Pantaletas y discusión política

Pedro Pablo

En la acelerada marcha a la militarización del país por la élite (oligarquía) gobernante, nuestra más importante discusión política al comenzar el año 2001 es que a los jefes militares, y otras figuras de la política nacional, les han enviado por correo pantaletas para ofenderlos burdamente y estimular su respuesta frente a la dominación impuesta por la Banda de Chávez. La cuestión ha copado todos los periódicos y titulares, y hasta el Ministro de la Defensa protagonizó una extravagante conferencia de prensa para referirse al tema, mientras que uno de los que escribió al respecto fue puesto preso por los militares en una muestra más de abuso de poder.

El caso señala la pobreza intelectual del momento. Los militares, desde que la constitución (en todas las versiones que andan circulando) los autoriza a hacerlo y con el giro que le ha dado a la marcha del gobierno el Comandante, se han convertido en el principal centro de actividad política en Venezuela. Pero, como ya todos sabemos, en la mentalidad militar que impera en Venezuela (y en toda Latinoamérica), una burla tosca así se transforma en un insulto con caracteres de problema de Estado, que conmueve los cimientos ideológicos de la revolución bolibanana. En esta situación nos encontramos y con este nivel intelectual Chávez y su Banda pretenden enfrentarse al neoliberalismo globalizante de la presente época; por lo demás un status mental que comparte esa oposición parlamentaria que con tanto entusiasmo ha participado en el deprimente juego de dimes y diretes en torno al tema.

Meses atrás, en una declaración insultante para la inteligencia, Chávez dijo que no se debía prestar atención a lo que dijera sino a lo que hacía. Digo insultante, porque si un líder, como pretende ser Aguila 1, declara que es un hablador de paja, o un mentiroso, muy poco es lo que se puede construir en torno a sus declaraciones, que deberían ser guía para las actividades de la población. Pero la cosa es más grave aún cuando nos encontramos con lo que hacen, como es el caso de montar este escándalo porque los llamaron mujercitas, algo de lo que nadie inteligente se ofende después que pasa los 14 años, sea o no cierto. El comentario que circula es que Chávez le dijo al Ministro de la Defensa: "¿Ud. va a dejar eso así?", cuando el diario TAL CUAL tituló "¡Que Macho!" a su reseña sobre la desmesurada reacción de los militares ante el caso, mostrando con esto cuál es el nivel dominante en la cúpula de la revolución que encabeza, algo que corrobora la vice-presidenta cuando dice que en EE.UU., durante los 18 meses que estuvo, no visitó ningún museo.

Mientras tanto, en lo económico, la discusión más importante parece estar centrada en qué se va a hacer con los varios miles de buhoneros en todo el país cuando vuelvan de las vacaciones que se tomaron en Enero, y todo parece apuntar a que las ciudades se volverán a convertir en un gran mercado, porque no hay visos de que la economía pueda incorporar al trabajo productivo a esta enorme masa de gente. Más cuando todos ellos tanto contribuyeron a las multimillonarias ganancias de los grandes capitalistas que les abastecieron de mercadería, cuya identidad permanece desconocida pero fácil es adivinar de donde provienen. La tan cacareada política de la revolución bolibanana ha hecho de Venezuela uno de los grandes importadores de todo tipo de mercancía, y lo único que se puede hacer para ganar unos reales es vender lo que se importa, con el correspondiente negociado en las Aduanas, sólo que cada vez hay menos compradores. Como nunca antes, Venezuela depende casi exclusivamente de sus ventas de petróleo y, si baja el precio, sin falta llegarán nuevas catástrofes para la economía nacional en general y la hacienda pública en particular.

Interesante ver la consistencia y valentía de nuestro Aguila 1. Luego de tanto discurso revolucionario latinoamericano, al que nadie le paró bola porque nadie quiere embarcarse en una de fascismo-fidelismo como el que promueve, resulta que el Presidente se dio cuenta de lo que tiene enfrente cuando, a la cabeza del Departamento de Estado de la administración Bush en EE.UU., pusieron a un militar que ganó una guerra de verdad y no las guerras de boquilla que él pelea por la radio. Ahora si, al ver un militar, reconoce su papel de subalterno y, en consecuencia, su discurso en la toma de posesión de la Gobernadora de Puerto Rico cambió totalmente el tono y se puso nuevamente en fila. Volveremos a ser corderitos frente al lobo norteamericano, aunque mantendrá el disfraz de león en sus cada vez menos creídos discursos asusta-bobos.

Esta doble faz se ha mostrado bochornosamente con el asunto Montesinos, el famoso violador de los derechos humanos, el ángel negro de la dictadura Fujimori, el nexo entre el Chino y el narcotráfico que, perseguido en toda América, vino por una discreta cirugía plástica entre nosotros, amparado por José Vicente Rangel, el egregio demócrata cuando estaba en la oposición, y el ex-defensor de los derechos humanos Tarek Williams. ¿Qué nexos y compromisos vinculan a Montesinos con la revolución bolibanana? Lo único que nos falta es recibir a Pinochet, si es que finalmente el senil criminal se hace muy incómodo en Santiago para la oligarquía chilena.

Frente a la disolución de la democracia de partidos y al derrumbe de las esperanzas que muchos, ingenua y honestamente, depositaron en los militares, al ver que nada se hace para generar trabajo, nada para recuperar Vargas, nada para controlar a la delincuencia, que nuestras inversiones más importantes son aviones presidenciales y estadios de beisbol para militares, que la discusión política se centra en que a los generales los llamaron mujercitas, mientras presenciamos un robo descarado de los dineros públicos, con una miseria que nos convierte en la curiosidad del mundo por se un país tan rico y hermoso con una población tan pobre y degradada, el anarquismo parece ser la única alternativa: tratar de resolver los problemas mediante la activa, autónoma y solidaria participación en nuestros asuntos, sin políticos manipuladores ni militares autoritarios, tan corruptos unos como otros e igualmente incapaces.