Bush perdió una batalla en Venezuela

El imperialismo yanqui volvió a las andadas y a las prácticas golpistas que decía haber abandonado e intentó repetir en Venezuela un clásico Golpe contrarrevolucionario, abiertamente totalitario y tirando a la basura el discurso sobre los supuestos derechos humanos que dice defender.

Montó el Golpe al mejor estilo de la Guerra Fría: apoyándose en el grueso de la alta oficialidad, la gran patronal, la Iglesia y los monopolios de información y la burocracia sindical, especulando con que los tres años de gobierno de Chávez, en los que no resolvió ninguno de los grandes problemas de las masas hambrientas, lo habían debilitado lo suficiente como para que éstas no reaccionen.

Se equivocó en todo. Las masas pobres bajaron de los cerros, inundaron las calles de Caracas y otras ciudades y colocaron ante una virtual fractura a las Fuerzas Armadas.

El generalato retrocedió ante la inminencia de una guerra civil, en la que llevaban las de perder si el pueblo se armaba -de la forma que sea- y junto al sector chavista y legalista aplastaba militarmente a los golpistas.

Chávez reapareció y asumió nuevamente la presidencia por una sola razón: el pueblo ganó las calles y se lanzó a la lucha como un torbellino. Esa es la clave de todo.

Se produjo así el hecho inédito en las tres últimas décadas (y con el solo antecedente de Bolivia en octubre de 1970) de que el pueblo protagonizara la derrota de un Golpe de Estado apadrinado por el imperialismo yanqui en forma desembozada y desvergonzada.

Bush perdió una batalla pero la guerra continúa. Chávez constituye un obstáculo para el desarrollo de la política guerrerista del Plan Colombia y también para el problema del petróleo, su precio y todo su negocio.

Bush dice que Chávez no debe tomarse revancha (o sea, hacer justicia) con los golpistas civiles y militares, religiosos y burócratas sindicales responsables de medio centenar de muertos y de cientos de heridos. El camino es el opuesto al expresado en el discurso conciliador con los golpistas asesinos de todo pelaje que realizó Chávez al reasumir la presidencia y la posterior medida de retirar el directorio conflictivo designado en la petrolera estatal antes del Golpe. Lo mismo vale para la mano tendida a la jerarquía católica y a los oficiales, ambos responsables del Golpe y las muertes.

A diferencia de lo expresado por Chávez, hay que dar leña a todos los golpistas y sus instigadores y jefes imperialistas. La única garantía de democracia es el pueblo organizado y armado. Hay que expropiar a los golpistas de la Cámara de los grandes empresarios y así ir dando trabajo y sacando de la miseria a las grandes masas de trabajadores desocupados; los trabajadores con o sin actividad deben echar a patadas a los burócratas golpistas y patronales de los sindicatos e ir construyendo un poder obrero y popular independiente, alternativo al poder de imperialistas, capitalistas, milicos golpistas, curas y burócratas sindicales.

Sólo avanzando por este camino se puede aprovechar esta batalla ganada para avanzar contra el enemigo y derrotarlo definitivamente, sin darle respiro e impidiendo que se reconstituya de esta batalla perdida.

El levantamiento popular en Venezuela constituye un ejemplo no sólo para Venezuela sino para toda América latina de que se puede enfrentar y derrotar los avances colonizadores del imperialismo.

Es una guerra que tienen planteada todos los pueblos del continente contra la colonización imperialista y sus socios capitalistas de la región, que recibe un fuerte aliciente con esta batalla en la que Bush salió derrotado, y crea renovados empujes para librar esta guerra por la liberación del continente del imperialismo y el capitalismo.

15/04/02

LSR - Liga Socialista Revolucionaria

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