IV CONFERENCIA MUNDIAL DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE LAS MUJERES.

CAPÍTULO II.- CONTEXTO MUNDIAL

Desde la Conferencia de Nairobi, hace ya diez años, el mundo ha experimentado profundas transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales que han tenido efectos tanto positivos como negativos para las mujeres. Los cambios registrados en sus funciones han sido mayores y mucho más rápidos que los de los hombres. A pesar del fin de la guerra fría, el planeta sigue asolado por guerras y otros conflictos armados. En dichos conflictos se cometen graves violaciones de los derechos humanos de las mujeres. Además, los gastos militares excesivos han reducido los recursos disponibles para el desarrollo social. Ello, sumado a la carga de la deuda y a otras dificultades económicas en determinados países, que los han llevado a aplicar políticas de ajuste estructural, ha tenido efectos perjudiciales sobre el desarrollo social. En consecuencia, el número de personas que vive en situación de pobreza supera los mil millones, de los cuales el mayor porcentaje son mujeres. La indigencia y la feminización de la pobreza, el desempleo, la creciente fragilidad del medio ambiente, la continua violencia contra las mujeres y la exclusión generalizada de la mitad de la humanidad de las instituciones de poder y gobierno ponen de manifiesto la necesidad de seguir luchando por conseguir el desarrollo, la paz y la seguridad y encontrar soluciones para alcanzar un desarrollo sostenible centrado en las personas. La participación y la asunción de funciones directivas por parte de las mujeres es fundamental para lograr este objetivo.

Los recientes acontecimientos económicos a nivel internacional han supuesto en muchas partes una reducción del gasto social que perjudica directamente a las mujeres, quienes en estos casos se ven obligadas a asumir los servicios sociales básicos que antes eran responsabilidad de los gobiernos. El documento examina también otras cuestiones, entre ellas, las vinculadas a la religión, la espiritualidad y las creencias, reconociendo que toda forma de extremismo en este campo tiene una repercusión negativa en las mujeres y conduce a la violencia y la discriminación. También se hace referencia a la creciente influencia del sector no gubernamental, en particular las organizaciones de mujeres y los grupos feministas, catalizadores del cambio para el avance de las mujeres. Si bien desde 1975 ha aumentado el conocimiento acerca de la situación de mujeres y hombres, y ello ha contribuido a la adopción de medidas encaminadas a promover la igualdad entre ambos, transcurridos diez años desde la Conferencia de Nairobi, no ha podido lograrse aún la igualdad real.

En algunos países se han producido importantes cambios en las relaciones entre mujeres y hombres al eliminarse fronteras entre las funciones productivas y reproductivas asignadas tradicionalmente a unas y otros. A pesar de todo, las mujeres constituyen apenas el 10% del total de los cargos legislativos electos en todo el mundo, y en la mayoría de las estructuras administrativas nacionales e internacionales, tanto públicas como privadas, siguen teniendo muy poca representación.

En cuanto a la familia, una vez establecido que en distintos sistemas culturales, políticos y sociales existen diversas formas familiares, se afirma que la crianza de hijas e hijos requiere que los padres y las madres, las mujeres y los hombres, así como la sociedad en su conjunto, compartan responsabilidades. La maternidad y paternidad y la función de las mujeres en la procreación no deben ser motivo de discriminación ni de limitar la plena participación de éstas en la sociedad. El crecimiento de la población mundial también tiene una influencia negativa sobre el rol asignado a las mujeres, ya que entre el 45% y el 50% de la población en los países en desarrollo tiene menos de 15 años y, a su vez, en los países desarrollados aumenta progresivamente el porcentaje de personas de edad, y el cuidado tanto de niñas y niños como de personas mayores y enfermas recae desproporcionadamente sobre las mujeres, debido a la falta de igualdad y a la distribución desequilibrada del trabajo remunerado y no remunerado entre mujeres y hombres. La imagen pública de las mujeres es otra de las cuestiones abordadas en este capítulo.

En los últimos veinte años el mundo ha sido testigo de un impresionante crecimiento en el campo de las comunicaciones. Sin embargo, las redes mundiales de comunicación se utilizan para difundir imágenes estereotipadas y degradantes de las mujeres. De la imagen se pasa a tratar la creciente degradación del medio ambiente. Esta afecta a todos los seres humanos, pero suele tener una repercusión más directa sobre las mujeres, cuya salud y condiciones de vida se ven amenazadas por la contaminación y los desechos tóxicos, la desertización, la sequía y el agotamiento de los suelos y de los recursos costeros y marinos.

Las más afectadas por este proceso son las mujeres que habitan en zonas rurales y las indígenas. En el ámbito de la salud, se observa que, desde que se diagnosticó por primera vez el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), 19,5 millones de personas han sido infectadas por ese virus. Se estima que en el año 2000 habrá más de trece millones de mujeres infectadas y que cuatro millones habrán muerto de enfermedades relacionadas con el sida. La tasa de enfermedades de transmisión sexual, del VIH y del sida aumenta a un ritmo alarmante entre las mujeres y las niñas, sobre todo en los países en desarrollo. El capítulo se cierra con una llamada al reconocimiento de los derechos de las niñas y la exigencia de que se les asegure su pleno disfrute, incluidos los derechos garantizados por la Convención sobre los Derechos del Niño y de la Niña. Estos derechos son negados en muchos países. Además, las niñas son con frecuencia objeto de diversas formas de explotación sexual y económica. Contra todo esto, la comunidad internacional debe promover un mundo en el que niñas y niños estén a salvo de injusticias, opresión y desigualdad, y sean libres para desarrollar su propio potencial.

 

 

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