De las "seudo-matemáticas" al libre mercado

Es un rasgo clásico de todos los totalitarismos conferir estatuto científico a una ideología. La economía que se denomina "pura" permite dar un barniz universitario al ultraliberalismo. Importa poco que esté desconectada de la realidad: como toda fábula, no sirve más que de pretexto. El mito del mercado perfecto que la sustenta acaba de encontrar un nuevo impulso rejuvenecedor con el proyecto de Clinton de transformar Internet en un ágora mercantil a escala planetaria al servicio de los intereses norteamericanos. En las universidades está enseñándose una curiosa disciplina, llamada economía "pura" o "económica". Económica, como podríamos decir física. Pero, mientras que el ámbito científico se desarrolla partiendo de la realidad, lo económico, para sus fundamentalistas, se construye a partir de una posición de principio que da la espalda a la realidad: imagina a la sociedad reducida a la suma de los individuos que la componen. Opta de este modo por ignorar que la sociedad real es una construcción infinitamente más compleja. en la que se enfrentan grupos sociales. naciones, Estados, grandes compañías, proyectos de sociedad, fuerzas políticas, religiosas e ideológicas, etc.

¿Podemos imaginar una medicina que quisiera reconstruir el funcionamiento del cuerpo humano únicamente a partir de los elementos fundamentales que lo constituyen —las células— ignorando la existencia de órganos como el corazón o el hígado'? Por suerte para nuestra salud física, los médicos no han fabricado una medicina "pura". Para los modelos más complejos que expresan la interacción de las células, la probabilidad de producir algo semejante a un cuerpo humano es. en efecto, casi tan remota como la de ver a un mono colocado delante del teclado del ordenador escribiendo las obras completas de Víctor Hugo. La probabilidad de alcanzar un equilibrio general en virtud de las confrontaciones en el mercado de casi seis mil millones de seres humanos, tiene la misma magnitud de improbabilidad. Así pues, en vez de buscar una explicación racional de la realidad económica, se opta desde el principio por la construcción de una racionalidad mítica.

La economía no ignora que el ser humano es inteligente, y que determinará’ sus comportamientos en función de lo que cree que serán las reacciones de los demás. Por consiguiente, debe construir su modelo, no a partir de las exigencias de una racionalidad simplista e inmediata —compro con ventaja si el precio baja—, sino de una realidad que mediatiza la previsión sobre las reacciones de los demás: me abstengo de comprar si creo que el precio va a continuar hajando. Al pretender ignorar que —lejos de ser fabricada por fuerzas exteriores— la sociedad se produce a sí misma, la economía "pura" que practican ciertos universitarios se inflige as’ su propio desmentido al introducir el concepto de anticipación. Lo que lleva a admitir que el individuo, al ser tratado por ésta como una realidad objetiva, es el mismo sujeto activo de su historia. De ahí el lío provocado por esta opción a favor de un individualismo metodológico: ¿cómo demostrar que la interacción de los comportamientos de los individuos —integrando, además, la anticipación— produce un equilibrio constatable (por los precios, el reparto de los beneficios y el índice de paro) y sólo uno? Con este fin se echa mano de la herramienta matemática.

¡Lástima! Las matemáticas prueban que un sistema de ecuaciones de ese tipo no admite solución. Con un buen haz de hipótesis adicionales, existen algunas posibilidades de una conclusión indeterminada (soluciones infinitas) y, con muchas mas hipótesis aún, de ser determinado (una sola y única solución). Así pues, los economistas "puros" elegirán hipótesis "a medida" para llegar a la conclusión deseada, y, con objeto de franquear cada una de las etapas de su seudo-demostración, inventarán la fábula adecuada. Las fábulas, efectivamente, atribuyen —generalmente a los animales— comportamientos plausibles imaginados para un fin muy preciso: deducir la moraleja. La económica está construida, en su totalidad, según ese modelo.

La fábula central, necesaria para su demostración, es la de la competencia perfecta, que implica la centralización de todas las ofertas y demandas. Curiosamente, en ese modelo todo sucede como si el planificador central, conociendo perfectamente los comportamientos de sus cinco o seis mil millones de administrados. pudiera tomar las decisiones produciendo el equilibrio buscado. ¡No deja de ser chocante que la economía "pura" de los liberales lleve a la conclusión de que Big Brother sería la solución de los problemas! Pero, a falta de ese planificador, el sistema se modifica a cada momento según los resultados producidos por las acciones efectivas de los individuos sobre los mercados. El equilibrio —imposible— sería tanto el resultado de la marcha, es decir, del azar. como de los caracteres que definen la racionalidad de los actores. Recordando el teorema de Sonnengchein (1), los matemáticos —los verdaderos—, por ejemplo, Giorgio Israel y Bernard Guerrien (2), han desmontado el engaño fundamental de la economía "pura". En particular, en lo relativo a la cuestión prioritaria de nuestra época el nivel del empleo. El equilibrio general, suponiendo que un milagro permita esperarlo, no nos aportaría estrictamente ninguna respuesta. Al imputar de oficio el paro al coste pretendidamente elevado del trabajo. los economistas "puros" ignoran arrogantemente que. en la propia lógica del sistema, cualquier modificación de los salarios transforma todos los factores del equilibrio general.

Desde la misma atalaya, el monetarismo —último grito de la economía "pura"— decreta que el montante de oferta de moneda puede fijarse libremente por el banco central. Sin embargo, un análisis elemental de la emisión monetaria revela que la moneda no es una mercancía como las demás, en la medida que su oferta está determinada por su demanda, que a su vez depende, en parte, de los tipos de interés.

Por lo demás, los bancos centrales, de los que se desearía una gestión "independiente" (¿de quién?). con el pretexto de que poseen el poder mágico de fijar la oferta de moneda, se revelan incapaces de desempeñar ese papel. Simplemente porque está fuera de su alcance: a través de la elección del tipo de interés sólo pueden actuar —y eso de manera parcial e indirecta— sobre la demanda de moneda, pero no sobre su oferta. Mas, en ese caso, ¿cómo ignorar que esa elección incide a su vez en el nivel de actividad (por las inversiones, los consumos diferidos, etc.) y, por tanto, en todos los factores del equilibrio? Sin embargo, semejantes pamplinas monetarias le valieron el premio Nobel a Milton Friedman.Mañana se afeita gratis

Se descubre que la economía "pura" no es más que una pura-ciencia. tan alejada de la ciencia social como la parapsicología lo está de la psicología. Al igual que las otras para-ciencias, puede probar todo y su contrario: "Dime lo que quieres, y yo te fabricaré el modelo que lo justifique". Su fuerza reside en suministrar un biombo detrás del que un poder pueda ocultar sus objetivos reales ¾ sufridos o elegidos¾ como el agravamiento del paro y la desigualdad creciente en el reparto de la riqueza. Como no se pueden pregonar semejantes objetivos, conviene "demostrar" que éstos constituyen tan sólo los medios de una transición que conduce al crecimiento, al pleno empleo, etc. Mañana te afeitarán gratis. Como carece de todo fundamento científico, este tipo de economía sólo moviliza a su servicio a matemáticos aficionados, como la parapsicología lo hace con psicólogos de poco fuste. ¿Acaso no resulta significativo que esta "ciencia" emplee a tantos matemáticos mediocres que rechazaría cualquier laboratorio de física que se precie? En este punto, se impone el paralelismo con la magia.

También el mago avanza sus conclusiones revistiéndolas de una fraseología de apariencia razonable. Para ser convincente, debe decir, de pasada, un mínimo de cosas sensatas y admisibles. El gran mago, dotado de una inteligencia superior, sabía exactamente lo que el rey esperaba de él, y lo hacía. La economía "pura" cumple funciones análogas en las sociedades alienadas por lo económico. Y lo hace con métodos idénticos. en primer lugar, el esoterismo de la lengua: el de las matemáticas de pacotilla para uso exclusivo de no-matemáticos. Y como en la brujería, las sectas ocupan el terreno. Los pequeños brujos se agrupan detrás de los gurús que se encargan de organizar la promoción de sus discípulos. Desde luego, no es una casualidad que proliferen simultáneamente las sectas de economistas que elaboran un discurso neoliberal arrogante y las de charlatanes de la paraciencia parapsicológica. En ambos casos, al precio de una autentica estafa intelectual.

 

Notas:

(1) El teorema de Sonnengchein demuestra la imposibilidad de deducir las formas de las curvas de oferta y demanda a partir de comportamientos maximizadores.

(2) Giorgio Israel, La Mathématisation du réal. Le Seuil, París. 1996. Daniel Guerrien, L' Economie neoclasique, La découverte, col. "Repères", Paris. 1 996.

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