El Arma

Edgar Rodríguez

Para reunir fuerzas psicológicas, éticas y decir NO a todos los tipos de violencia vamos a empezar esta discusión definiendo Qué es un Arma.

EL ARMA es un instrumento de la brutalidad, de venganza, de represión y de crimen.

Sirve a quien defiende y a quien ataca indistintamente. Al asesino, al terrorista y al liberal. Es usada por los que mandan y por los que son mandados, por la violencia de arriba y por la violencia de abajo.

Es acariciada por el obrero que la fabrica y le da las últimas pulidas y por el criminal que la emplea. Mata al hombre de bien, al propio obrero que la fabrica y al soldado que la empuña profesionalmente, el policía que se vale de ella para mantener el orden y fusilar a quienes le adversan.

No tiene patria, nacionalidad, partido. Mata en China, en Brasil, en Rusia, en España, en Argentina, en Uruguay, en Chile, en el Congo, en Vietnam y en Uganda. La usa el bolchevique, el fascista, el socialista, el nazi, el republicano, el monárquico, el dictador y el demócrata, el político de la derecha, de la izquierda y el del centro el sin partido, el negro, el blanco, el rojo, el amarillo, el viejo el joven, el policía, el bandido, el terrorista al servicio de la ley y los que están afuera de la ley, el hombre bueno y el hombre malo.

EL ARMA sirve a quien la empuñe primero.

Para manejarlas, hombres estudian en academias especializadas de donde salen para ejercitar e instruir millones de jóvenes que consumen billones en dinero y ocupan inmuebles e industrias en abastecerse, calzar, vestir y alimentar. Es una legión de gente viviendo en función de las armas. Es una industria y un comercio rentable, lucrativo, próspero que se propaga y arrastra en la faz de la tierra.

El arma se cambia, se compra y se vende para defender intereses particulares, naciones, para invadir, conquistar, asaltar y matar.

Sirven para "fortalecer" al débil, dan fuerza al cobarde, al delincuente de arriba y de abajo, potencial o revelado.

Ofende al vencido, da razón al inservible, llena de fanfarronería al "victorioso", sirve para derrumbar gobiernos y los hace subir al poder, para volverse dictadores, para cambiar regímenes de izquierda a derecha y de derecha a izquierda.

Hay quien se sienta fortalecido empuñando un arma, quien se imponga por las armas, quien domine pueblos y naciones con las armas.

Cuantas más armas existen más armas se fabrican, mientras más gente compra armas más gente "siente" necesidad de armarse.

Los países son más fuertes mientras sus depósitos de armas están abarrotados, listas a ser accionadas para matar, defender o atacar.

Las naciones a los ojos de los políticos y del pueblo en general, son importantes no por las buenas acciones que practican, por el bienestar social que proporcionan a sus pobladores, por el nivel de vida, por el poder adquisitivo y cultural del proletariado, del hombre trabajador, pero sí por el fabuloso número de armas que posee en depósito.

No es raro que se escuchen discursos en nombre y sobre los efectos de la "razón" y del "derecho" de las armas.

Guerras son estudiadas, planeadas, desencadenadas para experimentar armas e incentivar la industria armamentista.

Fortunas colosales "nacieron" por obra y gracia de la fabricación de armas, de la exploración de aceros especiales, de mineros con fuerte poder explosivo y grandes consorcios crecen, se alían para hacer posibles las grandes guerras, sin las cuales las armas se oxidarían, se volverían obsoletas, objetos de museos y sus fabricantes tendrían que asumir negocios menos rentables.

Hoy más que ayer y mañana más que hoy, crece alarmantemente el número de armas, su almacenamiento y aumenta el poder bélico de las naciones, el número de soldados y policías, el potencial de los ejércitos, el número de fabricantes, los lucros con producciones inútiles y el peligro de vida de la humanidad.

Sin una guerrita, ¿para qué comprar armas? Por eso se propagó la guerra fría, el espionaje, el "lleva y trae", la siembra de discordia para que pueda prosperar el lucrativo comercio de armas y, cada vez más, gobiernos y pueblo compran armas con miedo de gente y de los gobiernos que compran armas.

Describir el arma en toda su frialdad e insensibilidad, es muy difícil. Determinarle el grado de peligrosidad es casi imposible, tal el mecanismo que envuelve el estudio, proyecto, perfeccionamiento, fabricación y empleo.

EL ARMA es fruto de la imaginación del hombre que la diseña, elabora artísticamente, mecánicamente, compra y vende, maneja y acciona para defenderse de los que también usan armas para atacar, para matar, para garantizar derechos sobre la tierra contra los que, empuñan armas, para negarlos.

Se puede explicar el arma como un instrumento de múltiples utilidades, estudiada y perfeccionada por la mente del hombre para practicar el mal, cuyo valor es tan grande mientras más gente mata.

Su suceso, su importancia es criminal, asesina, proviene del arte, de la pericia y la capacidad de su inventor y constructor. Su precio y búsqueda, utilidad y empleo, está siempre ligado a la rapidez con la que mata, a gran y corta distancia, en la justa dimensión de la superioridad que da a sus manipuladores, de su automatismo y del número de muertes que provoca por segundo.

Ya nace, con ayuda del cerebro humano, del científico, predestinada a practicar desgracias, a producir derramamiento de sangre, a cegar vidas inocentes, producir inválidos, mutilados, destruir hogares, sembrar la miseria, lanzar el pavor, la locura, el incendio y la destrucción.

Vale por lo que mata.

ARMA "buena", buscada, solicitada, importante, capaz de grandes demandas en el presente y en futuro, se mide por el automatismo, por los daños que produce, por la cantidad de gente que puede matar.

Mientras mayor sea su alcance, poder de acción, rapidez, número de disparos, mayor es su valor, su búsqueda, su venta, su lucro, la fama de los inventores y fabricantes, mayor es el peligro que corre quien la hace y quien la maneja, mayor es la inseguridad de la humanidad.

EL ARMA -símbolo del mal- no es la única responsable por toda la violencia, por los millones de crímenes practicados en el curso de los siglos. Tampoco se le puede atribuir toda la violencia por su implantación en la faz de la tierra y/o culparla por las tiranías gubernamentales, la deflagración de guerras, de la sustentación de los campos de concentración, de los regímenes de la desigualdad social.

¡NO! En verdad el arma es generada en el cerebro del hombre, por eso a el tiene que ser imputada toda la responsabilidad. Es fruto de su imaginación, de su educación y su temperamento belicista, autoritario, responsable por el estado emocional y psíquico que vivimos.

EL ARMA es un mero instrumento de sus millares de fantasías, de sus deseos de destrucción, cada uno más brutal y cobarde que otro.

Para acabar con el arma tenemos que elegir en la mente humana un mundo de paz. Sólo entonces asistiremos a la inutilización de esas máquinas de matar y de destruir, de la fantasía en que vivimos. En esa ocasión, el arma perderá toda fuerza maléfica y el hombre se torna bueno para sí, para los suyos, para el grupo, para la colectividad.

Sólo un hombre NUEVO, adoctrinado en los principios humanitarios de igualdad social, cultural y humano, educado en el amor fraterno, en la solidaridad, prescindirá del arma, no pensará más construirla, la recogerá en los museos de cosa inservibles.

Mientras esto no sucede, sólo se puede definirla:

ARMA: Instrumento de la imaginación enferma y delirante del hombre.

Edgar Rodríguez
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