Editorial

Observamos desde comienzos de este año, no sin cierto interés, un despertar de las variadas fuerzas sociales y políticas que habian estado dormilando en los últimos tiempos. Y en estas épocas de apatía y conformismo, tal retorcimiento es como para ilusionarse que las cosas, por lo menos, se van a mover un poco.

Pero, las causas de tal despabilamiento nos desdibujan la ilusión en escepticismo, ya que las mismas se enmarcan en una carrera coyuntural que tiene como meta las elecciones presidenciales de diciembre. Publicaciones, agrupamiento de gentes, tomas de posición y pintas en la calle evidencian el deseo de participación sectorial y popular, en alguno de los bandos cuyo trasero aspira el acariciar la silla de Miraflores.

Creemos que las buenas o malas intenciones de hacerse con la presidencia terminaran, como ayer, cediendo a las presiones y negociaciones que el cargo impone. El discurso y práctica del poder representativo se ha mostrado reiteradamente unidimiensional: legitimarse y perpetuarse a si mismo, cosa que en los últimos 40 años se ha traducido en privilegios para las élites y miseria y represión para la mayoría. La experiencia del socialcristiano Caldera nos debiera servir de aprendizaje, que prometiendo en su campaña el no negociar con el FMI, meses después de su investidura dio luz verde a la implantación, sin condiciones, de las recetas macroeconómicas del organismo multilateral. ¿Es Caldera un mentiroso o una víctima de las circunstancias? Las dos cosas.

El gran sentimiento de rabia antisistema lo ha venido capitalizando Chavez. ¿Representa el militar golpista una verdadera alternativa de cambio, de trastocamiento del status-quo? Lo dudamos sobremanera. Sólo dos elementos enunciamos por el poco espacio: Uno, su formación castrense a pesar del maquillaje, es tan profunda en todos sus esquemas de pensamiento que se permite el hablar de las regiones electorales como frentes de batalla a conquistar. El ejército es la antítesis de la sociedad civil y sus valores diametralmente opuestos a los democráticos... militar es militar aunque lo fajen chiquito.

Por otro lado, y sólo falta seguir con atención sus declaraciones en los medios, su verborrea es tan ambivalente como la del resto de los candidatos. Su discurso se transforma de acuerdo con el auditorio al que se enfrenta: un sector del 23 de Enero, Fedecámaras o un gremio de profesionales de la clase media. Esto es muestra de que los pactos y concesiones se vienen fraguando debajo de la mesa, a cambio del apoyo económico y político que cualquier candidato que se precie necesita. En este sentido se ha conformado, oportunista o ingenuamente, un grupo en extremo heterogéneo bajo el paraguas del Movimiento V República: una suma de colectivos e individualidades que en la lucha de calle poseen muy pocas convergencias, cosa que han preferido olvidar momentaneamente por alcanzar un trozo del pastel.

Sostenemos que la brega por la construcción de espacios de democracia real, participativa y directa es todos los días y en todas las circunstancias. Del spring electoral sólo quedará el cansancio y los malos recuerdos de sus luchas intestinas por las cuotas de poder. En tal sentido, delegar y depositar un voto cada cinco años es sólo un formalismo, una planilla que se llena para cambiar de amos. La pelea es y debe ser, por tener la capacidad de decidir todos los días los aspectos que condicionarán nuestras vidas: desde si queremos ir o no al Servicio Militar o si es conveniente que construyan un centro comercial en medio del barrio. Empezar por lo pequeño y construir y enlazar espacios de participación directa hacia lo macro, no al revés.