La postergación de las elecciones

Las complicidades del megadesastre

Redacción

Bien dice el refrán aquel que "cuando veas la barba de tu vecino arder, pon la tuya en remojo". En Perú, imponiendo las reglas del juego y seleccionando los arbitros, Fujimori realizó unos de los fraudes electorales más escandalosos que recordemos ultimamente. Guardando las distancias y contextos, las denominadas "megaelecciones" locales, por la improvisación y premura con las que se realizaban, era un caldo favorable para las irregularidades que caracterizaron las votaciones en el país andino.

La designación a dedo de los miembros principales del Consejo Nacional Electoral (en sintonía directa con la tradición "puntofijista" que los "patriotas" dicen rechazar) fue la primera señal de que la democracia se colaba en estas lides como una excusa y no como convicción. Se imponía para los patriotas, debido a la efervescencia del termómetro de popularidad electoral, la necesidad de que las elecciones se realizaran en el menor tiempo posible. De esta manera, sin consenso ni debate que se interponga en las modalidades del proceso, alcanzar la ansiada "mayoría para profundizar los cambios". Bonito eufemismo de las ansias monopólicas del poder. Y ante la inminencia del descalabro, evitada con la decisión del Tribunal Supremo de Justicia, Chavez ha quedado sin argumentos y con la soberbia aprisionada entre los gluteos: el megadesastre era de marca exclusiva V República. Los promotores de la "información veraz" estuvieron engañando al soberano hasta el último segundo.

Los días siguientes a la decisión del TSJ, la clase política se desbordó en elogios a la iniciativa de Elias Quintana y Liliana Ortega, generadores del famoso recurso de amparo. Al unísono, la ovación era para el "triunfo de la sociedad civil, agente de los cambios en el país". Los mismos, que días atrás se mostraban como una élite política divorciada del ciudadano común y que respaldaron decididamente la posibilidad de llevar a cabo los comicios hasta el último segundo. Oportunismo político de las circunstancias y vedettismo mediático. Su propia forma de entender y hacer política ha sido, antes y ahora, decididamente excluyente. Lo que siempre les ha importado es hacer bulto contra el enemigo, en el ansia de imponer los modelos de sociedad concertados en las cúpulas o por los iluminados. La llamada sociedad civil se teje del entramado que surge de la interacción de los individuos, de sus reivindicaciones y modos de organización más democráticos y horizontales que las practicados por los personeros de la IV o V República. Nace del contrapoder antepuesto a la hegemonía que pretende imponerse desde arriba, por adecos o "revolucionarios". Por otros valores que los surgidos de la manufacturación del consenso llevada a cabo por el poder. Por una brega que no tiene como fin la toma del gobierno mañana o pasado mañana.

No fastidien entonces. Tod@s son cómplices de un proceso electoral improvisado y viciado. Los de arriba conocían perfectamente las imposibilidades técnicas y humanas. Las estrategias electorales incluían fraudes e impugnaciones que contaban con masas afiebradas como fuerzas de choque y desestabilización a favor de apetitos personales. Todos se han alimentado del clientelismo y han preferido siempre el tubo o el kino electoral que al debate y disertación plural de opciones.

Que la gente, el ciudadano común tome las riendas de su vida y se organize autónomamente de la clase política, del Estado y de la dictadura de los empresarios para la satisfacción de sus necesidades. Esa es nuestra propuesta que se cocina a fuego lento y sin los oportunismos del acceso al poder, siempre autoreferencial y autoconservador. Ustedes, los que se llaman a si mismos "patriotas" o "demócratas" y sus prácticas, siempre serán prescindibles.