el nuestro, todavía más elementos procedentes 
  de la intelectualidad burguesa. Se deslizarán asimismo en los Soviets, en los 
  tribunales, en las administraciones, pues es imposible construir el comunismo 
  de otro modo que con los materiales humanos creados por el capitalismo, pues 
  no hay otros materiales para ello; es imposible expulsar y aniquilar a los 
  intelectuales burgueses, hay que vencerlos, transformarlos, asimilárselos, 
  reeducarlos, como hay que reeducar, con una lucha prolongada, sobre la base de 
  la dictadura del proletariado, a los proletarios mismos, que no se 
  desembarazan de sus prejuicios pequeñoburgueses de golpe, por un milagro, por 
  gracia del Espíritu Santo o por el efecto mágico de una consigna, de una 
  resolución, de un decreto, sino únicamente por medio de una lucha de masas 
  prolongada y difícil contra las 
  
  influencias pequenoburguesas que existen entre las masas. Bajo el Poder de los 
  Soviets estos mismos problemas, de los cuales hoy el antiparlamentario con un 
  solo gesto se desembaraza de un modo tan orgulloso, tan altanero, con tanta 
  ligereza y tanta puerilidad, estos mismos problemas volverán a surgir en el 
  interior de los Soviets, en la administración soviética, en el "foro" 
  soviético (en Rusia hemos suprimido, y con razón, el foro burgués, pero éste 
  resucita entre nosotros bajo la cubierta de los "abogados" "soviéticos"[23]). 
  Entre los ingenieros, entre los maestros soviéticos, entre los obreros 
  privilegiados, es decir, los más calificados y colocados en mejores 
  condiciones, en las fábricas soviéticas, advertimos un renacimiento continuo 
  de todos, absolutamente de todos los rasgos negativos propios del 
  parlamentarismo burgués, y sólo mediante una lucha repetida, incansable, 
  prolongada y tenaz del espíritu de organización y disciplina del proletariado, 
  vamos triunfando poco a poco de ese mal. 
      Naturalmente, bajo la dominación de la burguesía es muy "difícil" vencer 
  los hábitos burgueses en el propio partido, es decir, en el partido obrero, es 
  "difícil" arrojar del partido a los jefes parlamentarios acostumbrados a los 
  prejuicios burgueses y corrompidos sin remedio por los mismos, es "difícil" 
  someter a la disciplina proletaria al número estrictamente necesario de 
  hombres procedentes de la burguesía (aunque sea en número muy limitado), es 
  "difícil" crear en el parlamento burgués una fracción comunista plenamente 
  digna de la clase obrera, es "difícil" conseguir que los diputados comunistas 
  no se dejen llevar por el juego del parlamentarismo burgués, sino que se 
  ocupen de una labor sustancial de propaganda, agitación y organización entre 
  las masas. Todo esto, ni que decir tiene, es "difícil", lo era en Rusia, lo es 
  incomparablemente más en la Europa occidental y en América, 
  
  donde la burguesía, las tradiciones democráticoburguesas, etc., son mucho más 
  fuertes. 
      Pero estas "dificultacles" son un juego de niños en comparación con los 
  problemas absolutamente de la misma naturaleza que el proletariado tendrá que 
  resolver inevitablemente, tanto para conseguir la victoria, como durante la 
  revolución proletaria y después que haya conquistado el Poder. En comparación 
  con estos problemas, verdaderamente gigantescos, que se plantearán cuando bajo 
  la dictadura del proletariado sea preciso reeducar a millones de campesinos y 
  pequeños propietarios, a centenares de miles de empleados, funcionarios, 
  intelectuales burgueses, subordinando a todos al Estado proletario y a la 
  dirección proletaria, y vencer en ellos sus hábitos y tradiciones burgueses, 
  en comparación con estos problemas gigantescos, es una labor de una facilidad 
  pueril formar, bajo el dominio burgués, en un parlamento burgués, una fracción 
  realmente comunista de un verdadero partido proletario. 
      Si los camaradas "izquierdistas" y antiparlamentarios no aprenden a vencer 
  ahora una dificultad tan pequeña, se puede afirmar con seguridad que, o no se 
  hallarán en estado de instaurar la dictadura del proletariado, no podrán 
  subordinarse en gran escala y transformar a los intelectuales y a las 
  instituciones burguesas, o se verán obligados a completar precipitadamente su 
  instrucción, prisa que ocasionará un perjuicio inmenso a la causa del 
  proletariado, les hará incurrir en más errores que de ordinario, pondrá al 
  descubierto su debilidad e inhabilidad más que medianas, etc., etc. 
      Mientras la burguesia no sea derribada y, después de su derrocamiento, 
  mientras no haya desaparecido por completo la pequeña explotación y la pequeña 
  producción mercantil, el 
  
  ambiente burgués, los hábitos de propietario, las tradiciones pequeñoburguesas 
  corromperán la labor del proletariado no sólo desde fuera, sino en el seno 
  mismo del movimiento obrero, no sólo en la esfera de acción parlamentaria, 
  sino inevitablemente en todos y cada uno de los aspectos de la actividad 
  pública, en todos los aspectos, sin excepción, de la actividad cultural y 
  politica. Constituye un error profundisimo, que inevitablemente se pagará más 
  tarde, el tratar de desembarazarse, de preservarse de uno de los problemas 
  "desagradables" o de las dificultades que se presentan en una de las esferas 
  del trabajo. Hay que estudiar y aprender a dominar todos los aspectos de 
  actividad y trabajo sin excepción, a vencer todas las dificultades, 
  costumbres, tradiciones y rutinas burguesas siempre y en todas partes. 
  Cualquier otra manera de plantear la cuestión no es seria; no es más que una 
  puerilidad. 
      12 de mayo de 1920. 


  V

      En la edición rusa de este libro he expuesto con cierta inexactitud la 
  conducta del Partido Comunista Holandés en su conjunto en el terreno de la 
  política revolucionaria mundial. Por eso aprovecho la ocasión para publicar la 
  carta, que se reproduce más abajo, de nuestros camaradas holandeses sobre este 
  problema y, además, para corregir la expresión "tribunistas holandeses" 
  empleada por mí en el texto ruso, sustituyéndola por las palabras "algunos 
  miembros del Partido Comunista Holandés". 
  I. LENIN  






  



  CARTA DE WIJNKOOP


  Moscú, 30 de junio de 1920. 
  Querido camarada Lenin: 
      Gracias a su amabilidad, los miembros de la delegación holandesa al II 
  Congreso de la Internacional Comunista hemos tenido la posibilidad de leer su 
  libro La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismo antes de que 
  apareciera traducido a los idiomas de Europa occidental. En este libro subraya 
  Ud. varias veces su desaprobación del papel que han desempeñado algunos 
  miembros del Partido Comunista Holandés en la politica internacional. 
      Debemos protestar, sin embargo, contra el hecho de que atribuya Ud. al 
  Partido Comunista la responsabilidad por los actos de esos miembros. Esto es 
  inexacto en extremo. Más aún, es injusto, pues esos miembros del Partido 
  Comunista Holandés participan muy poco o no participan en absoluto en la labor 
  cotidiana del Partido; intentan también directa o indirectamente, aplicar en 
  el Partido Comunista las consignas oposicionistas contra las que el Partido 
  Comunista Holandés y todos sus órganos han librado y libran hasta el día de 
  hoy la lucha más enérgica. 
  Con un saludo fraternal,         
  (en nombre de la delegación holandesa)  

  D. I. WIJNKOOP   


      Escrito en abril-mayo de 1920.              
       
      Publicado en folleto en junio de 1920.        
       
      Se imprimió en base al texto del folleto el
      cual había sido confrontado con el manutcrito.












      From Marx to Mao
      (English)
      Desde Marx
      hasta Mao
      Textos
      de Lenin
      Apuntos sobre
      el texto abajo







  


  NOTAS 



    [1] El libro La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismo fue 
  escrito por Lenin en abril de 1920 y el Apéndice, el 12 de mayo del mismo año. 
  Fue publicado el 8-10 de junio en ruso y, casi al mismo tiempo, en julio, en 
  alemán, francés e inglés. Lenin controló personalmente los plazos de 
  composición e impresión del libro, a fin de que apareciera antes de que 
  iniciara sus labores el II Congreso de la Internacional Comunista. El libro 
  fue distribuido entre todos los delegados al II Congreso. De julio a noviembre 
  de 1920 fue reeditado en alemán en Leipzig, en francés en París y en inglés en 
  Londres. 
      En el manuscrito de La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el 
  comunismo existe un subtítulo: "(Ensayo de charla popular acerca de la 
  estrategia y la táctica marxistas)". En todas las ediciones del libro 
  aparecidas en vida de Lenin este subtítulo fue suprimido. En la 4a edición de 
  las Obras de V. I. Lenin, "La enfermedad infantil del 'izquierdismo' en el 
  comunismo" se publica de acuerdo con la primera edición del libro, cuya 
  corrección hizo Lenin.    [] 
    [2] Biblioteca Socialista, opúsculo 11; Ignaz Brand.    [] 
    [3] Longuetismo : corriente centrista en el Partido Socialista Francés, al 
  frente de la cual figuraba Jean Longuet. 
      Durante la Primera Guerra Mundial, los longuetistas mantuvieron una 
  posición socialpacifista. Después del triunfo de la Gran Revolución Socialista 
  de Octubre en Rusia se declararon de palabra partidarios de la dictadura del 
  proletariado, pero, de hecho, eran enemigos suyos. Prosiguieron la política de 
  reconciliación con los socialchovinistas y apoyaron el rapaz Tratado de 
  Versalles. En diciembre de 1920, los longuetistas, junto con los reformistas 
  descarados, se separaron del partido, se adhirie- 
  
  ron a la llamada Internacional Segunda y media y, después de su 
  desmoronamiento, volvieron a la II Internacional.    [] 
    [4] El Partido Obrero Independiente de Inglaterra (Independent Labour Party) 
  fue fundado en 1893. A su cabeza figuraban James Keir Hardie, R. MacDonald y 
  otros. Aunque decía mantener su independencia política respecto a los partidos 
  burgueses, en realidad, el Partido Obrero Independiente sólo era 
  "independiente del socialismo, pero muy dependiente del liberalismo" (Lenin).  
    [] 
    [5] Fabianos : miembros de la "Sociedad Fabiana", organización reformista 
  inglesa y extremadamente oportunista, fundada en 1884 por un grupo de 
  intelectuales burgueses de Inglaterra. La característica de los fabianos véase 
  en los trabajos de V. I. Lenin: Prefacio a la traducción rusa de la 
  "Correspondencia de J. F. Becker, J. Dietzgen, F. Engels, C. Marx y otros con 
  F. A. Sorge y otros ", El programa agrario de la socialdemocracia en la 
  revolución rusa, El pacifismo inglés y la fobia inglesa respecto a la teoría y 
  otros.    [] 
    [6] El Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania : partido centrista 
  fundado en abril de 1917. 
      Se escindió en octubre de 1920 en su Congreso de Halle. Una parte 
  considerable del partido se fusionó en diciembre del mismo año con el Partido 
  Comunista de Alemania. Los elementos derechistas formaron un partido aparte, 
  adoptando la vieja denominación de Partido Socialdemócrata Independiente. En 
  1922, los "independientes" volvieron a ingresar en el Partido Socialdemócrata 
  Alemán.    [] 
    [7] Espartaquistas : miembros de la "Liga Espartaco", que fue fundada en 
  enero de 1916 durante la Primera Guerra Mundial bajo la dirección de C. 
  Liebknecht, R. Luxemburgo, F. Mehring, C. Zetkin, etc. Los espartaquistas 
  realizaron propaganda revolucionaria entre las masas contra la guerra 
  imperialista, desenmascararon la política de conquistas del imperialismo 
  alemán y la traición de los líderes de la socialdemocracia. Pero, los 
  espartaquistas, izquierdistas alemanes no se desembarazaron de errores de 
  semimencheviques en cuestiones teóricas y políticas de la mayor importancia. 
  La crítica de los errores de los izquierdistas alemanes fue hecha por Lenin en 
  sus trabajos Sobre el folleto de Junius, Sobre una caricatura de marxismo y 
  sobre el " economismo imperialista ", y otros, y por Stalin en su obra Sobre 
  algunas cuestiones de la historia del bolchevismo (Carta a la Redacción de la 
  revista "Proletárskaia Revolutsia "). En abril de 1917 los espartaquistas se 
  adhirieron al Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania, centrista, 
  conservando dentro 
  
  de él su independencia orgánica. Después de la revolucion de noviembre de 1918 
  en Alemania, los espartaquistas rompieron con los "independien tes" y en 
  diciembre del mismo año fundaron el Partido Comunista de Alemania.    [pág. 
  19] 
    [8] "Laboristas ": Lenin llama a los miembros del Partido Obrero de 
  Inglaterra (Labour Party).    [] 
    [9] Volapuk : idioma internacional artificial, inventado en 1879 por el 
  alemán Schleyer, que no alcanzó a popularizarse.    [] 
    [10] "Tribunistas" bolandeses : Lenin llama a los miembros del Partido 
  Comunista Holandés. Los tribunistas, primeramente, se presentaron como un 
  grupo de izquierda del Partido Obrero Socialdemócrata Holandés, que editó en 
  1907 el periódico "Tribuna" (De Tribune ). En 1909, los tribunistas fueron 
  excluidos del Partido Obrero Socialdemócrata y organizaron un partido 
  independiente (el Partido Socialdemócrata de Holanda). Los tribunistas 
  representaron el ala izquierda del movimiento obrero de Holanda, pero no 
  formaron un partido consecuentemente revolucionario. En 1918, los tribunistas 
  participaron en la creación del Partido Comunista de Holanda.    [] 
    [11] Horner : A. Pannekoek.    [] 
    [12] Diario Obrero Comunista (Kommunistische Arbeiterzeitung ): órgano del 
  grupo pequeñoburgués anarcosindicalista, de comunistas de "izquierda", que se 
  escindió en 1919 de; Partido Comunista de Alemania (espartaquistas). El 
  periódico se publicó desde 1919 hasta 1927. Los comunistas de "izquierda" 
  alemanes no cumplieron el acuerdo del III Congreso de la Internacional 
  Comunista, el cual exigió de ellos que renunciaran a la táctica sectaria y se 
  adhirieran al Partido Comunista de Alemania, siendo excluidos de la 
  Internacional Comunista. Los dirigentes de los comunistas de "izquierda" 
  rodaron al campo de la contrarrevolución.    [] 
    [13] Después de la revolución de febrero de 1917 y hasta 1919, inclusive, el 
  número de miembros del Partido cambió del modo siguiente: cuando se cclcbró la 
  VII Conferencia Nacional del P.O.S.D.R. (bolchevique) (Conferencia de Abril) 
  en 1917, el Partido tenía 80.000 miembros; al celebrarse el VI Congreso del 
  P.O.S.D.R. (b), en julio-agosto de 1917, cerca de 240.000; al empezar el VII 
  Congreso del P.C.R. (b), en marzo de 1918, no menos de 270.000, y en el VIII 
  Congreso del P.C.R. (b), en marzo de 1919, 313.766.    [] 
    [14] Diario Popular Político.    [] 
    [15] "Los Trabajadores Industriales del Mundo " ("Industrial Workers of the 
  World". I.W.W.): organización de los obreros norteamericanos, fundada 
  
  en 1905. En la actividad de la organización se maniíestaron acentuados rasgos 
  anarcosindicalistas: no reconocia la lucha politica del proletariado, negaba 
  el papel dirigente del Partido, la necesidad del levantamiento armado para 
  derrocar el capitalismo y la lucha por la dictadura del proletariado; y 
  rechazaba trabajar en los sindicatos afiliados a la Federación Norteamericana 
  del Trabajo. Más tarde, "Los Trabajadores Industriales del Mundo" se 
  convirtieron en un grupo sectario anarcosindicalista que perdió toda 
  influencia en los obreros.    [] 
    [16] Febrero.    [] 
    [17] El Partido Socialista Italiano fue fundado en 1892 como "Partido de los 
  Obreros Italianos"; en 1893 tomó el nombre "Partido Sociaiista Italiano". 
  Después del triunfo de la Gran Revolucion Socialista de Octubre en Rusia, se 
  fortaleció el ala izquierda en el Partido Socialista Italiano. En enero de 
  1921, en el XVII Congreso del Partido, celebrado en Livorno los izquierdistas 
  rompieron con el Partido Socialista, organizaron su propio Congreso y fundaron 
  el Partido Comunista Italiano. 
      En el período de la dictadura fascista en Italia, se formó de nuevo una 
  fracción influyente en el Partido Socialista Italiano. En 1934 el Partido 
  Socialista Italiano concertó el acuerdo de la unidad de accion con el Partido 
  Comunista Italiano. Este acuerdo sirvio como base de la colaboración de ambos 
  Partidos durante la Segunda Guerra Mundial y la postguerra. En enero de 1947 
  abandonó el Partido Socialista Italiano un grupo de derechistas encabezado por 
  el agente del imperialismo norteamericano Saracat y formó el llamado "Partido 
  Socialista de los Trabajadores Italianos".    [] 
    [18] El Estado Popular.    [] 
    [19] Lenin alude al pasaje de la carta de F. Engels a F. Sorge fechada el 29 
  de noviembre de 1886, en la que Engels, criticando a los emigrados 
  socialdemócratas alemanes residentes en Norteamérica, dice que, para ellos, la 
  teoría "es un dogma y no una gula para la acción".    [] 
    [20] "EI Partido Socialista Británico " (British Socialist Party) fue 
  fundado en 1911, en Manchester. El P.S.B hizo agitación y propaganda en el 
  espiritu marxista y era un partido "no oportunista, verdaderamente 
  independiente respecto a los liberales" (Lenin ). El escaso número de 
  militantes y sus débiles vinculos con las masas le daban un caracter algo 
  sectario. 
      En el periodo de la Primera Guerra Mundial, en el partido aparecieron dos 
  corrientes: una abierta del socialchovinismo, encabezada por Hyndman y otra 
  internacionalista encabezada por A. Inkpin y otros. En abril de 1916 sucedió 
  la escisión en el partido. Hyndman y sus correligionarios 
  
  representaron la minoría, y salieron del partido. Desde entonces frente al 
  Partido Socialista Británico figuraban los elementos internacionalistas. El 
  Partido Socialista Británico fue iniciador de la creación del Partido 
  Comunista de Gran Bretaña, que se fundo en 1920.    [] 
    [21] "El Partido Socialista Obrero " fue fundado en 1903 por un grupo de 
  socialdemócratas de izquierda escindido de la Federación Socialdemocrata. La 
  "Sociedad Socialista del Sur de Gales " era un pequeño grupo, integrado 
  primordialmente por obreros mineros de Gales. La "Federación Socialista Obrera 
  " era una organización poco numerosa, surgida de la "Sociedad de defensa de 
  los derechos electorales de la mujer" e integrada principalmente por mujeres. 
      Al fundarse el Partido Comunista de Gran Bretaña (el Congreso de 
  constitución se celebró del 31 de julio al 1ƒ de agosto de 1920), que in cluyó 
  en su programa un punto sobre la participación del Partido en las elecciones 
  parlamentarias y sobre la afiliación al Partido Laborista, todas las 
  organizaciones "izquierdistas" se negaron a ingresar en el Partido Comunista. 
  En el Congreso de este Partido celebrado en enero de 1921, la "Sociedad 
  Socialista del Sur de Gales" y la "Federación Socialista Obrera" (que habían 
  adoptado a la sazón las denominaciones de "Partido Comunista Obrero" y 
  "Partido Comunista") se fusionaron con el Partido Comunista de Gran Bretaña, 
  que tomó el nombre de "Partido Comunista Unificado de Gran Bretaña". La 
  dirección del "Partido Socialista Obrero" se negó a la unificacion.    [pág. 
  78] 
    [22] Unión de Espartaco.    [] 
    [23] "Soviéticos " "abogados ": colegios de abogados creados en febrero de 
  1918 adjuntos a los Soviets de diputados obreros, soldados, campesinos y 
  cosacos. En octubre de 1920, estos colegios fueron suprimidos.    [] 




      From Marx to Mao
      (English)
      Desde Marx
      hasta Mao
      Textos
      de Lenin





    Source: geocities.com/capitolhill/senate/3035

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