YATASTO. ENCUENTRO CON SAN MARTIN
(20 de enero de 1814)
Entre las poblaciones salteñas de Metán y Rosario de Ia Frontera. bañada por el río Yatasto, se encontraba la hacienda del mismo nombro, establecida desde e1 siglo xvn. La casa principal, sobre el c4mino real que conducía al Alto Perú, se destacaba por el alto balcón, la extensa galería cubierta, sus talladas puertas de madera y las rojas tejas de media caña del techo salidizo.
Después de la revolución, durante las luchas en el Norte, su valor de posta ineludible se acrecentó al adquirir, también, valor estratégico.
En Yatasto se encontró Belgrano con Pueyrredón para hacerse cargo del ejército del Norte, en 1812. También en Yatasto, se encontraron por primera vez Belgrano y San Martín. Éste, había sido enviado con una columna de auxilio, desde Buenos Aires; su abrazo con el jefe en desgracia, selló una amistad sin sombras.
Belgrano, desde mediados de diciembre, había solicitado su relevo del mando; sabía bien que la derrota exige siempre su tributo. Aceptó, entonces, sin vacilaciones, entregar el mando a San Martín, y permanecer con el grado de coronel; al frente de su querido regimiento Nº l. San Martín, conocedor de hombres, que admira y estima a su reciente amigo, dilata, para no herirlo, el momento de la decisión. El gobierno, por intermedio de Rodríguez Peña, le insiste en que debe hacerse cargo del mando y separar a Belgrano. El 29 de enero Belgrano comunicó al ejército la designación del nuevo jefe. Disciplinado y obediente, permaneció bajo las órdenes de San Martín hasta el 1° de marzo. cuando, exigido éste desde Buenos Aires, lo relevó de toda actividad. Belgrano abandonó a Tucumán. Había solicitado su baja definitiva del ejército pero no se la concedieron, para someterlo a proceso, el cual nunca se substanció. Atacado nuevamente de paludismo, dolorido por la actitud intransigente del gobierno que hasta dificulta, con absurdos temores, su viaje a Buenos Aires, se refugia en la quinta de un pariente, en San Isidro.
Cree que su actuación pública ha terminado; la soledad trae los recuerdos. Nace así, su Autobiografía
"Yo emprendo escribir mi vida pública - puede ser que mi amor propio acaso me alucine- con el objeto que sea útil a mis paisanos, y también con el de ponerme a cubierto de la maledicencia". No escribe, pues, Belgrano, para herir ni ofender, sólo para explicar. Tan dignas memorias podrían llevar de epígrafe, los versos del salmista: "Señor: Tú has probado mi corazón, me has visitado de noche; me has apurado y nada inicuo hallaste; heme propuesta que mi boca no ha de propasarse"
La Posta de Yatasto fue declarada Monumento Histórico por Decreto Nº 95.687 del 14-7-1941. La placa de homenaje colocada en el edificio por la Sexta División del Ejército dice:" San Martín y Belgrano se encontraron por primera vez en esta casa, en enero de 1814, concordando el genio militar y la abnegación el verbo de la emancipación americana"
MISIÓN DIPLOMÁTICA (1814-1815)
1814 es un mal año para la causa de Mayo. Perdido el Alto Perú y dueños los españoles de la iniciativa, se espera en el Norte la invasión inminente. Artigas, ya en franca lucha con Buenos Aires, domina las provincias ribereñas del Paraná. Hay cansancio y desaliento internos. La abdicación de Napoleón ha permitido a Fernando VII recuperar el trono de España y se habla de una numerosa expedición militar al Plata, comandada por el general Morillo. La política portuguesa en el Brasil se inclina, peligrosamente, a favor de los intereses españoles. Presionado por las dificultades el gobierno de Buenos Aires trata de resolverlas por las vías diplomáticas. Intenta, entonces, a través del difícil juego de las cancillerías gestionar ante Inglaterra el reconocimiento de la independencia; ante España, la posibilidad de una avenencia y, ante la Corte portuguesa en el Brasil, una actitud más favorable hacia las provincias del Plata. Se decide, para cumplir lo concebido, enviar a Europa una misión diplomática. Se eligen los hombres: Bernardino Rivadavia, quien será el jefe virtual de las negociaciones, y Manuel Belgrano, a quien, por segunda vez; se designa representante argentino en el exterior.
Las instrucciones que reciben son de dos órdenes: ostensibles y reservadas. Figuraban entre las primeras, llevar al Rey de España las quejas del pueblo americano contra la opresión y los vicios de los virreyes y proponer un arreglo cuya ratificación la haría una Asamblea de las Provincias. En las instrucciones reservadas se establecía que las negociaciones con España deberían tener carácter dilatorio; el gobierno necesitaba tiempo. Además ~e ratificaban los deseos de romper con la Península, obtener la independencia y admitir, en caso externo, el establecimiento de una monarquía constitucional con un príncipe de alguna de las casas reinantes en Europa.
En diciembre de 1819~, Rivadavia y Belgrano, partieron hacia Río de Taneiro, en la corbeta Zephir. En la ciudad brasileña conferencian con el ministro inglés lord Strangford sobre la actitud inglesa con respecto a la expedición española, que parece inminente, y sobre la posición que adoptará la Corte portuguesa. En mayo de 1815 desembarcan los diplomáticos en Falmouth. Rivadavia se dirige a Madrid, y Belgrano; a Londres, donde encontró a Sarratea. Ambos se entrevistaron con las autoridades competentes inglesas de acuerdo con las instrucciones recibidas, pero nada de provecho se obtuvo. Aparece entonces en escena un aventurero que decía tener influencia en las cortes europeas, el conde Cabarrüs. Sarratea, por su cuenta, había iniciado. por intermedio de éste, gestiones ante el ex rey Carlos IV de España quien residía en Roma. Se buscaba que el infante don Francisco de Paula Borbón, hermano menor de Fernando VII, pasase al Río de la plata como soberano.
Los planes no se realizan; Cabarrús, que no tenía tales influencias, sólo malgastó los dineros que se pusieron en Londres a su disposición. Por otra parte, Sarratea, dominado por el aventurero, propone raptar al infante y llevarlo a América. El buen criterio de Rivadavia y Belgrano se opone a este proyecto descabellado.
Las gestiones en Londres han fracasado; el plan de Cabarrús es inaceptable; Rivadavia, atendido duramente en Madrid, ha debido salir, en términos perentorios, del territorio de la Península. El gobierno del Plata llama a sus representantes. En noviembre de 1815 se embarca Manuel Belgrano; Rivadavia permanece unos años aún en Europa. El primero vuelve para cumplir la última etapa de su actuación pública. Para Rivadavia no ha llegado todavía las horas de la mayor gloria y del mayor dolor.
BELGRANO ANTE EL CONGRESO DE TUCUMAN
(6 de julio de 1816)
Belgrano arriba a Buenos Aires y se encuentra con que la situación general ha empeorado. La derrota de Rondeau en el norte, el incremento de la guerra civil en el litoral y la debilidad de los gobiernos lo afirman en su convicción de que sólo una monarquía constitucional puede volver a unir a los pueblos separados por banderías e intereses de personas. Gobierna en Buenos Aires un pariente suyo, el coronel Ignacio Álvarez Thomas, quien sustituye a Rondeau. Preocupa a Buenos Aires la actitud de santa Fe, donde opera, contra los caudillos, el ejército de Juan José Viamonte. Artigas, jefe virtual de las provincias ribereñas del Paraná, instigan a los santafesinos para que se subleven contra el poder central. El movimiento estalla dirigido por Mariano Vera. Las tropas de Viamonte, diezmadas, deben rendirse.
En estos momentos el gobierno designa a Belgrano para que se haga cargo del ejército de observación d~ mar y tierra, pomposa nominación de unos batallones acampados en el Rosario. Sabe que su gestión está condenada de antemano al fracaso, pero, disciplinadamente, se dirime hacia su nuevo destino. Busca, entonces, la conciliación; pero uno de sus jefes, Díaz Vélez, a quien ha enviado para parlamentar con los insurrectos, se extralimita en sus funciones, abusa de la confianza en él depositada, y firma por su cuenta el pacto de Santo Tomé, por el cual se decida, entre otras cosas, la separación de Belgrano del mando del ejército y se exigía la renuncia del director Álvarez Thomas.
Mas el centro de gravedad de la política nacional se ha desplazado, ahora, a Tucumán, donde un Congreso, elegido entre la indiferencia de los pueblos cansados de luchar seis años, es la única esperanza que resta a la revolución en América.
Llamado por Pueyrredón, quien como San Martín cree que Belgrano es el jefe indicado para el ejército del Norte, el general se dirige a la ciudad tan vinculada a sus recuerdos. El Congreso resuelve oírlo en sesión secreta. El 6 de julio se reunieron los diputados. "Yo hablé - le escribe a Rivadavia -, me exalté, lloré e hice llorar a todos al considerar la situación infeliz del país. Les hablé de monarquía constitucional, con la representación soberana de los Incas..." No todos se sobresaltaron al oír tan peregrina proposición. Cuando se desespera de la salud de la patria se aceptan los remedios más extraños, innecesarios para los organismos fuertes, que hallan en sus reservas, el equilibrio y la armonía indispensables para seguir viviendo.
UNA HISTORIA DE AMOR
Cuentan que en 1816, en un baile donde se celebraba la declaración de la indepenencia, Belgrano conoció a María Dolores Helguera, una bella tucumana de 18 años. Se enamoraron y el quiso casarse, pero en enero de 1818, recibió la órden de marchar hacia Santa fe. Entretanto Dolores había quedado embarazada, y tras la partida de Belgrano sus padres la obligaron a casarse con otro hombre, al que ella no amaba y que al poco tiempo la abandonó. El 4 de mayo de 1819 naació la única hija de la pareja, a la que bautizaron con un nombre similar al del padre: Manuela del Corazón de Jesús Belgrano. Los enamorados volvieron a encontrarse pero no pudieron casarse porque no existía el divorcio y, legalmente Dolores seguía casada. Belgrano adoraba a su hijita, pero pudo disfrutar muy poco de su paternidad.
La hija de Manuel Belgrano
EN TUCUMAN, GRAVEMENTE ENFERMO (1819-1820)
En 1819 tuvo el primer ataque de la enfermedad. Su tienda era desabrigada y húmeda y pasó la noche con respiración anhelante y dificultosa, según cuenta don Manuel Antonio Castro.
La enfermedad incurable - una avanzada hidropesía --- no le permite continuar en servicio. Se resiste empero a abandonarlo; sólo al cabo de sus fuerzas y ante la insistencia de los más allegados, solicita licencia.
El 11 de setiembre de 1819 dejó el mando a su sucesor, el general Franciseo Fernández de 1a Cruz. El día anterior se había despedido del ejército con sentidas palabras: "Me es sensible separarme de vuestra compañía, porque estoy persuadido de que la muerte me sería menos dolorosa. auxiliado de vosotros, recibiendo los últimos adioses de la amistad".
Los lazos íntimos y entrañables que tenía en Tucumán lo impulsan a dirigirse a esa provincia tan unida a susrecuerdos. Sin embargo, a poco de llegar, tras un viaje mortificante por les achaques de la enfermedad, un cuartelazo dirigido por un oficial irresponsable lo enfrentó con el vejamen: pretendieron arrestarlo en su domicilio y ponerle grillos. La enérgica actitud de su amigo, el médico don José Redhead, impidió que se consumara la afrenta.
Días después, impuesto el Congreso del hecho insólito; recomendó al nuevo gobernador, don Bernabé Aráoz, que atendiese y prestase toda la colaboración que le requiriese el general en jefe del ejército.
Pero ya a Belgrano se le hacían largos los días tucumanos. Sólo lo detiene la falta de recursos. Felizmente, lo que el erario público no pudo hacer por él, lo hizo un comerciante argentino, don José Celedonio Balbín. Antiguo conocido de Belgrano - "me honraba siempre llamándome su amigo" - fue de los pocos que lo acompañaron en sus tribulaciones en la postrera visita a Tucumán. Que nunca falta al virtuoso que pena quien lo reconforte con el aliento de su presencia.
EL PENOSO REGRESO AL HOGAR. AGONÍA. MUERTE
(20 de junio de 1820)
En enero de 1820 Belgrano siente que su estado empeora. "Yo quería a Tucumán como a mi propio país - dice a un amigo - pero han sido tan ingratos conmigo, que he determinado irme a Buenos Aires, pues mi enfermedad se agrava día a día". Resuelto el viaje, solucionados. en parte, los problemas económicos con el préstamo de 2.500 pesos que le hace al general su amigo Balbín, se inicia la marcha a principio de febrero. Acompañan a Belgrano el doctor Readhead, su confesor el padre Villegas, y los dos ayudantes, sargentos mayores Jerónimo Helguera y Emilio Salvigni. A las incomodidades de un viaje hecho sobre caminos marcados a rueda de vehículos, y al alarmante avance de la enfermedad -debe ser bajado en cada posta y conducido a la cama - se unen desaires y contrariedades. En Córdoba, la falta de dinero obliga a interrumpir el viaje. Un amigo porteño, Carlos del Signo, adelanta los 400 pesos necesarios. A fines de marzo llegó Belgrano a su ciudad natal, conducido por la solicitud y la generosidad de unos pocos y consecuentes amigos. Después de permanecer algunos días en la quinta de San Isidro, entró en la vieja casona de la calle Pirán (hoy Belgrano) a pocos pasos de Santo Domingo. Sabe que llega para morir y cristianamente espera la hora decisiva.
Su situación económica es tan apurada que gestiona, por nota, la ayuda oficial. Lo preocupan las deudas y los anticipos, mas confía que la sucesión podrá cumplir con todos.
El gobierno de Buenos Aires, exhaustas las arcas, en lucha con Santa Fe, abocado a los mil problemas de la caótica situación, se esfuerza por hacer llegar al héroe agonizante, los recursos que necesita. Consigue entregarle. a cuenta de los 15.000 pesos que se le adeudan de sueldos, 2.300 pesos. Esta ayuda, y, sobre todo, la concurrencia de íntimos y de conocidos que le hacen compañía, confortan los últimos días del héroe. Así, el doctor juan Sullivan le interpreta por las tardes en el clavicordio páginas musicales a las que era tan afecto.
Poco antes de morir, en un momento de lucidez dijo: "Pensaba en la eternidad donde voy y en la tierra querida que dejo. Espero que los buenos ciudadanos trabajarán para remediar sus desgracias"
El 20 de junio, a las 7 de la mañana, ocupado todavía su pensamiento sobre por la tierra argentina a la que amó con toda la potencia de su ser, murió el ilustre general MANUEL BELGRANO.
Amortajado según su deseo con el albo hábito dominico, fue enterrado a la entrada de la Iglesia de Santo Domingo por un núcleo reducido de parientes y de amigos. Un solo periódico dio la noticia, "El despertador teofilantrópico" de fray Francisco Castañeda.
El torbellino político absorbía la atención de la ciudad. Y los hombres ignoraron, en el dia de los "tres gobernadores", que se había extinguido el más puro de los hombres de mayo.
Monumento en
memoria del Gral. Manuel Belgrano
Ubicado en la Plaza de Mayo de la Ciudad de Bs.As.
Argentina