Guayana: nuevos retos ante viejos ecocidios

Redacción

Desde hace 6 años, primero en el desaparecido CORREO A y luego desde EL LIBERTARIO, los anarquistas hemos denunciado agresiones graves que se han pretendido cometer contra el medio ambiente en la región al sur del Orinoco, precisamente la más vasta reserva natural de nuestro país. En esa lucha hemos sido una voz entre muchas otras, ya que afortunadamente el tema movió la sensibilidad y preocupación de bastante gente, por lo que los eco-crímenes proyectados desde diversas instancias del poder (el Estado, las transnacionales que le han puesto el ojo a la zona y los terratenientes criollos) han enfrentado una oposición para ellos imprevista, a la que han buscado quebrar, desvirtuar o corromper de cualquier manera.

En el pasado participamos en la denuncia del proyecto de explotación aurífera de la transnacional canadiense Placer Dome, en la zona de Las Cristinas; luego acompañamos la protesta indígena contra el tendido eléctrico que el Estado venezolano construía atravesando el Estado Bolívar hasta Brasil; ahora se agrega la lucha de ecologistas y campesinos contra los terratenientes deforestadores en La Paragua. En todos estos casos, la presión de la crítica y lo evidente que resultaban los ecocidios, ha generado que los responsables intenten ocultar sus intenciones, paralizando parcial o temporalmente sus acciones más depredadoras, mientras que por un lado intentan desacreditar o hasta criminalizar a los denunciantes, y por el otro negociar la tímida actitud de los organismos oficiales que deberían fiscalizarles y prevenir sus desmanes.

Semejante estrategia de los ecocidas ciertamente era lo que podía esperarse, pero lo sorprendente es cuando entre quienes les hemos enfrentado comienza a abrirse paso la inclinación a ceder posiciones con el pretexto de que los actuales gobernantes - nacionales y regionales - serían "compañeros" que defenderán a cabalidad el entorno natural y humano de Guayana. Las ilusiones con el chavismo han permitido que indígenas y pobladores criollos se estén dejando convencer respecto a que el tendido eléctrico no es tan malo después de todo; mientras que por su parte la Placer Dome puede anunciar un relanzamiento de sus proyectos, y la deforestación en La Paragua continua, porque los "compatriotas" en el poder dicen que vigilarán para que todo se haga como corresponde para la conservación del ambiente, y no tendríamos que presionarlos indebidamente con protestas o conflictos que solo benefician a los adversarios electorales del gobierno.

Aquí o en cualquier parte del mundo es mortal para el movimiento ecologista confiar mansamente en que el Estado acogerá sus posiciones, porque ahora ejercen el mando personas que - en su pasado de oposición - simpatizaron o hasta participaron en sus luchas. Esos antiguos "amigos" siempre encuentran justificaciones para convalidar desde el poder a lo que antes denunciaban, mientras cínicamente piden entendimiento y realismo a quienes no claudican. De igual modo ocurre con los activistas del ecologismo o la defensa de los derechos indígenas que deciden convertir su trayectoria en trampolín para aspiraciones político-electorales, como no ha dejado de ocurrir recientemente en Venezuela.

En este clima de entrega y subordinación, será difícil consolidar movimientos que luchen con consecuencia y sin componendas contra los ecocidios que amenazan al Estado Bolívar. Como en tantos otros ámbitos, será cuesta arriba enfrentar el desencanto de unos y el oportunismo de otros, pero sabemos que hay gente dispuesta esa dura labor, que no admite la tranquilidad conciliadora que los nuevos amos del poder quieren imponernos.