Mayo del 68

¿El Ultimo Suspiro de la Utopia?

Iván Darío Alvarez

Hace treinta años las juventudes de diversos países y sistemas puso en jaque la presunta bondad de sus establecimientos, múltiples motivos daban vida a sus movimientos, ya fuera la discriminación racial o sexual, la negación de la sociedad de consumo o de la guerra, el autoritarismo de un imperio, una clase o de un partido, estas eran banderas que al agitarse convocaban vientos de libertad a favor de una calidad de vida radicalmente distinta.

Sin duda ese gigantesco despliegue de generosidad, imaginación y utopía hoy merecen ser festejados, como signos vitales de la memoria y como parte de un legado que nos recuerda que la justa rebelión sigue teniendo un pasado, un presente y un futuro. Está idea no se acomoda , ni se casa , ni con la nostalgia mítica , ni con el fatalismo , ni el desencanto. Más bien reivindica que la idea de la libertad hechiza porque nunca le faltan razones para estar viva. Al fin y al cabo no se puede olvidar que por los senderos de la historia un libertario es un nómade, un caminante cuyo techo es el amplio cielo y cuya bandera es el viento. Él es el extranjero que siempre anuncia algo nuevo. El soñador errante, quien por creer en lo increíble, o por hacer visible lo invisible, conversar fresco el aroma de lo desconocido, como fuente probable de lo que también es posible. Es cierto que las utopías y los sueños a veces se truncan, se estancan, no crecen o se marchitan. El libertario sabe que hay muros que limitan la visión del horizonte y por eso hay que romperlos completamente o hacerles fisuras. De hecho no siempre se puede escapar o absolutamente renunciar al mundo de la dominación , pero como antídoto si se puede proclamar la insumisión y renegar creativamente contra lo establecido por la tradición, quien afirma que es preciso aceptar la verticalidad y el sometimiento como pilares naturales de la vida.

Bien decía Bakunin que la libertad no está al principio si no al final de la historia. Y esa imagen de total libertad es el sueño de una humanidad que construye su universo de convivencia más allá de toda servidumbre económica, social, política o moral. Esa labor de destruir todos los obstáculos de la libertad es imprevisible, habrá que inventar y errar para poder saborear una cultura ácrata que nos permita verificar, que el compromiso vital con el otro sea más que u placer proclamado desde adentro, y no un deber que nos obliga desde afuera, simplemente porque la solidaridad no nace por decreto. Sin duda esa demostración de la libertad colectiva sigue inconclusa y por lo tanto abierta. No hay un fracaso definitivo porque sus verdaderas posibilidades, salvo escasas excepciones no se han ensayado a gran escala. Desde luego el reto está en persuadir a la sociedad que el ensayo vale la pena no sólo para ser soñado sino también vivido.

Por el contrario si algo complace a los administradores del poder es el ver como se diluyen los proyectos utópicos, a los que siempre quiere rodeárseles de un aire iluso, una vez que estos son derrotados por las fuerzas interesadas en perpetuar un orden privilegiado. Generalmente al pasar el peligro que representan su amenaza y se recuperan las viejas riendas de la dominación, poco a poco errores o desatinos se magnifican y los aciertos se silencian. La historia se banaliza y se le desprovee de su savia transformadora. A toda costa se quiere borrar o falsificar toda imagen positiva que sea capaz de engendrar entusiasmos, o resurgimientos de la idea. Es como si ese virus de libertad hubiera que aislarlo, para hacer ver que en realidad nunca fue ni tan importante ni tan verdadero. Es así como el tiempo gracias a una campaña sistemática de desprestigio u olvido, se erige en cómplice de la omnipotencia del poder, quien se crece y agiganta con la pasividad e indiferencia colectivas, la que de paso al debilitarse y dejar de creer en si misma, se hace más impotente.

Hoy precisamente en la génesis del milenio, estas ideas abundan y con ellas se intenta declarar la muerte definitiva de una transformación radical del planeta. Se cree con ello que se cancela el proyecto de la justicia social que surgía de la cultura popular. Pero se olvida que la puesta en escena de la justicia y la ética tiene más versiones, que las que hasta ahora han sido experimentadas y permitidas. El liberalismo, la socialdemocracia o el socialismo autoritario, han tenido su oportunidad de poder, pero igual para los de abajo siguen siendo engranajes burocráticos, mentirosos e insoportables, porque igual los exprime y explota.

Por esa razón si algo no podemos dejar de perder es la memoria y el imaginario de la libertad, no porque pensemos que necesariamente vamos a obtener el paraíso o un mejor futuro ya, sino también porque en el pasado hubo ejemplos de resistencia, siempre señalando que el pensamiento libertario aun no ha sido aniquilado, ni puesto de circulación de las luchas históricas, y que en cualquier momento este resurgirá a favor de quienes desde abajo tienen la fuerza y el conocimiento para hacer temblar o caer el viejo edificio del poder. De hecho lo que más temen los dueños absolutos del capital y el estado, es que la libertad y la justicia social se generalicen.

De alguna manera eso fue lo que se cocinó y se quemó momentáneamente en el año 68. La juventud en 50 partes del mundo formó un coro de rebelión. México, Colombia, Japón. Alemania, Brasil, Estados Unidos, Polonia, Holanda, España, Italia, Checoslovaquia, Francia, etc. Allí en algunos de esos lugares se organizaron los Provos, la S.D.S., la Internacional Situacionista, las Panteras Negras, los Comités Vietnam de Base, los Comités de Barrio, los Comités de Enlace de obreros y estudiantes, el movimiento 22 de marzo, los pacifistas y los diversos grupos partidistas y sindicales que desde la izquierda iban a manifestarse y confrontarse.

Lo más interesante es que la acción directa y la autogestión rápidamente se convirtió en una herramienta de lucha espontánea, donde no se admite el control burocrático de una organización. Allí eran más importantes las relaciones de coordinación que las de subordinación. En la asamblea general la democracia tiene las puertas abiertas. La coordinación no era sinónimo de dirección política.

Otro ejemplo de solidaridad y sensibilidad política de la época por parte del estudiantado es su rechazo visceral a la guerra de Vietnam. De inmediato la resonancia de la resistencia civil del pueblo vietnamita incendió el corazón de la revuelta estudiantil, como una parte de su lucha contra el atropello imperial norteamericano que deseaba imponer su ley de sangre y fuego al mundo entero. Estas acciones son ejecutadas por los zen-ga-kuren, un grupo de jóvenes estudiantes y obreros quienes impiden al enfrentarse a la policía, que las naves de guerra norteamericana desembarquen para instalar sus bases de operación y son de alguna forma secundados por la juventud americana, la que deserta de su patriótico ejército al quemar públicamente sus carnets de reclutamiento.

Otra ambición admirable fue el querer lograr una educación que no estuviera al margen o claramente divorciada de la sociedad. Se planteaban serias reformas a la enseñanza superior para superar su mediocridad, en últimas se cuestionaba un estilo de vida occidental donde la cultura se convierte en mercancía y donde los especialistas de cualquier profesión son los guardianes de lo rentable y donde las jerarquías doctorales crean pirámides, es decir, relaciones verticales que impiden la democracia y la socialización real del conocimiento. Esta preocupación lógicamente iba en contravía del estudiante superficial , al que lo único que le importa es prepararse fácilmente para recibir su título de nobleza y rápidamente ubicar uno de los cómodos sillones de las jerarquías dirigentes.

Otra de las expresiones interesantes de analizar en estos movimientos es como el lenguaje gracias a la diversidad, se manifiesta en la calle y los muros en formas filosóficas y poéticas, que iban mucho mas allá de la simple y rutinaria consigna grupuscular llamando al combate. Sin embargo, ese ingenio grafitero puede quedarse hoy en frases ingeniosas que con el tiempo se vuelven efímeras.

De todas maneras aunque Mayo del 68 sea todavía un símbolo de una generación contestataria que se frustró y por eso decidió volverse yuppy o el signo de una revolución cultural, quedan en el tintero de las ideas y la acción, la fundación de un imaginario liberador que sea capaz de ir mas allá de ese hastío despolitizado en el que ya nada nos perturba. Como la caravana de huérfanos y viudas que en Colombia huyen en sus sueños hacia otro país.