Emociones Fuertes, Ideas Débiles

Pedro Pablo

Ganó Chávez en todos los frentes. Ganó en el ejecutivo, ganó suficientes gobernaciones como para neutralizar ese posible frente opositor y ganó la Asamblea Nacional con suficiente mayoría para tener todos los otros poderes. Y ganó él, no ganó el MVR ni los candidatos ni Miquilena, a menos que el amigo lector piense que el Chunior Rangel o Florencio Porras son políticamente valiosos por sí mismos. Lo que alarma es que lo hizo utilizando una fórmula politicamente primitiva como es la de emociones fuertes e ideas débiles, mientras que los hechos de sus 18 meses de esta revolución de boquilla son francamente negativos para la gente. No en vano alardean de ser una revolución pacífica, porque es pacífica ya que ni de lejos esto es una revolución sino un quítate tú para ponerme yo en el rol de figurones, porque los que tienen real lo siguen teniendo y lo seguirán teniendo, aunque aparezcan algunos nuevos.

Claro que fue un seudo triunfo porque una vez más ganó la abstención que sigue demostrando que, a pesar de los gritos, una gran mayoría de la gente venezolana no acompaña a este proceso. Así y todo podemos sacar una conclusión y es que una porción significativa de la población venezolana vota por fe, vota por una creencia. Claro es que siempre, respecto al futuro, se elige por fe, porque se trata de algo que no se conoce y, precisamente, fe se tiene en lo que no se sabe. Decimos creo que mi amigo me espera para tomar un café porque no lo se con certeza, pero no creo que el triángulo tenga tres lados porque esto lo se con seguridad.

Pero esta fe del venezolano tiene toda la impronta que le ha dejado una educación marcada por la influencia religiosa que tiene nuestra cultura. En efecto, hay dos maneras de creer: creer que y creer en. Cuando se cree que, lo hacemos usando argumentos y razones que nos permiten proyectar hacia lo desconocido: creo que va a llover porque está densamente nublado o creo que me van a botar del trabajo porque estoy organizado un sindicato anarquista o creo que Chávez y compañía estaban de farra el día del desastre de Vargas, porque ninguno apareció hasta pasadas las 24 horas de la catástrofe. Este es un tipo de creencia que, dado que se apoya en razones, permite el diálogo, la argumentación y puede discutirse si es una falsa creencia o una creencia con fundamento.

En cambio, como en la religión, algo distinto sucede cuando se cree en alguien. Cuando se cree en, no hay razones, es un sentimiento ciego, no tiene argumentos ni los necesita. Si se cree en Dios, o en José Gregorio o en Marx, no importa que Dios a uno lo trate como una basura, que le mande todas las calamidades habidas y por haber, que beneficie a los enemigos, que nunca conceda nada de lo que se le pide, que estemos mal y vayamos peor, igual se sigue creyendo. Ninguno de los desastres que ocurren a diario afecta la fe en Dios y, diría más, cuanto más inútiles son los ruegos más fe se tiene. Esta es la fe que se ha ganado Chávez y cuanto más corrupción aparece, cuanto peor vivimos, cuanto más miseria, cuantas más tonterías dicen, cuanto mejor se implementan los planes del FMI, más fe se tiene en Chávez.

Son muy pocos los que pueden dar algún argumento de que con Chávez se ve la luz al final del túnel. Lo único que ha habido es una revancha contra la vieja casta política, pero no para hacer nada diferente ni nuevo. Chávez ganó con la palabra, pero no con hechos y si es cierto el refrán que dice que lo que va a salir se asoma, no es mucho lo bueno que podamos esperar. Desde Febrero del 99 el Gobierno ha dispuesto de 40 mil millones de dólares, que es casí todo lo que tuvo Caldera en 5 años de gobierno. Sin embargo en ese tiempo aumentó la desocupación a casi un 20%, descendió el turismo un 45%, la actividad comercial un 17%, la producción de caña de azúcar un 25%, cerraron el 50% de las empresas agroindustriales, el 20% de las farmacias y 172 empresas vinculadas al petróleo, el 47% de los créditos para vivienda están en mora, aumentó un 40% el robo de carros y un 35% el de bancos (y no para financiar ninguna revolución anarquista lamentablemente). En resumen, se han fugado más de 8 mil millones de dólares, con un ritmo de 40 millones diarios, y toda la actividad económica descendió un 6%, lo que significa que a un ritmo de crecimiento del 2% anual tardaremos 3 años mínimo en estar como en 1998, siempre que se mantengan los precios del petróleo.

Con esto, lo que se asoma es que seguiremos escuchando discursos incendiarios, viendo a Chávez inaugurando, como hacía Luis Herrera, un baño público en Sabaneta, viajando como CAP, permitiendo que nuevos 12 apóstoles se hagan multimillonarios, pero cumpliendo con el plan del FMI a pesar de todo lo que diga. De hecho se frenó la inflación con la misma receta de Argentina: gran desocupación, salarios mínimos, el cambio clavado y barato para que se puedan exportar dólares, acumulando un respetable depósito de dinero en el banco, sin hacer grandes inversiones estatales para facilitar el ingreso de capitales extranjeros y un mercado disponible para la introducción de mercaderías, desde azúcar hasta franelas ya que lo nuestro es petróleo y punto. Que importa que visite a Sadam Hussein si lo que entra por petróleo lo sacamos fuera comprando todo y sin producir nada, con lo que un 5% de la población de hace multimillonaria y el resto naufraga en la miseria porque no hay trabajo.

Mientras la fe en Chávez se mantenga, y éste es un hecho imprevisible porque depende de esa actitud cuasi religiosa, lo tendremos largo rato, siempre por los caminos mismos, es decir, poniendo el guiño a la izquierda y girando a la derecha, con alguna que otra medida efectista. La tarea de los anarquistas es dura porque ha habido un gran retroceso en la fundamentación de la conducta política al volver a esos sentimientos primarios que impiden la comunicación y generan una renuncia a la propia libertad. Pero siempre será mejor que cualquier otra oposición porque nuestra marcha se funda en ideales, en razones, en argumentos, que siguen teniendo vigencia y que, hoy por hoy, ninguna otra fuerza presenta en la vida nacional, ni siquiera Chávez mismo. Clarificar, educar, convencer es hoy más urgente que nunca porque no avanzamos, ni siquiera estamos detenidos, sino que retrocedemos.