EL CARNICERO DEL PLANETA

Cosechó su siembra


A nadie se le ocurriría otorgar un Premio Nobel de la Paz a Hitler. Y Estados Unidos tiene tantos méritos para obtenerlo como su predecesor germano. Más precisamente, supera con creces al genocida que fue derrotado después de sembrar el horror a lo largo de 12 años.

Desde hace más de un siglo Estados Unidos viene sembrando meticulosamente horrores y enemigos en todo el mundo: tiene en su haber cientos de intervenciones militares y guerras de agresión en todo el planeta. Sus Fuerzas Armadas son algo así como “la Federal” del mundo.

Sólo en la última década son responsables del genocidio en Irak, durante la guerra y durante las masacres provocadas por el bloqueo y por los bombardeos posteriores, que se realizan ritualmente todas las semanas con cualquier pretexto o con ninguno.

Todo el horror que provocan las muertes de inocentes que se produjeron el 11 de septiembre es casi nada comparado con la guerra y las masacres del Plan Colombia, con decenas de miles de muertos y millones de campesinos expulsados de sus tierras.

Todo el horror de muertes de inocentes –y de gente del Pentágono– que se produjeron el 11 de septiembre es casi nada comparado con el genocidio creciente que viene soportando desde hace más de medio siglo el pueblo palestino.

Todo el horror de muertes de inocentes –y lo contrario– que se produjeron el 11 de septiembre, recuerda que en esa misma fecha de 1973 el Pentágono, Kissinger y toda esa canalla, masacraron al pueblo chileno mediante un capataz llamado Pinochet.

¿Valen más las vidas de los estadounidenses que las de cualquier otro ciudadano del mundo? Aunque estemos convencidos de que no, nos intentan convencer de que sí.

Siembra vientos y cosecharás tempestades

Estados Unidos sembró el mundo de enemigos, incluyendo enemigos internos, a izquierda y a derecha: estos últimos más numerosos.

Por eso hay una situación paradójica: por primera vez en la historia de la humanidad, el gobierno de un país (Estados Unidos) le declararó la guerra_ no se sabe a quién. Es la única guerra que tiene un solo contendiente y carece de enemigo declarado, más allá del fantasmal “terrorismo internacional”.

El miserable imperialismo norteamericano –al igual que todos– es buen fabricante de “cuentos” para engañar a la gente.

Hace 60 años Roosevelt sabía que los japoneses iban a atacar Pearl Harbor y se limitó a sacar dos portaaviones y a utilizar el ataque como revulsivo popular para “justificar” su entrada en la Segunda Guerra.

Esto es, como mínimo, parecido. No se sabe, para nada, quién ha sido: ni los árabes y palestinos, que lo niegan; ni los talibanes, que también lo niegan; o la derecha militarista yanqui –que fue quien voló las torres de Oklahoma– a quien nadie menciona; y no por ingenuidad.

Otro “olvido” es que tampoco se dice que los talibanes (hoy, “negros de la historia”) son hijos genuinos de la CIA y de Estados Unidos, para enfrentar a la URSS en los años ochenta.

Prestar oídos a los cantos de sirena del imperialismo no sólo es peligroso: es mortal, y lleva de hecho a encolumnarse detrás de su campaña armamentista y enemiga irreconciliable de los derechos humanos más elementales.

Imperialismo, violencia y guerra

La base de la violencia está en la explotación. El mayor exponente de la violencia en el mundo es el capitalismo y su fase superior, el imperialismo. Sin terminar con esos flagelos históricos, la humanidad no alcanzará la paz y la hermandad entre los pueblos, ni terminará con el flagelo del militarismo y la guerra.

El capitalismo está atravesando hoy su peor crisis en el mundo. Sus cuentos sobre el “fin de la historia” de hace una década terminaron en el basurero. Pero es un régimen terrible que, en su decadencia, no vacilará en hundir a buena parte de la humanidad con tal de sobrevivir en sus restos.

La guerra es tan necesaria al imperialismo como cualquier remedio lo es para un enfermo crónico. Es su forma de intentar, marchando quizás al precipicio, resolver su crisis estructural mediante una descomunal destrucción de fuerzas productivas, como hizo dos veces durante el siglo XX a escala mundial, y como lo hace alentando múltiples guerras regionales.

Luchar contra el militarismo y la guerra

Estamos asistiendo a “la caída del imperio americano”. Es secundario incursionar sobre las similitudes y diferencias entre Atila y Ben Laden. Lo que interesa es no perder de vista que lo que está en juego no es sólo el imperio yanqui, sino el imperialismo y el capitalismo en el mundo. Por eso se organiza un bloque militar de la Otan detrás de Estados Unidos, por más que los estados europeos estén en guerra comercial y económica abierta con ellos.

Para los pueblos del mundo hay dos conclusiones centrales a sacar. La primera es la fragilidad relativa del imperio más poderoso de la tierra, como se demostró el martes 11 en todos los planos.

La segunda es que, incluso en su irreversible decadencia, no es un “tigre de papel” sino un monstruo militarista y asesino con el que hay que terminar antes que él termine de destruir a la humanidad y al planeta mismo.

La tercera, es simple: quien disparó sobre las Twin Towers y sobre el Pentágono fue el imperialismo yanqui, que recogió su propia siembra.

No marearse: luchar

Desde los cuatro rincones del planeta es imprescindible alentar una sola política: no dejarse marear por la propaganda imperialista que intenta colocar el problema fuera de foco, para impedir que se vea cuál es la salida.

Los mismos que callan su voz frente a la muerte de 12 millones de niños al año por hambre, desnutrición y enfermedades curables –que ellos mismos provocan– nos pretenden colocar frente a un falso dilema utilizando a los muertos en la jornada del 11. Desde la Liga Socialista Revolucionaria somos solidarios ante el dolor por las muertes de inocentes y, al mismo tiempo, decimos que su asesino real no es tal o cual terrorista sino el imperio norteamericano: el Atila que arrasa al mundo desde hace más de medio siglo.

Y también denunciamos que, escudándose tras los muertos que nadie sabe quién mató, Estados Unidos montó una gigantesca carrera armamentista y terrorista que se va a cobrar cientos o miles de millones de vidas humanas.

Más barbarie capitalista
o revolución socialista

El capitalismo no sólo es explotación: es también nacionalismo, xenofobia y guerra. O sea, barbarie. Y calamidades y muertes sin límites.

Por eso, más allá de la alegría que sientan algunos, o de la genuina desazón humanitaria de otros frente a la montaña de muertos no involucrados en los crímenes del imperialismo, desde la LSR sostenemos:

– Hay que enfrentar la macabra propaganda mentirosamente “humanitaria” del imperialismo y denunciarla en todo el planeta.

– Hay que decir a los cuatro vientos que la única solución efectiva para terminar con las plagas del capitalismo y del imperialismo, con el terror y con la guerra como su máxima expresión, es luchar por enterrar su poder, en cada Estado y en el mundo. Será una lucha muy dura y que no se resuelve mediante atentados, por espectaculares que éstos puedan ser. Deberá ser protagonizada por millones y millones de explotados y oprimidos. Pero es la única solución realista para intentar terminar con la barbarie capitalista, el militarismo y la/s guerra/s a las que los explotadores están conduciendo al mundo.

Revolución Socialista Internacional o más Barbarie Capitalista

13/09/2001

LSR - Liga Socialista Revolucionaria

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