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A
mi Bandera |
Oracion
a la bandera |
La
bandera Argentina |
Mi bandera |
Discurso
a la Bandera |
A mi Bandera |
Bandera Argentina |
Lo que dice mi bandera |
La
Bandera |
A MI BANDERA
Bandera
azul y blanca,
bandera de mi patria,
jirón de nuestro cielo,
te canto con fervor
y juro defenderte
con brío y con denuedo,
si oscurecer osaran
las glorias de tu sol.
La
escuela me ha enseñado
que en todas partes fuiste,
emblema de trabajo,
de libertad y honor;
por mares y montañas
el mundo recorriste
llevando por doquiera
la luz de tu explendor.
Bandera
que eres gloria
de un pueblo generosos,
y de los hombres eres
un vínculo de paz,,
bajo tu manto cubres
a todo aquel que anhele
honrar con sus virtudes
tu augusta majestad.
ORACION A LA BANDERA
Joaquín V. González
Bandera de la Patria, celeste y blanca, símbolo de la unión y la fuerza con que nuestros padres nos dieron independencia y libertad; guía de la victoria en la guerra y del trabajo y la cultura en la paz;
Vínculo sagrado e indisoluble entre las generaciones pasadas, presentes y futuras;
juremos defenderla hasta morir antes que verla humillada.
Que flote con honor y gloria al frente de nuestras fortalezas, ejércitos y buques, y en todo tiempo y lugar de la tierra donde ellos la condujeren;
que a su sombra la Nación Argentina acreciente su grandeza por siglos y siglos, y sea para todos los hombres mensajera de libertad, signo de civilización y garantía de justicia.
LA BANDERA ARGENTINA
Dos
pedazos de cielo aprisionaron
a una cinta de plata sin mansilla
y en medio, el sol lució su maravilla
y así, sol, plata y cielo la formaron.
Esa
bandera fué la que en el llano
de Salta y Tucumán, ondeó la gloria,
y presidió en su mástil la victoria
que coronó la frente de Belgrano.
Esa
bandera fué la que adoraron,
y a cuya sombra pródiga forjaron
ideales de bien, los Hombres Grandes.
Y
esa misma bandera, noble y bella,
fué para San Martín como una estrella
en su atrevido paso de los Andes.
Adrián
Cañas y Delgado
(Peruano)
MI BANDERA
La
bandera mía
se parece al cielo:
es azul y blanca,
con el sol en medio.
Cómo
no quererla
como yo la quiero
si en ella el retrato
de mi patria veo?
Por
eso al mirarla
flotando a los vientos,
de orgullo y de dicha
se me ensancha el pecho.
Por
eso al mirarla
siento un solo anhelo;
ser justo y honrado,
ser valiente y bueno
DISCURSO
PRONUNCIADO POR EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA D. DOMINGO
F.SARMIENTO EN HONOR DE LA BANDERA NACIONAL AL INAUGURAR LA
ESTATUA DEL GENERAL BELGRANO EL 24 DE SEPTIEMBRE DE 1873
Conciudadanos:
Llenamos uno de los más nobles deberes de la vida social,
rindiendo homenaje a la memoria de los altos hechos que
inmortalizan el nombre de uno de nuestros antepasados. Un
montículo de tierra sobre los restos mortales de un héroe, fue
el primer monumento humano. Las pirámides eternas del Egipto
conservan aun el plan de esta arquitectura primitiva, y es hoy
idea aceptada que, alrededor de una tumba se despertó en el
hombre, aun salvaje, el sentimiento religioso que nos liga al Ser
Supremo, y empezaron a bosquejarse la familia, el orden social y
las leyes. Cuando el sentimiento artístico, innato como el
religioso en nuestra alma, se hubo expresado en las formas
plásticas de la belleza, la estatua suplanto al Mausoleo; y
nosotros mismos, los últimos venidos a participar de las
bendiciones de la civilización, repetimos lo que la Grecia y
Roma hacían para perpetuar la memoria de sus héroes, de sus
padres y de sus grandes ciudadanos. Ante la imagen de uno de
nuestros hombres públicos, repetimos este acto intinstivo de
nuestra especie, volviendo a lo pasado, trayendo hacia nuestra
época, y legando a la posteridad el recuerdo en hombres y hechos
de nuestro origen, como pueblo que tiene hoy supuesto conquistado
y aceptado entre las naciones del mundo.
Aunque nuestra alma sea inmortal, la vida, en los estrechos
limites que la naturaleza ha asignado al hombre, es pasajera.
Pero la especie humana se perpetua hace mil siglos, dejando tras
si, entre el humo de las generaciones que se disipan en el
espacio, una corriente de chispas que brillan un momento, y,
pueden, según su intensidad y duración, convertirse en
luminares, en llama viva, en rayos perpetuos de luz, que pasen de
una a otra generación, y se irradien de un pueblo al otro, de un
siglo al otro siglo, hasta asociarse a todos los progresos
futuros de la sociedad y sea parte del alma humana.
¿Quién se profesa republicano, y no siente en su espíritu
rebullirse el alma de Washington, la ultima y más acabada
personificación de las virtudes publicas; la mayor de todas,
hacer triunfar el derecho sin apropiarse de los despojos de la
victoria, trazando el camino por donde habrán de avanzar los
demás pueblos hacia la conquista de la libertad?
Hay, pues, una inmortalidad humana que se adquiere por el genio,
la abnegación o el sacrificio; pudiendo entenderse, según la
perfección e imfluencia de aquellas virtudes, a un pueblo, a
toda la tierra, a un siglo, a todos los que le sucedan mientras
exista la raza humana. Belgrano, cuya efigie contemplamos,
participa para nosotros, y en la medida concedida a cada uno, de
esas cualidades que hacen al hombre vivir mas allá de su época.
Hace cincuenta años que desapareció de la escena y no ha muerto
sin embargo. Apenas se conserva el recuerdo de la casa en que
nació aquí, y todas las ciudades y pueblos argentinos lo
reclaman como suyo. Su apellido puede extinguirse según la
sucesión de las generaciones; pero dos millones de habitantes
desde ahora lo aclaman Padre de la Patria.
No es la biografía del General Belgrano la que intentaría
trazar, para dar mas vida al bronce, que la que le ha comunicado
al artista. Belgrano era muy hombre de la época crepuscular en
que apareció. General sin las dotes del genio militar, hombre de
estado, sin fisionomía acentuada. Sus virtudes fueron la
resignación y la esperanza, la honradez del propósito y el
trabajo desinteresado.
Su nombre, empero, sin descollar demasiado, se liga a las mas
grandes faces de nuestra Independencia, y por mas de un camino,
si queremos volver hacia el pasado, la candorosa figura de
Belgrano ha de salirnos al paso.
Cuando el Gobierno agradecido, quiso premiarlo, por la memorable
victoria ganada en Tucumán en este día, disminuyendo su pobreza
fundo con el premio cuatro escuelas primarias, las primeras, que
cuatro ciudades, que son hoy capitales de Provincia, veían
abrirse para la educación de sus hijos. Acaso algún Senador
hoy, asistió a alguna de ellas en su niñez.
Estos desvelos por levantar al pueblo de su postracion
intelectual, sin la cual no hay libertad duradera; su empeño de
establecer la moral relajada en escuelas y ejercitos; su profundo
sentimiento religioso que difundia sobre el soldado, para
santificar la causa de la independencia, poniendola bajo la
proteccion de la virgen de Mercedes que conserva aun el baston
del mando depositado por el al pie de su imagen en Tucumán; su
eclipse de la escena, cuando en los tiempos de discordia y de
guerra civil, como dice Tácito, "el poder pertenece a los
mas perversos"; su muerte oscura; su carrera tan gloriosa,
tan olvidada, todo esto lo caracteriza como a Rivadavia, como al
General Paz y a otros; y es esa la base firme en que se asienta
la estatua que hoy levantamos en su honor.
Los primeros movimientos del patriotismo americano, se sienten en
el alma de Belgrano. Funda la primera Escuela de Educación
Científica que existió en Buenos Aires, pues Charcas y Córdoba
eran hasta entonces el centro de la civilización colonial.
Como el malogrado Montgomery que llevo en vano al frígido
Canadá la noticia de que sus hermanos estaban en armas para
conquistar la libertad, Belgrano llevó al tórrido Paraguay la
enseña de la nueva Patria. La historia castiga á los
retardatarios de la primera hora. El Canadá es todavía dominio
de la corona, como el Paraguay menos feliz, por haberse tapado
los oídos al llamado de sus hermanos, entonces, cayó en las
redes sombrías del tirano Francia, en las garras del tigre
López, y todavía no ha visto el último día de sus
tribulaciones.
Como Franklin, Belgrano fue a buscar acomodo con la dinastía
real, para poner término al conflicto, y como Franklin volvió
desesperando de la prudencia, y de la previsión humana a activar
el Acta de nuestra Independencia.
En nombre del pueblo argentino abandono a la contemplación de
los presentes, la estatua ecuestre del General D. Manuel
Belgrano, y lego a las generaciones futuras en el duro bronce de
que esta formada, el recuerdo de su imagen y de sus virtudes.
Que la bandera que sostiene su brazo flamee por siempre sobre
nuestras murallas y fortalezas, a lo alto de los mástiles de
nuestras naves, y a la cabeza de nuestras legiones; que el honor
sea su aliento, la gloria su aureola, la justicia su empresa!
Todos los Capitanes pueden ser representados como en esta
estatua, tremolando la enseña que arrastra las huestes a la
victoria.
En el caso presente, el artista ha conmemorado un hecho casi
único en la historia, y es la invención de la Bandera con que
una nueva Nación surgió de la nada colonial, conduciéndola el
mismo inventor, como Porta Estandarte. Nuestro signo como nación
reconocida por todos los pueblos de la tierra ahora y por
siempre, es esa Bandera, ya sea que nuestras huestes trepasen los
Andes con San Martín, ya sea que surcaran ambos Océanos con
Brown? ya sea en fin que en los tiempos tranquilos que ella
presagio, se cobijo a su sombra la inmigración de nuevos
arribantes, trayendo las Bellas Artes, la Industria y el
Comercio.
Tal día como hoy, el General Belgrano en los campos de Tucumán,
con esa Bandera en la mano, opuso un muro de pechos generosos á
las tropas españolas; que desde entonces retrocedieron y no
volvieron á pisar el suelo de 'nuestra Patria, siendo nuestra
gloriosa tarea, de alli en adelante, buscarlas donde quiera
conservasen un palmo de tierra en la América del Sur, hasta que
por el glorioso camino de Chacabuco y Maipu fueron solo
escalones, nos dimos la mano en Junin, y Ayacucho con el resto
de, la América, independiente ya de todo poder extraño.
Y sea dicho en honor y gloria de esta Bandera. Muchas repúblicas
la reconocen como salvadora, como auxiliar, como guía en la
difícil tarea de emanciparse. Algunas, se fecundaron a su
sombra; otras, brotaron de los jirones en que la lid la
desgarró. Ningún territorio fue, sin embargo, añadido a su
dominio; ningún pueblo absorbido en sus anchos pliegues, ninguna
retribución exigida por los grandes sacrificios, que nos impuso.
En la vasta extensión de un continente entero, no siempre son
claros y legibles los términos que Dios y la naturaleza imponen
a la actividad de las grandes familias humanas que pueblan la
tierra. ¿Cuál es la extensión de la que cubre hoy y protege
nuestra Bandera?
La República Argentina ha sido trazada por la regla y el compás
del Creador del Universo. Ese anchuroso Río que nos da nombre,
es el alma y el cerebro de todas las regiones que sus aguas
bañan. Puerta de esta América que abre hacia el ancho mar que
toca al umbral de todas las naciones, por ahí subirán ríos
arriba con la alta marea del desarrollo, las oleadas de hombres
de ideas, de civilizacion que, acabarán por transformar el
desierto en Nación, en pueblo. Aquí, en estas playas, han de
cambiarse los productos de tan vasta olla, de tantos climas, por
los que hayan en todo el globo prepararlo siglos de cultura, y la
lenta, acumulación de la riqueza. Aquí ha de hacerse la
transmutación de las ideas; aquí se amalgamaran las de todos
los pueblos; aquí se hará su adaptación definitiva, para
aplicarse a las nuevas condiciones de la existencia de pueblos
nuevos, sobre tierra nueva.
No hablo del porvenir. Es ya, este sueño de nuestros padres, un
hecho presente.
He ahi, en esos millares de naves, nuestros misioneros hasta el
seno de la América. Ved ahí en la masa de este pueblo el
ejecutor de la grandes obras, acudiendo de todas partes á
alistarse en nuestras filas, y por el trabajo, la industria, el
capital, las virtudes cívicas, hacerse miembro de la
congregación humana que lleva por enseña en la procesión de
los siglos hácia el engrandecimiento pacífico, la Bandera
bi-celeste y blanca.
Esta Bandera cumplió ya la promesa que el signo ideografico de
nuestras armas espresa. Las Naciones, hijas de la guerra,
levantaron por insignias, para anunciarse á los otros pueblos,
lobos y águilas carniceras, leones, grifos, y leopardos. Pero en
las de nuestro escudo, ni hipogrifos fabulosos, ni unicornios, ni
aves de dos cabezas, ni leones alados, pretenden amedrentar al
extranjero. El Sol de la civilización que alberea para fecundar
la vida nueva; la libertad con el gorro fijo sostenido por manos
fraternales, como objeto y fin de nuestra vida; una oliva para
los hombres de buena voluntad; un laurel para las nobles
virtudes; he aquí cuanto ofrecieron nuestros padres, y lo que
hemos venido cumpliendo nosotros, como república, y harán
extensivo a todas estas regiones como Nación, nuestros hijos.
Hasta la exclusión del sangriento rojo, del blasón de todos los
pueblos, hasta el color celeste que no tiene escritura propia en
la heráldica se avienen con la idea dominante en este emblema.
Las fajas celestes y blancas son el símbolo de la soberanía de
los reyes españoles sobre los dominios, no de España, sino de
la corona, que se extendían a Flandes a Nápoles, a las Indias;
y de esa banda real hicieron nuestros padres divisa y escarapela,
el 25 de Mayo, para mostrar que del pecho de un Rey cautivo,
tomábamos nuestra propia Soberanía como pueblo, que no
dependió del Consejo de Castilla, ni de ahí en adelante, del
disuelto Consejo de Indias.
El General Belgrano fue el primero en hacer flotar a los vientos
la Banda Real, para coronarnos con nuestras propias manos,
Soberanos de esta tierra, e inscribirnos en el gran libro de las
naciones que llenan un destino en la historia de nuestra raza.
Por este acto elevamos una estatua en el centro de la plaza de la
Revolución de Mayo al General porta-estandarte de la República
Argentina.
Y si la barbarie indígena, o las pasiones perversas intentaron
alguna vez desviarnos de aquel blanco que los colores y el escudo
de nuestra Bandera señalaban a todas las Generaciones que
vinieran en pos, reconociéndose argentinas a su sombra, los
bárbaros, los tiranos y los traidores inventaron pabellones
nuevos, oscureciendo lo celeste para que las sombras infernales
reinasen y enrojeciendo sus cuarteles para que la violencia y la
sangre fuesen la ley de la tierra. En Caseros esta era la Bandera
que enarbolaba el Tirano contra el proscrito pabellón que
volvía para aplastar la sierpe, con sus hijos dispersos por toda
la América. En Caseros por la unión de los partidos,
reaparecieron estas dos manos entrelazadas, como siempre lo
estarán en defensa de la Patria. Al día siguiente de Caseros
vuestras madres y hermanas; ! Oh pueblo de Buenos Aires! tiñeron
de celeste telas, para victorear a los libertadores; porque, sea
dicho para recuerdo del ódio de los tiranos a nuestra Bandera,
en 1852, no había en una gran ciudad civilizada, emporio de un
gran comercio, una vara de tela celeste para improvisar un
pabellón; y una generacion entera existia, que no conoció los
colores de la Bandera de su Patria. Ese pendón negro con sus
gorros sangrientos es por fortuna nuestra, el que en los
Inválidos de París, recuerda la ruptura de la cadena con que
Rosas intentó amarrar la libre navegación de los ríos.
La bandera blanca y celeste, ¡Dios sea loado! No ha sido atada
jamás al carro triunfal de ningun vencedor de la tierra!
La Petipieza de la horrible tragedia que concluyó en Caseros se
está representando ahora en la otra margen del paterno Río; y
no seria extraño que oyéramos desde aquí los cañonazos con
que acaso en estos momentos, nuestro pabellon somete los últimos
restos de la barbarie, y de los caudillos. He aquí el Pendón de
la rebelión, que solo pide al parecer empapar en sangre el de la
República. Habíalo dejado olvidado el General Urquiza al tomar
la Bandera Nacional por suya, a fin de hacer servir la victoria
para fundar la Magna Carta de nuestras libertades. Un asesino lo
recogió del suelo y para simbolizar la barbarie y el crimen lo
opone rebelado, a la Bandera Nacional.
La traición a la Patria esta detrás de ese sangriento trapo.
Al abandonarlo a la execración de los presentes y de los
venideros, no temáis que hiera sentimientos, ni aún
preocupaciones nobles del pueblo, ni de las masas entrerrianas.
Allí, en aquella escogida fracción de nuestro territorio, el
sentimiento nacional se agita mas vivo, si cabe, que en parte
alguna de él.
La vil trama del rebelde vencido, sorprendió á las poblaciones,
Merced de las tinieblas de la noche, y amanecieron bajo el
imperio de la rebelión, que muchos aceptaron por las funestas
divisiones de partido, que a tantos extravían.
Cerremos los ojos sobre ese cuadro y contemplemos el presente,
que él indica el nombre entrerriano del baldón que han querido
arrojarlo los traidores.
Batallones de infantería entrerriana guarneciendo las ciudades;
los ejércitos nacionales considerablemente aumentados por
regimientos numerosos de caballería de la misma Provincia; el
guardia nacional Miguel Ocampo, arrancando de la mano de un
traidor la enseña de la rebelión y empapándola en su propia
sangre, realizando con ese hecho acción igualmente heroica que
el legendario Falucho, muriendo al pie de esta misma Bandera en
las fortalezas del Callao, libradas por traiciónes al enemigo;
la Banda Oriental llena de emigrados, los bosques pululando de
prófugos, las islas pobladas de escapados, ¿ dónde esta el
pueblo rebelde entrerriano, en que quiere apoyarse la traición?
Si: hay traidores es cierto; hay algunos miles de oprimidos, hay
niños y ancianos arrastrados por la leva, retenidos por el
terror del degüello, generales y aventureros extranjeros: he
ahí el ejército y el poder de la rebelión.
Quiero que el último paisano que en este momento sufre los
rigores de la estación y las fatigas de la guerra por vivir
siempre a la sombra de esta Bandera, sepa que el Gobierno de su
Patria tiene en cuenta su humilde, pero valioso sacrificio,
porque da lo único que posee, que es la vida, pues ni un nombre
tiene el pueblo anónimo que en la guerra se llama soldado. Sepan
los valientes y fieles entrerrianos que están combatiendo, que
con ello ponen el capitel al edificio de nuestra nacionalidad, y
cierran para siempre el abismo de las segregaciones del
territorio que recibimos en herencia de los fundadores de la
Bandera Nacional.
Al terminar la historia, la misión y los obstáculos con que ha
luchado esta Bandera, necesito añadir que aun lo falta recibir
como hijos suyos, millares de los que aquí están presentes y
que la acatan y saludan como huéspedes.
En los Estados unidos, nuestros predecesores y compañeros de
Peregrinación en este Nuevo Mundo, no hay extranjeros, sino los
viajeros que visitan sus playas. Hay dos millones de alemanes
ciudadanos, y otros tantos irlandeses, ingleses y de todo
orígen, hasta venidos del Celeste Imperio. Aquí la
amalgamación marcha; con mas lentitud. Acaso el fuego sagrado de
la libertad no es tan vivo todavía, para fundir las
nacionalidades y hacer correr el duro bronce del pueblo
regenerado, en que la humanidad va a presentar un nuevo tipo
americano.
No importa. La Providencia sigue aquí otro sendero, tal vez.
Debemos a la España la sangre que corre, en nuestras venas, y
cuando la desgracia aflige a sus hijos, podemos pagarla de sus
héroes, los Solis, los Ayalas, los Irala, los Garay, que se
sacrificaron por fundar estos pueblos. Habrá patria y tierra,
libertad y trabajo para los españoles, cuando en masa vengan a
pedírnosla como una deuda. Y para los italianos, cuya historia
es la de los pueblos de nuestra lengua, cuya arquitectura es el
ornamento de nuestros edificios, cuyas bellas artes con
intérpretes como Ristori, Tamberlick, Mansoni y tantos otros,
que nos han visitado embelleciendo la existencia, habrá siempre
una carta de ciudadanía para ellos y sus descendientes; y
nuestros ríos y nuestras ciudades y nuestros campos, para teatro
de sus variadas industrias.
Y los hijos de la Francia, que tanto ha sufrido por la redención
de la inteligencia, que tantos errores han cometido,
rescatándolos y rescatándose por la gloria o el patriotismo,
tendrán bajo esta bandera, ancho lugar en nuestros gustos, en
nuestra cultura y en nuestras ideas.
Y la poderosa Albion, la enérgica raza inglesa, cuya misión
parece ser someter el mundo bárbaro de Asia, Africa y de los
nuevos continentes e islas al influjo del comercio, e improvisar
naciones que trasplantan el Habeas Corpus, la libertad sin
tumulto, la máquina y la industria, bienvenida fue siempre, y
bien empleados serán sus capitales en las grandes empresas que
completan nuestra existencia como nación civilizada.
Y á todas las nacionalidades de la tierra, cuyos hijos tocan
estas playas en busca de un lugar para hacerse un domicilio y una
patria, ofrézcoles en nombre del pueblo que esta Bandera
representa, la protección que ella da gratuitamente,
recordándoles solo, que el hombre es familia, tribu, nación,
con deberes para con los demás, y que los sentimientos mas
generosos, el heroísmo, la gloria, el amor de la patria, se
amortiguan no ejercitándolos; y que la elevación del alma
humana desciende y desaparece con la satisfacción exclusiva de
las necesidades materiales.
Conciudadanos :
Una nación está destinada a prevalecer, cuando obedece en su
propio seno a las inmutables leyes del desenvolvimiento humano.
Sin el espíritu de conquista, Roma vive en nosotros con sus
códigos, como Grecia con sus artes plásticas, su lengua y sus
instituciones republicanas, completadas por el sistema
representativo. Acaso es Providencial que debamos existencia y
nombre a Colon y a Américo Vespucio; y si Garibaldi ha de tener
su parte en la reconstrucción de la Italia romanizada, su lugar
en la historia lo conquistara, mezclando aquí su sangre a la
nuestra, para endurecer los cimientos de nuestra constitución,
libre, republicana, representativa.
Hagamos fervientes votos, porque, si a la consumación de los
siglos, el Supremo Hacedor, llamase a las naciones de la tierra
para pedirles cuenta del uso que hicieron de los dones que les
deparó, y del libre albedrío y la inteligencia con que, dotó a
sus criaturas, nuestra Bandera, blanca y celeste, pueda ser
todavía discernida entre el polvo de los pueblos en marcha,
acaudillando cien millones de argentinos, hijos de nuestros hijos
hasta la última generación, y deponiéndola sin mancha ante el
solió del Altísimo, puedan mostrar todos los que la siguieron
que en civilización, moral y cultura intelectual, aspiraron sus
padres a evidenciar, que en efecto fue creado el hombre a imagen
y semejanza de Dios.
D. F. SARMIENTO
A
MI BANDERA
Bandera querida,
valientes soldados
te dieron su vida.
Tus paños sagrados
llevan en sus vuelos
las glorias más grandes:
sedas de los cielos,
nieve de los Andes,
y el puro cariño
de mi alma de niño
Germán Berdiales
BANDERA
ARGENTINA
Bandera celeste y blanca,
Banderita de mi vida
Entre todas las banderas
Para mi la más querida
Cuando flameas pareces
Un ave que alza su vuelo,
Una avecilla que anhela
Confundirse con el cielo.
Bandera de la Argentina
Noble y santo pabellón:
Aunque te eleves al cielo
Estás en mi corazón.
LO
QUE DICE MI BANDERA
¡No puedo expresar, no puedo,
Lo que dice mi bandera,
pues de purísimas lágrimas
mis ojos pronto se llenan!...
La Patria de hoy y de ayer
en ella vive y alienta.
Es corno un abrazo grande
que a todos nos protegiera.
Cuando estoy bajo su paño,
una dulzura me llega,
que viene desde muy lejos
y que bendice mi tierra...
Pampas, llanuras y montes,
ríos, lagos, cordillera,
luchas por la libertad,
canción de tierra labriega,
imagen de la victoria:
¡todo cabe en mi bandera!
¡Bendita, por lo que es
y por lo que representa!
La
Bandera
Éste es el sol y éste es el Cielo que en la Bandera victoriosa
nos hermanan.
Este es el Sol que une los cuerpos y éste es el Cielo cuyo amor
une las almas.
Ambos están sobre nosotros para mostrarnos el camino que no
engaña.
Y levantarnos de la Tierra con la energía de las cosas
sobrehumanas.
Su luz nos junta en' el recuerdo y al mismo tiempo nos congrega
en la esperanza.
Mientras su fuego nos domine seremos libres como el vuelo de sus
llamas.
Si alguna vez nos dividimos, quiera el Señor que levantemos la
mirada.
Y contemplemos en el Cielo celeste y blancola Bandera de la
Patria.
En su virtud encontraremos aquella fuerza que una vez nos hizo
falta.
Y volveremos a estar juntos como los hijos bajo el techo de la
casa.
Francisco Luis Bernárdez
(1900-1978)
-Poeta argentino contemporáneo- De Poemmas de carne y hueso