La Suerte de Ser Empleado Público

Uno de Valencia

Venezuela es un gran país, además de sus exuberantes paisajes de mar, montañas nevadas, desiertos y selva, cuenta con un atractivo, tal vez mucho más valioso y particular: su gente.

El venezolano es capaz de ser tan noble, jocoso y a veces detestable, que lo hace el más pícaro de todos los gentilicios latinoamericanos. Obviamente, los mandatarios, regionales, municipales y sobretodo nuestro singular presidente, no escapan a esta realidad.

Afortunadamente, existe un grupo especialmente beneficiado en esta "tierras de gracias", constituidos por los empleados públicos, sólo este renglón de la población tiene la suerte de vivir el sueño de cualquier niño: trabajar en un circo

Sólo y únicamente los que trabajan en alcaldías, gobernaciones y entes descentralizados tienen la dicha de observar personajes como salidos de un libro de Onetti, aunque también algunos tan tenebrosos, maléficos y miserables como los creados por Alan Poe. Son nada más los empleados públicos los que se topan con las maravillas de vivir en un circo

En primer término tenemos a los payasos, nunca saben lo que hacen y no tienen conciencia del ridículo, ponen la torta al menos una vez al día. Por supuesto que estos carismáticos personajes están representados por los jefes, es decir, alcaldes, concejales, directores y afines.

Después le siguen las bestias, hay toda una gama, perezas, burros, hienas, tiburones, arpías y tortugas. Algunos son muy graciosos y hasta inofensivos, pero otros, son capaces de comer tus entrañas, si no los controlas con un látigo y una silla. Todos, sin embargo y como es común en los animales, se cagan todo el tiempo y en cualquier lugar.

Existe además otro renglón de trabajadores conocidos como los malabaristas, estos, en vez de divertir, dan tristeza, pues permanecen con un desconsuelo en sus ojos que da pesar. Se les ve con la mirada perdida en el ir y venir de sus implementos, que sondeando el aire bailan sin cesar. Tal vez sea porque son seres con una inteligencia superior a la de sus compañeros, algunos incluso, pasaron por una universidad y hasta se graduaron con honores y no se encuentran conformes con su trabajo, que en la mayoría de los casos, consiste en limpiar la mierda de las bestias.

En el último escalafón se encuentran los extras, estos personajes, no hacen absolutamente nada, ni siquiera cagar, sólo son contratados para que den la impresión, a manera de estrategia publicitaria, de que en el circo se trabaja muchísimo, se encuentran en cualquier lugar, caminando de un lado a otro, en los cafetines cercanos a la carpa mayor.

Vale acotar que estas figuras varían de acuerdo al circo, es decir, del ente gubernamental y de su tamaño. No obstante, estos son los cuatro tipos fundamentales de trabajadores públicos y tiene en común su alimentación, día a día se comen tus ingresos, el escaso dinero que ganas al trabajar en lugares menos divertidos que ellos. Se alimentan, cuando pagas tus impuestos, que esperan ansiosos como leones enjaulados para deglutirlos con un placer casi morboso.

Definitivamente en esta sociedad hiper reglamentada debería existir una normativa para tan privilegiado sector de la sociedad. No es justo que los empleados públicos vivan en ese sueño infantil, no es justo que sólo ellos puedan tener la suerte de laborar en una carpa de circo, no es justo que ellos, además de poseer un trabajo divertido, tengan que ser alimentado por los que nos vemos en la obligación burda e inmoral de producir, de ofrecer con sus esfuerzos la posibilidad de levantar este país que una vez llamaron Venezuela.