Mariana
¿Saben qué son los tranvías? Quizás muchos de los lectores jóvenes ni siquiera los conocen. Son esos trenes eléctricos, de uno o dos vagones, que andaban sobre rieles por las ciudades de principios del s. XX, aunque algunas como San Francisco todavía los tienen. Esos tranvías recibían la fuerza para su movimiento de una larga varilla sobre su techo que hacía contacto con un cable, tendido por encima y a lo largo de todo el recorrido, que lo alimentaba de electricidad. Eran épocas en que las travesuras de los muchachos era desenganchar la varilla y el tranvía se quedaba parado. Pues bien, cuando el gobierno de Medina Angarita, Rómulo Betancourt decía que el movimiento medinista era como los tranvías, que recibían corriente desde arriba pero, si les cortaban la alimentación, no podían moverse porque no tenía fuerza abajo.
Más de medio siglo después, con otro encachuchado al frente del gobierno, curtido en mil batallas en las canchas de beisbol, estamos nuevamente en una revolución de tranvía, una revolución que curiosamente se alimenta desde arriba, cuando toda revolución debe necesariamente desde abajo, del reclamo organizado de las bases. Basta ver que no hay movimiento sindical, ni político, ni de masas, ni universitario que sostenga esta comedia, cuyos actos se nutren de cientos de autobuses que llevan gente a la que, como testimonió la señora de Oriente por TV, pagan para ir. La famosa toma de la UCV subsistió durante 30 días contando con apoyo que le dio el gobierno, en el que el Ejecutivo, el poder Ciudadano y el Legislativo le dieron abierto respaldo. Y la mascarada que montaron los medios de difusión al respecto armonizaba con el interés del Estado. Porque mucho es el griterío contra los medios, pero al gobierno y a los empresarios les convino hacer un show con los protegidos de esa excelsa académica universitaria Adina Bastidas, y que no se hablase de falta de cumplimiento de convenios laborales, de parálisis de contrataciones colectivas, de los despidos masivos, de la Seguridad Social ausente, de las huelgas en marcha, ni de la oscuras quiebras como la de Graffitti. Y mucho menos de autogestión universitaria, tan terrible para cualquier burócrata universitario sea chavista u opositor. Felicidad la de los capitalistas que, gracias a la desocupación que tiene montada el gobierno y a la Fuerza Bolivariana de los Trabajadores, se pueden dar el lujo de que no haya aumento de salario para nadie desde hace un año.
Por supuesto que el líder revolucionario máximo, en los poquitos días que pasa en Venezuela, no cesa de declarar que su democracia es participativa y protagónica. Además del chiste de que es participativa y protagónica porque él protagoniza y les participa a los otros, podemos saber quienes son los que participan de la revolución y no vamos a especular. Simplemente vamos a dar los nombres del tren directivo que acompaña al Ministro Dávila en el Ministerio de Relaciones Exteriores:
Ministro: Cnel. Luis Alfonso Dávila
Viceministro: Gral. (A) Arévalo Méndez Romero
Director de Gabinete: Cap. Jesús Alberto García Rojas (primo del Ministro)
Director de Personal: Tte. Cnel. Miguel Madriz Bustamante.
Director de Administración: Cnel. César Méndez
Director de Presupuesto y Organización: Tte. Cnel. Omirio Moncada Romero
Director General de Soberanía, Límites y Asuntos Fronterizos: Gral. Alfonso A. Nuñez Vidal.
Seguramente por allí va la transformación que exigen los chavistas en la Educación Superior. Sin duda que hay carreras que deben desaparecer, como la de Estudios Internacionales, cuyos egresados han de estar ejerciendo de buhoneros. ¿No hay ningún civil, en esta mayoritaria revolución pacífica, que sepa algo de diplomacia como para que pueda ocupar un cargo en Cancillería? A menos que, como se trata de una revolución donde todo tiene que cambiar, los militares se tengan que dedicar a la diplomacia y los estudiantes de esta disciplina deban hacerse cargo de la defensa y salvaguarda del país (claro que sin armas, que son para el malandraje, la Fuerza Armada, Maduro y el reflotado Pablo Medina). Con razón el Presidente declaró que la guerrilla no es su enemigo. Lo que pasa es que no tiene con quien combatirla, ya que los militares que no están en la diplomacia, están en el Plan Ro-Bolívar 2001, o andan regados por la administración pública viendo a ver qué botín consiguen.
A lo largo de muchos años hemos denunciado que los militares en América Latina eran solamente agentes defensores de los intereses de los poderosos grupos económicos y detentadores de poder, eso que Aguila 1 llama la oligarquía. Ahora se vislumbra otro gran cambio de esta revolución pacífica: los militares ya no defienden los intereses de nadie en Venezuela, mucho menos los del tan mentado pueblo, porque han pasado a defender los propios, para lo cual están apropiándose de toda la estructura del país, que es la vaca lechera de donde antes mamaban la burguesía parásita y los políticos que han saqueado el país. Ahora la ubre petrolera está en manos de los militares y va a ser difícil que la suelten. De hecho, el único anuncio de aumento de sueldo ha sido para los pobres militares, diría Oteyza, que tienen estudios pagos, ocupación asegurada con tremendos sueldos, préstamos, alojamiento gratis, facilidades para comprar carro y casa, la proveeduría más barata, beca para estudiar en el exterior garantizada, se retiran con jubilación entera e inmediata, excelentes servicios médicos, el mejor estadio de beisbol del país y vía libre para negociados cuando superan cierta jerarquía. Todo esto aunque no paren ni una narcomula en la frontera. No cabe duda que entre la IV y la V, nosotros no vemos luz, ni dinero, ni futuro.
La peculiar condición venezolana, en la que si uno se apodera del Estado se apodera del petróleo, y si se apodera del petróleo se apodera de la única fuente de riqueza con que contamos, hace difícil exportar la "robolución" chavista. En el resto de América, la riqueza de los países depende en alto grado del trabajo, de la producción y apropiarse de la riqueza significa también tener que ir a trabajar, aunque sea de empresario, y para eso los militares no están preparados en nuestra América, y mucho menos en Venezuela, en la que han sido la profesión más irresponsable de todas. En efecto, los militares, teóricamente, tienen una principal cosa por hacer que es defendernos y Venezuela es casi un open-house. El ejército venezolano no tiene con qué enfrentarse a la guerrilla, ni a los paramilitares, ni a los narcotraficantes, y mucho menos al ejército colombiano. Lo único que puede hacer es disparar contra civiles, como el 28-F.
Para muestra de lo que los uniformados consideran sus más grandes hazañas en el último medio siglo, basta la gran fotografía de más de 4 metros de altura, para honrar la gloria de las mejores acciones de nuestro hombres de armas, que se colgará en el flamante estadio de beisbol construido en Fuerte Tiuna, con un presupuesto de 2.500 millones de Bolívares. Se trata de mostrar al mundo los ejemplares logros juveniles de la dirigencia militar de este gobierno, inspirada por el genio del Libertador: nada menos que la imagen inmortal del equipo de beisbol de la promoción Simón Bolívar, en el que jugaba Chávez. Será la envidia de Sadam, Fidel y Mao, si viviera.
Para no olvidar, porque ese es uno de nuestro grandes defectos, vale también recordar algunas de los hitos de las relaciones de este gobierno con la corrupción:
Cuando querramos hacer una revolución, no la hagamos mirando hacia arriba, a los balcones, balconcitos o tarimas, ni a la pantalla del televisor, porque nos quedará una revolución de tranvía. Miremos a los costados, a los compañeros y tratemos de hacerla todos juntos. No hay otra.