La mujer del presidente (y las pantaletas)

Argelia Ferrer

En nuestra historia hay algunos casos interesantes de mujeres, que siendo esposas o compañeras de los jefes de Estado tuvieron una actuación heroica o entregada a las mejores causas, aunque esas actuaciones estén cubiertas por el silencio, quizás simplemente por razones de discriminación sexual.

Estas omisiones o silencios de la historia deben ser remediados, para que la gente entienda que en cuestión de valor, virtud o patriotismo, el género es secundario. Es patético ver cómo pasan los años y los siglos y para muchos hombres resulta aún oprobiosa la condición femenina. El escándalo de las pantaletas en los cuarteles es un ejemplo de anteojitos. Creer que usar pantaletas significa sumisión o cobardía es un pensamiento tan asquerosamente machista, que resulta lamentable que en siglo XXI alguien ofenda o se sienta ofendido al serle atribuido el uso de pantaletas.

Ya quisieran algunos valientes varones vernáculos llevar sus prendas -íntimas o externas- como lo hizo con su uniforme la valiente ecuatoriana Manuela Sáenz, coronela del ejército libertador y compañera amantísima del general Simón Bolívar.

También llevaron bien puestas sus pantaletas -o lo que se usara en ese entonces- otras insignes mujeres, como la patriota y guerrera barinesa Dominga Ortiz, esposa de José Antonio Páez, quien estuvo en diversas campañas como la de Calabozo y en las Queseras del Medio. Páez abandonó a su esposa por Barbarita Nieves, quien también se alistó en algunas campañas, convirtiéndose en la primera enfermera del ejército patriota. Barbarita, en 1816, organizó en Valle de la Pascua a un grupo de mujeres para atender a los heridos en las contiendas libertarias. Y, cosas de la vida -¿o del corazón?- cuando por esos vaivenes republicanos es encarcelado Páez, fue su esposa Dominga quien intercedió ante José Tadeo Monagas para que le cambiar la prisión por el destierro a Saint Thomas.

Otras primeras damas contribuyeron con sus ideas a la toma de decisiones políticas por parte de su marido presidente, como lo hizo Clara Isabel Marrero de Monagas, esposa de José Gregorio Monagas. Cuenta Emilia Troconis de Veracoechea, en su libro "Indias, mantuanas, esclavas y primeras damas", que doña Clara -nacida en la Villa de Píritu en 1812- era hija de un cacique caribe. Clara fue una gran propulsora ante su marido de la idea de liberar a los esclavos, que se hizo decreto en 1854, bajo la presidencia de Monagas, gracias a la influencia de esta mujer perteneciente a una etnia víctima también de la opresión.

Puede ser que estas mujeres, de no haber estado vinculadas a quienes fueron sus maridos, también hubieran hecho lo que hicieron. Me gustaría saber si alguno de los hombres que ofenden y se ofenden "vía pantaletar", prestan algún servicio a la humanidad y a la patria como ellas, esposas o compañeras de presidentes, y otras más cuyos nombres se pierden en el olvido por no estar vinculadas al poder, dignos ejemplos en cualquier siglo de valentía, virtud, amor e inteligencia.