Duerme, Secreto

* * *

Capítulo 3

La Soledad del Uno

© Chiho Saito

"Tengo urgencia de oírte

Alegría de oírte

Buena suerte de oírte

Y temores de oírte."

 

 

 

El lugar se le asemejaba a una de esas habitaciones de espejos de diferentes formas que habían en los parques de atracciones, sólo que, en aquel sitio al que había ido a parar, todos los espejos eran iguales... Mirase donde mirase veía su reflejo... Hum... ¿Su reflejo? ¿Aquél era su reflejo?

 

-Ésta no soy yo... Yo ya no soy así...

 

Umi se tocó el pelo y el reflejo hizo lo mismo. Levantó un brazo y la imagen de la chica de cabello azul la imitó con exactitud. Sacó la lengua y ella también hizo lo mismo...

 

Pero aún así no podía creerse que aquella joven que apenas tendría más de quince años fuera ella... ¡¡Pero si acababa de cumplir los 35!! Y llevaba el uniforme de la escuela: aquel con la chaqueta y la faldita de color azul y las medias negras y...

 

-Zafiro... (1)

 

No quería haber pronunciado aquel nombre mas los recuerdos afloraron tan rápidamente en su memoria que no pudo evitarlo antes de que sucediera... Aquellos recuerdos que ya creía haber logrado enterrar para siempre.

 

-Te asombrarías de la capacidad que tiene nuestro cerebro en almacenar recuerdos y más recuerdos.

 

Umi se sobresaltó al oír una voz que nunca antes había oído.

 

-¿Quién eres? – preguntó, alertados ya todos sus sentidos.

 

-Tranquila, guerrera, no quiero hacerte daño.

 

Repentinamente, el reflejo de Umi desapareció en todos los espejos, apareciendo al instante la figura de una sombra, de alguien cuyo rostro y cuerpo estaban cubiertos tras una capa negra.

 

-Mi nombre es Pirotase(2) y puedes considerarme una amiga tuya, Umi.

 

Umi esperó a que se descubriese el rostro; sin embargo, la llamada Pirotase daba la impresión de no tener intención de ello.

 

-¿Eres tú quien me ha hecho venir? – preguntó Umi.

 

-Así es.

 

-¿Por qué?

 

-Mira – adquirió Pirotase, entonces.

 

Todos los espejos centellearon y se volvieron opacos. Todos menos dos, los que se hallaban justo a la derecha y a la izquierda de Umi, respectivamente. En cada uno se apreciaba la imagen de una persona.

 

-Son dos chicas – murmuró Umi, acercándose al espejo que había a su derecha -. ¡Dios mío! – exclamó al ver a alguien tan familiar en él.

 

Rápidamente se dirigió al espejo de su izquierda y volvió a dejar escapar un grito de exclamación.

 

-Son...

 

-¿Las reconoces, Umi?

 

-¡Fuu! ¡Hikaru! – gritó ella.

 

Sintió ganas de llorar... Hacia tanto tiempo que no sabía de ellas, desde que... Desde aquel día en que Amarilis desapareció llevándose a... (3)

 

-¿Qué hacen ellas aquí? – preguntó Umi, temblando...

 

Pirotase se presentó en la superfície del espejo que ella tenía delante.

 

-Es su deber estar aquí – respondió -, como el tuyo... Mira, observa... –y el espejo volvió a centellear surgiendo una nueva imagen.

 

-¡Es el Templo del Cielo!

 

* * * *

 

-Sora...

 

La voz cada vez se hacía más fuerte, le taponaba los oídos y parecía que era la única que la escuchaba...

 

-¿Eres hija de Fuu? ¿Fuu se ha casado? ¿Pero cuántos años tienes?

 

Pero Sora apenas podía oírle... ¿De dónde procedía aquel viento que le soplaba en la cara y que parecía envolver todo su cuerpo?

 

-Ven a mí, Sora.

 

Y al instante aquel joven de cabello verde desapareció de su vista y fue substituido por un enorme y espléndido pájaro verde.

 

-Bienvenida, Guerrera Mágica, sustituta de la Guerrera Legendaria – habló el pájaro.

 

-¿Guerrera Legendaria?¿Dónde...

 

-Estás en el interior del Templo del Cielo, tu templo.

 

-¿Mi templo? – Sora alzó demasiado la voz, presa del desconcierto.

 

-Sí. Sólo tú puede entrar en el Templo del Cielo.

 

-Pero ¿por qué yo?

 

-Porque has sido la elegida para dominar mis poderes y recibir la magia divina que aquí reside: la magia del viento. Además, tienes la marca del viento en tu frente.

 

Sora se llevó una mano a la frente, aturdida... ¿De veras tenía una marca? ¿Y cómo sería?

 

-Ven, acércate a mí, sustituta de la Guerrera Legendaria...

 

Sora obedeció y el pájaro extendió sus cuatro alas, levantando una leve brisa. Confusa, la joven observó las cuatro alas...

 

-Mi nombre es Windom y soy el Guardián del Templo del Cielo y de su magia divina: tu magia. Aquí estás para recibirla y yo para protegerte.

 

Sora cada vez estaba más desconcertada... ¿Qué significaba lo que le explicaba aquel pájaro? ¿Quién era ella?

 

-Es tu destino, Sora, como lo fue el de la anterior guerrera mágica de la que heredaste tal sino.

 

-¿La anterior? ¿Quién fue la anterior?

 

-Yo.

 

La joven giró sobre sus pies, encontrándose así con una chica de su misma edad... Tenía el cabello corto y en forma de graciosos bucles, dorado, y los ojos verdes. Llevaba gafas y el uniforme de una de las escuelas más prestigiosas de su ciudad, aquélla a la que sólo podían asisitir los alumnos con un cociente intelectual determinado. En su mano derecha pudo ver una espada de hoja ancha y empuñadura de color verde con dorado. Daba la impresión de ser bastante pesada...

 

Súbitamente, aquella chica se lanzó sobre Sora en actitud amenazadora, blandiendo la espada sobre ella con gran maestría. Por suerte, Sora reaccionó a tiempo apartándose y echándose a un lado.

 

-Eres muy ágil – dijo la luchadora reaunudando el ataque que volvió a ser esquivado.

 

Sora observaba a la joven de uniforme, le era tan familiar... Sus ojos, aquel uniforme, su voz... pero... ¿Por qué no lograba recordar quién era?

 

-Ah!

 

La espada le había rasgado la mejilla.

 

-¿Por qué me atacas? –le preguntó Sora, muy nerviosa.

 

Buscaba a Windom, el pájaro verde, sin embargo había desaparecido sin dejar rastro... ¿No le dijo que sería su protector? ¿Dónde estaba ahora que lo necesitaba?

 

-¿Quién eres? ¿Por qué quieres hacerme daño?

 

Mas la joven a la que no podía recordar no le respondió y continuó embistiéndola y haciéndola retroceder. Sora cayó al suelo y pudo ver la sonrisa malvada que se originó en los labios de la chica.

 

-Adiós, guerrera...

 

Alzó la espada.

 

* * * *

 

-¡Fuu, deténte! – gritó Umi, golpeando el cristal del espejo que le estaba mostrando la terrible escena.

 

Entre un estremecimiento y otro se giró, buscando a aquella extraña mujer de negro.

 

-¡Pirotase, haz algo! – la llamó al no hallarla en ningún espejo.

 

-No puedo hacer nada – escuchó entonces.

 

La voz de Pirotase venía de todos lados y era como un susurro, ¿dónde se encontraba?

 

-Sólo podemos observar, Umi... Sin actuar.

 

-¡NO! ¡Hay que hacer algo, Fuu debe estar hipnotizada!

 

Umi volvió a golpear con los puños cerrados la superfície cristalina del espejo, gritando:

 

-¡Fuu! ¡DESPIERTA, FUU!

 

Y en ese instante se le ocurrió que sí, que podía hacer algo (eso si aún tenía el poder para lograrlo...) Cerró los ojos, rezando, deseando que funcionase su idea y que sus palabras fueran escuchadas:

 

-¡Ceres! ¡Ceres! ¡Guardián del Templo del Mar, escucha mi ruego!

 

-No, Umi...

 

Pirotase dejó escapar un suspiro de reproche:

 

-Si lo invocas será peor... No debes hacerlo.

 

-¡Ceres, por favor, detén a Fuu! ¡Despiértala de su embrujo, Ceres! ¡¡CERES!!

 

 

* * * *

 

La expresión de Elar cambió repentinamente tornándose turbada.

 

-¿Qué... ocurre? – preguntó Ceres, percatándose de ello.

 

-La voz – murmuró él.

 

Se giró bruscamente hacia el dragón y le gritó:

 

-¡¡Ceres, quieto!!

 

Pero el dragón no le escuchó y, convirtiéndose en una gran ola, desapareció estallando en miles de diminutas gotas brillantes...

 

-¡Oh, no! – rugió Elar entre dientes.

 

-¿Qué ha pasado? ¿Se ha muerto? – preguntó Ceres inocentemente, mordiéndose los labios.

 

Elar le dirigió una mirada cargada de reproche.

 

-Le ha invocado la verdadera guerrera mágica– dijo.

 

-Ah, claro, tiene que haber sido eso...

 

Ceres había llegado a la conclusión que se había vuelto loca, que aquel chico de la joya en la frente estaba más loco aún y que el dragón era un globo inflado y relleno de agua.

 

-Lo que no entiendo es por qué razón estás tú aquí si no eres una guerrera mágica.

 

-Je-je, pues eso a mí me corresponde saberlo y a ti, mi querido ¿Elar? Ejem... averiguarlo – se burló Ceres, copiando la frase que le dijo Elar la primera vez que le vió.

 

Elar esbozó una sarcástica sonrisa y tomó a la chica del brazo. Al hacerlo sintió algo, como un pequeño sentimiento de soledad que provenía de ella. ¿Por qué no lo había notado antes? Aunque lo que más le confundía era aquel extraño impulso suyo de tocarla; nunca antes se había permitido tocar a nadie porque tenía el poder de recibir los pensamientos y recuerdos de la persona a quién sus manos rozaran... Y eso no le gustaba: no le gustaba ver el miedo, la tristeza, la alegría... Todo aquello le hacía sufrir... Y, sin embargo, con ella...

 

-¿Quién eres? – le preguntó entonces a la joven -. Debes estar aquí por algo, pero ¿por qué?

 

¿Qué era aquello que le costaba tanto de recordar? Como si se lo hubieran borrado...

 

-Vaya, yo pensaba que tú eras el todopoderoso sabelotodo – volvió a burlarse Ceres – y en cambio tu poder no te permite ver más allá de mi nombre ¿eh?

 

Elar le sonrió con sarcasmo, aunque la sonrisa no duró mucho pues inmediatamente una línea recta se dibujó en sus labios y sus cejas se inclinaron al mismo tiempo. Ceres percibió una especie de energía que emanaba del cuerpo del joven y le erizaba el vello de los brazos. Sentía que la empujaba hacia atrás, lejos de él... ¡Y la empujaba en verdad!

 

-¡Eh! – le gritó, enojada - ¡Ni se te ocurra!

 

Ceres se agarró a su brazo.

 

-¡No puedes venir! ¡Es demasiado peligroso para ti! – le gritó él a su vez, pero Ceres no le soltó.

 

-¡Si no soy esa guerrera mágica que tú dices será peor si me quedo sola!

 

Sola... Soledad... Ese sentimiento que parecía estar clavado como trozos de cristal en el alma de aquella muchacha... Él también se sentía a veces tan solo...

 

-Como quieras...

 

Y los dos desaparecieron dejando como última huella de su presencia una leve brisa.

 

* * * *

 

Aquel misterioso hombre de armadura y capa negra bajó del caballo sin hacer caso de Primera, que revoloteaba alrededor de su cabeza, agitando los brazos, muy violenta:

 

-¡No es ella, Lantis! ¡No es ella!

 

Mas él se acercó a la joven y le preguntó en un tono lleno de dulzura:

 

-¿Puedes decirme tu nombre?

 

Hien dirigió una disimulada mirada hacia Primera, que se había sentado en la cabeza del negro corcel (en el hueco entre las dos orejas), cansada de no ser escuchada... ¿A qué ella se estaría refiriendo aquella hadita?

 

-Se llama Hien – contestó alguien, una chica.

 

Hien la vio montada sobre el caballo de Lantis. Parecía bastante joven, quizá unos años menor que ella... Tenía el rojo cabello sujeto en una larga trenza y unos ojos preciosos, grandes y muy expresivos, de color carmesí. Se fijó en sus ropas y las reconoció, eran del uniforme de una escuela. Ella ya lo había visto antes, como también había visto a aquella chica antes... Pero... ¿Cuándo y dónde fue?

 

-Hien, mi pequeña Hien...

 

-Hikaru.

 

La voz de Lantis era un susurro, un susurro doloroso.

 

-¿Hikaru? - repitió a su vez, Hien, con incertidumbre.

 

Aquel nombre... No, no podía ser, pero... Todo coincidía, ahora sí que lograba recordar: el traje, aquella chica... Había muchas fotos de aquella chica por su casa...

 

-¿Mamá?

 

Lantis se volteó hacia Hien con los ojos muy abiertos.

 

-¿¿Mamá??

 

La chica de la trenza roja dio un salto del caballo al suelo. Algo resplandecía en su mano derecha: una piedra roja, que al instante tomó la forma de una espada.

 

-Mamá – silabearon sus labios, curvándose hasta formar una sonrisa maligna.

 

La espada refulgió como una llama roja que, de no ser por la rápida intervención de Lantis que la bloqueó con la suya, le hubiera dado de lleno a Hien.

 

-¿Qué haces, Hikaru? – le recriminó Lantis.

 

Ella soltó una carcajada.

 

-¿Por qué me llamas Hikaru? – rió -. Yo soy Davalia, la guerrera del fuego: la Guerrera Legendaria.

 

-¿Davalia? – Lantis le propinó un fuerte empujón, haciéndola caer al suelo -. Te conozco, a ti y a tu hermana. Vosotras matásteis al Rey Zafiro antes de que Gurú Kleff os confinara al Sueño Eterno...

 

-Veo que Gurú Kleff te dio buenas lecciones de historia – se burló Davalia -. Sí, soy la asesina del Rey Zafiro, como ella lo fue del Pilar de Zafiro.

 

Con la punta de la espada se señaló a sí misma, refiriéndose a Hikaru, dejando un rasguño en la parte de la barbilla que se había tocado.

 

-Hikaru Shidou... Ella sería el nuevo Pilar si no lo hubiera destruido, una chica muy lista. Kleff la nombró sucesora de mi poder, por eso tomé su cuerpo...

 

-Cómo has podido atreverte, Hikaru no es de tu calaña...

 

La carcajada de Davalia interrumpió las palabras de Lantis.

 

-Te equivocas, ella es tan asesina como yo ¿o debo recordarte que ella mató a tu hermano y a la princesa Esmeralda? Al fin y al cabo ése es el destino de las guerreras mágicas: matar, matar y matar.

 

-¡Cómo te atreves! – gritó Lantis.

 

-Me atrevo... – el semblante de Davalia era frío y sereno, se hubiera dicho que estaba tan acostumbrada a luchar que ya el cuerpo le respondía automáticamente por la manera en que movió la espada.

 

Fue un movimiento rápido y seguro y ni siquiera Lantis, el mejor espadachín de Zafiro, pudo hacer nada para reaccionar a tiempo. La espada se clavó con facilidad sorprendente en su pecho, atravesando toda protección de su armadura. Davalia apretó con fuerza y después sacó la espada, empujándole con la pierna en el estómago para hacerlo con más facilidad.

 

El cuerpo de Lantis cayó al suelo, a los pies de Hien, que observaba sin dar crédito a sus ojos, completamente helada.

 

-Bien – Davalia se apartó la trenza que le había caido sobre su hombro y la miró a ella -, ahora te toca a ti.

 

* * * *

 

Amarilis estaba muy quieta, los labios apretados y los ojos medio cerrados.

 

¿Qué estaba ocurriendo? ¿Qué era aquello que se le estaba escapando de las manos, tan escurridizo? ¿Qué era aquel poder que sentía? Lo sentía tan cerca, misteriosamente cercano a ella...

 

El pasado volvía a nacer... Davalia, la Guerrera Legendaria del Fuego había despertado del Sueño Eterno al que había sido recluida junto a su hermana, la otra guerrera legendaria... Pero ¿quién había deshecho el hechizo? ¿Quizás la misma persona que había enviado a las tres muchachas de otro mundo a Zafiro?

 

Amarilis sintió miedo, miedo de aquel pasado que surgía de nuevo...

 

Continuará...

 

 

Notas de Ire:

(1)Mantengo el nombre de Zafiro ("Cefiro") de la primera parte (recuerdo que así es como ha sido traducido en mi país, en España ^^U)

(2)El nombre de Pirotase está basado en el OVA de "Record of Lodoss War" (una serie muy recomendable, os lo aseguro). En ese manga Pirotase era una elfa negra, ardiente enamorada del Caballero Negro Ashram, muy poderosa, sabia líder de los demás elfos negros y que acabará muriendo por su amor (y con él, pues mueren juntos, descubriéndose que los sentimientos de ella son recíprocos ^^). Una historia muy dramática... (y que os la cuento por algo...)

(3)Para los que hayáis leído la primera parte sabréis ya a qué se refiere... Umi le entregó la vida de su hijo (que se estaba formando en su vientre) a la Reina Amarilis a cambio de que Clef resucitara (y sí, mantengo el nombre de Kleff, con K y dos f... Estoy acostumbrada a leerlo así, se me hace raro escribir "Clef" y lo intenté, pero no me acostumbro... ^_^UU).

Y después de estas explicaciones no me queda más que deciros lo contenta que estoy por que hayáis llegado hasta aquí. ^___^

Y también es mi deber avisaros sobre esta historia, pues lo que parece no es y lo que es no lo parece...

Muchos besos.

 

Pd. La ilustración lleva por título "Cobalt Poetry" y es propiedad de Chiho Saito (de Shojo Kakumei Utena).