¿Quién en verdad no ha visto la imagen de portada del Remhi? Tal imagen es acaso más conocida que el mismo informe. Es decir que hay que asesinar monseñores y Gerardis para que obras como éstas se divulguen y sean de todos. Una lógica Caroll,pero en grotesco.
La imagen está conformada por cuatro fotografías. Cuatro hombres: el que calla, el que no escucha, y el que no mira y, al final, el que grita, que es el que conviene (lo digo para los que aún no han recibido el mensaje, todavía tantos, helas). Hombres con alas de hueso, ángeles nuestros y verdaderos.
Las fotos las vimos por vez primera en una exposición de Daniel Hernández -el autor- en una su expo que llamó Eros y Thánatos. Entonces el trabajo era un tríptico con el mudo, el sordo, y el ciego, como los monos, sí. Se lo pidieron, y lo completó con el que grita. Estamos.
A un año de la muerte de monseñor Gerardi, a Daniel Hernández se le ocurrió tomar este su trabajo y soltarlo a las calles. Colgó una treintena de ángeles por la ciudad, él y todo un grupo de amigos (y no la ODHA, como se piensa), y los dejó a la suerte de transeúntes y azares. Nos recordó a todos lo trágico, lo definitivo, lo tirano de tanta sangre cierta y decidido silencio.
Dice Hernández: No podemos construir el país sobre ascuas y menos sobre mentiras.
La idea era, pues, hacer una suerte de instalación pública y ubicua. Llevar el arte a la calle, reafirmar que las calles son de todos, y usarlas como medio de expresión. Lo que permite esto es otra lectura de la imagen, otro modo de pronunciarse, lejos de la institución y el logaritmo museístico. Arte para todos. Los puntos escogidos para poner los ángeles eran puntos simbólicos, puntos con mucha visivilidad, y puntos, digamos, especiales, particulares, por su contexto.
Instalación en el muro poniente del Cuartel General
de Ejército.
Algunos ángeles han sido removidos por entero. Todo indica que fue una reacción voluntaria y con toda seguridad consciente. En algunos puntos han quitado los pósters inpecable y quirúrjicamente. No ha quedado casi ningún trazo de engrudo, dice Hernández. Otros han sido arrancados con cierta visceralidad, cierta inmediatez, justo después de puestos. Y finalmente otros han sido rotos por esa manía que tiene la gente de romper, tal como indica el artista.
Pues, en efecto, la gente tiene esa manía de romper, y está bien.
La idea es hacer un seguimiento fotográfico de los afiches, hasta que desaparezcan, y luego hacer una exposición de eso. Es decir que Daniel Hernández quiere hacer un registro del proceso de los afiches, cómo se van paulatinamente destruyendo, cómo se caen o se quiebran. así, más o menos, es como se va enpantanando nuestra conciencia, nuestra memoria anegada en su cotidianidad de humo y gris.
Lo interesante, observa el fotógrafo, es cómo la obra interactúa con el peatón, o el conductor, o cualquiera. Todo un mecanismo de reacción y respuesta que surge de la imagen, y a la ves elabora otra imagen: se multiplica.
Lo que se da uno cuenta es que el arte no es o no debería ser mero complemento de una realidad social, política, o individual, sino síntoma, signo, símbolo, representación y verdad. Para siempre el Nunca más tendrá algo de ángel surcado de realidad y tono sepia. El arte nos redime del crimen.
Unos ojos nos miran desde cualquier esquina.
Instalación sobre la 7a. avenida y 8a. calle.
Portal del comercio.