E l   s a n t o   a c r a t a 

                                               (por Osvaldo Bayer) 

   En los a~nos treinta, el periodista Luis Sofovich lo califico de "el santo 
acrata". Acracia era el pais utopico con que so~naban los anarquistas, un mundo 
sin gobierno donde todo se resolviera por acuerdo mutuo, la ayuda mutua, la 
solidaridad. los acratas eran - y son - quienes piensan que lo mas sagrado es 
la libertad, y el poder significa la negacion de la libertad, por ende, de la 
dignidad. El "santo acrata" fue el orador mas formidable que conocieron las 
tribunas publicas de la Argentina en las grandes agitaciones sociales de las 
primeras decadas de este siglo. Se llamo Rodolfo Gonzalez Pacheco, la 
encarnacion del "hombre nuevo".

   Luis Sofovich, aquel eterno tecleador de las redacciones de CRITICA y de 
NOTICIAS GRAFICAS, hizo el siguiente relato acerca de el: "Era el mas noble, 
altruista y bondadoso de los acratas. Poeta, su inspiracion nacia en su alma 
limpia y en su devocion por la belleza. La Pampa y sus hombres conmovian sus 
fibras mas intimas, pero tambien los hombres que sudaban junto a las fraguas y 
los que estaban sumergidos por la tragedia. La libertad era su religion y en 
esa creencia era un santo, canonizado por una vida sin sacrificios, sin 
claudicaciones".

   Aclamado hombre de teatro, Rodolfo Gonzalez Pacheco conmovio a amplios 
sectores populares con sus obras "Hermano lobo", "Las viboras", "La 
inundacion", "Hijos del pueblo", y otras. Su estilo continuaba la linea 
comenzada por Florencio Sanchez con su "M' hijo el dotor". Pero si bien sus 
obras ocuparon durante muchos a~nos los escenarios de las salas centricas, el 
escribia sus obras principalmente para los cuadros filodramaticos, los teatros 
con que contaban todas las sociedades de resistencia, como se llamaban los 
sindicatos, y las bibliotecas populares, creadas por socialistas y anarquistas 
hasta en el mas lejano rincon de las pampas. 

   Una vez, en la Sociedad de Actores, le preguntaron como se hizo anarquista. 
Y el contesto sonriente y nostalgico: "La culpa fue de unos agitadores que 
disfrazados de marineros y vendedores de casimires de contrabando llegaron una 
tarde a la estancia de mis padres, en los primeros a~nos de este siglo. Yo era 
un hijo de papa, un aprendiz de gaucho, mujeriego en los bailes de rancho y 
pendenciero en las reuniones de pulperia. Respetado por los gauchos que veian 
en mi mas que al mozo guapo a un protegido de los milicos, porque era hijo de 
estanciero. Aquellos falsos contrabandistas pidieron permiso para pernoctar, y 
de acuerdo con la costumbre hospitalaria de nuestra pampa se les dio carne 
asada y catres para pasar la noche en el galpon de los mensuales. Al siguiente 
dia, cuando ellos se fueron, uno de los peones me trajo una coleccion de 
peque~nos folletos que los forasteros se habian olvidado en el galpon, 
repartidos estrategicamente para que se pudieran hallar despues de irse... Eran 
pensamientos de Bakunin, de Kropotkin, de Pietro Gori, de Malatesta. Al 
leerlos, fue la primera vez que adverti que en el mundo habia algo mas que 
guitarras, ginebra y carreras cuadreras. Que habia gente que se preocupaba por 
sus congeneres. Y que mi vida era canallesca comparada con la nobleza y los 
sentimientos de esa gente con preocupaciones sociales". Esas consignas iban a 
ser su brujula hasta su muerte, en 1949, a los 66 a~nos. 

   Fue un nato sembrador de ideas. Un orador politico por excelencia. Estuvo en 
todo el pais para hablar. Recorrio tambien Chile, Mexico, Cuba y Espa~na 
hablando, siempre hablando y discutiendo. Hablo en todas las campa~nas: la de 
Sacco y Vanzetti; la de Radowitzky, la de los mensues, la de los mineros; fue 
el principal agitador en la huelga teatral mas grande de la historia argentina. 
Pero ante todo fue el creador de los "Carteles". Los "Carteles" de Gonzalez 
Pacheco consistian en recuadros que se publicaban en los periodicos anarquistas 
y donde se tomaba tajante posicion ante los acontecimientos publicos que se 
producian. Esos "Carteles" quedaron en las paginas de los periodicos que el 
mismo fue fundando. Por ejemplo, aquel semanario llamado LA MENTIRA que, con 
ironia suspicaz, se autotitulaba Organo de la patria, la religion y el Estado, 
y que fundo junto a un oficial de policia: Federico A. Gutierrez, a quien un 
anarquista italiano, el anciano Ragazzini, habia convencido durante sus 
continuas estadas forzosas en el Deposito de Contraventores.

   Pacheco fue primera pluma tambien en GERMINAL, en CAMPANA NUEVA, en el 
vespertino LA BATALLA (si, los anarquistas editaban todos los dias LA PROTESTA, 
matutino, y LA BATALLA, vespertino). Pero el regimen de los conservadores 
liberales no le permitio levantar demasiado vuelo durante la campa~na que la 
izquierda argentina inicio contra la Ley Social y la Ley de Residencia: con 
otros luchadores, Gonzalez Pacheco fue enviado al presidio militar de Ushuaia, 
la "Siberia Argentina", como se lo conocia en aquel tiempo. De ese tiempo 
quedaron sus impresionantes "Carteles" sobre el trato a los presos: la 
cachiporra de plomo, el triangulo, el cavar pozos en invierno con las manos, 
las palizas diarias. Un baldon que tambien tienen los gobiernos radicales de 
Yrigoyen y Alvear, el dictador Uriburu, y los Justo, Ortiz y Castillo de la 
Decada Infame, y los militares del '43. Pero si bien casi todos volvian 
quebrados y dispuestos a portarse bien, luego de vivir entre la brutalidad y la 
humillacion, Gonzalez Pacheco fundo, apenas regresado a Buenos Aires, LIBRE 
PALABRA y mas tarde EL MANIFIESTO, hasta que entro a trabajar en LA PROTESTA. 

   Poco despues creara LA OBRA, pero durante la Semana Tragica Yrigoyen 
ordenara la clausura de esa publicacion y tambien de LA PROTESTA. Gonzalez 
Pacheco haciendo caso omiso de la amenaza y la carcel saco a luz TRIBUNA 
PROLETARIA. Durante el gobierno de Alvear lo condenan a seis meses de prision 
por haber elogiado la actitud del obrero aleman Kurt Wilckens, quien mata al 
teniente coronel Varela, fusilador de centenares de peones rurales patagonicos. 
Cuando a fines de la decada del veinte se desata la violencia del anarquismo 
expropiador y Severino Di Giovanni comete el atentado contra la representacion 
italiana fascista, Gonzalez Pacheco no sale - como muchos - a purificarse en 
las aguas del Jordan ni a lavarse las manos como Pilatos. Lamenta si, las 
victimas, pero hace el analisis del porque de la violencia y las causas que 
originan esa violencia. Dira en sus cartel La Cosecha: "Frente al dinamitazo 
del consulado italiano no nos desdecimos ni en una coma. Pensamos lo que 
pensabamos: el sistema de barbarie por el que arrean al mundo los gobernantes 
va a continuar produciendo estas explosiones. Son ellos, con sus violencias 
bestiales y sus podridos cinismos ante las mas inefables aspiraciones del 
pueblo y sus mas primarios instintos de libertad y justicia, los unicos 
responsables. No nos ponemos al margen ni le sacamos el cuerpo a ninguna 
sospecha, por mas infame que sea. Nunca podra herirnos nada tan hondamente, 
como nos hiere y desgarra la angustia ahora". Y mas adelante se~nala: "El 
culpable, sea quien sea, es un producto de este sistema burgues delirante de 
violencia y cinismos. Ese sistema es el criminal que arrea a la carniceria de 
diez millones de humanos, como en la pasada guerra, que aventa hogares y 
templos, mutila y relaja espiritus, el. El es el que corrompe todo, con solo 
mirar, la vida... Lloren los cocodrilos sicarios. Nosotros no lloramos. No le 
sacamos el cuerpo a ninguna responsabilidad, tampoco".

   Por supuesto, Gonzalez Pacheco ira - en 1936 - a defender al pueblo espa~nol 
contra los militares de Franco. Y a partir de 1943 vera impotente como los 
sindicatos dejan de dar sus obras y escuchar sus conferencias. En las asambleas 
ya no se canta "Hijo del pueblo te oprimen cadenas..." o "Arriba los pobres del 
mundo..." sino el "Peron, Peron..." En el marco de esta realidad moria hace 45 
a~nos Rodolfo Gonzalez Pacheco, el "santo acrata". Pero, pese a todo, moria con 
fe en el futuro. Lo atestigua esta, su frase: "Hay un modo de perder y hay un 
modo de ganar a los hombres para la libertad: metiendolos en un pu~no, como 
reses en un brete, o despertando en ellos el dormido ser sagrado que todos 
llevan dentro. Uno es expeditivo y autoritario: el otro es fraterno y 
entusiasta... De ese seguira cosechando fe en su destino el pueblo. Porque 
aquel manda y este siembra". 

(Publicado en PAGINA/12 - diario de Buenos Aires - el 9 de Abril de 1994.)
(tomado de )

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