A. Serrano González
El ojo de Dios en la tierra, pues de él toma su poder, así dicen. Pastor de todo ser humano, viajero como ningún otro representante del cristianismo sobre la tierra. El Papa Wojtyla que llegó de Polonia, en sus correrías de viajero "pastoral y evangélico", entró en contacto directo con muchos jefes de Estado que reconocen en él, al jefe de otro Estado.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, los llamados Tres Grandes en Yalta, hablaban del reparto de la influencia a ejercer sobre el resto de los pueblos del mundo, y uno de ellos, pidió aplazar el cierre del acuerdo hasta conocer la opinión del Papa. El Tío Pepe, (así llamaba Churchill a Stalin) extrañado del por que había que conocer la opinión del hombre del Vaticano, pregunto: ¿Cuantas divisiones tiene el Papa?. Sabían que el Papa no tenía ninguna fuerza militar a tomar en cuenta, pero sí se sabia, el poder que ejercía y sigue ejerciendo sobre los hombres que mueven la banca y las finanzas del mundo.
Tío Pepe siguió caminando hasta 1953, no pudo nunca pensar, que algo más de treinta anos más tarde, aquel torreón que habla construido pudiera caer deshaciéndose como azucar en un vaso de agua. No había querido saber, que el imperio sobre el que se asentaba tenía por base un lago de sangre y de que la sangre es movediza. Eso lo sabía muy bien aquel campesino, minero y soldado, que allá en Polonia, con más de veinte anos tomó los hábitos y se hizo sacerdote. Nada mas llegar al Vaticano e investido de la tiara papal, inicia el movimiento de peones que al igual que un tablero de ajedrez, ira acorralando torres y reyes. Sí, la suerte le acompañó, encontró amigos como Reagan y la Sra Tatcher, quienes siguiendo los pasos iniciados estrecharon el cinturón del cerco, y un día el mundo asombrado vió nacer y crecer un sindicato obrero en la tierra de donde era oriundo el Papa, que rompía toda la estructura burocrática que funcionaba para controlar y conducir a la clase obrera por los cauces bolcheviques de lo que habían dado en llamar el socialismo real. Ese sindicato, Solidaridad, fue el yunque y martillo que golpeó sin descanso hasta grietear y quebrar la total estructura de todos aquellos partidos gobernantes en los pueblos del Este europeo que formaban el Comecón. Y el crujimiento fue tan enorme, que arrastró a la mayoría de partidos que por el mundo fungían como abanderados de aquellas doctrinas.
Ese Papa, siguiendo lo que llama apostolado, hace unos meses reunió en París, según algunos, más de un millón de jóvenes de toda el mundo, y en el hipódromo de Longchamp, ante unos trescientos mil de estos jóvenes, ha reconocido la responsabilidad de la iglesia católica en la masacre cometida la noche de San Bartolomé, en donde varios miles de protestantes fueron asesinados. Llego' a decir: "Hubo cristianos que llevaron a cabo actos que el evangelio reprueba. Hoy, yo, Papa de la iglesia de Roma, en nombre de todos los católicos, pido perdón por los errores infligidos a los no católicos durante el curso de la atormentada historia de estas gentes". Este pedido de perdón se expresó 25 veces.
No es la primera vez que el Papa Wojtyla reconoce los graves errores cometidos por su iglesia. Hace unos cinco años asombró al mundo "rehabilitando" a Galileo Galilei, después del dictamen de la Comisión para el Estudio de la Controversia Ptoloméica-Copernica nombrada 346 años después de la condena del sabio por la iglesia católica. Hace unos dos años, se produjo la "rehabilitación" de Darwin, remitiendo un mensaje a la Academia Pontificia de Ciencias, en la que expresaba la teoría de la evolución de las especies en estos términos: "Las nuevos conocimientos llevan a la aceptación de la teoría de la evolución como mas que solo una hipótesis. La convergencia, ni buscada ni provocada, de los resultados de los estudios realizados con independencia unos de otros constituyen en si misma un argumento en favor de esta teoría".
Tanto la una como las otras, la decisión papal ha llegado tarde, como siempre, aunque esta vez la iglesia de Roma ha tardado 425 años en reconocer el terror desatado en la noche de San Bartolomé, a Galileo se ha tardado 359 años, y a Darwin 138 años. Pero el daño causado a la ciencia y a la cultura del mundo en general por estos años de silencio, el temor impuesto para seguir en la investigación científica, por la persecución sobre aquellos que no aceptaron ni se sometían al dictado pontificio, esos años de terror ¿quien ha de pagar los costos?
Ahora, hace poco, el Papa ha pedido perdón en razón del holocausto, ha reconocido que el Vaticano no hizo todo cuanto debió haber hecho para evitar aquel exterminio de judíos que Hitler estaba llevando a cabo. Hace unos 25 años, un escritor alemán publicó un libro: El Vicario, allí se denunciaba este silencio. El Vaticano y detrás de él toda sus iglesias en el mundo entero, lo calificaran de blasfemo y vulgar mentira. Pero como suele decirse: "más vale tarde que nunca", estos reconocimientos confirman como el poder de la iglesia ha estado y sigue estando asentado sobre la mentira y el engaño, sostenidas por el poder represivo policial y militar de los Estados, manteniendo a las pueblos en el analfabetismo, la incultura y la ignorancia.
La juventud debe mirar hacia adelante, salir de lo frío estático e impulsar su acción hacia un futuro de progreso y libertad.