Chávez: a falta de pan, bueno es el circo

Douglas García

Tras casi 9 meses de mandato, podemos hacer afirmaciones más precisas acerca del gobierno de Hugo Chávez, pues muchas personas continuamente nos piden exponer con detalle como l@s anarquistas del país percibimos al actual gobierno, las circunstancias de su ascenso al poder y sus perspectivas de evolución.

El ascenso a la Presidencia del ex-militar golpista se dio en medio de un proceso de acelerada descomposición del anterior escenario político, un régimen de "democracia representativa" que tras 40 años de vigencia naufragaba en las contradicciones y desaciertos que eran inherentes a su misma estructura. La dirigencia de los dos partidos políticos que se habían turnado en el poder en ese lapso: Acción Democrática - de raíces semi-socialdemocratas y populistas - y COPEI - democristiano y también populista, - en alianza con la burguesía transnacional y local, y contando con la bendición del imperio USA, aprovechó los inmensos recursos de la renta petrolera para "modernizar" al Estado venezolano, en el sentido de convertirlo en una maquinaria al servicio de sus intereses. Aunque también es cierto que ese aparato de dominación contó con suficientes recursos, producto del gigantesco caudal de la riqueza petrolera, como para ofrecer la zanahoria populista de beneficios y prebendas con lo que se aseguró la pasividad de la mayoría de la población y acalló "democráticamente" todo asomo de protesta organizada. Una adecuada proporción de dinero y represión permitió la supervivencia de un modelo político que para 1970 ya requería de una urgente renovación.

Al avanzar la década de 1980 el pueblo vio que sus expectativas se diluían y cuando quiso recuperarlas en el "Caracazo" del 27/F/89, sufrió la represión del Estado, materializada por las valientes Fuerzas Armadas contra un pueblo desarmado, que superó en brutalidad cualquier hecho análogo en la historia nacional. Enfrentado a una seria crisis socioeconómica, la seudo-democracia partidista empezó a confrontar en los años 90 un declive en el respaldo electoral y en la legitimidad política, lo que propició el ataque al poder desde el sector militar, al que hasta ese momento los partidos habían controlado y convertido en cómplice y respaldo.

Aun cuando Chávez y sus émulos - en 1992 - fallaron en su intento por desplazar por la fuerza a un régimen que carecía de todo apoyo popular, mostrando así toda su ineficiencia profesional, quedaron establecidos como una alternativa de recambio ante el evidente deterioro del bipartidismo. El "Comandante", liberado de prisión en 1994 en uno de los casos más dramáticos de suicidio político, ganó una fuerza electoral significativa más por la corrupción y estupidez de los cogollos que por la brillantez de su estrategia o de su liderazgo. Chávez solo contaba con los ex-militares que le acompañaron en su intento golpista pero, y gracias a enormes recursos económicos de fuentes todavía desconocidas, fue sumando primero los restos de la dispersa izquierda marxista (siempre sedienta de poder, como les corresponde), luego exponentes locales de esa derecha latinoamericana sin cesar dispuesta a propiciar un gobierno de militares, más tarde la infaltable compañía de oportunistas de origen variopinto como masistas, pepetistas, ex-adecos, ex-copeyanos, urredistas, que se sumaban al bando chavista en la medida que se hacía evidente que ganaría las presidenciales de 1998. Y, por supuesto, como la guindilla infaltable que corona este hermoso pastel, muchos de los mismos capitalistas locales y extranjeros que hallaron ocasión para retratarse junto al vencedor a la hora del reparto de trofeos.

Chávez asumió el poder después de vencer en unas elecciones que confirmaron dos hechos importantes: 1) el declive electoral de las viejas maquinarias partidistas, cuya debilidad se evidenció en la cuenta de votos y más aun en las patéticas maniobras que precedieron a su naufragio electoral, cuando buscaron el salvavidas de un candidato único. Con su actuación se puso en evidencia el estado de agotamiento de ideas en los hombres que encabezaban sus estructuras; 2) la consolidación de la abstención como principal muestra de que la relación entre el pueblo venezolano y el sistema político estaba, y sigue estando, quebrada. Más de la mitad de los venezolanos aptos para el voto no han participado en ninguna elección en la década de 1990.

Por supuesto, el bando triunfador destacó a todo pulmón el primer hecho, guardando silencio sobre el segundo, sobre el que apenas l@s anarquistas (y unos pocos analistas políticos) han resaltado su importancia, ya que a la descuadernada oposición partidista anti-Chávez tampoco le interesa resaltarlo. Sin embargo está allí la debilidad de un gobierno que, por ahora, se presenta como todopoderoso. Pero el mismo Chávez ha echado para atrás sus pretensiones de legitimidad, para ampararse, como lo han hecho los partidos en los últimos 40 años, en la legalidad de sacar el 30% de los votos del 50% del electorado que vota. Y avizorando el deterioro, ya se cuadra todo para evitar ir a una nueva elección presidencial como lo mandaría la nueva constitución.

En el poder el Comandante ha realizado una gestión que, en lo político, ha estado plagada de gestos efectistas que repiten el viejo repertorio del populismo latinoamericano, potenciados por el uso reiterado de los medios de difusión que le ha servido, por ahora, para mantener el respaldo deslumbrado de sus votantes con sus dotes de coplero llanero. Y para abatir las desprestigiadas voces de los opositores parlamentarios, cuya única respuesta no pasa, ellos también, de tratar de alcanzar un micrófono. Además, y como desde hace mucho lo advertíamos l@s anarquistas, la misma debilidad que avizora en su movimiento lo ha llevado a convertir las Fuerzas Armadas en "el partido de gobierno". De allí han salido buena parte de los cuadros de mando para el aparato partidista civil de Chávez, y un importante porcentaje de la abundante burocracia que requieren las funciones el Estado, no muy brillante en su desempeño por cierto. El papel más significativo de los militares es haberlos encargado de dirigir y ejecutar el llamado "Plan Bolívar 2000", una versión, actualizada y militarizada, de los viejos procedimientos de los partidos para garantizar su clientela electoral a través del reparto demagógico de bienes y servicios básicos, facilitando con ello el ingreso de los militares a todos los estamentos de la sociedad, lo que sin duda será de gran valor cuando toque la época de controlar las protestas, que necesariamente han de aflorar ante las evidentes muestras de la misma ineficiencia que hicieran gala cuando intentaron el golpe. Ineficiencia para resolver los problemas de la gente, pero eficientes para acentuar el proceso de dependencia y entrega. El resultado es que en estos meses hemos vivido una presencia en la calle de los uniformados claramente vinculada a la consolidación de su nuevo papel de correaje político entre "las masas" y "el líder", lo que no ha evitado una conducta cada vez más deprimida y agresiva entre la gente y un acentuado incremento de la delincuencia.

La gran bandera que despliega el interminable discurso de Chávez es la de su enfrentamiento a "los corruptos", término que engloba a toda posible oposición a sus propósitos. Para su fortuna, AD y COPEI encajan perfectamente en esa descripción, por lo que el respaldo al gobierno en este sentido se ha mantenido en términos similares a los que permitieron su ascenso al poder. Aunque, curiosamente, no tenemos ningún proceso serio que anuncie que alguno de los culpables pague con cárcel sus delitos y hasta van quedando libres de cargos los pocos encausados. Extrañamente, el florido verbo anti-corrupción del Presidente no ha denunciado ningún caso concreto de robo al erario publico de los gobiernos precedentes, de los que fácilmente deben hallarse pruebas en los archivos oficiales ahora a su disposición. Y, por supuesto, ya surge la nueva y renovada camada de los que repiten los viejos procedimientos de apropiarse de los dineros ajenos gracias al manejo de una estructura que, a pesar de todos los discursos, de todo el poder acumulado, de una Ley Habilitante casi ilimitada, se mantiene igualmente burocrática y plena de trampas para cazar comisiones, que ahora se justifican como "contribuciones para el MVR" o regalos a la Señora. Así lo testimonian los que ofertan obras y servicios para el gobierno. En la nueva administración sigue imperando la práctica del soborno, el "bajarse de la mula", como condición para lograr contratos oficiales así como la entrega de productos chimbos cobrados a altas sumas, como los alimentos de las escuelas bolivarianas, que han ocasionado numerosas intoxicaciones. Se asoma la tradicional conducta de los militares latinoamericanos: el discurso acerca de los más nobles ideales de los que ellos se asignan la exclusiva custodia y, a la par, la más sórdida corrupción moral y económica cuya denuncia está cada vez más coartada.

Por otra parte no se ha constituido ninguna referencia sólida de oposición que combata las incongruencias populistas y el acechante riesgo de una dictadura militar, con una propuesta consistente con los intereses de la mayoría. El principal problema radica en que todos los partidos, en los planos económico y social, comparten los lineamientos del gobierno del Comandante, la reiteración de las mismas estrategias y políticas que venimos sufriendo en Venezuela, por cortesía del FMI y similares, desde hace más de 10 años y en lo administrativo aspiran igual que los chavistas a beneficiarse con la "mordida", como le dicen en México. En el empeño por globalizarnos a marcha forzada, que en estos meses el gobierno ha cumplido fielmente, Chávez ha logrado que seamos productores exclusivamente de petróleo, mientras que todo el resto de la actividad industrial, dador de fuentes de trabajo, se encuentre reducida a casi nada y empeorando. En un país con tanto dinero, hasta los chicles vienen del extranjero, mientras la desocupación hace estragos. Las soluciones para la gente según asoman en el discurso chavista y los pasos dados, parecen enrumbarse en lo productivo a la promoción artesanal (microempresas) y en el comercio a la economía buhoneril. Por esta vía parece muy difícil que podamos hacernos dueños del desarrollo petrolero, industrial, comunicacional, minero, agropecuario y energético, que seguramente quedará para el capital extranjero, si les interesa. El descenso del Producto Bruto Interno en un 10% este año es un golpe del que tardaremos años en recuperarnos, y mucho mas con medidas como traer nuestras casas bolivarianas de China, mientras que la construcción local está parada en más de un 50%.

Estos pedestres temas sin embargo no reclaman la atención de los políticos del gobierno y la enana oposición, ahora enzarzados en el debate sobre una nueva Constitución, en la que el chavismo se ha empeñado como acta de defunción del modelo político bipartidista y certificado de nacimiento de su hegemonía. Al respecto, insistiremos en que, tal como se ha llevado, la nueva estructura jurídica permitirá remozar actores, tramoya y decorado del escenario político, pero ciertamente no transformará ni el carácter opresor del Estado venezolano, que puede más bien acentuarse, ni las desigualdades sociales y económicas que imperan entre nosotros, carácter y desigualdades que para nada quieren modificar gobierno bolivariano u oposición partidista.

Y ¡feliz viaje Presidente!, que en sus 9 meses ha hechos más paseos que los hechos por el "corrupto" Caldera en toda su presidencia y tal vez que Clinton en sus dos períodos. Porque ir a China por tres días, luego recorrer Oriente y Europa, sin que siquiera vaya el Canciller, se parece más a un viaje de panas burguesitos en celebración de fin de curso que a una gestión presidencial seria. Chávez pela el ojo... turístico y nosotros pelamos esféricas.