A. Serrano González
Karol Wojtyla, más conocido como Juan Pablo II, antes de llegar al seminario para hacerse sacerdote, había sido campesino, minero y soldado. Al igual que otros pueblos invadidos, el gobierno polaco llamó a cuantos pudieran empuñar un fusil a a alistarse para la defensa de la patria. La juventud polaca que sabía mucho del dolor y la tristeza que pesa sobre el pueblo humillado y oprimido por la bota del ejército invasor, salió a luchar contra los ejércitos de la Alemania nazi y los ejércitos de la llamada URSS, que en verdad, no tenían ni de socialistas ni de soviéticos. Entre esa juventud polaca estaba K. Wojtyla.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, el pueblo polaco se siente totalmente dominado y sometido a la política impuesta por el poderío ruso. Por la retina de aquellos ojos abiertos y fija la mirada, como secuencias fílmicas pasaban los soldados del Zar Alejandro II quien un siglo antes había dominado aquellos pueblos, y no habían olvidado la violencia, la tortura y la criminalidad desatada y el expolio de la riqueza de su suelo. Las insurrecciones del pueblo polaco de 1830 y 1863 fueron aplastadas sangrientamente sin miramiento ni consideración alguna. Ahora había un componente más para hacer más dolorosa la situación en la que tenían que vivir. Un sistema político contrario al sentir de la mayoría de la nación.
Llevando sobre sí toda esa carga de pesadumbre, Karol Wojtyla llega al seminario en donde ha de iniciar sus estudios sacerdotales, ya hombre adulto y experimentado.
Dentro de la curia romana habían sucedido hechos y cosas, que a todos los tenían preocupados. Los cardenales italianos no querían abrir paso a los cardenales franceses hacia la llamada silla de San Pedro. Y el necesario cambio se impuso en la persona de ese cardenal polaco poco conocido en la curia romana. Wojtyla toma el nombre de su antecesor y es proclamado Juan Pablo II, con cuyo nombre inicia una larga y dura lucha contra quienes considera adversarios. Ha sido el Papa más viajero que ha tenido el Vaticano. Ha sido el Papa que más santos ha elevado a altares. También ha sido el Papa que ha tratado de lavar y limpiar la cara de la iglesia de las muchas feas manchas que cubren la historia de esa iglesia.
Inicia una relación con la sra. Tatcher, primer ministro del gobierno Inglés, también con aquel actor que era presidente de los EE.UU. Esta relación va tejiendo y desarrollando una red, que en las manos de Juan Pablo II llegará a dar vida a aquel sindicato polaco Solidaridad, que será el moderno "Caballo de Troya" dentro de las estructuras sociales bolcheviques y martilleando sin parar, un día hará temblar y caer el Muro de Berlín, y tras él todo el sistema político-económico bolchevique que vivía media Europa. Y vimos con tristeza como no hubo un par de manos que se alzaran para detener aquel derrumbe. Sesenta años de debates polémicos sobre aquellas ideas, setenta años de gobierno que tiene como base y principios a aquellas ideas, y todo cae como arrasado por un huracán caribeño.
Un día de 1992, el mundo entero asombrado oye como el Vaticano rehabilita a Galileo Galilei. La Comisión para el estudio de la Controversia Palomeica Copérnicana emitió un dictamen sobre ese "doloroso malentendido", liberándolo de la pena que le había sido impuesta. Hay que lamentar que esta liberación llegó 357 años más tarde, más los daños colaterales causados a cientos de miles de personas. Algo más tarde, Juan Pablo II levanta el veto que pesaba sobre el darwinismo y ha lamentado los errores que llevaron a la prohibición del conocimiento sobre el evolucionismo que Darwin exponía en su obra "El origen de las especies por medio de la selección natural". Hace unos cinco años, en Paris, ante una multitud de jóvenes convocada para ese propósito, por 25 veces llegó a pedir perdón por lo sucedido en aquella noche en san Bartolomé, el 24 de agosto de 1572, en la que la barbarie desatada asesinó a más de 3.000 hugonotes, ¡familias enteras!, niños, adultos, ancianos, mujeres y hombres, y el Papa pedía perdón una y otra vez "por el olvido que hacen los católicos de las palabras de Jesús".
Recientemente, en su último viaje por tierras de Grecia, volvía a pedir perdón ante sus hermanos ortodoxos, porque el acuerdo del Concilio de Nicea que crea al Credo, es burlado unos trescientos años más tarde y aún hoy duran abiertas las heridas entre los hermanos. Rara hermandad esta, que después de 1.200 años que rompieron los lazos fraternos, no han hablado hasta hoy en que han sido visitados por Juan Pablo II.
En los días que corren, en donde sólo la técnica cuenta y más, que como fuerza liberadora actúa y ejerce como fuerza opresora dominante y excluyente de cuanto no tenga relación tecnológica, deja en el desván de los trastos viejos todo cuanto signifique espiritualidad, igual sea que venga como expresión religiosa o lo sea por manifestación artística en cualquiera de sus manifestaciones. Una Venezuela aplastada por el vocerío tecnológico, no tuvo hace tres años oidos ni voz para escuchar y discutir unas conferencias pronunciadas por Juan Pablo II en la segunda quincena de julio y primera quincena de agosto 1998, en donde negaba la existencia del Cielo, del Infierno, del Purgatorio y de Satanás. Decía: "El Cielo no es un lugar físico en las nubes. El Infierno tampoco es un lugar, sino la situación de quien se aparta de Dios. EL Purgatorio es un estado provisional de "purificación" que nada tiene que ver con "ubicaciones terrenales". Y Satanás "está siendo vencido definitivamente". No cabe duda que estas negaciones llevan en sí algo trascendente: ¿a cuantos pasos se está de negar la existencia de Dios?. Para cualquiera, católico o no, se preguntará: ¿porqué venir a negar lo que ha costado rios de sangre hacer creer al mundo e imponérselo?
No será pidiendo perdón como la iglesia vaticana se hará perdonar. La religión es un mito creado por el hombre en la noche oscura de su ignorancia para explicarse los fenómenos físicos de la naturaleza, una forma de querer buscar ayuda y protección contra esa misma naturaleza. Todos los pueblos primitivos crearon a sus dioses, muchos de ellos perviven, algunos fundaron religiones.