Marco Antonio Regalado



Los sueños del cangrejo



Índice de secciones:

Los sueños del cangrejo
El cangrejo descubre el silencio
El cangrejo sueña la vigilia
Pequeños sueños para burlar el silencio
En los labios del olvido
Donde crece la ausencia






a Lulú y Max en la
soledad de estos sueños





Aunque sé que es un sueño, puesto que estoy cantando mientras duermo, reconozco ese aliento tan redondo, como de bruma interna, ya untado para siempre a mi armadura de crustáceo.

Aunque sé que es un sueño te quiero aprisionar en las palabras y recubro paredes con tu nombre, trazo vocales, consonantes y me asfixio cuando escribo tiene la espalda de saurio, altura de alabanza, boca de lluvia torrencial.

Francisco Hernández




Los sueños del cangrejo





Y de inmortalidades sólo creo en
la tuya, cangrejo amigo.

José Emilio Pacheco





I

Un cangrejo, nace después de dos gemelos,
pero antes del nacimiento del león.
El cangrejo no duerme, teme morir en el sueño,
jamás despertar o quizás quedar atrapado.
Más bien, un cangrejo sueña despierto
y camina hacia atrás para burlar el tiempo.
Un cangrejo no duerme, vive en la vigilia,
soñando en descifrar su eternidad.





II

Como una bandada de pájaros,
el sueño comienza:
estoy aquí como un acto fallido de amor
escuchando el llamado del mar,
la señal del cangrejo extraviado en su laberinto.
Mis frases son movimiento de agua,
naufragio, ritmo de ciudad,
adquieren soltura de ausencias.
Este desafío es una lucha
cuerpo a cuerpo con el silencio.
La oscuridad toma la forma de los cuerpos,
de los rostros entregados a la apariencia del beso.
Es tiempo de enfrentar el sueño,
la noche escucha el llamado del cangrejo.





III

En la espesa calidez del día,
donde ya no se sabe
si el otoño termina
o da comienzo el invierno,
trazo torpemente pájaros
sobre el abismo silencioso
de la página: vienen,
llegan hasta mis ojos
como un gran mar otoñal,
golpean furiosas
las imágenes de la ciudad.





IV

Las sombras del sueño,
cumplen su penitencia de luz,
esculpen las líneas de la mujer
que el cangrejo soñó
al quedar ciego.





V

A esta ciudad
el cangrejo la lleva en los labios
como la tarde a los pájaros.
El sol se estrella contra su sombra.
Todos sabemos que sus sueños
están en las palabras,
en los labios.
Y su mirada palidece
cuando la designamos
heredera del silencio.





VI

Como una antigua música
que se escucha a lo lejos:
las palabras
van encendiendo la hoguera
de nuestros sueños,
donde como un personaje
de otra historia
el cangrejo inicia su regreso
a las ruinas de la ciudad.





VII

La ciudad que no veo,
la ciudad que entra
por todas partes,
se llena de pasillos,
de paredes movedizas,
de puertas secretas
de personas que entran y salen,
que suben y bajan como sombras,
como extraños animales.
Véanlos crecer
hasta volverse estatuas,
frías, sedimentarias,
hasta que otras crezcan
y las hagan polvo.





VIII

Cubierto por palabras
empecinado en estas imágenes,
en esta especie de movimiento,
acaricio la ciudad,
la siento en mí,
la mezclo con mi sombra,
la recuesto en mi lecho,
la coloco en mi hambre
para devorarla.
Hablándole en voz baja,
tiernamente, como quien habla
a un animal asustadizo;
hablo y hablo de todo esto sin parar,
hasta que la boca se me seca,
y las palabras me crecen tanto...
Entonces, el cangrejo sigue hablando por mí.
Ahora ya me vuelvo uno de sus sueños.





IX

Saboreando la sequedad
de mis labios,
entrando despacio a mi muerte
como quien entra a una habitación vacía.
Entrando a mi antigua sonrisa,
a la ternura de aquellas palabras,
de aquella mirada
con la que solía espiar el amor.
Camino por las ruinas de esta ciudad,
que de tanto desearla
acabé por inventar
y de tanto soñar por escapar de ella.





X

Caminando por estas calles,
sustituyendo a mi cuerpo
por esta situación de desamparo.
Repitiendo estas imágenes,
las otras, que volverán un día;
las mismas, siempre las mismas.
Repitiendo palabras,
aquellas cuyo reflejo dan a éstas.
Tropezando con la desdicha,
sintiéndola en estas calles
de las cuales no he dejado de hablar.
Caminando por la sombra
de estas palabras,
por habitaciones ajenas,
por lechos de amantes
dormidas en su propia soledad.
Recorriendo cuerpos,
por donde el alba se desliza
como un fantasma
para cantarles en la piel el amanecer:
hablo y hablo de todo esto,
mientras el cangrejo,
sigue inventando la historia.





XI

Se escucha la media noche,
el cangrejo la dobla,
la acomoda en estas páginas
cuando el silencio de la ciudad
besa al solitario.
Van sin nadie los últimos trenes,
su tránsito no se detiene
en el andén de mis ojos,
ni su guardagujas
ni la música de sus amantes.
Una mujer sola,
puede apagar todas las luces
del mundo, al sol mismo.
Cierran unas manos todas las puertas
y unos labios,
que no son los tuyos, mis palabras.





El cangrejo descubre el silencio





El otoño no es una canción

El otoño no es una canción,
es una historia que el silencio teje con sus manos,
es una ciudad conquistada por octubre y la lluvia,
es el viento de la soledad en la ventana,
un rostro tratando de acercarse.
El otoño no es una canción,
sino amaneceres socavados por la palabra,
tratando de hallar respuestas en la mujer
que duerme en la memoria.
El otoño no es una canción,
ni lluvia, ni la piel olvidada en el mar,
ni la risa de alguien tras el espejo.
El otoño es una estación de trenes
donde suelen coincidir los solitarios.





Con la piel hechizada

La madrugada levanta la imagen vencida de la noche.
Calle vacía, humedad que sólo conoce el alba.
Las palabras son una lámpara que se extingue,
las inventan los solitarios, aquellos
que en sus cicatrices llevan las formas del amor.

La ciudad envuelta en bruma despierta
cuando las calles se alimentan del olvido.

Como antiguo navío
la noche se detiene en el muelle de la madrugada.





La tarde en el espejo

El silencio acaricia tu rostro,
eres agua en el espejo,
una imagen solitaria,
instante inmóvil de un rayo de luz,
esa mujer oculta en la tarde,
gaviota en el poniente,
espejo oscuro.





Como la luna

La luna nos crece como el silencio,
el sueño la arranca de su abismo,
huye por el espejo
cuando el clamor de la memoria rompe la página.
Rodeado por la noche,
escucho al cangrejo esconderse
en la piel de los niños que se fueron con los pájaros.





Bruma

Ya no escuchamos el color azul,
tenemos que hablar solos,
perder la palabra entre los labios.
Los litorales de la página
ya no son acariciados
por las aguas que bañaban tu cuerpo.
La voz naufraga sin la tristeza,
somos bruma en el paisaje.





Como el cangrejo

Luna,
anochece la ciudad con tu nombre,
como el cangrejo
inicias tu regreso al insomnio.
Las mujeres acuden a tu cuerpo,
ahí cultivan su vientre.
Eres quien establece las leyes
y quien rige la vida de los solitarios.





Espinas del silencio

Palabra, espina emergiendo del silencio.
Movimiento, trazo en el litoral de la página.
Voz de la memoria, espejo del sueño.
Reina del silencio
que al más leve ruido
del poema escapa por el abismo.





Lunaria

a Lulú y Max

De su vientre se levanta un hijo,
del retraso menstrual, ve con sus ojos,
ríe con su risa, murmura el mundo con sus labios
y ve caer su primera lluvia,
con la mirada sorprendida de quien ve la última.
Luz inextinguible, adiós lejano,
en la conciencia, en la inmortalidad
que es un niño contemplando la lluvia
por vez primera para siempre.





Vehemencia

Voy recorriendo tu cuerpo,
no encuentro más respuesta que el silencio
y la vehemencia por la palabra
para resistir la oscuridad del mundo.
La memoria es otra búsqueda,
también recuerda su voluntad de olvido,
pájaro ahoyando al árbol nocturno.
Las calles de esta ciudad son otra historia
aguardando en tu piel.





Bruja

Esta mujer acaricia los muertos,
su sombra va formando esa distancia
donde se ahogan los pájaros.
Mi cuerpo abarca la luz de su vientre,
descifra juegos ocultos, lleva consigo la noche,
su oleaje de sombras, sus calles, su silencio.





Labios de ahogados

Tu nombre,
esa sonrisa en labios de ahogados,
luna navegando en su mirada;
ciudad con ojos de vigilia,
donde la piedra, la mentira
y el corazón, son una nube al atardecer.





Ángel

Eres un ángel alojado en el sueño,
una calle, una voz caminando junto a mí,
una puerta que conduce a la noche,
una habitación que abriga el silencio
donde te busco y abrazo en tu soledad mi soledad.





En el paisaje de una fotografía

Loca hablas al viento, respiras el otoño,
mi voz te rodea, te toma por la cintura
en el paisaje de una fotografía.
El moribundo te inventa,
eres una sonrisa que se oculta
entre los labios de una ciudad
conquistada por solitarios,
un ángel perverso que araña el corazón.





Otro informe de ciegos

En el silencio,
el verano,
pájaros las palabras
desollando los ojos del otoño,
entre mis manos, el silencio
es un niño recién muerto
que busca sus ojos en la noche,
a veces, en la lluvia
encuentra un seno de cristal.
Mi silencio ve pasar pájaros.
Quiere arrancarse los ojos.





El cangrejo sueña la vigilia





Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño

J.L.B.





Vísperas

En esta noche,
sueñas que no vas a soñar tu rostro.
Al desvelo,
caen las máscaras.





Esta noche,
mi sombra es un fantasma
que va pintando sueños,
está cansada
de vagar por las calles
con tanta soledad
en sus costillas
y ese miedo atroz,
a despertar en alguna calle,
en alguna página
o en algunos labios de mujer.





Quieres soñar, hacer sangrar la noche
con la maraña de interrogaciones
que vienen escondiendo tus palabras.
Quitarte la máscara, arrojar tu rostro
a la hoguera de los espejos,
salvar la soledad con los sueños
y romper la vigilia a voces.





Completas

Busca, hurga en tus entrañas,
cuelga la máscara de la vigilia
de tus sueños.
Descubre tu rostro
al otro lado del espejo.
Agita el miedo que hay en tu interior.
Al fin, tu soledad y tu tristeza
serán mudos testigos.





Te delatas tu enmohecida soledad,
tu tristeza,
vas inventando fantasmas,
habitando sueños,
la palabra es un beso envenenado,
que te obliga a naufragar en la memoria.





Maitines

Viene de noche el cangrejo,
te inventa otro sueño,
escupe en tu máscara
la mentira
que creías olvidada.
En otro sueño, la palabra
cuelga vacía de tu insomnio.
Cada noche, cada luna llena,
llevabas flores a la mentira
que enterraste en tu memoria.
Pero después te refugias
por un tiempo enorme
entre los labios de la noche.





Laudes

Lo sé, la luna no me dice
donde he dejar caer la máscara.
El silencio ya no es la música
que tanto me gustaba.
El cangrejo no me da sus sueños,
ya no sé caminar por las calles,
ni en qué sueño he de perder la razón
antes que se incendien mis palabras.





Prima

Una virgen se asoma a la ventana
te muestra sus blanquísimos pechos
--un ventarrón la cierra--.
Tu sangre hierve, la máscara cambia,
las palabras queman tu lengua.





Tercia

Saboreas tu café, tu pan amargo,
quizás mañana tampoco tengas desayuno.
No entiendes la poesía y te entristeces,
decides cruzar por el silencio
y las palabras te duelen.
El sueño que tanto te gustaba,
ahora sólo es un rumor,
quisieras darle otro nombre a la noche,
pero los nombres ya han sido repartidos.





Pequeños sueños para burlar el silencio





I

Canta la lluvia.
En tu piel,
el viento
descubre
por vez primera
su silencio.





II

En el silencio
las palabras, vuelan.
Son movimiento de agua,
soltura de ausencias,
caricias para una mujer
con la luna rota en su vientre.





III

Bajo la piel, el silencio,
máscara de tanta duda,
las palabras vuelan bajo
mientras duermes;
porque el silencio
es la piel de la soledad.





IV

En aquellos días
parecías una niña asombrada.
Recogiste olvido
en calles vacías.
Lloraste el silencio de los amantes.





V

Estas palabras la buscan,
la siguen a todas partes
detienen la luna
entre sus piernas,
el silencio en sus labios
el mar en su piel,
incansable melodía
que repiten las playas,
los caracoles,
el silencio.





En los labios del olvido





Mujer de agua

Interminablemente,
se pierde el día en palabras:
te nombran, te extrañan.
Te erigen monumento en el centro del día,
pájaro suspendido en el vértice del sueño,
raspadura de ángel en los labios
antes de emprender el vuelo rumbo al ocio,
padre de todas las virtudes,
diosa poesía que toma la forma de tu cuerpo:
cuerpo de agua, ojos de agua, sexo de agua.





La piel herida de las sombras

Rodeado de luz por todas partes, escribo:
Beben las sombras
de las manos luminosas de los árboles
.
Se detiene el día, murmura la soledad
de unos labios, yo escribo.

La luz acaricia la sombra de tu cuerpo,
es un instante, cae a mis palabras.

En tu nombre, el tiempo se detiene,
deshoja tu voz.
Cada palabra es un sitio para verte,
para escuchar el ruido de tu espejo.

De mi soledad emerge un pájaro,
el día es irreal, apenas un reflejo de ti,
y yo lo veo, escribo, transcribo.

Me crecen las palabras que te nombran,
descubren tu rostro en la tarde,
tu reflejo antiguo.

Sueño de dos sílabas
que duermen entre el ojo y la mirada;
escurren entre el silencio que te esconde,
van haciendo una herida en la piel
de las sombras y yo que lo veo:
escribo, transcribo, me detengo.





Historia donde se menciona muchas veces la palabra amor

El viento mueve el recuerdo.
Chillido de pájaro,
animal manchado por su muerte futura.

La esperanza levanta su cabeza
todavía sin contar, se queja dulcemente.

Recién muerta, una niña
hace de nuestros rostros cosas abandonadas.

No es la noche el crecimiento
de esa yerba nocturna
que abraza nuestros cuerpos.

El otoño se descuida torpemente,
mientras las hojas caen por última vez
en los labios de los muertos.

El pájaro mueve sus alas
porque le han crecido tanto
que se enredan al azul del cielo.

Yo no recuerdo si era el cielo o los pájaros
quienes oscurecieron las palabras.

La tarde descuartizaba los astros
y la noche desesperada,
huía hacia la respiración de los que duermen.

Tú, estabas junto aquellos
que buscaban su corazón
entre los muertos.

La sangre va, viene,
cierra puertas la tarde,
no deja de escurrir,
tiñe con sus lágrimas el cielo.

El sol se retira resignado,
un río que abdica,
dejando a los solitarios
más solos que nunca.

El pájaro mete su pico
a la llaga infinitamente.
El verano escupe su color,
mientras a mi espalda,
la niña, embriagada de placer,
saca los ojos a otro pájaro
con un espejo roto.





Donde crece la ausencia





Tu ausencia es un país en el que llueve.

Jorge Esquinca





Donde crece el silencio

Crece el invierno,
como vegetación oscura
le nacen flores muertas.

Con los labios ahogados
de diciembre,
escribo para resistir.

La imagen de estos días
reposa sus labios en el frío;
mientras escribo:
Llueve en la ausencia.

Son palabras,
caen del árbol de invierno.

El silencio baila
su danza acostumbrada
con la noche.





Donde cae la mañana

Esta mañana,
vuelvo con el sabor a muerte
en las palabras
y la humedad amarga
del sueño en los labios.

El día cae al abismo
como un animal herido.

La ciudad nos da su sonrisa
llenándonos de miedo.

Regreso a la noche,
invierno y febrero se unen
a la celebración del olvido.

Vuelve a caer
la agua
amarga
del sueño.





Donde crece la ausencia

Antes de la lluvia, el silencio,
el relámpago en tus ojos.
Aquí la muerte es breve,
un oleaje de sombras,
una puerta que cierra de golpe
entre la mirada y los labios.
El cangrejo se vuelve máscara,
lluvia, canción para la ausencia
que no acaba de llegar,
que no acaba de irse;
como tu voz,
fuente de donde mana la palabra
que se ahoga cuando escribo.





Donde cae la lluvia

Más allá de la tarde,
las ventanas esconden
entre sus pechos
el aroma de la lluvia.

Su relámpago cruza presuroso
hasta el árbol de tu nombre.
Hiere certeramente la mirada,
pero no deja ver la muerte
que produce.

La tarde es la región más oscura
de esta página,
tu nombre la hace arder.

La noche esconde una muerte
bajo los designios de su falda;
no se puede saber qué ojos
derramarán primero el salitre de su silencio,
pero el olvido ya ha nombrado
al cangrejo su heredero.





Los sueños del cangrejo de Marco Antonio Regalado
se terminó de imprimir en agosto de 1997 en los
talleres de Morevallado Editores. La edición
consta de mil ejemplares y estuvo al
cuidado de Gaspar Aguilera y
Francisco Xavier
Larios.

La edición virtual está en el aire desde el 26 de noviembre de 1998.

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