El oso es un verdadero termómetro viviente de
la calidad del medio natural. Donde hay osos, hay riqueza de flora y fauna.
El oso no vive únicamente en la alta montaña, sino que utiliza el fondo de los valles,
los bosques y los pastos, desplazándose desde los 900 metros de altura hasta por
encima de los 2.000.
Hasta mediados de este siglo, unos 70 osos ocupaban toda la Cordillera Pirenaica, pero hoy
no sobreviven en ella más de ocho individuos. El panorama de la población cantábrica es
un poco más esperanzador, ya que cuenta con entre 60 y 80 ejemplares, aunque su
disminución también ha sido muy rápida. Se estima que a finales del siglo pasado podía
haber no menos de mil osos.
PRIMAVERA
En primavera, el oso se despierta después de un largo
sueño invernal al que ha hecho frente gracias a sus reservas de grasa. La subida de las
temperaturas y la fusión de la nieve son su despertador. Fuera de la osera, conforme se
va derritiendo la nieve, renace la vida.
Entre abril y mayo, el alimento es escaso todavía, de
manera que el oso pasa la mayor parte del tiempo recorriendo su territorio para encontrar
algo de comer. Es muy activo y se muestra incansable en sus largas caminatas.
También en primavera, el oso, animal solitario, inicia su vida social. Se frota contra
los árboles para marcar su territorio, dentro del cual conoce hasta el más mínimo
recurso existente, ya que todo ello lo aprendió mientras estuvo en compañía de su
madre.
En los hayedos pirenaicos el oso se alimenta de lúzulas y hayucos, mientras que en los
robledales cantábricos lo hace con las bellotas que se han conservado bajo la nieve.
Busca larvas de insectos en la madera de los troncos podridos y consume helechos y yemas
vegetales. Es un oportunista muy bien adaptado a la montaña. Es capaz de cubrir con ramas
y nieve un cadáver de rebeco o de venado para volver a comérselo varios días después.
También sabe donde encontrar y saquear las reservas de tubérculos que acopiaron los
ratones de campo durante el verano anterior.
Al final de la primavera, la nieva deja libres los pastos, el urogallo se prepara para el
celo y los lirones despiertan. El ganado regreso de los valles o sale de las parideras
donde permaneció estabulado durante el invierno.
Allá por el mes de mayo, la osa sale de su cubil acompañada de una o dos crías, que
nacieron en pleno invierno en el interior de la osera y han vivido a expensas de las
reservas de su madre, quien las amamantaba mientras en el exterior la supervivencia era
imposible.
Al final de la primavera, cuando los oseznos pesan unos cinco kilos, empieza un esmerado
proceso de educación durante el cual la madre les enseña todos los recursos y los
peligros de su hábitat. El aprendizaje durará por lo menos hasta que las crías tengan
año y medio, momento en el que se volverán independientes. Durante el primer año de
vida la mortalidad natural suele ser muy alta.
Cuando los osos jóvenes alcanzan la madurez sexual, hacia los cinco años de edad, buscan
pareja entre los meses de mayo y julio. Para ello, marcan los árboles para dejar señales
que les permitan encontrarse, siempre y cuando tengan facilidad de desplazamiento dentro
de su hábitat. Tanto los machos como las hembras son polígamos y pueden copular varias
veces con distinta pareja. Tras unos días de convivencia, macho y hembra se separan.
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VERANO
A
comienzos del verano, el oso no solo busca pareja sino que también busca comida. En los
claros del bosque y en los pastos supraforestales, escarba el pastizal para desenterrar
los tubérculos de una planta, el conopodio (Conopodium majus), del tamaño de una
avellana y con más poder nutritivo que la patata. Además, en la ribera de ríos y
arroyos consume hierba y gramíneas.El verano es la estación de la abundancia para un
animal esencialmente vegetariano e insectívor. En esta época, el oso vive sobre todo en
el bosque de pinos, hayas, abetos y robles, donde encuentra alimento, frescor, agua y
tranquilidad. Cuando hace calor, le encanta bañarse en los arroyos.
Cuando el verano es muy caluroso, los osos recorren los
bosques frescos de las laderas septentrionales donde se alimenta de multitud de frutos
silvestres, como los que dispensan serbales, cerezos, groselleros y zarzamoras.
También se alimenta de
hormigas y sus puestas, para lo que se sirve de sus magníficas facultades: olfato, fuerza
y, también, destreza. En los pastos abandonados o en los linderos y claros del
bosque encuentra lo esencial de su dieta veraniega -arándanos, frambuesas, fresas
silvestres- que el naturalista reconoce en los excrementos. Al final del verano, la comida
sigue siendo abundante en el bosque: avellanas, arañones, manzanicas de pastor y moras.
En las horas de mayor calor, el oso se tumba a descansar en
los sitios más frescos del bosque.
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OTOÑO
A finales de septiembre los días se van haciendo más
cortos y las temperaturas empiezan a descender: es el preludio del otoño. El otoño es la
estación más importante para la supervivencia del oso, ya que es cuando tiene que
acumular grasa para hacer frente al sueño invernal y a la reproducción.
Pero el alimento es más o menos abundante según los
años. Las fuentes de alimentación del oso son diversas y a veces están alejadas, de
manera que necesita disponer de facilidad de movimientos y de tranquilidad en los lugares
donde encuentra su sustento.
Los frutos secos -avellanas, hayucos, bellotas y
castañas y, en menor cuantía, los frutos carnosos -peras y manzanas silvestres-
constituyen lo esencial de la dieta del oso. Hayas, robles y castaños, aunque no dan
frutos todos los años, son la principal fuente de alimento durante el otoño, tal y como
puede apreciarse gracias al análisis de excrementos. La bellota es el alimento más rico
y buscado por el oso. Sin embargo, los robledales son escasos, sobre todo en el Pirineo, y
hay años sin bellotas. El oso las recoge en tierra o a veces trepa a los árboles para
tomarlas directamente de las ramas antes de que caigan y se las coman otros animales.
Durante el otoño, el jabalí se alimenta en los mismos
bosques que el oso, lo que le convierte en un peligroso competidor. Además, las batidas
para cazar jabalíes pueden provocar molestias a los osos, justo cuando necesitan
alimentarse con tranquilidad para sobrevivir al próximo invierno. Las reservas grasas de
las osas, por ejemplo, son un factor esencial para la reproducción y para la viabilidad
futura de los oseznos.
El oso también consume en otoño frutos carnosos como los
del serbal de los cazadores, los del majuelo o los de los escaramujos o rosales
silvestres.
En noviembre o diciembre el clima se hace más crudo y el
oso reduce sus movimientos.
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INVIERNO
El oso
prepara su sueño invernal. Excava un cubil en un sitio tranquilo y de difícil acceso
para el hombre, o se sirve de una cueva natural en alguna ladera abrupta donde camufla la
entrada con ramas o permite que la cubran las primeras nevadas. La osera es de pequeñas
dimensiones, para que se mantenga a una temperatura constante superior a cero, como si
fuera un iglú. Las hembras grávidas pasan el invierno en una cueva donde parirán y
criarán a sus oseznos. En la osera, el oso prepara un lecho vegetal donde dormirá
enroscado. Entre los meses de diciembre y enero, los osos se recluyen en sus oseras para
dormir.
Las grandes nevadas hacen que el oso se retire a su cubil,
donde entra en letargo progresivamente. El sueño del oso no es profundo, detecta los
cambios bruscos en la temperatura exterior y puede huir si se siente molestado por el
hombre. La temperatura de su cuerpo se reduce entre 3 y 5 grados, así como su ritmo
cardiaco y respiratorio. Ante la falta de alimento, su intestino se obstruye. Así
sobrevive el oso entre diciembre y abril, ahorrando el 75% de su consumo habitual de
energía a expensas de sus reservas grasas.
Cuando regresa la primavera, el oso detecta un aumento de
la temperatura exterior y se despierta. En los inviernos suaves y con comida abundante del
otoño anterior, algunos osos hacen alguna salida fuera de la osera. En su interior
nacieron los oseznos en pleno invierno y no salen de ella hasta mayo, cuando ya tienen
edad de aprender a ser osos de la mano de su madre, pero dedican mucho tiempo a su
actividad preferida: el juego.
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