Editorial

"Que vengan y vean a los hombres, mujeres y niños que saben vivir y tienen una alegría que aun no han podido matar los que pretenden enseñar a otras naciones como se vive".
Chinua Achebe

En un primer momento las mujeres luchábamos para que se nos reconociera que somos seres con almas; luego por el reconocimiento de nuestros derechos socio-políticos -con las sufragistas-. La lucha contra la opresión del machismo terminó convirtiéndose en propuestas tan extremas como la del grupo de mujeres SCUM (Sociedad para eliminar a los hombres) quienes en vez de pronunciarse por la abolición del machismo abogaron por la eliminación del macho a punto de "terrorismo feminista".

Sin embargo, en esta multiplicidad de saberes que fueron adoptando las distintas expresiones del movimiento feminista, no faltaron las militantes en pro de la liberación de la mujer, que desde sus diversos lugares (la literatura, la pedagogía y la política, entre otras) abogaron por un movimiento feminista que trascendiera la ideología de los géneros, que sin hacer concesiones de ningun tipo con el sexismo pretendían más que la superación e igualación con el hombre, la búsqueda de una identidad propia. La categoría de "masculino" y "femenino" son construcciones sociales que obedecen a una ideología patriarcal dentro de una civilización occidental, donde lo masculino como paradigma dominante ha excluido todo lo que la cultura ha definido como femenino. Frente a este proceso de dominación fundamentado en la ideología del género hay dos respuestas, desde las cuales se puede buscar o perder la identidad de lo femenino.

La primera parte de la aceptación de que los géneros están biológicamente establecidos, así como la condición de segundo sexo que le corresponde a la mujer. Aquí, la "liberación" de la mujer consiste en la masculinización de la hembra. El lado contrario, ve este proceso como una feminización del mundo, entendiendo que si "el principio masculino ha sido la fuerza mental y física dominante, una sociedad libre sería la negación completa de ese principio, sería una sociedad femenina".

Ambas visiones suponen que lo femenino y lo masculino son rasgos naturales, biológicamente determinados, que tienen una existencia independiente. Ambas responden a la ideología patriarcal del género con categorías maníqueas y excluyentes creadas por la misma ideología.

No obstante, hay una segunda respuesta posible de liberación y de identidad de lo femenino, que trasciende del género y que nosotr@s como anarquistas nos pronunciamos. Parte en principio por reconocer que lo masculino y lo femenino, como conceptos relativos al género basados en la exclusividad, son categorías definidas ideológicamente (como lo es la asociación de violencia y actividad con el primero y no violencia y pasividad con el segundo); y en segundo lugar, por comprender que los valores feministas no sólo sirven a la mujer sino también al hombre. Los valores feministas no están relacionados exclusivamente con el ser mujer.

Abogamos por una recuperación del principio femenino que entreteje todo cuanto late y vive. Reivindicamos los arquetipos femeninos que asociados con la feminidad fueron brutalmente desplazados por un mundo occidental que impone los valores masculinos en tanto poder, fuerza y razón, y que ahora comienzan a reaparecer desde el centro de la tierra en búsqueda del equilibrio.

No se puede diferenciar realmente lo masculino de lo femenino, la persona de la naturaleza. Pese a ser distintos permanecen en una inseparable unidad dialéctica, como los dos aspectos de un ser.

La recuperación del principio femenino implica la liberación de la mujer y la del hombre, que, dominando a la naturaleza y a la mujer, ha sacrificado su propia humanidad. Implica aun más, abogar por todo asomo de vida que se convierta en una piedra en el zapato para esta civilización de la muerte.