¿Para qué servimos las mujeres?

En algunos países como animales de carga, gestatrices o moneda de transición. Para cientos de millones de novios y maridos, somos saco de boxeo sobre el que volcar las frustraciones. Para los partidos políticos como adorno en los últimos puestos de sus listas electorales y también como futuras votantes. Para los Estados somos un problema que se puede paliar concediendo ciertas migajas de poder a unas cuantas que les son adictas. A los gobiernos, para encauzar sus inclinaciones paternalistas y de paso, lavar su imagen y su conciencia.

A la iglesia católica le servimos para seguir llenando templos y, de ese modo que el contenido de sus arcas no disminuya. A la sociedad patriarcal le somos muy útiles siempre que permanezcamos silenciosas, resignadas y espectadoras de nuestro propio destino.

Pero las mujeres no estamos de acuerdo con los papeles que se empeñan en asignarnos. Queremos levantar la vista y afrontar el futuro de la humanidad como seres adultos, libres e independientes. Sabemos que nuestra total emancipación debe ser obra de nosotras mismas y no esperamos que nadie haga el trabajo que nos corresponde, pero nos gustaría contar con la colaboración de todos los compañeros.

Por favor, que nadie nos sobrevalore pero tampoco nos ignore. De nada sirve dualizar el lenguaje si no lo llenamos de respeto; organizar charlas sobre el feminismo será totalmente ineficaz si no se cambian algunas actitudes; tratar de compartir las tareas en casa es sólo un snobismo si mutuamente no nos hacemos partícipes de la vida.

No ignoramos que la lucha es difícil y compleja, pero hay hombres con las mentes y los oídos lo suficientemente abiertos como para no ignorar nuestra llamada.

A ellos les digo desde aquí, gracias por compartir con nosotras lo que a todos y todas nos pertenece por el solo hecho de haber nacido.