A. Serrano González
Hace unos meses, siendo director de la UNESCO Federico Mayor Zaragoza, bioquímico de reconocidos méritos, dijo: "Era preocupante el Estado monolítico, pero todavía lo es mucho más el poder económico monolítico supranacional. Cuando veo que 866.000 millones de dólares se van en armas mientras 1,300 millones de personas viven con menos de un dólar al día en la tierra, no lo entiendo." (Nosotros, mucho menos) El conjunto de los presupuestos de Estado de todos los pueblos latinoamericanos, es inferior a esa masa de miles de millones que se gastan en armas, y no es necesario ser ningún lince ni poseer un cerebro privilegiado, para ver y darse cuenta de que la organización política-económica existente es un caos contra la razón natural, encubierto por leyes hechas a conveniencia de la protección de las prebendas y privilegios de quienes tienen en sus manos los medios productivos y el poder político.
Ante el hecho real de la miseria en que grandes zonas de Africa y de países asiáticos mal viven, un hombre de gran sentimiento de amor hacia sus semejantes, agrónomo eminente, dedicó su saber a buscar formas que ayudasen a paliar esas miserias y hambre que periódicamente asolan a esos pueblos. Junto a su saber, Norman Borlaug, también agregó toda su energía y toda su fuerza hasta lograr un trigo, maíz, arroz, y otros granos de alto rendimiento. Por estos logros ha sido llamado "Padre de la Revolución Verde" y en 1970 recibió el Premio Nobel de La Paz.
Pese a su edad octogenaria, no cesa en luchar por avanzar más en la búsqueda de más y mejores fórmulas que acrecienten la productividad agrícola, pues dice "no querer morir antes de ver a la humanidad libre de ese flagelo que es el hambre". Ya en el momento de recibir el Premio Nobel, alertó sobre lo efímero que resultaría el éxito de la Revolución Verde, habla que tomar medidas: "advertí que a menos de que pudiera frenarse el terrible poder de la reproducción humana, para fines de siglo la Revolución Verde perdería su capacidad de poder alimentar al mundo" (1). Según sus cálculos, en la última década la población ha aumentado en 1.000 millones de personas y para el año 2020 pudiéramos pisotear esta tierra unos 10.000 millones de personas. Así que tenemos y debemos frenar la reproducción, dar menos hijos al mundo, de seguir el camino que llevamos, es muy posible que para el fin del siglo que venimos de iniciar, no tengamos tierras de donde poder sacar el pan que nos nutre. Se hace obligatorio para los organismos políticos internacionales que gobiernan el mundo: La ONU, la UNESCO, la UE, abocarse a educar e influir sobre los países más pobres, ya que estos mismos países son los responsables del aumento poblacional que azota al planeta.
Han surgido algunos grupos que protestan la tecnología transgenética o biotecnología a pesar de los logros obtenidos. Se olvida que el trigo que hoy consumimos no es igual al que se consumía 3,000 anos a.c. "Mucho antes de que la humanidad comenzara a cultivar plantas, ya lo hacia la Madre Naturaleza. Los grupos de trigo de los que tanto dependemos en la actualidad para nuestro abastecimiento alimentario, son resultado del cruce natural entre diferentes especies de pastos". "El pan de hoy se hace con trigo compuesto de tres diferentes genomas vegetales, y cada uno contiene un conjunto de siete cromosomas. Los tipos de trigo más primitivos se llaman "diploides" y aún crecen de manera silvestre en sus zonas de origen del Cercano Oriente. Antes de que naciera la agricultura, el trigo diploide se cruzó con otro pasto silvestre para producir el primer trigo cultivable de importancia para el comercio, que conocemos como "tetraploide" el grueso del trigo que se utiliza para producir pasta. Este trigo se remonta a los sumerios del año 3.500 a.c., y fue el trigo más importante para el comercio hasta bien entrado el imperio romano. En algún momento -nadie sabe dónde- los tetraploides se cruzaron con paste silvestre para producir los trigos del pan que hacemos actualmente con levadura".
En Río Janeiro en 1992, más de 400 científicos presentaron una apelación a las cabezas de Estado y de Gobierno. Esta apelacion ha sido firmada por miles de científicos. Norman Borlaug, dijo: "Los más grandes males que acechan a nuestra tierra son la ignorancia y la opresión, y no la ciencia, la tecnología o la industria, cuyos instrumentos, cuando se manejan adecuadamente, son herramientas indispensables para salvar la sobrepoblación del hambre y las enfermedades mundiales"(1).
Los científicos agrícolas y los que toman decisiones, tienen la obligación moral de advertir a nuestros lideres políticos, educativos y religiosos, la magnitud y seriedad de los problemas de las tierras que se pueden arar, los alimentos y de la población que en el futuro. Ellos deben también reconocer el efecto directo de las enormes presiones que ejercen las poblaciones humanas sobre los hábitats de muchas especies silvestres de flora y fauna, llevándolas hacia su extinción.
Si no podemos hacerlo de manera directa, estaremos contribuyendo al caos de incalculables millones de muertes por hambre. El problema no va a desaparecer solo, continuar ignorándolo hará difícil alcanzar una solución futura.
(1).- Estampa, revista dominical de El Universal, 5 diciembre 1999.