PEREGRINACION DEL AÑO 1997
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ACTO DE FE: PEREGRINOS DE TODO EL PAIS |
Una
multitud caminó bajo la lluvia hacia Luján La procesión termina hoy a las ocho con una misa frente a la basílica · Esta vez los jóvenes se sumaron a muchos adultos · Es la caminata número 23 · Y una popular demostración de fe |
Dicen que la
fe mueve montañas. Pero esta vez se enfrentó a otro fenómeno
natural: la lluvia. A pesar de los chaparrones que mojaron de
punta a punta la ruta 7, miles de personas -en su mayoría
jóvenes, a quienes se sumaron muchos adultos- marcharon a pie a
Luján a pedirle cosas buenas a la Virgen.
Organizada por la Comisión Arquidiocesana de Pastoral Juventud,
ésta es la peregrinación número 23 a la basílica y se
realizó con el lema: "María, ayúdanos a seguir a tu
hijo". La columna, despareja porque cada uno de los
peregrinos llevaba su ritmo, partió pasado el mediodía de ayer
de General Paz y Rivadavia, en Liniers.
Aunque algunos caminantes desistieron de la marcha por las gotas,
la mayoría siguió firme, en una colorida fila repleta de
pilotos y paraguas. Muchos llevaban las zapatillas envueltas en
bolsas de nailon.
Al frente de los peregrinos marchaba la imagen de la Virgen de
Luján, protegida por un plástico para que no se mojara. Cargada
por sus fieles, la imagen llegará a las siete de la mañana de
hoy a la basílica de Luján. Una hora después, el arzobispo de
Buenos Aires, cardenal Antonio Quarracino, oficiará una misa
en la plaza central de la ciudad, frente a la iglesia que alberga
imágenes de todos los santos patronos del mundo.
Antes, y desde las 4 de la mañana, habrá misa cada media
hora para que los peregrinos puedan participar de un oficio
religioso a medida que llegan a destino.
Los 60 kilómetros que separan a la basílica de Luján de la
Capital parecen ser pocos cuando de pedir ayuda se trata. Los
grupos de fieles llegaron de lugares distantes, como Neuquén
(había 1.200 neuquinos) o el norte del país, para marchar a
Luján. Casi todos admitieron que lo hacían motivados por alguna
promesa cumplida o por algún sueño de trabajo.
Aunque los motivos sean diversos, los fieles parecían uno a la
hora del descanso y la comida. La lluvia no logró tampoco
quitarles el hambre: los puestos de choripán trabajaron
"a full". Tampoco faltó el comerciante ocasional que
sacó unos pilotines del depósito y los vendió todos a cinco
pesos gracias al mal tiempo. Los rosarios y las linternas
costaban un peso. Los pares de medias, tres por cinco. Mientras
los vendedores "se hacían el día", en las paradas la
gente comía y se sentaba. Nada más cotizado que un escalón
para reposar de una caminata que duraría unas 18 horas en total.
Cuando bendijo a los fieles antes de partir, el párroco de San
Cayetano, Fernando Maletti, dijo: "La peregrinación ofrece
un mensaje frente a tanto individualismo, este es un hecho
social y colectivo que demuestra que para no bajar los brazos
hay que marchar todos juntos".
A medida que pasaban las horas, las palabras del sacerdote
cobraban más sentido porque la caminata se hacía más fuerte,
con cantos, jóvenes abrazados y familias enteras de mamá, papá
y chicos en cochecito decididos a llegar.
Bebés a upa, gente mayor y hasta discapacitados se animaron a
los 60 kilómetros de peregrinación. "Estoy en silla de
ruedas desde que nací y nunca dejé de ir a Luján", contó
Oscar Basso, de 54 años, mientras un chico empujaba su silla.
Ambos eran del Movimiento Jornadas de Vida Cristiana de
Avellaneda.
La primera parada de la peregrinación fue en la plaza de Morón,
frente a la catedral. Mientras la imagen de la Virgen entraba a
Nuestra Señora del Buen Viaje, el grueso de los caminantes en
zapatillas aprovechó para sentarse en el pasto de la
plaza y empezar a consumir los víveres que hasta ese momento
habían viajado en los bolsos y mochilas de los peregrinos.
Lo que vale es la intención
La marcha se retomó y en la puerta de la catedral quedó una minibanda
-dos guitarras eléctricas y una batería-- que tocaba canciones
de misa. Bastante más atrás de la Virgen empezaron a sonar
ritmos bailanteros. Cada grupito llevaba un grabador envuelto en
nailon desde donde Sombras y Commanche soltaban
estribillos pegadizos.
Ayudándose con un palo de escoba que trajo de su casa, en
Brandsen, Esther Benítez, de 61, caminaba delante de un grabador
que habían llevado unos chicos de Burzaco. Era la primera vez en
su vida que Esther se sumaba a la peregrinación junto a cuatro
de sus hijos. "La Virgen dirá hasta dónde llegaré -dijo
algo escéptica sobre la posibilidad de caminar hasta Luján-.
Pero vos poné que llegué. Total, lo que vale es la intención,
¿no?".