No envenenar a la infancia

A. Serrano González

Así titulaban las Juventudes Libertarias, juventudes anarquistas, en los días de la Guerra Civil Española, un cartel publicitario para contrarrestar la escandalosa publicidad que bolcheviques y fascistas falangistas hacían cada cual en su territorio entre la infancia y la adolescencia. Los unos con los llamados Pioneros, siguiendo las instrucciones provenientes de Moscú. Los otros los llamaban Pelayos y Balillas, inflamando aquellas mentes infantiles de un contenido patriotero imitando con cantos, uniformes y desfiles a los fascios de Mussolini y del nazismo hitleriano.

Todo régimen autoritario tiende a lo mismo: un adoctrinamiento prematuro antes de que esas mentes tomen y desarrollen una conciencia propia por apreciación del entorno socio-político y natural que los rodea. Una conciencia virgen, sin contaminación dogmática de ninguna llamada "filosofía para un cambio" y "la grandeza de la patria". Todos los autoritarios llaman a la "grandeza de la patria", esa patria que tiene x kilómetros cuadrados, la mencionan como si fuese un elástico que pudiera estirarse a capricho de la verborrea del jefe máximo.

Ha sido en la segunda quincena de octubre, días antes de la visita que hiciera a esta tierra de libertadores, el autoritario mayor del caribe, cuando en el hemiciclo de la Asamblea Legislativa un grueso grupo formado por niños y niñas que no alcanzaban la adolescencia, hablaron de leyes, legislación y disposiciones gubernamentales, donde se veía, sin quererlo ver, el adoctrinamiento recibido días antes. "Burrer le Cráne" dicen los franceses a eso, llenarles la cabeza de toda cuanta basura se pueda acumular, basura libresca, basura verbal, bla bla insustancial tomado del "Aló Presidente", fomentando el odio en esas mentes infantiles hacia el mundo que les rodea. Esas niñas y niños de mente virgen, lo que esperan es la semilla del amor a sus congéneres, una explicación fiel de lo que es la naturaleza, para que con ello nazca un amor que plasme el sentimiento de protección y promoción de todo cuanto sea necesario para el mantenimiento de cuanto la naturaleza nos ofrece. Una educación para el amor de todos cuantos patean este mundo, para que aquellos bribones que buscan la explotación de las mayorías por una minoría privilegiada que se escuda tras pomposos nombres de multinacionales financieras encuentren argumentos en contra.

A las nuevas generaciones debemos enseñar, que el trabajo es el acto más digno y sublime que realiza el hombre y la mujer, por la razón ética que lo impulsa, debe ser realizado por todos en igualdad de sus esfuerzos y capacidad, y donde todos tengan la compensación de sus necesidades satisfechas.