Miguel Romero
Vivimos en una sociedad hipócrita porque infunde una moral en sus escuelas que ella misma no cumple y no respeta. En cierta medida es culpable de sus propios males, pues sostiene como base a un sistema que es antagónico a su naturaleza. Diversos estudios antropológicos tales como los realizados por Jean Dastugue en la necrópolis de Tarforalt (Marruecos) o los de Sahlins, que refuta la interpretación de los liberales y marxistas acerca de los "pueblos primitivos", expresan claramente que la violencia es más bien una aberración en el ser humano, generada por la ambición y/u otros factores de carácter social que responden a una estructura del pensamiento moderno. Asimismo podemos encontrar en el afán de la búsqueda del progreso, mucho más que violaciones a los derechos humanos: el irrespeto a la naturaleza que origina su destrucción indiscriminada.
¨Por qué la sociedad permanece indiferente ante tantos crímenes? ¨Por qué acepta el manejo de recursos dantescos para su desarrollo? Al parecer las acciones del hombre de hoy van mucho más allá de lo que se puede pensar. La ciencia y la tecnología, que está al servicio de los que codician el poder, avanzan a pasos agigantados en comparación de la que presta un servicio social. Conocemos el uranio, material capaz de destruir ciudades en cuestión de segundos, pero ignoramos rotundamente el antídoto contra el sida. Además, si esta es una sociedad cómplice, sin memoria, incapaz de encontrar el camino hacia la solidaridad y el apoyo mutuo, que deberían ser las características de los pueblos evolucionados, es porque los individuos que la integran son tan corrompidos como ella, y para cambiar eso, hay que destruir todas las formas del pretendido orden social, y elaborar otras en las que no exista espacio, ni se le de cabida al innatural autoritarismo, que es el creador de la sociedad hipócrita en la que vivimos.