El socialismo y la guerra
V. I. Lenin
EL SOCIALISMO Y LA GUERRA
I N D I C E
EL SOCIALISMO Y LA GUERRA
(LA ACTITUD DEL P. O. S. D. R. ANTE LA GUERRA)
1
PROLOGO A LA PRIMERA EDICION
(PUBLICADA EN EL EXTRANJERO)
3
PROLOGO A LA SEGUNDA EDICION
5
CAPITULO I LOS PRINCIPIOS DEL SOCIALISMO Y LA GUERRA
DE 1914-1915
7
La actitud de los socialistas ante la guerra
Tipos históricos te guerras modernas
Diferencia entre guerra ofensiva y guerra defensiva
La guerra actual es una guerra imperialista
La guerra entre los más grandes esclavistas por el mantenimiento y
fortalecimiento de la esclavitud
"La guerra es la prolongación de la política por otros medios" (a saber:
por la violencia)
El ejemplo de Bélgica
¿Por qué combate Rusia?
¿Que es el socialchovinismo?
El manifiesto de Basilea
Las falsas referencias a Marx y a Engels
La bancarrota de la II Internacional
El socialchovinismo es el oportunismo más acabado
La unidad con los oportunistas es la alianza de los obreros con "su"
burguesía nacional y la escisión de la clase obrera revolucionaria
internacional
El "kautskismo"
La consigna de los marxistas es la consigna de la socialdemocracia
revolucionaria
El ejemplo de la fraternización en las trincheras
Importancia de la organización ilegal
Sobre la derrota del "propio" gobierno en la guerra imperialista
Sobre el pacifismo y la consigna de la paz
Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación
7
8
9
10
11
14
15
16
17
18
19
21
21
23
24
26
27
27
28
29
30
CAPITULO II LAS CLASES Y LOS PARTIDOS EN RUSIA
32
La burguesía y la guerra
La clase obrera y la guerra
La fracción obrera socialdemócrata de Rusia en la Duma del Estado y la
guerra
32
34
36
CAPITULO III LA RECONSTRUCCION DE LA INTERNACIONAL
41
El método de los socialchovinistas y del "centro"
La situación en la oposición
El Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia y la III Internacional
41
43
48
CAPITULO IV HISTORIA DE LA ESCISION Y SITUACION
ACTUAL DE LA SOCIALDEMOCRACIA EN RUSIA
51
Los "economistas" y la vieja Iskra (1894-1903)
El menchevismo y el bolchevismo (1903-1908)
El marxismo y el liquidacionismo (1908-1914)
Marxismo y socialchovinismo (1914-1915)
La situación actual en la socialdemocracia rusa
Las tareas de nuestro Partido
52
53
54
56
57
60
NOTAS
EL SOCIALISMO Y LA GUERRA
(LA ACTITUD DEL P.O.S.D.R. ANTE LA GUERRA)[1]
Escrito en julio-agosto de 1915.
Publicado en forma de libro en otoño
de 1915 por la Redacción del pe-
riódico Sotsial-Demokrat. Ginebra.
[blanca]
PROLOGO A LA PRIMERA EDICION
(PUBLICADA EN EL EXTRANJERO)
La guerra dura ya un año. Nuestro Partido fijó su actitud ante ella, en su
comienzo mismo, en el manifiesto del Comité Central, redactado en setiembre de
1914 y publicado (después de ser distribuido a los miembros del Comité Central
y a los representantes responsables de nuestro Partido en Rusia, y de recibir
su conformidad) el 1 de noviembre de 1914 en el núm. 33 de Sotsial-Demokrat,
órgano del Comité Central de nuestro Partido*. Más tarde, en el número 40 (29
de marzo de 1915), aparecieron las resoluciones de la Conferencia de Berna**,
que of recen una exposición más precisa de nuestros principios y de nuestra
táctica.
En el momento actual, el estado de ánimo revolucionario de las masas crece
evidentemente en Rusia. Sintomas del mismo fenómeno se observan por doquier en
otros países, pese a que las aspiraciones revolucionarias del proletariado se
ven ahogadas por la mayoráa de los partidos socialdemócratas
* Véase "La guerra y la socialdemocracia de Rusia", Obras Completas de V.
I. Lenin, t. XXI. (N. de la Red.)
** Véase "La Conferencia de las secciones del P.O.S.D.R. en el
extranjero", Obras Completas de V. I. Lenin, t. XXI. (N. de la Red.)
oficiales, que se han puesto del lado de sus gobiernos y de su burguesía. En
virtud de tal estado de cosas, es muy necesaria la publicación de un folleto
que haga un balance de la táctica socialdemócrata respecto de la guerra.
Reeditamos integramente los documentos del Partido antes citados,
acompañándolos de breves explicaciones en las que tratamos de tomar en cuenta
los principales argumentos que, en favor de la táctica burguesa y la táctica
proletaria, han sido expuestos en las publicaciones y en las reuniones del
Partido.
PROLOGO A LA SEGUNDA EDICION
El presente folleto fue escrito en el verano de 1915, en la vispera de la
Conferencia de Zimmerwald. Apareció también en alemán y francés, y ha sido
reimpreso en noruego en su totalidad en el órgano de la Juventud
Socialdemócrata Noruega. La edición alemana del folleto fue introducida
clandestinamente en Alemania -- en Berlín, Leipzig, Bremen y otras ciudades
--, y difundida ilegalmente por los partidarios de la izquierda de Zimmerwald
y por el grupo de Karl Liebknecht. La edición francesa, impresa
clandestinamente en París, fue difundida allí por los zimmenvaldianos
franceses. De la edición rusa llegaron al país muy contados ejemplares, y en
Moscú fue copiada a mano por los obreros.
Ahora reimprimimos íntegramente este folleto, a título de documento. El
lector debe recordar siempre que fue escrito en agosto de 1915. Hay que
recordarlo sobre todo en los pasajes en que se habla de Rusia: Rusia era
todavía la Rusia zarista, la Rusia de los Románov. . .
Editado en forma de libro
en 1918.
[blanca]
CAPITULO I
LOS PRINCIPIOS DEL SQCIALISMO Y LA
GUERRA DE 1914-1915
La actitud de los socialistas ante la guerra
Los socialistas han condenado siempre las guerras entre los pueblos como
algo bárbaro y feroz. Pero nuestra actitud ante la guerra es distinta, por
principio, de la que asumen los pacifistas burgueses (partidarios y
propagandistas de la paz) y los anarquistas. Nos distinguimos de los primeros
en que comprendemos el lazo inevitable que une las guerras con la lucha de
clases en el interior del país, y en que comprendemos que no se puede suprimir
las guerras sin suprimir antes las clases y sin instaurar el socialismo;
también en que reconocemos plenamente la legitimidad, el carácter progresista
y la ne cesidad de las guerras civiles, es decir, de las guerras de la clase
oprimida contra la clase opresora, de los esclavos contra los esclavistas, de
los campesinos siervos contra los terratenientes y de los obreros asalariados
contra la burguesía. Nosotros, los marxistas, diferimos tanto de los
pacifistas como de los anarquistas en que reconocemos la necesidad de estudiar
históricamente (desde el punto de vista del materialismo dialéctico de Marx)
cada guerra en particular. La historia ha conocido muchas guerras que, pese a
los horrores, las ferocidades, las calamidades y los sufrimientos que toda
guerra acarrea inevitablemente, fueron progresistas, es decir, útiles para el
progreso de la humanidad, contribuyendo a destruir instituciones
particularmente nocivas y reaccionarias (como, por ejemplo, la autocracia o la
servidumbre), y las formas más bárbaras del despotismo en Europa (la turca y
la rusa). Por esta razón, hay que examinar las peculiaridades históricas de la
guerra actual.
Tipos históricos de guerras modernas
La Gran Revolucion Francesa inauguro una nueva época en la historia de la
humanidad. Desde entonces hasta la Comuna de Paris, es decir, desde 1789 a
1871, las guerras de liberación nacional, de carácter progresista burgués,
constituían uno de los tipos de guerra. Dicho en otros términos: el contenido
principal y la significación histórica de estas guerras eran el derrocamiento
del absolutismo y del régimen feudal, su quebrantamiento y la supresión del
yugo nacional extranjero. Eran, por ello, guerras progresistas, y todos los
demócratas honrados y revolucionarios, asé como todos los socialistas,
simpatizaban siempre, en esas guerras con el triunfo del país (es decir, de la
burguesía) que contribuía a derrumbar o a minar los pilares más peligrosos del
régimen feudal, del absolutismo y de la opresión ejercida sobre otros pueblos.
Así, por ejemplo, en las guerras revolucionarias de Francia hubo un elemento
de saqueo y de conquista de tierras ajenas por los franceses, sin embargo,
ello no cambia en nada la significación
histórica fundamental de esas guerras, que demolían y que brantaban el régimen
feudal y el absolutismo de toda la vieja Europa, de la Europa feudal. Durante
la guerra franco-prusiana, Alemania expolió a Francia, pero ello no altera la
significación histórica fundamental de esta guerra, que liberó a decenas de
millones de alemanes del desmembramiento feudal y de la opresión de dos
despotas: el zar ruso y Napoleón III.
Diferencia entre guerra ofensiva y guerra defensiva
La época de 1789 a 1871 ha dejado huellas profundas y recuerdos
revolucionarios. Antes de que fueran destruidos el régimen feudal, el
absolutismo y el yugo nacional extranjero, no cabía hablar siquiera del
desarrollo de la lucha proletaria por el socialismo. Cuando los socialistas
hablaban del carácter legítimo de la guerra "defensiva", refiriéndose a las
guerras de esa época, siempre tenían en cuenta precisamente esos fines, que se
reducían a la revolución contra el régimen medieval y la servidumbre. Los
socialistas entendieron siempre por guerra "defensiva" una guerra "justa " en
este sentido (expresión empleada en cierta ocasión por W. Liebknecht). Sólo en
ese sentido, los socialistas admitían y siguen admitiendo el carácter
legítimo, progresista y justo de la "defensa de la patria" o de una guerra
"defensiva". Si, por ejemplo, mañana Marruecos declarase la guerra a Francia,
la India a Inglaterra, Persia o China a Rusia, etcétera, esas guerras serían
guerras "justas", "defensivas", independientemente de quien atacara primero, y
todo socialista simpatizaría con la victoria de los Estados oprimidos,
dependientes, menoscabados en sus derechos, sobre las "grandes" potencias
opresoras, esclavistas y expoliadoras.
Pero imaginese que un propietario de cien esclavos hace la guerra a otro
que posee doscientos por llegar a una distribución más "equitativa" de los
esclavos. Es evidente que emplear en este caso el concepto de guerra
"defensiva" o de "defensa de la patria" sería falsificar la historia y, en la
práctica, equivaldría pura y simplemente a un engano de la gente sencilla, de
los pequeños burgueses y de los ignorantes por hábiles esclavistas. Pues bien,
precisamente así engaña hoy la burguesía imperialista a los pueblos,
valiéndose de la ideologia "nacional" y de la idea de defensa de la patria, en
la guerra actual que los esclavistas libran entre si para consolidar y
reforzar la esclavitud.
La guerra actual es una guerra imperialista
Casi todo el mundo reconoce que la guerra actual es una guerra
imperialista, pero en la mayor parte de los casos se tergiversa esta idea, ya
sea aplicándola a una de las partes o bien dando a entender que, pese a todo,
esta guerra podría tener un carácter burgués progresista, de liberación
nacional. El imperialismo es la fase superior del desarrollo del capitalismo,
fase a la que sólo ha llegado en el siglo XX. El capitalismo comenzó a
sentirse limitado dentro del marco de los viejos Estados nacionales, sin la
formación de los cuales no habría podido derrocar al feudalismo. El
capitalismo ha llevado la concentración a tal punto, que ramas enteras de la
industria se encuentran en manos de asociaciones patronales, trusts,
corporaciones de capitalistas multimillonarios, y casi todo el globo terrestre
esta repartido entre estos "potentados del capital", bien en forma de colonias
o bien envolviendo a los países extranjeros en las tupidas redes de la
explotación fi-
nanciera. La libertad de comercio y la libre competencia han sido sustituidas
por la tendencia al monopolio, a la conquista de tierras para realizar en
ellas inversiones de capital y lle varse sus materias primas, etc. De
liberador de naciones, como lo fue en su lucha contra el feudalismo, el
capitalismo se ha convertido, en su fase imperialista, en el más grande
opresor de naciones. El capitalismo, progresista en otros tiempos, se ha
vuelto reaccionario; ha desarrollado las fuerzas productivas a tal extremo,
que a la humanidad no le queda otro camino que pasar al socialismo, o bien
sufrir durante años, e incluso durante decenios, la lucha armada de las
"grandes" potencias por el mantenimiento artificial del capitalismo mediante
las colonias, los monopolios, los privilegios y todo género de la opresión
nacional.
La guerra entre los más grandes esclavistas
por el mantenimiento y fortalecimiento
de la esclavitud
A fin de mostrar con claridad la significación del imperialismo, citamos a
continuación datos precisos sobre el reparto del mundo entre las llamadas
"grandes" potencias (es decir, las que han tenido éxito en el gran saqueo):
[ver pág. sig.]
Este cuadro nos permite ver cómo los pueblos que de 1789 a 1871 lucharon,
en la mayoría de los casos al frente de los otros, por la libertad, se han
convertido en nuestra época, después de 1876 y gracias a un capitalismo
altamente desarrollado y "pasado de maduro", en los opresores y explotadores
de la mayoría de la población y de las naciones del globo. Entre 1876 y 1914,
seis "grandes" potencias se apoderaron de 25 millones de kilometros cuadrados,
¡es decir, una superficie dos
Reparto del mundo entre las " grandes" potencias esclavistas
"Grandes"
potencias
Colonias
Metrópolis
Total
1876
1914
1914
Kms.2
(en mill-
ones)
Habi-
tantes
(en mill-
ones)
Kms.2
(en mill-
ones)
Habi-
tantes
(en mill-
ones)
Kms.2
(en mill-
ones)
Habi-
tantes
(en mill-
ones)
Kms.2
(en mill-
ones)
Habi-
tantes
(en mill-
ones)
Inglaterra . . .
Rusia . . . .
Francia . . .
Almania . . .
Japón . . . .
Estados Unidos .
22,5
17,0
0,9
---
---
---
251,9
15,9
6,0
---
---
---
33,5
17,4
10,6
2,9
0,3
0,3
393,5
33,2
55,5
12,3
19,2
9,7
0,3
5,4
0,5
0,5
0,4
9,4
46,5
136,2
39,6
64,9
53,0
97,0
33,8
22,8
11,1
3,4
0,7
9,7
440,0
169,4
95,1
77,2
72,2
106,7
Todos de las seis
"grandes" po-
tencias
40,4
273,8
65,0
523,4
16,5
437,2
81,5
960,6
Colonias que no
pertenecen a
las grandes
potencias (sino
a Belgica, Ho-
landa y otros
Estados . . . )
Tres pases "se-
micolonias"
(Turquia, Chi-
na y Persia)
9,9
45,3
9,9
14,5
45,3
361,2
T o t a l . . .
105,9
1.367,1
Demás Estados y pa&oicuteses . . . . . . . . . . .
. .
28,0
289,9
Todo el globo (excepto las regiones polares) . . . . . . .
. .
133,9
1.657,0
veces y media más grande que la de toda Europa! Seis potencias subyugan a una
población de más de quinientos millones (523) de habitantes en las colonias.
Por cada cuatro habitantes de las "grandes" potencias hay cinco habitantes de
"sus" colonias. Y todo el mundo sabe que las colonias han sido con quistadas a
sangre y fuego, que sus pobladores son tratados barbaramente y explotados de
mil maneras (mediante la exportación de capitales, concesiones, etc., el
engaño en la venta de mercancías, el sometimiento a las "autoridades" de la
nación "dominante", etc., y con otras cosas por el estilo). La burguesía
anglo-francesa engaña a los pueblos al decir que hace la guerra en aras de la
libertad de los pueblos y de Bélgica, cuando en realidad la hace para
conservar los inmensos territorios coloniales de los que se ha apoderado. Los
imperialistas alemanes evacuarian de inmediato Bélgica y otros países si los
ingleses y franceses se repartiesen "amistosamente" con ellos sus colonias. Lo
peculiar de la situación actual consiste en que la suerte de las colonias se
decide con la guerra que se libra en el continente. Desde el punto de vista de
la justicia burguesa y de la libertad nacional (o del derecho de las naciones
a la existencia), Alemania tendría sin duda alguna razón contra Inglaterra y
Francia, ya que ha sido "defraudada" en el reparto de las colonias, y sus
enemigos oprimen a muchísimas más naciones que ella; en cuanto a su aliada,
Austria, los eslavos por ella oprimidos gozan sin duda de más libertad que en
la Rusia zarista, verdadera "carcel de pueblos". Pero la propia Alemania no
lucha por liberar a los pueblos, sino por sojuzgarlos. Y no corresponde a los
socialistas ayudar a un bandido más joven y más vigoroso (Alemania) a
desvalijar a otros bandidos más viejos y más cebados. Lo que deben hacer los
socialistas es aprovechar la guerra que
se hacen los bandidos para derrocar a todos ellos. Para esto, es preciso ante
todo que los socialistas digan al pueblo la verdad, a saber, que esta guerra
es, en un triple sentido, una guerra entre esclavistas para reforzar la
esclavitud. En primer lugar, es una guerra que tiende a consolidar la
esclavitud de las colonias mediante un reparto mas "equitativo" y una
explotación ulterior mas "coordinada" de las mismas; en segundo lugar, es una
guerra que persigue el reforzamiento del yugo que pesa sobre las naciones
extrañas en el seno mismo de las "grandes" potencias, pues tanto Austria como
Rusia (y esta mucho mas y mucho peor que aquélla) sólo se mantienen gracias a
ese yugo que refuerzan con la guerra; en tercer lugar, es una guerra con
vistas a intensificar y prolongar la esclavitud asalariada, pues el
proletariado está dividido y aplastado, mientras que los capitalistas salen
ganando, enriqueciéndose con la guerra, avivando los prejuicios nacionales e
intensificando la reacción, que ha levantado la cabeza en todos los países,
aun en los más libres y republicanos.
"La guerra es la prolongación de la política
por otros medios"
(a saber: por la violencia)[2]
Esta famosa sentencia pertenece a Clausewitz, uno de los más profundos
escritores sobre temas militares. Los marxistas siempre han considerado esta
tesis, con toda razón, como la base teórica de las ideas sobre la
significación de cada guerra en particular. Justamente desde este punto de
vista examinaron siempre Marx y Engels las diferentes guerras.
Apliquese esta tesis a la guerra actual. Se verá que durante decenios,
casi desde hace medio siglo, los gobiernos y las clases
dominantes de Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Austria y Rusia
practicaron una política de saqueo de las colonias, de opresión de otras
naciones y de aplastamiento del movimiento obrero. Y esta política
precisamente, y sólo ésta, es la que se prolonga en la guerra actual. En
especial, tanto en Austria como en Rusia, la politica de tiempos de paz, al
igual que la de tiempos de guerra, ha consistido en esclavizar a las naciones
y no en liberarlas. Por el contrario, en China, en Persia, en la India y otros
países dependientes vemos en los últimos decenios la política del despertar de
decenas y centenas de millones de hombres a la vida nacional, una política que
tiende a liberarlos del yugo de las "grandes" potencias reaccionarias. Sobre
este terreno histórico concreto, una guerra puede tener también hoy un
carácter progresista burgués, puede ser una guerra de liberación nacional.
Basta considerar la guerra actual como una prolongación de la política de
las "grandes" potencias y de las clases fundamentales de las mismas para ver
de inmediato el carácter antihistórico, la falsedad y la hipocresía de la
opinión según la cual puede justificarse, en la guerra actual, la idea de la
"defensa de la patria".
El ejemplo de Bélgica
Los socialchovinistas de la Triple (hoy Cuádruple) Entente (en Rusia,
Plejánov y Cía.) gustan sobre todo de invocar el ejemplo de Bélgica. Pero este
ejemplo se vuelve contra ellos. Los imperialistas alemanes han violado
desvergonzadamente la neutralidad de Bélgica, como han hecho siempre y por
doquier los Estados beligerantes que, cuando les conviene, pisotean todos los
tratados y todas las obligaciones. Admitamos que
todos los Estados que tienen interés en respetar los tratados internacionales
hubieran declarado la guerra a Alemania para exigir que este país evacuase a
Bélgica y le pagara una indemnización. En este caso, la simpatía de los
socialistas estaría, como es natural, del lado de los enemigos de Alemania.
Ahora bien, la cuestión estriba precisamente en que la "Triple (y Cuádruple)
Entente" no hace la guerra por Bélgica. Esto lo sabe muy bien todo el mundo, y
solo los hipócritas lo disimulan. Inglaterra saquea las colonias de Alemania y
Turquía; Rusia hace lo propio con Galitzia y Turquía; Francia procura
conseguir la Alsacia-Lorena e incluso la orilla izquierda del Rin; con Italia
se ha firmado un tratado para repartir el botín (Albania y el Asia menor), y
con Bulgaria y Rumania se regatea también por el reparto del botín. En la
guerra que hoy libran los gobiernos actuales ¡no se puede ayudar a Bélgica más
que ayudando a estrangular a Austria o a Turquía, etc.! ¿¿A qué viene aquí la
"defensa de la patria"?? Justamente en esto reside el carácter peculiar de la
guerra imperialista, guerra entre gobiernos burgueses reaccionarios, que se
han sobrevivido históricamente, destinada a sojuzgar a otras naciones. Quien
justifica la participación en esta guerra, contribuye a perpetuar la opresión
imperialista de las naciones. Quien preconiza la explotación de las
dificultades actuales de los gobiernos para luchar en favor de la revolución
social, defiende la libertad real de todas las naciones sin excepción, que
sólo puede ser alcanzada con el socialismo.
¿Por qué combate Rusia?
En Rusia, el imperialismo capitalista de novísimo tipo se ha revelado
plenamente en la política del zarismo con respecto
a Persia, Manchuria y Mongolia; pero lo que predomina, en general, en Rusia,
es el imperialismo militar y feudal. En ninguna parte del mundo está tan
oprimida la mayoría de la po blación como en Rusia: los gran rusos sólo
constituyen el 43% de la población, es decir, menos de la mitad, y el resto de
los habitantes, por no ser rusos, carecen de derechos. De los 170 millones de
habitantes que tiene Rusia, cerca de 100 millones están oprimidos y carecen de
derechos. El zarismo hace la guerra para apoderarse de Galitzia y estrangular
definitivamente la libertad de los ucranianos, para apoderarse de Armenia, de
Constantinopla, etc. El zarismo ve en la guerra un medio para distraer la
atención del descontento que aumenta en el interior del país y aplastar el
movimiento revolucionario que va en ascenso. Hoy por cada dos gran rusos hay
en Rusia de dos a tres "alógenos" privados de derechos. El zarismo pretende,
por medio de la guerra, aumentar el número de naciones oprimidas, intensificar
su opresión y, de este modo, minar la lucha por la libertad que libran los
gran rusos mismos. La posibilidad de oprimir y desvalijar a otros pueblos
agrava el estancamiento económico, pues en vez de desarrollarse las fuerzas
productivas, se busca la fuente de los ingresos en la explotación semifeudal
de los pueblos "alógenos". Por tanto, por parte de Rusia, esta guerra tiene un
carácter sumamente reaccionario y opuesto a toda libertad.
¿Que es el socialchovinismo?
El socialchovinismo es la sustentación de la idea de "defensa de la
patria" en la guerra actual. De esta posición derivan, como consecuencia, la
renuncia a la lucha de clases, la votación de los créditos de guerra, etc. Los
socialchovinistas aplican,
de hecho, una política antiproletaria, burguesa, pues lo que propugnan en
realidad no es la "defensa de la patria" en el sentido de la lucha contra el
yugo extranjero, sino el "derecho" de tales o cuales "grandes" potencias a
saquear las colonias y oprimir a otros pueblos. Los socialchovinistas repiten
el engaño burgués de que la guerra se hace en defensa de la libertad y de la
existencia de las naciones, con lo cual se ponen del lado de la burguesía
contra el proletariado. Entre los socialchovinistas figuran tanto los que
justifican y exaltan a los gobiernos y a la burguesía de uno de los grupos de
potencias beligerantes como los que, a semejanza de Kautsky, reconocen a los
socialistas de todas las potencias beligerantes el mismo derecho a "defender
la patria". El socialchovinismo, que defiende de hecho los privilegios, las
ventajas, el saqueo y la violencia de "su" burguesía imperialista (o de toda
burguesía en general), constituye una traición absoluta a todas las ideas
socialistas y a la resolución del Congreso Socialista Internacional de
Basilea.
El manifiesto de Basilea
El manifiesto sobre la guerra, aprobado por unanimidad en Basilea en 1912,
tenía en cuenta precisamente la guerra entre Inglaterra y Alemania, con sus
aliados actuales, que estallo en 1914. El manifiesto declara abiertamente que
ningún interés popular puede justificar una guerra semejante, que se libra en
áras de los "beneficios de los capitalistas y por conveniencias dinásticas",
sobre la base de la política imperialista, expoliadora, de las grandes
potencias. El manifiesto declara en forma expresa que la guerra es peligrosa
"para los gobiernos" (para todos sin excepción), hace notar que sienten el
temor a la "revolución proletaria" y señala con toda precisión el ejemplo
de la Comuna de 1871 y el de octubre-diciembre de 1905, es decir, el ejemplo
de la revolución y de la guerra civil. Así, pues, el manifiesto de Basilea
establecía, justamente para la guerra actual, la táctica de la lucha
revolucionaria de los trabajadores contra sus gobiernos en escala
internacional, la táctica de la revolución proletaria. El manifiesto de
Basilea repite las palabras de la resolución de Stuttgart de que en caso de
estallar la guerra, los socialistas deben aprovechar la "crisis económica y
política" creada por ella para "precipitar el hundimiento del capitalismo", es
decir, aprovechar en beneficio de la revolución socialista las dificultades
que la guerra causa a los gobiernos, así como la indignación de las masas.
La política de los socialchovinistas, que justifican la guerra desde el
punto de vista burgués sobre los movimientos de liberación, que admiten la
"defensa de la patria", que votan en favor de los créditos de guerra y
participan en los ministerios, etcétera, es una traición abierta al
socialismo, que sólo puede explicarse, como veremos más adelante, por el
triunfo del oportunismo y de la política obrera nacional-liberal en el seno de
la mayoría de los partidos europeos.
Las falsas referencias a Marx y a Engels
Los socialchovinistas rusos (con Plejánov a la cabeza) se remiten a la
táctica de Marx con respecto a la guerra de 1870; los alemanes (por el estilo
de Lensch, David y Cía.) invocan la declaración de Engels en 1891, sobre el
deber de los socialistas alemanes de defender la patria en caso de guerra
contra Rusia y Francia coaligadas; finalmente, los socialchovinistas del tipo
de Kautsky, deseosos de transigir con el chovinismo internacional y de
legitimarlo, se remiten al hecho de que Marx y
Engels, aun condenando como condenaban la guerra, se pusieron constantemente,
desde 1854-1855 hasta 1870-1871 y en 1876-1877, de parte de tal o cual Estado
beligerante, una vez que la guerra, pese a todo, había estallado.
Todas estas referencias constituyen una indignante desna turalización de
las ideas de Marx y Engels para complacer a la burguesía y a los oportunistas,
de la misma manera que los escritos de los anarquistas Guillaume y Cía.
tergiversan las ideas de Marx y Engels para justificar el anarquismo. La
guerra de 1870-1871 fue, por parte de Alemania, una guerra históricamente
progresista hasta la derrota de Napoleón III, pues él, de acuerdo con el zar,
había oprimido a Alemania durante largos años, manteniendo en ella el
fraccionamiento feudal. Pero en cuanto la guerra se trasformó en un saqueo de
Francia (con la anexión de Alsacia-Lorena), Marx y Engels condenaron
resueltamente a los alemanes. E incluso al comienzo mismo de la guerra, Marx y
Engels aprobaron la negativa de Bebel y Liebknecht a votar los créditos y
aconsejaron a los socialdemócratas no mezclarse con la burguesía, sino
defender los intereses independientes, de clase, del proletariado. Extender
esta apreciación sobre una guerra progresista burguesa y de liberación
nacional a la guerra imperialista actual, es mofarse de la verdad. Lo mismo
puede decirse -- y con mayor razón -- de la guerra de 1854-1855 y de todas las
guerras del siglo XIX, cuando no existían ni el imperialismo actual, ni las
condiciones objetivas ya maduras para el socialismo, ni partidos socialistas
de masas en todos los países beligerantes es decir, en una época en que no se
daban precisamente las condiciones en que se basaba el manifiesto de Basilea
para trazar la tactica de la "revolucion proletaria" en relación con la guerra
entre las grandes potencias.
Quienes invocan hoy la actitud de Marx ante las guerras de la época de la
burguesía progresista y olvidan las palabras de Marx, de que "los obreros no
tienen patria" -- palabras que se refieren precisamente a la época de la
burguesía reaccionaria y caduca, a la época de la revolución socialista --,
tergiversan desvergonzadamente a Marx y sustituyen el punto de vista
socialista por un punto de vista burgués.
La bancarrota de la II Internacional
Los socialistas del mundo entero declararon solemnemente en 1912, en
Basilea, que consideraban la guerra europea que se avecinaba como una empresa
"criminal" y archirreaccionaria de todos los gobiernos, que debía precipitar
el hundimiento del capitalismo engendrando inevitablemente la revolución
contra él. Llegó la guerra y estalló la crisis. En vez de aplicar una táctica
revolucionaria, la mayoría de los partidos social-demócratas aplicó una
táctica reaccionaria, poniéndose del lado de sus gobiernos y de su burguesía.
Esta traición al socialismo marca la bancarrota de la II Internacional
(1889-1914), y nosotros debemos tener una clara idea de qué es lo que ha
provocado esta bancarrota, qué ha engendrado el socialchovinismo y qué le ha
dado fuerza.
El socialchovinismo es el oportunismo
más acabado
Durante toda la época de la II Internacional se libró en todas partes una
lucha en el seno de los partidos socialdemócratas entre el ala revolucionaria
y el ala oportunista. En
varios países (Inglaterra, Italia, Holanda y Bulgaria) se llegó, con este
motivo, a la escisión. Ningún marxista dudaba de que el oportunismo expresa la
política burguesa en el movimiento obrero, los intereses de la pequeña
burguesía y de la alianza de una ínfima porción de obreros aburguesados con
"su" burguesía, contra los intereses de las masas proletarias, oprimidas.
Las condiciones objetivas de fines del siglo XIX reforzaron especialmente
el oportunismo, trasformando la utilización de la legalidad burguesa en
servilismo ante ella, creando una pequeña capa burocrática y aristocrática de
la clase obrera e incorporando a las filas de los partidos socialdemócratas a
muchos "compañeros de ruta" pequeñoburgueses.
La guerra aceleró este desarrollo, convirtiendo el oportunismo en
socialchovinismo, y la alianza secreta de los oportunistas con la burguesía en
una alianza abierta. Además, las autoridades militares han declarado en todas
partes el estado de guerra y amordazado a las masas obreras, cuyos viejos
jefes se han pasado, casi en su totalidad, al campo de la burguesía.
La base económica del oportunismo y del socialchovinismo es la misma: los
intereses de una capa ínfima de obreros privilegiados y de la pequeña
burguesía, que defienden su situación excepcional y su "derecho" a recibir
unas migajas de los beneficios que obtiene "su" burguesía nacional del saqueo
de otras naciones, de las ventajas que le da su situación de gran potencia,
etc.
El contenido ideológico y político del oportunismo y del socialchovinismo
es el mismo: la colaboración de las clases en vez de la lucha entre ellas, la
renuncia a los medios revolucionarios de lucha y la ayuda a "su" gobierno en
su difícil situación, en lugar de aprovechar sus dificultades en favor de la
revolución. Si consideramos todos los países europeos en su conjunto, sin
detenernos en personalidades aisladas (aunque se trate de las más
prestigiosas), veremos que precisamente la corriente oportunista ha sido el
principal sostén del socialchovinismo, y que del campo revolucionario se alza,
casi en todas partes, una protesta más o menos consecuente contra esa
corriente. Y si examinamos, por ejemplo, la manera cómo se agruparon las
diversas corrientes en el Congreso Socialista Internacional de Stuttgart, en
1907, veremos que el marxismo internacional se pronunció contra el
imperialismo, mientras que el oportunismo internacional se manifestó ya
entonces en su favor.
La unidad con los oportunistas es la alianza de
los obreros con "su" burguesía nacional y la
escisión de la clase obrera revolucionaria
internacional
En el pasado, antes de la guerra, el oportunismo fue considerado a menudo
como un componente legítimo, aunque "divisionista" y "extremista", del Partido
Socialdemócrata. La guerra ha demostrado que esto ya no será posible en el
futuro. El oportunismo "ha llegado a su plena madurez" y desempeñado hasta el
fin su papel de emisario de la burguesía en el movimiento obrero. La unidad
con los oportunistas se ha vuelto pura hipocresía, de la que vemos un ejemplo
en el Partido Socialdemócrata Alemán. En todas las grandes ocasiones (como por
ejemplo en la votación del 4 de agosto), los oportunistas presentan su
ultimátum y logran imponerlo gracias a sus múltiples vínculos con la
burguesía, al hecho de tener
la mayoría en las direcciones de los sindicatos, etc. Hoy, la unidad con los
oportunistas significa de hecho la subordinación de la clase obrera a "su"
burguesía nacional y la alianza con ella para oprimir a otras naciones y
luchar por los privile gios de toda gran potencia, lo cual representa la
escisión del proletariado revolucionario de todos los países.
Por dura que sea, en algunos casos, la lucha contra los oportunistas, que
dominan en muchas organizaciones, y sean cuales fueren en los distintos países
las peculiaridades que adopte el proceso de depuración de los partidos obreros
para desembarazarse de los oportunistas, este proceso es inevitable y fecundo.
El socialismo reformista agoniza; el socialismo que renace "será
revolucionario, intransigente e insurreccional", según la acertada expresión
del socialista francés Paul Golay
El "kautskismo"
Kautsky, la más alta autoridad de la II Internacional, es el ejemplo más
típico y claro de cómo el reconocimiento verbal del marxismo ha llevado en la
práctica a trasformarlo en "struvismo" o en "brentanismo"[3]. Plejánov nos of
rece otro ejemplo de ello. Mediante sofismas evidentes, se extirpa del
marxismo su espíritu vivo y revolucionario, y se admite en él todo, excepto
los medios revolucionarios de lucha y la propaganda y preparación de los
mismos, así como la educación de las masas en ese sentido. Despreciando todo
principio, Kautsky "concilia" la idea fundamental del socialchovinismo, la
aceptación de la defensa de la pa¿ria en la guerra actual, con concesiones
diplomáticas y ostensibles a la izquierda, tales como la abstención en la
votación de los créditos de guerra, la actitud verbal
en favor de la oposición, etc. Kautsky, que en 1909 escribió todo un libro
sobre la inminencia de una época de revoluciones y sobre las relaciones entre
la guerra y la revolución ¡ Kautsky, que en 1912 firmó el manifiesto de
Basilea sobre la utilización revolucionaria de la guerra que se avecinaba,
ahora justifica y exalta el socialchovinismo por todos los medios y, como
Plejánov, se une a la burguesía para ridiculizar toda idea de revolución, toda
iniciativa en el sentido de una lucha revolucionaria directa.
La clase obrera no puede cumplir su misión revolucionaria universal sin
librar una guerra implacable contra esa actitud de renegados, contra esa falta
de principios, contra esa actitud servil hacia el oportunismo y contra ese
increíble envilecimiento teórico del marxismo. El kautskismo no es fruto del
azar, sino el producto social de las contradicciones de la II Internacional,
de la combinación de la fidelidad verbal al marxismo con la sumisión, de
hecho, al oportunismo.
Esta falsedad esencial del "kautskismo" se manifiesta de distintas formas
en diferentes países. En Holanda, Roland Holst, a la vez que rechaza la idea
de la defensa de la patria, aboga por la unidad con el partido de los
oportunistas. En Rusia, Trotski, que también rechaza esa idea, defiende asimis
mo la unidad con el grupo oportunista y chovinista de Nasha Zariá. En Rumania,
Rakovski declara la guerra al oportunismo por considerarlo culpable de la
bancarrota de la II Internacional, pero al mismo tiempo está dispuesto a
admitir la legitimidad de la idea de la defensa de la patria. Todas estas no
son más que manifestaciones del mal que los marxistas holandeses (Gorter y
Pannekoek) han llamado el "radicalismo pasivo" y que se reduce a la
suplantación del marxismo revolucionario por un eclecticismo en teoría, y por
el servilismo o la impotencia ante el oportunismo en la práctica.
La consigna de los marxistas es la consigna
de la socialdemocracia revolucionaria
Es indudable que la guerra ha creado la más grave de las crisis y
acentuado increíblemente las calamidades de las masas. El carácter
reaccionario de esta guerra, las mentiras desvergonzadas de la burguesía de
todos los países, que disimula sus objetivos de rapiña con una ideología
"nacional", suscitan ineludiblemente, en la situación revolucionaria objetiva
que se ha creado, un espíritu revolucionario entre las masas. Nuestro deber es
ayudar a que las masas adquieran conciencia de ese espíritu, profundizarlo y
darle forma. Esta tarea sólo la expresa certeramente la consigna de la
trasformación de la guerra imperialista en guerra civil, y toda lucha
consecuente de clase durante la guerra, toda táctica de "acciones de masas",
aplicada en serio, conduce de modo inevitable a dicha trasformación. No
podemos saber si un fuerte movimiento revolucionario estallará con motivo de
la primera o de la segunda guerra imperialista de las grandes potencias, o si
estallará en el curso de esta guerra o después de ella, pero de todos modos
nuestro deber ineludible es trabajar de un modo sistemático y firme en esa
dirección.
El manifiesto de Basilea se refiere directamente al ejemplo de la Comuna
de París, es decir, a la trasformación de una guerra entre gobiernos en guerra
civil. Hace medio siglo el proletariado era demasiado débil; las condiciones
objetivas del socialismo no estaban aún maduras; entre los movimientos
revolucionarios de todos los países beligerantes no podía haber coordinación
ni cooperación; el entusiasmo de una parte de los obreros de París por la
"ideología nacional" (la tradición de 1792) fue manifestación de su debilidad
pequeñoburguesa, como señaló Marx en su oportunidad, y fue una de las causas
del fracaso de la Comuna. Medio siglo después de ésta han
desaparecido las condiciones que debilitaban entonces a la revolución, y hoy
sería imperdonable en un socialista admitir la renuncia a actuar precisamente
en el espíritu de los comuneros de París.
El ejemplo de la fraternización en las trincheras
Los periódicos burgueses de todos los países beligerantes han citado
ejemplos de fraternización entre los soldados de las naciones en guerra,
incluso en las trincheras mismas. Y los decretos draconianos dictados por las
autoridades militares (de Alemania y de Inglaterra) contra dicha
fraternización demuestran que los gobiernos y la burguesía le conceden una
gran importancia. Si pudieron producirse casos de fraternización, pese al
dominio total del oportunismo en la dirección de los partidos socialdemócratas
de la Europa occidental y pese al apoyo que el socialchovinismo recibe de toda
la prensa socialdemócrata y de todas las autoridades de la II Internacional,
ello viene a demostrar hasta qué punto sería posible acortar la duración de la
guerra criminal, reaccionaria y esclavista que se hace en la actualidad y
organizar el movimiento revolucionario internacional, si se realizara un
trabajo sistemático en este sentido, aunque sólo fuera por los socialistas de
izquierda de los países beligerantes.
Importancia de la organización ilegal
Los anarquistas más notables de todo el mundo se han deshonrado en esta
guerra no menos que los oportunistas por su socialchovinismo (en el espíritu
de Plejánov o de Kautsky).
Uno de los resultados útiles de esta contienda será, indudablemente, acabar, a
la vez, con el oportunismo y el anarquismo.
Sin renunciar en ningún caso, y cualesquiera sean las circunstancias, a
aprovechar la menor posibilidad legal para organizar las masas y propagar el
socialismo, los partidos socialdemócratas deben romper con toda actitud servil
ante la legalidad. "Disparad vosotros primero, señores burgueses"[4], escribía
Engels, aludiendo precisamente a la guerra civil y a nuestra necesidad de
violar la legalidad burguesa después que la burguesía la haya violado. La
crisis ha demostrado que la burguesía la viola en todos los países, incluso en
los más libres, y que no se puede llevar a las masas a la revolución sin crear
una organización clandestina que propague, discuta, aprecie y prepare los
medios revolucionarios de lucha. Así, en Alemania, todo lo que se hace de
honesto por los socialistas, se hace contra el vil oportunismo y el hipócrita
"kautskismo", y se hace precisamente en la clandestinidad. En Inglaterra
envían a presidio a los que distribuyen llamamientos impresos invitando al
pueblo a no presentarse a filas.
Considerar que el repudio de los métodos ilegales de propaganda y la mofa
de ellos en la prensa legal es compatible con la pertenencia al partido
socialdemócrata, es traicionar al socialismo.
Sobre la derrota del "propio" gobierno
en la guerra imperialista
Tanto los partidarios de la victoria de su propio gobierno en la guerra
actual, como los defensores de la consigna de "ni victoria ni derrota",
adoptan igualmente el punto de vista del socialchovinismo. En una guerra
reaccionaria, la clase revo-
lucionaria no puede dejar de desear la derrota de su gobierno; no puede dejar
de ver que existe una relación entre los reveses militares de este gobierno y
las facilidades que éstos crean para su derrocamiento. Sólo el burgués que
piense que la guerra iniciada por los gobiernos terminará indefectiblemente
como una guerra entre gobiernos, y que además así lo desea, encuentra
"ridícula" o "absurda" la idea de que los socialistas de todas las naciones
beligerantes expresen el deseo de que todos "sus" gobiernos sean derrotados.
Por el contrario, justamente esa posición respondería al pensamiento más
íntimo de todo obrero conciente y se situaría en el marco de nuestra actividad
encaminada a la trasformación de la guerra imperialista en guerra civil.
Es indudable que la importante labor de agitación contra la guerra,
efectuada por una parte de los socialistas ingleses, alemanes y rusos,
"debilitó la potencia militar" de sus respectivos gobiernos, pero tal
agitación fue un mérito de los socialistas. Estos deben explicar a las masas
que para ellas no hay salvación fuera del derrocamiento revolucionario de
"sus" gobiernos y que las dificultades con que tropiezan estos gobiernos en la
guerra actual deben ser aprovechadas con ese fin.
Sobre el pacifismo y la concigna de la paz
El estado de ánimo de las masas en favor de la paz expresa con frecuencia
un comienzo de protesta, de indignación y de toma de conciencia del carácter
reaccionario de la guerra. Aprovechar ese estado de ánimo es un deber de todos
los socialdemócratas. Ellos participarán con el mayor entusiasmo en todo
movimiento y en toda manifestación en ese sentido, pero no enganarán al pueblo
dejándole creer que sin un movi-
miento revolucionario se puede alcanzar una paz sin anexiones, sin opresión de
las naciones y sin saqueos, una paz sin gérmenes de nuevas guerras entre los
gobiernos de hoy y las clases dominantes en la actualidad. Semejante engaño
sólo haría el juego a la diplomacia secreta de los gobiernos beligerantes y a
sus planes contrarrevolucionarios. Quien desee una paz firme y democrática,
debe pronunciarse en favor de la guerra civil contra los gobiernos y la
burguesía.
Sobre el derecho de las naciones
a la autodeterminación
El medio empleado con más amplitud en la guerra actual por la burguesía
para engañar al pueblo es el de ocultar los fines de rapiña con la ideología
de la "liberación nacional". Los ingleses prometen la libertad a Bélgica, los
alemanes, a Polonia, etc. Pero en realidad, como ya hemos visto, se trata de
una guerra entre los opresores de la mayoría de las naciones del mundo para
afianzar y extender su opresión.
Los socialistas no pueden alcanzar su elevado objetivo sin luchar contra
toda opresión de las naciones. Por ello deben exigir absolutamente que los
partidos socialdemócratas de los países opresores (sobre todo de las llamadas
"grandes" potencias) reconozcan y defiendan el derecho de las naciones
oprimidas a la autodeterminación, y justamente en el sentido político de esta
palabra, es decir, el derecho a la separación política. El socialista de una
gran potencia o de una nación poseedora de colonias, que no defiende este
derecho, es un chovinista.
La defensa de este derecho no solamente no estimula la formación de
pequeños Estados, sino que, por el contrario,
conduce a que se constituyan, del modo más libre, más deciclido y por lo tanto
más amplio y universal, grandes Estados o federaciones de Estados que son más
ventajosos para las masas y más adecuados para el desarrollo económico.
A su vez, los socialistas de las naciones oprimidas deben luchar
absolutamente por la unidad plena (incluida la unidad orgánica) de los obreros
de las naciones oprimidas y opresoras. La idea de una separación jurídica
entre una y otra nación (la llamada "autonomía cultural nacional" propugnada
por Bauer y Renner) es una idea reaccionaria.
El imperialismo es la época de la opresión creciente de las naciones del
mundo entero por un puñado de "grandes" potencias, razón por la cual la lucha
por la revolución socialista internacional contra el imperialismo es imposible
sin el reconocimiento del derecho de las naciones a la autodeterminación. "Un
pueblo que oprime a otros pueblos no puede ser libre" (Marx y Engels). Un
proletariado que acepte que su nación ejerza la menor violencia sobre otras
naciones no puede ser socialista.
CAPITULO II
LAS CLASES Y LOS PARTIDOS EN RUSIA
La burguesía y la guerra
Hay un aspecto en el que el gobierno ruso no ha quedado a la zaga de sus
cofrades europeos: como ellos, ha sabido engañar a "su" pueblo en una escala
grandiosa. También en Rusia se ha puesto en juego un inmenso y monstruoso
aparato de falsedades y argucias para inocular el chovinismo a las masas, para
dar la impresión de que el gobierno zarista libra una guerra "justa", que
defiende desinteresadamente a sus "hermanos eslavos", etc.
La clase de los terratenientes y las capas superiores de la burguesía
comercial e industrial apoyan enérgicamente la política belicista del gobierno
del zar. Esperan, con toda razón, inmensos beneficios materiales y privilegios
del reparto de la herencia turca y austríaca. En toda una serie de sus
congresos han saboreado ya por anticipado los beneficios que afluirían a sus
bolsillos si triunfase el ejército zarista. Además, los reaccionarios
comprenden muy bien que si hay algo que todavía puede aplazar la caída de la
monarquía de los Románov y de-
tener una nueva revolución en Rusia es una guerra exterior victoriosa para el
zar.
Amplias capas de la burguesía urbana "media", de la intelectualidad
burguesa, de las profesiones liberales, etc., estaban también contaminadas --
por lo menos al principio de la guerra -- por el chovinismo. El partido de la
burguesía liberal de Rusia -- los kadetes -- apoyó íntegra e
incondicionalmente al gobierno zarista. En materia de política exterior, hace
ya tiempo que los kadetes son un partido gubernamental. El paneslavismo,
mediante el cual la diplomacia zarista realizó más de una vez sus grandiosos
fraudes políticos, se ha convertido en la ideología oficial de los kadetes. El
liberalismo ruso ha degenerado en nacional -liberalismo. Rivaliza en
"patriotismo" con las centurias negras, vota siempre de buen grado por el
militarismo, la hegemonía naval, etc. En el campo del liberalismo ruso se
observa, aproximadamente, el mismo fenómeno que en Alemania en la década del
70, cuando el liberalismo "librepensador" se desintegró y dio nacimiento al
partido nacional-liberal. La burguesía liberal rusa ha emprendido
definitivamente el camino de la contrarrevolución. El punto de vista del
P.O.S.D.R. en esta cuestión se ha confirmado en su plenitud. La realidad echó
por tierra la idea de nuestros oportunistas, según la cual el liberalismo ruso
es aún la fuerza motriz de la revolución en Rusia.
La camarilla gobernante ha logrado también, con ayuda de la prensa
burguesa, del clero, etc., provocar un estado de ánimo chovinista entre los
campesinos. Pero a medida que los soldados vayan volviendo del campo de
batalla, el estado de ánimo en el campo cambiará, indudablemente, y no a favor
de la monarquía zarista. Los partidos democrático-burgueses que tienen puntos
de contacto con los campesinos tampoco han
resistido la ola de chovinismo. El partido de los trudoviques se negó en la
Duma del Estado a votar por los créditos de guerra. Pero por boca de su jefe
Kerenski dio a conocer una declaración "patriótica" que hace perfectamente el
juego a la monarquía. Toda la prensa legal de los "populistas" ha seguido, en
general, los pasos de los liberales. Incluso el ala izquierda de la democracia
burguesa, el llamado partido socialista-revolucionario, afiliado al Buró
Socialista Internacional, ha seguido esta corriente. El señor Rubánovich,
representante de este partido en el B.S.I., se manifiesta abiertamente como un
socialchovinista. La mitad de los delegados de este partido en la conferencia
de los socialistas de la "Entente", celebrada en Londres, votó una resolución
chovinista (la otra mitad se abstuvo). En la prensa ilegal de los
socialistas-revolucionarios (en el periódico Nóvosti [5] y otros) predominan
los chovinistas. Los revolucionarios "salidos de un medio burgués", es decir,
los revolucionarios burgueses que no están ligados a la clase obrera, han
sufrido un terrible descalabro en esta guerra. La triste suerte de Kropotkin,
Búrtziev y Rubanóvich es suma mentesignificativa.
La clase obrera y la guerra
El proletariado es la única clase en Rusia a la que no se ha logrado
inocular el virus del chovinismo. Algunos excesos cometidos al comienzo de la
guerra no afectaron sino a las capas más atrasadas de la clase obrera. La
participación de los obreros en los escandalosos actos de Moscú contra los
alemanes ha sido muy exagerada. En general, la clase obrera en Rusia se ha
mostrado inmune al chovinismo.
Esto se explica por la situación revolucionaria existente en el país y por
las condiciones generales de vida del proletariado ruso.
Los años de 1912 a 1914 marcaron el comienzo de un nuevo y grandioso auge
revolucionario en Rusia. Nuevamente fuimos testigos de un vasto movimiento
huelguístico, sin precedentes en el mundo. Según los cálculos más modestos,
las huelgas revolucionarias de masas abarcaron en 1913 a un millón y medio de
participantes, para pasar en 1914 los dos millones y aproximarse al nivel de
1905. En vísperas de la guerra, en Petersburgo los acontecimientos llevaron ya
a los primeros combates de barricadas.
El Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, partido ilegal, ha cumplido su
deber ante la Internacional. La bandera del internacionalismo no tembló en sus
manos. Nuestro Partido ha roto orgánicamente, desde hace ya tiempo, con los
grupos y elementos oportunistas. Los grilletes del oportunismo y del
"legalismo a toda costa" no ataron de pies y manos a nuestro Partido. Y esta
circunstancia le permitió cumplir su deber re volucionario, de la misma manera
que la escisión con el partido oportunista de Bissolati ayudó también a los
camaradas italianos.
La situación general de nuestro país es hostil al florecimiento del
oportunismo "socialista" entre las masas obreras. En Rusia vemos toda una
serie de matices del oportunismo y del reformismo entre los intelectuales, en
la pequeña burguesía, etc. Pero ello sólo cuenta con una ínfima minoría de
partidarios en las capas obreras políticamente activas. El sector de obreros y
empleados privilegiados es muy débil en nuestro país. El fetichismo de la
legalidad no ha podido surgir entre nosotros. Los liquidadores (el partido de
los oportunistas, dirigido por Axelrod, Potrésov, Cherevanin, Máslov y otros)
no contaban
con ningún apoyo serio, antes de la guerra, entre las masas obreras. A la IV
Duma del Estado fueron elegidos seis diputados obteros, todos adversarios del
liquidacionismo. La tirada de la prensa obrera legal de Petrogrado y Moscú,
así como las colectas de fondos para ella, demostraron irrefutablemente que
las cuatro quintas partes de los obreros concientes están contra el
oportunismo y la corriente liquidacionista.
Al comenzar la guerra, el gobierno zarista detuvo y deportó a miles y
miles de obreros avanzados, miembros de nuestro P.O.S.D.R. ilegal. Este hecho,
unido a la declaración del estado de guerra en el país y a la clausura de
nuestros periódicos etc., logró frenar nuestro mivimiento. Sin embargo, la
actividad revolucionaria clandestina de nuestro Partido continúa a pesar de
todo. En Petrogrado, el Comité de nuestro Partido publica un periódico ilegal,
Proletarski Golosfi.[6]
Los artículos del órgano central Sotsial-Demokrat, que se edita en el
extranjero, se reimprimen en Petrogrado y se envían a las provincias. Se
publican proclamas ilegales que se difunden incluso en los cuarteles. Fuera de
la ciudad, en lugares apartados, se celebran reuniones obreras clandestinas.
Ultimamente, estallaron en Petrogrado grandes huelgas de obreros metalúrgicos.
Con este motivo, nuestro Comité de Petrogrado lanzó varios manifiestos
dirigidos a los obreros.
La fracción obrera socialdemócrata de Rusia en la Duma del Estado y la guerra
En 1913 se produjo una escisión entre los diputados social-demócratas de
la Duma del Estado. De un lado quedaron siete partidarios del oportunismo,
dirigidos por Chjeídze, que habían sido elegidos por siete provincias no
proletarias, donde
el número de obreros era de 214.000. De otro lado quedaron seis diputados,
todos ellos de la curia obrera, elegidos en los centros más industriales de
Rusia, que contaban en total con 1.008.000 obreros.
La cuestión principal de divergencia era esta: táctica del marxismo
revolucionario o táctica del reformismo oportunista. En la práctica, la
divergencia se manifestaba, sobre todo, en la actividad extra parlamentaria en
el seno de las masas. Esta actividad debía desplegarse en Rusia
clandestinamente, si los que la llevaban a cabo querían mantenerse en un plano
revolucionario. La fracción de Chjeídze siguió siendo la aliada más fiel de
los liquidadores, que rechazaban el trabajo clandestino, y los defendía en
todas las charlas con los obreros, en todas las reuniones. De ahí la escisión.
Los seis diputados formaron la fracción O.S.D.R. Un año de trabajo demostró de
modo irrefutable que con ella precisamente estaba la inmensa mayoría de los
obreros rusos.
Al comenzar la guerra, la divergencia alcanzó gran relieve. La fracción de
Chjeídze se limitó al terreno estrictamente parlamentario. No votó en favor de
los créditos, porque si hubiera procedido de otro modo habría suscitado una
tempestad de indignación contra ella entre los obreros. (Hemos visto que en
Rusia ni siquiera los trudoviques, pequeñoburgueses, han votado en pro de los
créditos.) Pero tampoco alzó su protesta contra el socialchovinismo.
De otro modo procedió la fracción O.S.D.R., que expresaba la línea
política de nuestro Partido. Llevó la protesta contra la guerra a lo más
profundo de la clase obrera y extendió la propaganda contra el imperialismo a
las amplias masas de proletarios rusos.
Y los obreros acogieron con gran simpatía a esta fracción, lo que asustó
al gobierno y le obligó, violando flagrantemente
sus propias leyes, a detener a nuestros camaradas diputados y condenarlos a
deportación perpetua a Siberia. Ya en su primer comunicado oficial sobre la
detención de nuestros camara das, el gobierno zarista escribía:
"Algunos miembros de las sociedades socialdemócratas, que se han planteado
como fin de su actividad quebrantar la potencia militar de Rusia realizando
una agitación contra la guerra, por medio de proclamas clandestinas y de una
propaganda oral, han adoptado a este respecto una posición muy especial."
Al famoso llamamiento de Vandetvelde pidiendo que se suspendiera
"temporalmente" la lucha contra el zarismo -- ahora se sabe por las
declaraciones del emisario del zar en Bélgica, príncipe Kudashiev, que
Vandervelde no redactó él solo dicho llamamiento, sino en colaboración con el
mencionado enviado zatista --, sólo nuestro Partido dio una tespuesta
negativa, pot boca de su Comité Central. El centro dirigente de los
liquidadores se mostró de acuerdo con Vandervelde y declató oficialmente en la
ptensa que "con su actividad no se opondría a la guerra ".
El gobierno zarista acusó, ante todo, a nuestros camatadas diputados de
haber difundido entre los obreros esta respuesta negativa a Vandervelde.
Durante el ptoceso, el procutador zarista, señor Nenarókomov, puso de
ejemplo a nuestros camatadas los socialistas alemanes y franceses. "Los
socialdemócratas alemanes -- dijo -- han votado los créditos de guerra y se
han mostrado amigos del gobierno. Así procedieron los socialdemócratas
alemanes, mientras que los tristes caballeros de la socialdemocracia rusa no
han actuado así [. . .]. Los socialistas de Bélgica y Francia, como un solo
hombre, olvidaron sus discordias con otras clases, sus querellas de partidos,
y se colocaron sin vacilación bajo la bandera." Sin embargo, los miembros de
la fracción obtera socialdemócrata de Rusia, que se subordinaron a las
directivas del Comité Central del Partido, no obraron de ese modo. . .
En el proceso se desplegó el imponente cuadro del amplio trabajo ilegal de
agitación contra la guerra, realizado por nuestro Partido entre las masas
proletarias. Como es natural, el tribunal zarista no logró, ni con mucho,
"descubrir" toda la actividad de nuestros camaradas en este dominio. Pero lo
que se reveló demostró cuánto se había hecho en el breve lapso de unos meses.
Durante el juicio se dio lectura a los manifiestos clandestinos de
nuestros grupos y comités contra la guerra y en favor de una táctica
internacionalista. Los obreros concientes de toda Rusia estaban en relación
con los miembros de la fracción obrera socialdemócrata de Rusia, que se
esforzaba, en la medida de sus posibilidades, por ayudarlos a enjuiciar la
guerra desde el punto de vista del marxismo.
El camarada Muránov, diputado de los obreros de la provincia de Járkov,
declaró ante el tribunal:
"Comprendiendo que el pueblo no me había enviado a la Duma del Estado para
apoltronarme en mi escaño, iba a las localidades para conocer el estado de
ánimo de la clase obrera." Muránov reconoció también en el juicio que había
asumido las funciones de agitador ilegal de nuestro Partido y organizado un
comité obrero en los Urales, en la fábrica de Verjneisetsk, y en otros
lugares. El proceso demostró que, desde el comienzo de la guerra, los miembros
de la fracción O.S.D.R. había recorrido, con fines de propaganda, casi toda
Rusia, que Muránov, Petrovski, Badáiev y otros habían organizado numerosas
asambleas obreras en las cuales se adoptaron resoluciones contra la guetra,
etc.
El gobierno zarista amenazó a los acusados con la pena de muerte. Esto
hizo que no todos se mostraran en el curso mismo del proceso tan valientes
como el camarada Muránov. Trataron de dificultar a los procuradores 2aristas
su condena. De ello se aprovechan hoy, indignamente, los socialchovinistas
rusos para velar el fondo de la cuestión, a saber: ¿cuál es el parlamentarismo
que necesita la clase obrera?
Aceptan el parlamentarismo Sudekum y Heine, Sembat y Vaillant, Bissolati y
Mussolini, Chjeídze y Plejánov. También lo aceptan nuestros camaradas de la
fracción obrera socialdemócrata de Rusia, así como los camaradas búlgaros e
italianos que han roto con los chovinistas Pero hay parlamentarismo y
parlamentarismo. Unos utilizan la tribuna parlamentaria para hacer méritos
ante sus gobiernos, o, en el mejor de los casos, para lavarse las manos, como
la fracción de Chjeídze. Otros utilizan el parlamentarismo para ser
revolucionarios hasta el fin, para cumplir su deber como socialistas e
internacionalistas, incluso en las circunstancias más difíciles. La actividad
parlamentaria de los unos conduce a los sillones ministeriales; la de los
otros conduce a la cárcel, a la deportación, al presidio. Los unos sirven a la
burguesía; los otros, al proletariado. Los unos son socialimperialistas, los
otros marxistas revolucionarios.
CAPITULO III
LA RECONSTRUCCION DE LA INTERNACIONAL
¿Cómo reconstruir la Internacional? Antes digamos algunas palabras sobre
cómo no debe ser reconstruida.
El método de los socialchovinistas y del "centro"
¡Oh, los socialchovinistas de todos los países son grandes
"internacionalistas"! Desde que estalló la guerra están abrumados de
preocupación por la Internacional. Por un lado, afirman que los rumores acerca
de la bancarrota de la Internacional son "exagerados". Pues en realidad no ha
pasado nada extraordinario. Escuchen a Kautsky: la Internacional es,
simplemente, "un instrumento de tiempos de paz", y es natural que, en tiempos
de guerra, no haya estado a la altura de las circunstancias. Por otro lado,
los socialchovinistas de todos los países han encontrado un medio muy sencillo
-- y lo que es más importante, un medio internacional -- para salir de la
situación creada. Ese medio no es complicado: basta esperar el final de la
guerra. Y mientras llega su fin, los so cialistas de todos los países deben
defender su "patria" y apoyar a "sus" gobiernos. Una vez acabada la guerra, se
"am-
nistiarán" unos a otros, reconocerán que todos tenían razón, que en tiempos de
paz vivimos como hermanos, pero que en tiempos de guerra -- y sobre la base
concreta de tal o cual resolución -- exhortamos a los obreros alemanes a
exterminar a sus hermanos franceses y viceversa.
En este punto están igualmente de acuerdo: Kautsky, Plejánov, Víctor Adler
y Heine. Víctor Adler escribe: "Cuando hayamos pasado estos tiempos difíciles,
nuestro primer deber será no reprocharnos mutuamente cada menudencia." Kautsky
afirma: "Hasta ahora, en ninguna parte se alzaron voces de socialistas serios
que puedan hacernos temer" por la suerte de la Internacional. Plejánov dice:
"Es desagradable estrechar la mano (de los socialdemócratas alemanes), tinta
en sangre de inocentes asesinados." Pero de inmediato propone una "amnistía":
"Será muy conveniente en este caso -- escribe -- someter el corazón a la
cabeza. En nombre de su gran causa, la Internacional deberá tomar en cuenta
incluso las lamentaciones tardías." En Sozialistische Monatshefte, Heine
califica de "viril y orgullosa" la conducta de Vandervelde, y la pone de
ejemplo a los izquierdistas alemanes.
En una palabra, cuando la guerra haya terminado, habrá que nombrar una
comisión formada por Kautsky y Plejánov, Vandervelde y Adler, y en un abrir y
cerrar de ojos redactarán una resolución "unánime" en un espíritu de amnistía
mutua. La controversia se esfumará felizmente. En vez de ayudar a los obreros
a comprender lo que ha pasado, se los engañará con una aparente "unidad" en el
papel. La unión de los socialchovinistas y de los hipócritas de todos los
países será bautizada con el nombre de reconstrucción de la Internacional.
No hay por qué ocultarlo: el peligro de semejante "reconstrucción" es muy
grande. Los socialchovinistas de todos los
países están igualmente interesados en ella. Ninguno quiere que las propias
masas obreras de sus países se orienten en esta cuestión: socialismo o
nacionalismo. Todos se hallan interesados por igual en disimular mutuamente
sus pecados. Ninguno de ellos puede proponer otra cosa que no sea la que
propone Kautsky, el virtuoso de la hipocresía "internacionalista".
Sin embargo, este peligro no se comprende de la manera debida. En el curso
de un año de guerra hemos presenciado varias tentativas de restablecimiento de
las relaciones internacionales. No hablemos de las conferencias de Londres y
de Viena a las que asistieron determinados chovinistas con el propósito de
ayudar a los Estados Mayores Generales y a la burguesía de "sus" patrias. Nos
referimos a las conferencias de Lugano y de Copenhague, a la Conferencia
Internacional de Mujeres y a la Conferencia Internacional de la Juventud[7].
Estas reuniones estuvieron animadas por los mejores deseos, pero no vieron en
absoluto el peligro señalado. No trazaron la línea de combate de los
internacionalistas. No mostraron al proletariado el peligro al que lo exponía
el método socialchovinista de "reconstrucción" de la Internacional. En el
mejor de los casos, se limitaron a repetir las viejas resoluciones, sin
indicar a los obreros que, si no luchan contra los socialchovinistas, la causa
del socialismo es una causa desesperada. En el mejor de los casos, no hicieron
más que marcar el paso sin moverse del sitio.
La situación en la oposición
No cabe la menor duda de que la situación en la oposición socialdemócrata
alemana reviste el mayor interés para todos
los internacionalistas. La socialdemocracia alemana oficial, que era el
partido más fuerte, el partido dirigente, en el seno de la II Internacional,
asestó el golpe más sensible a la organización internacional de los obreros.
Pero también en la socialdemocracia alemana resultó más poderosa la oposición.
Es el primero de los grandes partidos europeos en el que alzaron su vigorosa
voz de protesta los camaradas que permanecen fieles a la bandera del
socialismo. Hemos leído con alegría las revistas Lichtstrahlen y Die
Internationale. Y con mayor alegría aún nos hemos enterado de la difusión en
Alemania de llamamientos revolucionarios ilegales, como por ejemplo el
titulado "El enemigo principal está dentro del propio país". Esto demuestra
que el espíritu del socialismo vive entre los obreros alemanes, que en
Alemania hay todavía hombres capaces de defender el marxismo revolucionario.
En el seno de la socialdemocracia alemana se ha perfilado con el mayor
relieve la escisión del socialismo contemporáneo. Aquí vemos con toda nitidez
tres tendencias: los oportunistas chovinistas, que en ninguna parte han
llegado a tal degradación y apostasía como en Alemania; el "centro"
kautskista, que demostró una incapacidad absoluta para desempeñar otro papel
que no sea el de lacayo de los oportunistas, y la izquierda, que representa a
los únicos socialdemócratas de Alemania.
Como es natural, lo que más nos interesa es la situación en la izquierda
alemana. En ella vemos a nuestros camaradas que son la esperanza de todos los
elementos internacionalistas.
¿Cuál es, pues, esta situación?
La revista Die Internationale tenía toda la razón al afirmar que en la
izquierda alemana todo se halla todavía en un proceso de fermentación, que
deben producirse aún grandes reagrupamientos y que en el seno de ella hay
elementos más decididos y menos decididos.
Nosotros, los internacionalistas rusos, no pretendemos, de ninguna manera,
inmiscuirnos en los asuntos internos de nuestros camaradas de la izquierda
alemana. Comprendemos que sólo ellos son verdaderamente competentes para
definir sus métodos de lucha contra los oportunistas, de acuerdo con las
condiciones de lugar y tiempo. Sólo estimamos que tenemos el derecho y el
deber de expresar con franqueza nuestra opinión sobre la situación.
Estamos convencidos de que el autor del artículo editorial de la revista
Die Internationale tenía toda la razón al afirmar que el "centro" kautskista
causa más daño al marxismo que el socialchovinismo descarado. Quienes velan
ahora las divergencias y predican a los obreros, bajo una apariencia de
marxismo, lo mismo que predica el kautskismo, adormecen a los obreros y son
más nocivos que los Sudekum y los Heine, los cuales plantean el problema de
frente y obligan a los obreros a analizarlo.
La fronda contra las "instancias superiores", que Kautsky y Haase se
permiten en los últimos tiempos, no debe engañar a nadie. Las divergencias
entre ellos y los Scheidemann no son divergencias de principio. Los unos
consideran que Hindenburg y Mackensen han vencido ya y que ahora pueden
permitirse el lujo de protestar contra las anexiones. Los otros estiman que
Hindenburg y Mackensen no han vencido aún, y que por lo tanto hay que
"mantenerse firmes hasta el fin".
El kautskismo sólo lucha en apariencia contra las "instancias superiores",
precisamente con el propósito de esfumar, después de la guerra, a los ojos de
los obreros, la discusión sobre una base de principios y escamotear el asunto
con una amplia resolución -- la mil y tantas -- redactada en un estilo
vagamente izquierdista, en lo que son verdaderos maestros los diplomáticos de
la II Internacional.
Es perfectamente comprensible que, en su difícil lucha con tra las
"instancias superiores", la oposición alemana deba aprovechar también esta
fronda sin principios del kautskismo. Ahora bien, para todo internacionalista,
la piedra de toque debe seguir siendo la actitud negativa hacia el
neokautskismo. Sólo es verdadero internacionalista quien combate el kauts
kismo y comprende que el "centro" sigue siendo, desde el punto de vista de los
principios, incluso después del aparente viraje de sus jefes, el aliado de los
chovinistas y de los oportunistas.
Nuestra actitud hacia los elementos vacilantes de la Internacional tiene,
en general, una inmensa importancia. Estos elementos -- en su mayoría
socialistas de matiz pacifista -- existen tanto en los países neutrales como
en algunos países beligerantes (por ejemplo, en Inglaterra, el Partido
Laborista Independiente). Estos elementos pueden ser nuestros compañeros de
ruta. Es indispensable un acercamiento a ellos, contra los socialchovinistas.
Pero no hay que olvidar que son únicamente compañeros de ruta y que en lo
principal, en lo esencial, cuando se trate de reconstruir la Internacional, no
estarán con nosotros, sino contra nosotros, y seguirán a Kautsky, Scheidemann,
Vandervelde y Sembat. En las conferencias internacionales no podemos limitar
nuestro programa a lo que es aceptable para estos elementos, pues de otro modo
nosotros mismos seríamos prisioneros de esos pacifistas vacilantes. Así
sucedió, por ejemplo, en la Conferencia Internacional de Mujeres, celebrada en
Berna. En ella, la delegación alemana, que sostenia el punto de vista de la
camarada Clara Zetkin, desempeñó de hecho el papel de "centro". La conferencia
de mujeres sólo dijo lo que era aceptable para las delegadas del partido
oportunista holandés de Troelstra y para las del I.L.P. (Partido Laborista
Independiente)[8]. Este
último -- no lo olvidemos -- votó a favor de la resolución de Vandervelde en
la conferencia de chovinistas de la "Entente", que tuvo lugar en Londres.
Respetamos altamente al I.L.P. por su valiente lucha contra el gobierno inglés
durante la guerra. Pero sabemos que este partido no se ha situado ni se sitúa
hoy en el terreno del marxismo. Y consideramos que la tarea principal de la
oposición socialdemócrata es, en el momento actual, alzar la bandera del
marxismo revolucionario, decir a los obreros con firmeza y precisión qué
pensamos acerca de las guerras imperialistas y lanzar la consigna de acciones
revolucionarias de masas, o sea, la consigna de la trasformación de la época
de las guerras imperialistas en el comienzo de una época de guerras civiles.
A pesar de todo, en muchos países hay elementos socialde mócratas
revolucionarios. Los hay en Alemania, en Rusia, en Escandinavia (la influyente
tendencia que representa el ca marada Hoglund), en los Balcanes (el partido de
los "tesnia kí" búlgaros), en Italia, en Inglaterra (una parte del Partido
Socialista Británico), en Francia (el propio Vaillant reconoció en L'Humanité
que había recibido cartas de protesta de los internacionalistas, pero no
publicó íntegramente ninguna de ellas), en Holanda (los tribunistas[9]), etc.
Y la tarea del día consiste en unir a estos elementos marxistas -- por poco
numerosos que sean al principio --, en recordar en su nombre las hoy olvidadas
palabras del verdadero socialismo y exhortar a los obreros de todos los países
a que rompan con los chovinistas y se agrupen bajo la vieja bandera del
marxismo.
Las conferencias en torno a los llamados programas de "acción" se
limitaban hasta ahora a proclamar más o menos integramente un programa de
pacifismo a secas. El marxismo no es pacifismo. Es indispensable luchar por el
cese más rápido de la guerra. Pero la reivindicación de la "paz" sólo adquiere
un sentido proletario cuando se llama a la lucha revolucionaria. Sin una serie
de revoluciones, la pretendida paz democrática no es más que una utopía
pequeñoburguesa. El único programa verdadero de acción sería un programa
marxista que dé a las masas una respuesta completa y clara sobre lo que ha
pasado, que explique qué es el imperialismo y cómo se debe luchar contra él,
que declare abiertamente que el oportunismo ha llevado la II Internacional a
la bancarrota y que llame abiertamente a fundar una Internacional marxista sin
los oportunistas y contra ellos. Sólo un programa así, que demuestre que
tenemos fe en nosotros mismos y en el marxismo, y que declaramos al
oportunismo una guerra a vida o muerte, podrá asegurarnos, tarde o temprano,
la simpatía de las masas proletarias de verdad.
El Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia
y la III Internacional
El P.O.S.D.R. se separó, hace ya tiempo, de sus oportunistas. Ahora los
oportunistas rusos se han vuelto, además, chovinistas. Esto no hace más que
reafirmarnos en la opinión de que la escisión con ellos era necesaria por el
bien del socialismo. Estamos convencidos de que las divergencias actuales
entre los socialdemócratas y los socialchovinistas no son menores, en modo
alguno, que las que existían entre socialistas y anarquistas al separarse los
socialdemócratas de los segundos. El oportunista Monitor tiene razón cuando
dice, en preussische Jahrbücher *, que la unidad actual es ventajosa para los
oportunistas y para la burguesía, ya que obliga a los elementos
* Anuario Prusiano -- N. del T.
de izquierda a someterse a los chovinistas e impide que los obreros vean claro
en las disputas y creen su propio partido realmente obrero y verdaderamente
socialista. Tenemos la profunda convicción de que, en el estado actual de
cosas, la escisión con los oportunistas y los chovinistas es el primer deber
de un revolucionario, de la misma manera que la escisión con los amarillos,
los antisemitas, los sindicatos obreros liberales, etc., era necesaria para
educar con mayor rapidez a los obreros atrasados y atraerlos a las filas del
partido socialdemócrata.
A nuestro juicio, la III Internacional debiera fundarse precisamente sobre
esta base revolucionaria. Para nuestro Partido no existe el problema de si es
oportuno o no romper con los socialchovinistas. Este problema ya lo ha
resuelto de manera irrevocable. Para él sólo existe ahora la cuestión de
realizar esa ruptura en un futuro inmediato, a escala internacional.
Se comprende muy bien que para crear una organización marxista
internacional es indispensable que en los distintos países exista la
disposición a crear partidos marxistas independientes. Alemania, país del
movimiento obrero más antiguo y poderoso, tiene una importancia decisiva. El
futuro inmediato dirá si ya han madurado las condiciones para crear la nueva
Internacional marxista. Si es así, nuestro Partido ingresará con alegría en
esa III Internacional, depurada del oportunismo y del chovinismo. Si no es
así, ello querrá decir que esa depuración exige todavía una evolución más o
menos larga. Y entonces nuestro Partido formará la oposición extrema en el
seno de la antigua Internacional, hasta que se cree en los diferentes países
la base para una asociación internacional obrera que se sitúe en el terreno
del marxismo revolucionario.
No sabemos ni podemos saber cómo se desarrollarán las cosas en los
próximos años sobre el plano internacional. Pero lo que sabemos a ciencia
cierta, y estamos firmemente conven cidos de ello, es que nuestro Partido, en
nuestro país, entre nuestro proletariado, trabajará sin descanso en esa
dirección y, con toda su actividad cotidiana, creará la sección rusa de la
Internacional marxista.
En Rusia no faltan tampoco socialchovinistas declarados ni grupos del
"centro". Esa gente luchará contra la creación de una Internacional marxista.
Sabemos que Plejánov está en la misma posición de principio que Südekum al
que, desde ahora, ya tiende la mano. Sabemos que el llamado "Comité de
Organización", dirigido por Axelrod, predica el kautskismo sobre el terreno
ruso. Escudándose en la unidad de la clase obrera, esa gente preconiza la
unidad con los oportunistas y, por conducto de ellos, con la burguesía. Pero
todo lo que sabemos acerca del movimiento obrero actual en Rusia nos permite
abrigar la plena seguridad de que el proletariado conciente de Rusia seguirá
estando, como hasta ahora, con nuestro Partido.
CAPITULO IV
HISTORIA DE LA ESCISION Y SITUACION
ACTUAL DE LA SOCIALDEMOCRACIA
EN RUSIA
La táctica del P.O.S.D.R con respecto a la guerra, que hemos expuesto
anteriormente, es el fruto inevitable del desarrollo de la socialdemocracia en
Rusia en el curso de treinta años. No se puede comprender bien esta táctica,
como tampoco la situación actual de la socialdemocracia en nuestro país, sin
reflexionar sobre la historia de nuestro Partido. Por ello, debemos recordar
ahora al lector los hechos fundamentales de esa historia.
La socialdemocracia surgió, como corriente ideológica, en 1883, cuando el
grupo "Emancipación del Trabajo" expuso por primera vez en forma sistemática,
en el extranjero, las ideas socialdemócratas aplicadas a Rusia. Hasta el
comienzo de la década del 90, la socialdemocracia siguió siendo en Rusia una
corriente ideológica, sin nexos con el movimiento obrero de masas. A
principios de la década mencionada, el ascenso social, la efervescencia y el
movimiento huelguístico de los obreros hicieron de la socialdemocracia una
fuerza política
activa, ligada indisolublemente a la lucha (tanto económica como política) de
la clase obrera. Y de esa misma época arranca la escisión de la
socialdemocracia en "economistas" e "iskristas".
Los "economistas" y la vieja Iskra
(1894-1903)
El "economismo" fue una corriente oportunista en el seno de la
socialdemoctacia rusa. Su esencia política se reducía al programa siguiente:
"A los obreros, la lucha económica; a los liberales, la lucha política". Su
principal apoyo teórico fue el llamado "marxismo legal" o "struvismo", que
"admitía" un "marxismo" vaciado por completo de todo espíritu revolucionario y
adaptado a las necesidades de la burguesía liberal. Arguyendo el estado
atrasado de las masas obreras rusas, y deseosos de "ir con las masas", los
"economistas" limitaban las tareas y el alcance del movimiento obrero a la
lucha económica y al apoyo político del liberalismo, sin plantearse tareas
políticas independientes, ni tarea revolucionaria alguna.
La vieja Iskra (1900-1903) luchó victoriosamente contra el "economismo" en
nombre de los principios de la socialdemocracia revolucionaria. Toda la flor
del proletariado conciente cstaba al lado de Iskra. Años antes de la
revolución, la social democracia presentó el programa más consecuente e
intransigente. Y la lucha de clases y la acción de las masas en el curso de la
revolución de 1905 confirmaron ese programa. Los "economistas" se adaptaban al
atraso de las masas. Iskra educaba a la vanguardia obrera capaz de llevar a
las masas hacia adelante. Los argumentos actuales de los socialchovinistas
(sobre la necesidad de contar con las masas, sobre el
carácter progresista del imperialismo, sobre las "ilusiones" de los
revolucionarios, etc.) fueron ya utilizados todos por los economistas. La
Rusia socialdemócrata conoció hace veinte años una revisión oportunista del
marxismo en el espíritu del "struvismo".
El menchevismo y el bolchevismo
(1903-1908)
La época de la revolución democrático-burguesa provoco en la
socialdemocracia una nueva lucha de tendencias que fue una prolongación
directa de la anterior. El "economismo" se trasformó en "menchevismo", y la
defensa de la táctica revolucionaria de la vieja Iskra dio origen al
"bolchevismo".
En los turbulentos años de 1905 a 1907, el menchevismo era una corriente
oportunista, apoyada por los burgueses liberales, que llevaba las tendencias
de la burguesía liberal al movimiento obrero. Adaptar la lucha de la clase
obrera al liberalismo: esta y no otra era la esencia del menchevismo. Por el
contrario, el bolchevismo planteaba como tarea de los obreros socialdemócratas
incorporar 106 campesinos democráticos a la lucha revolucionaria, pese a las
vacilaciones y traiciones del liberalismo. Y las masas obreras, como lo
reconocieron más de una vez los propios mencheviques, siguieron a los
bolcheviques, durante la revolución, en todas las acciones importantes.
La revolución de 1905 comprobó, robusteció, profundizó y templó la táctica
socialdemócrata intransigentemente revolucionaria en Rusia. La intervención
abierta de las clases y de los partidos puso de manifiesto, reiteradas veces,
los nexos
que unían el oportunismo socialdemócrata (el "menchevismo") con el
liberalismo.
El marxismo y el liquidacionismo
(1908-1914)
La época contrarrevolucionaria puso otra vez a la orden del día, y en
forma absolutamente nueva, el problema de la táctica oportunista y la táctica
revolucionaria de la socialdemocracia. Del cauce principal del menchevismo
salió, pese a las protestas de sus mejores representantes, la corriente
liquidacionista, es decir, la renuncia a la lucha por una nueva revolución en
Rusia, el abandono de la organización y de la actividad ilegales, las burlas
despectivas a propósito de la "clandestinidad", de la consigna de la
república, etc. El grupo de publicistas legales de la revista Nasha Zariá
(señores Potrésov, Cherevanin, etc.) constituyó un núcleo independiente del
viejo partido socialdemócrata, núcleo al que la burguesía liberal rusa,
deseosa de apartar a los obreros de la lucha revolucionaria, sostenía,
ensalzaba y mimaba de mil maneras.
Este grupo de oportunistas fue expulsado del Partido por la Conferencia
del P.O.S.D.R. de Enero de 1912, que reconstruyó el partído pese a la feroz
resistencia de toda una serie de grupos y grupitos del extranjero. Durante más
de dos años (desde comienzos de 1912 hasta mediados de 1914) se desarrolló una
lucha tenaz entre los dos partidos socialdemócratas: el Comité Central,
elegido en enero de 1912, y el "Comité de Organización", que no reconocía la
Conferencia de Enero y qucría reconstruir el Partido de otro modo, manteniendo
la unidad con el grupo de Nasha Zariá. Una porfiada lucha se
entabló entre los dos diarios obreros (Pravda y Luch [10], y sus sucesores) y
las dos fracciones socialdemócratas en la IV Duma del Estado (la "fracción
obrera socialdemócrata de Rusia" de los pravdistas o marxistas, y la "fracción
socialdemócrata" de los liquidadores, con Chjeídze a la cabeza).
Defendiendo la fidelidad a los legados revolucionarios del Partido,
apoyando el auge del movimiento obrero que se iniciaba en esa época (sobre
todo después de la primavera de 1912), combinando la organización legal y la
ilegal, la prensa y la agitación, los "pravdistas" unieron en torno suyo a la
inmensa mayoria de la clase obrera conciente, mientras que los liquidadores,
que actuaban como fuerza politica sólo por medio del grupo de Nasha Zariá, se
apoyaban en el pródigo respaldo de los elementos liberales burgueses.
Las aportaciones de fondos hechas abiertamente por los grupos obreros a
los periódicos de ambos partidos, que eran en aquella época la forma de
cotización de los socialdemócratas al Partido, tomando en cuenta las
condiciones del país (la única forma legal posible, y que todos podían
controlar libremente), confirmaron con claridad que la fuente de la fuerza y
de la influencia de los "pravdistas" (marxistas) era proletaria, mientras que
la de los liquidadores (y de su "Comité de Organización") era liberal
burguesa. Veamos a continuación unos breves datos sobre estas aportaciones, de
las que informa en detalle el libro Marxismo y liquidacionismo [11], y, en
forma abreviada, el periódico socialdemócrata alemán Leipziger Volkszeitung
[12] del 21 de julio de 1914.
Número y cantidades de las aportaciones a los diarios socialdemócratas de
Petersburgo -- marxistas (pravdistas) y liquidadores -- del 1 de enero al 13
de mayo de 1914:
PRAVDISTAS
LIQUIDADORES
Núm. de
aportaciones
Total en
rublos
Núm. de
aportaciones
Total en
rublos
De grupos obreros . . . . . .
De grupos no obreros . . . . . .
2.873
713
18.934
2.650
671
453
5.296
6.760
Así, pues, nuestto Partido agrupó en 1914 a las cuatro quintas partes de
los obreros concientes de Rusia en torno a la táctica socialdemócrata
revolucionaria. Durante todo el año 1913, el número de aportaciones hechas por
los grupos obreros fue de 2.181 para los pravdistas y de 661 para los
liquidadores. Desde el primero de enero de 1913 al 13 de mayo de 1914 se
obtuvieron los totales siguientes: 5.054 aportaciones de grupos obreros para
los "pravdistas" (es decir, para nuestro Partido) y 1.332, o sea, el 20,8%
para los liquidadores.
Marxismo y socialchovinismo
(1914-1915)
La gran guerra europea de 1914-1915 ha permitido a todos los
socialdemócratas europeos, entre ellos los rusos, comprobar su táctica en
función de una crisis de proporciones mundiales. El carácter reaccionario,
expoliador y esclavista de la guerra es infinitamente más evidente del lado
del zarismo que del lado de los demás gobiernos. ¡Y sin embargo, el grupo
fundamental de los liquidadores (el único que, fuera de nosotros y gracias a
sus relaciones con los liberales, ejerce una influencia importante en Rusia)
ha virado hacia el socialchovinismo! Como poseía desde hace bastante tiempo el
monopolio de la legalidad, este grupo de Nasha Zariá predicó a las masas la
"no resistencia a la guerra", hizo votos por la victoria de la
Triple (hoy Cuádruple) Entente y acusó al imperialismo germano de cometer
"pecados supernumerarios", etc. Plejánov, que desde 1903 había dado múltiples
pruebas de su extrema incoherencia política y de su paso a las posiciones
oportunistas, adoptó en forma aún más tajante esa misma actitud, lo que le
valió ser ensalzado por toda la prensa burguesa de Rusia. Plejánov descendió
hasta el punto de declarar que la guerra que libraba el zarismo era una guerra
justa, ¡¡y en los periódicos gubernamentales de Italia llegó a publicar una
entrevista en la que invitaba a este país a entrar en la guerra!!
La justeza de nuestra apreciación sobre la corriente liquidacionista y
sobre la expulsión del principal grupo de liquidadores de las filas de nuestro
Partido, se ha visto, de este modo, plenamente confirmada. El programa real de
los liquidadores y el verdadero significado de su orientación no consisten hoy
simplemente en el oportunismo en general, sino en la defensa de los
privilegios y de las ventajas que la gran potencia concede a los
terratenientes y a la burguesía gran rusos. Es la orientación de la política
obrera nacional-liberal. Se trata de la alianza de una parte de los pequeños
burgueses radicales y de una ínfima fracción de obreros privilegiados con "su"
burguesía nacional y contra la masa del proletariado.
La situación actual en la socialdemocracia rusa
Como ya hemos dicho, ni los liquidadores, ni toda una serie de grupos del
extranjero (Plejánov, Alexinski, Trotski, etc.), ni los llamados
socialdemócratas "nacionales" (es decir, no gran rusos) reconocieron nuestra
Conferencia de Enero de 1912. Entre las innumerables injurias que nos
prodigaron, la que repetían con más frecuencia era la que nos acusaba de
"usurpación" y de "escisionismo". Nuestra respuesta a ella era citar cifras
exactas y susceptibles de ser comprobadas objetivamente, que demostraban que
nuestro Partido agrupaba a las cuatro quintas partes de los obreros concientes
de Rusia. Y esto no era poco, tomando en cuenta las dificultades del trabajo
ilegal en una época de contrarrevolución.
Si la "unidad" era posible en Rusia sobre la base de la táctica
socialdemócrata, sin excluir al grupo de Nasha Zariá, ¿por qué no la
realizaban nuestros numerosos adversarios, al menos entre ellos? Desde enero
de 1912 han pasado tres años y medio, y durante este período nuestros
adversarios no pudieron crear, pese a todos sus deseos, un partido
socialdemócrata dirigido contra nosotros. Este hecho es la mejor defensa de
nuestro Partido.
Toda la historia de los grupos socialdemócratas que luchan contra nuestro
Partido es una historia de desmoronamiento y disgregación. En marzo de 1912,
todos sin excepción se "unificaron" para colmarnos de injurias. Pero ya en
agosto de ese mismo año, en que se constituyó contra nosotros el llamado
"bloque de agosto", comenzó la disgregación entre ellos. Una parte de los
grupos se separó, pero no pudieron crear un partido ni un Comité Central.
Formaron únicamente un Comité de Organización "para restablecer la unidad".
Pero en realidad este C.O. resultó un frágil biombo del grupo liquidacionista
en Rusia. Durante todo el período de inmenso auge del movimiento obrero en
Rusia y de las huelgas de masas de 1912-1914, el único grupo de todo el bloque
de agosto que trabajó entre las masas fue el grupo de Nasha Zariá, cuya fuerza
estribaba en sus relaciones con los liberales. Y a principios de 1914, del
"bloque de agosto" se retiraron formalmente los socialdemócratas letones (los
socialdemócratas polacos no formaban parte de él), mientras que Trotski, uno
de los jefes
del bloque, lo abandonó, aunque no formalmente, y creó una vez más su grupo
aparte. En julio de 1914, en la Conferencia de Bruselas, en la que
participaron el Comité Ejecutivo del Buró Socialista Internacional, Kautsky y
Vandervelde, se creó contra nosotros el llamado "bloque de Bruselas", en el
que no entraron los letones y del que se separaron de inmediato los
socialdemócratas polacos, la oposición. Después de estallar la guerra, este
bloque se desintegró. Nasha Zariá, Plejánov, Alexinski y el jefe de los
socialdemócratas del Cáucaso, An[13], se han convertido en socialchovinistas
declarados, que hacen votos por que Alemania sea derrotada. El Comité de
Organización y el Bund han asumido la defensa de los socialchovinistas y de
los principios del socialchovinismo. La fracción de Chjeídze, aunque votó
contra los créditos de guerra (en Rusia, incluso los demócratas burgueses, los
trudoviques, han votado contra ellos), sigue siendo una fiel aliada de Nasha
Zariá. Nuestros furiosos socialchovinistas, Plejánov, Alexinski y Cía., están
totalmente satisfechos con la fracción de Chjeídze. En París se ha fundado el
periódico Nashe Slovo (antes Golos ), con el concurso, sobre todo, de Mártov y
Trotski, que desean conjugar la defensa platónica del internacionalismo con la
reivindicación absoluta de la unidad con Nasha Zariá, el Comité de
Organización o la fracción de Chjeídze. Después de 250 números, este periódico
se ha visto obligado a reconocer su propia desintegración: una parte de su
Redacción se inclina hacia nuestro Partido; Mártov permanece fiel al Comité de
Organización, que censura públicamente a Nashe Slovo por su "anarquismo" (de
la misma manera que los oportunistas en Alemania, David y Cía., Internationale
Korrespondenz [14], Legien y Cía., acusan de anarquismo al camarada
Liebknecht) Trotski anuncia su ruptura con el Comité de Organización, pero
desea marchar junto con la fracción de Chjeídze. Veamos
ahora el programa y la táctica de la fracción de Chjeídze, expuestos por uno
de sus jefes. En el número 5 de 1915 de Sovremienni Mir [15], revista que
sigue la orientación de Plejánov y de Alexinski, escribe Chjenkeli: "Decir que
la socialdemocracia alemana se hallaba en condiciones de impedir que su país
en trara en la guerra y que no lo ha hecho, significaría desear ocultamente
que no sólo ella, sino también su patria, lancen su último suspiro en las
barricadas, o mirar los objetos que nos rodean a través del telescopio
anarquista ."[*]
En estas brevas líneas se expresa toda la esencia del socialchovinismo: la
justificación por principio de la idea de la "defensa de la patria" en la
guerra actual y las burlas -- con permiso de los censores militares -- a costa
de la propaganda en favor de la revolución y de su preparación. El problema no
consiste en absoluto en saber si la socialdemocracia alemana se hallaba en
condiciones de impedir que su país entrara en la guerra, ni tampoco en saber
si los revolucionarios pueden garantizar, en general, el triunfo de la
revolución. El problema es saber si debemos proceder como socialistas o
"agonizar" efectivamente en los brazos de la burguesía imperialista.
Las tareas de nuestro Partido
La socialdemocracia de Rusia surgió antes de la revolución
democrático-burguesa (1905) en nuestro país y se fortaleció en la época de la
revolución y de la contrarrevolución. El atraso
* S. M., núm. 5, 1915, . Trotski ha declarado recientemente que
considera su deber realzar la autoridad de la fracción de Chjeídze en la
Internacional. Es indudable que Chjenkeli, por su parte, se dedicará con la
misma energia a realzar, en la Internacional la autoridad de Trotski. . .
de Rusia explica la extraordinaria abundancia de corrientes y matices del
oportunismo pequeñoburgués entre nosotros, en tanto que la influencia del
marxismo en Europa, así como la solidez de los partidos socialdemócratas
legales antes de la guerra, hicieron de nuestros ejemplares liberales casi
admiradores de la teoría y de la socialdemocracia "razonables" "europeas" (no
revolucionarias), "marxistas" "legales". La clase obrera en Rusia no podía
constituir su partido más que en una lucha resuelta, durante treinta años,
contra todas las variedades del oportunismo. La experiencia de la guerra
mundial, que ha traído la vergonzosa bancarrota del oportunismo europeo y
reforzado la alianza de nuestros nacional-liberales con el liquidacionismo
socialchovinista, nos reafirma aún más en el convencimiento de que nuestro
Partido debe continuar en el futuro la misma vía consecuentemente
revolucionaria.
From Marx to Mao
(English)
Desde Marx
hasta Mao
Textos
de Lenin
Apuntos sobre
el texto abajo
NOTES
[1] El folleto El socialismo y la guerra fue publicado, en alemán, en
septiembre de 1915, y distribuido a los delegsdos a la Conferencia de
Zimmerwald de los socialistas; se editó en francés en 1916. []
[2] Véase Clausewitz, Sobre la guerra, t. I, art. I, cap. I, sec. XXIV.
[]
[3] El "brentanismo" es una "doctrina liberal burguesa que admito una lucha
de 'clase' no revolucionaria del proletariado" (véase V. I. Lenin, La
revolución proletaria y el renegado Kautsky, Ediciones en Lenguas Extranjeras,
Pekín, 1972, ), que debe su nombre a L. Brentano, economista burgués
alemán, partidario del llamado "socialismo de Estado", quien pretendía
demostrar que se podía realizar la igualdad social dentro del capitalismo
mediante reformas y conciliaciones de intereses de los capitalistas y obreros.
Con un vocabulario marxista como rótulo, L. Brentano y sus seguidores trataron
de subordinar el movimiento obrero a los intereses de la burguesía. [pág.
24]
[4] Véase F. Engels, El socialismo en Alemania (C. Marx y F. Engels, Obras
Completas, t. XXII). []
[5] Nóvosti, diario del partido socialrevolucionario, publicado en París de
agosto de 1914 a mayo de 1915. []
[6] Proletarski Golos (Voz Proletaria ), órgano ilegal del Comieé de
Petersburgo del P.O.S.D.R.; se publicó de febrero de 1915 a diciembre de 1916,
en total cuatro números. En su primer núnmero se insertó el Manifiesto del
Comité Central del P.O.S.D.R. "La guerra y la social democracia de Rusia".
[]
[7] La Conferencia Socialista Internacional de la Juventud sobre la actitud
ante la guerra se celebró del 4 al 6 de abril de 1915 en Berna (Suiza).
Asistieron representantes de las organizaciones juveniles de o países: Rusia,
Noruega, Holanda, Suiza, Bulgaria, Alemania, Polonia, Italia, Dinamarca y
Suecia. La Conferencia decidió celebrar cada año el Día Internacional de la
Juventud, eligió un Buró Internacional de la Juventud Socialista, y organizó,
de acuerdo con la resolución de la Conferencia, la revista
Jugend-Intetnationale (La Internacional de la Juventud ), en cuyo trabajo
tomaron parte Lenin y K. Liebknecht. []
[8] El Partido Laborista Independiente (I.L.P. -- Independent Labour Party)
fue fundado en 1893. Lo encabezaban James Keir Hardie, R. MacDonald y otros.
El Partido Laborista Independiente era de hecho "independiente del socialismo,
pero dependiente del liberalismo" (véase V. I. Lenin, Obras Completas, t.
XVIII). Durante la Primera Guerra Mundial, el Partido Laborista Independiente
publicó al comienzo un manifiesto contra la guerra (el 13 de agosto de 1914).
Después, en febrero de 1915, en la Conferencia de los Socialistas de los
países de la Entente, celebrada en Londres, los independentistas se adhirieron
a la resolución socialchovinista aprobada en la Conferencia. A partir de
entonces, los lideres del Partido Laborista Independiente, encubriéndose con
frases pacifistas, mantuvieron una posición socialchovinista. En 1919, después
de la fundación de la Internacional Comunista, los lideres del Partido
Laborista Independiente, bajo la presión de los miembros de la izquierda del
Partido, aprobaron una resolución para retirarse de la II Internacional. En
1921, los independentistas se adhirieron a la llamada segunda y media
internacional, y en 1923 se reintegraron a la II Internacional. []
[9] Los tribunistas eran miembros de la fracción izquierdista del Partido
Obrero Socialdemócrata Holandés, unidos en torno del periódico Tribuna. En
1909 fueron expulsados del P.O.S.D.H. y formaron un partido independiente (el
Partido Socialdemócrata Holandés). Los tribunistas fueron el ala izquierda del
movimiento obrero holandes, pero no un partido revolucionario consecuente. En
1918 tomaron parte en el trabajo de fundación del Partido Comunista de
Holanda.
Tribuna, periodico del ala izquierda del P.O.S.D.H., fundado en 1907 en
Amsterdam. Desde 1909 fue órgano del P.O.S.D.H. y desde 1918, órgano del
Partido Comunista de Holanda. []
[10] Luch (El Rayo ), diario legal de los liquidadores mencheviques; se
publico en Petersburgo de septiembre de 1912 a julio de 1913 y su
Sostenimiento "dependia del dinero de amigos ricos burgueses" (Lenin).
[]
[11] "Marxismo y liquidacionismo. Recopilación de articulos sobre los
problemas fundamentales del movimiento obrero contemporaneo. Parte II"
publicada en julio de 1914 por la Editorial del Partido Pribói. Esta
recopilación comprendia artículos de Lenin contra el liquidacionismo de los
cuales "La clase obrera y la prensa obrera" y "Respuesta de los obreros a la
formación de la fracción obrera socialdemocrata rusa en la Duma del Estado"
contaban con datos detallados acerca de las aportaciones. (Véase V. I. Lenin,
Obras Completas, t. XX) []
[12] Leipziger Volkszeitung. (La Gaceta Popular de Leipzig ), organo de la
izquierda socialdemócrata alemana, publicado diariamente desde 1894 hasta
1933, en cuya redacción participaron durante muchos años F. Mehring y R.
Luxemburg. De 1917 a 1922, el periódico fue órgano de los "independientes"
alemanes, y a partir de 1922, órgano de la de recha socialdemócrata. [pág.
55]
[13] An: N. N. Zhordania, jefe de los mencheviques del Caucaso. []
[14] Internationale Korrespondenz, semanario socialchovinista alemán
dedicado a los problemas de la política internacional y del movimiento obrero,
publicado en Berlín desde 1914 hasta 1917. []
[15] Sovremienni Mir (Mundo Contemporaneo ), revista mensual literaria,
científica y política; se publicó en Petersburgo desde 1906 hasta 1918.
Tomaban parte directa en la revista los mencheviques, incluido Plejanov. En el
periodo del bloque con el grupo de mencheviques defensores del Partido,
encabezado por Plejánov, y a principios de 1914, colaboraron en la revista los
bolcheviques. En marzo de 1914 se publicó en Sovremienni Mir el artículo de
Lenin "Una nueva destrucción del socialismo". Durante la Primera Guerra
Mundial la revista pasó a ser una publicación de los socialchovinistas.
[]
From Marx to Mao
(English)
Desde Marx
hasta Mao
Textos
de Lenin
               (
geocities.com/capitolhill/senate)                   (
geocities.com/capitolhill)