Las
últimas elecciones norteamericanas han sido aleccionadoras para
los pueblos del mundo. Hoy, como nunca antes, se ha evidenciado
que la democracia en el país del Tío Sam ha empalidecido, y de
ella sólo queda una careta. Los electores sienten que su rol es
de simples espectadores y que, a fin de cuentas, el problema ya no
es de “elección” sino de adjudicación. En efecto, las
elecciones últimas tienen vicios y no sólo fallas.
Todos los medios de comunicación y todos los sectores de
analistas políticos han señalado que el último proceso
electoral ha estado acompañado de acciones irregulares, como:
conteo arbitrario y urnas desaparecidas. En este caso, no podemos
decir que un candidato perjudicaba al
otro. En este caso, los dos candidatos han corrido por la
misma pista de fraude, tanto así que un agudo periodista llamó a
Estados Unidos “república bananera”.
Se
ha devaluado (¿para siempre?) aquel fresco de líneas armoniosas
y de tonos claros, que presentaban a la democracia norteamericana
como la democracia ideal del mundo. No olvidemos que en cada
circunstancia y en cada lugar intervino descaradamente en
cualquier país del mundo, con el pretexto de “salvaguardar”
la democracia. Hoy esos países, sus diversos sectores políticos,
asisten a lo que muchos consideran el inicio de la crisis de un
sistema electoral que ya no da más.
Lo
que han demostrado los dos tradicionales sectores políticas
norteamericanos: republicanos y demócratas es el grado de
manipulación a la que se puede echar mano en aras de “ganar”
una elección. Lo ocurrido es una demostración de lo que
significa manipular un proceso electoral.
Nunca
como ahora el proceso electoral norteamericano tuvo tanto
ausentismo. El 50 por ciento del electorado no votó. Todo indica
que el sector abstencionista ha llegado a ser mayoría;
y que no sólo es indiferencia a
los mensajes de Bush y
Gore, sino, lo que es peor, escepticismo en el sistema de votación.
No en vano 100 millones de personas dejaron de ir a las urnas.
Otro
síntoma del mal es la poca receptividad que muestra el público a
las motivaciones y llamamientos de los medios masivos de
comunicación. En
esta última campaña electoral se gastaron 3 mil millones de dólares
en los dos últimos años, es decir, 30 mil dólares por elector.
Por
eso, la corte de Florida tiene ante sí un caso difícil de poder
resolver, no porque sea imposible establecer las diferencias
cuantitativas entre uno y otro candidato Lo que está en cuestión
es el abuso del poder político, la alineación del elector, la
crisis de los partidos políticos del sistema y de sus dirigentes.
Un
hecho que merece analizarse es aquel que tiene que ver con la
reacción de los líderes candidatos y de sus organizaciones.
Ninguno de ellos ha tratado asuntos relacionados con sus
propuestas y programas, pero también las preocupaciones del
elector no son precisamente por el futuro del gobierno de Estados
Unidos. Actualmente las controversias y los disputas están lejos
del público medio, es como si este tema interesara únicamente al
gran empresario, al poder militar, los banqueros y demás
inversionistas.
Terminado
el conflicto, el siguiente paso será hacer un retoque al
maquillaje norteamericano para que su democracia siga siendo el
patrón de una sociedad donde el libre mercado también es capaz
de ofertar fraudes y escándalos. En todo caso, de las entrañas
de la sociedad norteamericana empieza a cuestionarse este orden
que ya huele mal. Estamos seguros que así será.
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