El etnocidio de los Warao

Carlos Beas

(Nota previa: El autor es un anarquista mexicano, tenaz activista en la lucha por los derechos indígenas. El texto es un apéndice de su reciente libro "Megaproyecto del Istmo. La Invasión Global" - México, 2000 -, donde explica las razones de la lucha actual de las etnias asentadas en el Istmo de Tehuantepec contra la agresión neoliberal que busca despojarlos de su tierra y su modo de vida. Desde EL LIBERTARIO agradecemos su gentileza al remitirnos un ejemplar de esa valiosa obra, que está a la orden de tod@s en la Biblioteca de la CRA.)

El pueblo Warao habita desde hace siglos la desembocadura del Río Orinoco, en el actual Estado venezolano del Delta Amacuro. Durante el período colonial fueron llevados por la fuerza a las misiones, de donde huían; sin embargo, a principios del siglo XX, se instalan misiones de la orden de los capuchinos, que introducen paulatinamente nuevas técnicas agrícolas y modifican parcialmente las pautas culturales de este pueblo.

En 1963 se inició la construcción de un dique-carretera que comunicaría a la zona petrolera de Tucupita (capital del Estado) con la población de Barrancas del Orinoco, quedando cerrados los caños (brazos en el delta del gran río) de Mánamo, Manamito y Pedernales. Esta obra fue impulsada por la gubernamental Corporación Venezolana de Guayana - CVG -. Con la apertura de esa carretera, se inicia una intensa explotación del palmito, y se realizan grandes desmontes para el cultivo de arroz y la explotación forestal. Los colonizadores desplazan violentamente a las comunidades Warao, despojándolas de sus territorios ancestrales y utilizando a los indígenas como mano de obra barata. Con el cierre del Caño Mánamo se buscaba principalmente alterar el desagüe natural del Río Orinoco y con ello canalizar mayores volúmenes de agua a la Boca Grande. Ese mayor caudal permitiría la navegación a los barcos que transportaban mineral de hierro explotado por las empresas Orinoco Mining e Iron Mining.

El cierre del Caño Mánamo, la construcción de la carretera y el canal de navegación fueron realizados por la empresa norteamericana Tippets-Abbett-McCarty-Stratton, con gran impacto en la vida de los Warao, ya que al dejar de fluir las aguas del río, las tierras sufrieron un proceso de salinización por la entrada de aguas del mar, lo cual afectó gravemente sus actividades agrícolas; la pesca virtualmente desapareció y el estancamiento de las aguas generó una gran contaminación que provocó que cientos de indígenas murieran.

El saldo representa un muy alto pasivo, pues se destruyó la organización social de este pueblo y se provocó la desaparición de 21 comunidades Warao. Ante la hambruna, cientos de indígenas tuvieron que huir a pueblos y ciudades cercanas donde viven en condiciones lamentables. Según el Ingeniero Germán Álvarez (del grupo ecologista GIDA de Caracas), las alternativas a esta problemática sólo vinieron a empeorar las cosas, ya que ante la gravedad de la situación "en 1966, la CVG realiza la construcción de compuertas que permitieran la circulación del agua, además se construyeron canales de drenaje que con el transcurso del tiempo eliminaron la humedad de los suelos, provocando la oxidación de las arcillas. La presencia de pirita sulfurosa determinó la aparición de ácido sulfúrico, afectando más de 100.000 hectáreas de tierra. Las aguas ácidas han provocado también gran mortandad de peces".

Para el Ing. Álvarez, en el Caño Mánamo se ha cometido "el mayor crimen ecológico en la historia de Venezuela". Es tan extrema la paradoja en estas tierras que Tucupita, ubicada en la cuenca de uno de los ríos mas grandes del mundo, sufre de falta de agua potable para consumo humano. Sin embargo, el drama no ha terminado. En 1993, PDVSA (el gran monopolio petrolero estatal) firmó un convenio de explotación con la British Petroleum, que inició trabajos en la zona de Pedernales en 1994. Casi de inmediato, los impactos se hicieron sentir en la vida de este poblado de 3.000 habitantes, muchos de ellos descendientes Warao, ya que la inflación subió alrededor de 100% en productos de primera necesidad.

Hace tres años vi por televisión unas imágenes que me impactaron.

Era una familia de indios venezolanos que huían de sus tierras muertas, buscando agua y alimentos. Ahora sé que ese lugar existe, que se encuentra en el Delta del Orinoco, en una tierra que hace 40 años era casi el paraíso y hoy no es más que un nuevo desierto producto del desarrollo excluyente. Las profecías que hicieran hace 4 décadas los chamanes Warao se están cumpliendo.