Editorial

Un número mas. El amor y la rabia chorreantes de tinta negra sobre papel imprenta de nuevo. Conjugados los verbos que provocan taquicardia, invocados de nuevo por arco iris vomitados por labios replicantes. Ante la sequía de finales de siglo, nos echamos al timidez a la espalda y salimos fuera con paraguas y sobretodos a esperar el chapuzón. Creamos espacios de no-consenso pensándolos y comunicándolos a nuevas complicidades. Así vamos, pasito a pasito, haciendo grandes los pequeños anhelos que habían quedado rezagados tras décadas de domesticación. Y temblamos de nuevo al decir "libertad", "justicia" y "solidaridad". Como talismán, dibujamos caritas sonrientes en nuestros boletines subterráneos para contrarrestar la depresión de los noticieros. Desechamos viejas prácticas y nos quitamos el ropaje sucio de militantes dogmáticos para ganar amig@s para la resistencia. Tejemos redes en nuestras mecedoras de sabiduría anciana, sobre la que cabalgamos nuestra perpetua inquietud adolescente. Avanzamos un tantico y retrocedemos si es necesario para repensar lo hecho. Pillamos la madrugada frente a la computadora imprimiendo bocetos de los artes finales. Extrañamos, al levantarnos, la utopía que nos negó este siglo y hacemos alas de nuestras viejas cenizas. En Ipostel, como una ofrenda, le colocamos paquetes a compañer@s lejanos. Canjeamos concreto por piel para mantener el calor y burlarnos del efecto invernadero citadino. Soñamos, soñamos y soñamos. Un joven de 80 años vende 600 ejemplares.

Renunciamos de plano a ser parte de la cultura de la revancha. Nos asusta eso de que con tal que no sean miembros de los partidos del status, hay que darle una carta blanca a quien se monte en el poder. Hay lecciones históricas que demuestran que con los dictadores del proletariado hay que abrigar cualquier sentimiento menos el de entusiasmo. Hay que enfocar bien los binoculares para ver que tras el mesianismo, la bravuconería verbal y las pugnas internas por el poder no hay nada nuevo que ya haya pasado antes. Esperaremos que la marea del espejismo baje. Que los Mesías son para las manadas, y nosotr@s nos negamos a ser parte del rebaño. Mientras, nosotr@s seguiremos construyendo las redes de la autoresponsabilidad y el compromiso colectivo en la busqueda de nuevos amaneceres.