¿SE HA PERDIDO LA BATALLA
DEL ESPAÑOL EN FILIPINAS?

 
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Correo del 9 de diciembre del 2009
de Javier Ruescas.
 
    Un artículo de la Agencia EFE en Filipinas sobre el status legal de la Academia de la Lengua Española en Filipinas publicado en el Periódico Digital ADN del 27 Diciembre 2008  acaba con el comentario de que la lengua española "parece haber perdido la batalla frente al inglés." Como es cada vez más frecuente en los medios, estamos ante un tópico lanzado con evidente ligereza que no representa la historia de la decadencia del español en Filipinas. Un miembro del Círculo Hispanofilipino, Javier Ruescas, en correo electrónico interno reacciona sobre el comentario y anuncia que ha enviado su reacción a ADN. ADN publicó el comentario el 9 de Enero del 2009.  A continuación el artículo y la carta entera del Sr. Ruescas.

 
 
El artículo

Los académicos de la lengua española, 'ilegales' en Filipinas.
La anémica Academia perdió su licencia legal para trabajar en el archipiélago en 2003
al no enviar un balance financiero.
No puede siquiera abrir una cuenta en un banco.

La Academia Filipina de la Lengua Española carece de licencia legal para desempeñar su función, lo que da muestra de la situación en que se encuentra la institución, que ha vivido una existencia anémica desde que fuera fundada, en 1924, antes del comienzo del rápido declive del español en el país. 
El organismo consagrado a "custodiar, enaltecer y difundir" el castellano en Filipinas (lema equivalente al "limpia, fija y da esplendor" de la Real Academia Española), incumplió durante al menos cinco años el requisito de enviar un balance anual de sus cuentas a la Comisión del Mercado de Valores (SEC), que revocó su certificado de registro en 2003.

"Cuando una compañía o fundación falta a su obligación de enviar sus cuentas durante más de cinco años, asumimos que se ha disuelto y todas las operaciones que realice desde entonces son consideradas ilegales. Aunque no emprendemos acciones legales contra ellas, carecen de entidad jurídica", explica Emerson Almengo, de la SEC. Este certificado de registro es necesario para actividades tan sencillas como abrir una cuenta bancaria en nombre de la academia.
"La antigua dirección me pidió que me informara de la situación legal, en 2004. Entonces, descubrí que teníamos el permiso caducado. Pero parece que, por dejadez, no se ha hecho nada al respecto", cuenta a Efe Wystan de la Peña, secretario de la institución y jefe del Departamento de Lenguas Extranjeras de la Universidad de Filipinas.

"La Academia no es lo que era"
Salvador B. Malig, subdirector de la organización y actual responsable, en ausencia por enfermedad del director Alejandro Roces, no ha respondido a las llamadas de Efe para conocer su opinión sobre el asunto.

"La academia no es lo que era. La paulatina desaparición del español en Filipinas ha ido haciéndole mella y tengo la sensación de que no hay voluntad real de cambiar las cosas", explica De la Peña en el español que aprendió durante sus años universitarios.
Sin apoyo económico del Estado, la corporación encargada de velar por la lengua de Cervantes en la antigua colonia tiene su sede en la parte trasera del Casino Español, que le presta un cuarto para celebrar sus actividades. El espacio cedido aloja la biblioteca, de un tamaño similar a la de cualquier escuela de pueblo y con los fondos diezmados por efecto de los intensos bombardeos que sufrió Manila durante la Segunda Guerra Mundial.
La falta de un calendario de reuniones y el absentismo de sus miembros (entre los que se cuenta la presidenta del Gobierno filipino, Gloria Macapagal Arroyo), son otras de las quejas mencionadas por académicos como el escritor Guillermo Gómez Rivera, un apasionado de la cultura hispana. Además, la correspondiente de Filipinas es, junto con la de España y la de Estados Unidos, la única que no recibe a lexicógrafos becados por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).

Pero esta situación no es nueva. Después de un periodo floreciente durante sus primeros años de actividad, el organismo ha languidecido hasta desembocar en el estado actual, como han dejado constancia algunos académicos en sus escritos.
La primera crítica data de 1929, cuando uno de los correspondientes escribía: "La academia tiene acreditada su absoluta inercia o total inanición. Ignoro si se ocupa de algo útil". Décadas más tarde, en 1975, el entonces director de la RAE, Dámaso Alonso, calificó a la hermana filipina de "reliquia de un tiempo en que el español era idioma oficial y de una hegemonía cultural ya extinguida".

Español vs. inglés
Alonso seguía pensando lo mismo en 1986 cuando interrogó sobre la razón de ser del cuerpo de ultramar al académico filipino Gómez Rivera, en un viaje que éste efectuó a España para actualizar los filipinismos del diccionario académico. Gómez Rivera replicó entonces con el mismo fervor que desenfunda en la actualidad, a sus 72 años, para proteger la institución: "Tiene la función de defender el español, amenazado por el inglés. Además, el castellano pervive como una influencia vital y referencia del idioma nacional filipino, el tagalo, y las otras diez principales lenguas del archipiélago".

El secretario de la Asociación de Academias de la Lengua Española, Humberto López Morales, comparte esta opinión y cree, en declaraciones a Efe, que "la academia filipina tiene su razón de ser en mantener vivo lo poco que pueda quedar de la lengua española. Pero las circunstancias no le son favorables. Los sucesivos gobiernos han desatendido sus necesidades de manera endémica". "Entre las veintidós academias de la lengua española, hay muchas en situaciones tan precarias como la de Filipinas. Es el caso de la salvadoreña y la guatemalteca. Cada socia tiene sus estatutos y funciona según sus posibilidades", concluye López Morales.
La agrupación radicada en el casco antiguo de Manila revisó el centenar de filipinismos incluidos en el diccionario académico (como paypay o yo-yo) durante un viaje que el subdirector Malig efectuó en 2007 a Madrid. Este año y con la colaboración del Instituto Cervantes, el organismo homenajeó a los profesores de español del archipiélago, el pasado 19 de junio, y tiene previsto editar un volumen de cuentos de escritores filipinos contemporáneos, traducidos al español por los académicos Lourdes Brillantes, Renán Prado y Salvador Malig.

Eliminado de la Constitución como lengua oficial en 1976, y de los planes de estudio, en 1987, menos del tres por ciento del total de la población de Filipinas habla castellano, que parece haber perdido la batalla frente al inglés.

La carta:
Original español
Subject: [hispanofilipino] FRASE REPETIDA HASTA LA SACIEDAD (sobre el español en Filipinas)
From:    hispanofilipino@yahoogroups.com; on behalf of Javier Ruescas <jcrbaztan@yahoo.com> 
Date:    Friday, January 9, 2009 3:09 am
To:      hispanofilipino@yahoogroups.com

Amigos contertulios,

Hace poco he leído la noticia que ya conocemos sobre la licencia de  la Academia Filipina de la Lengua en un periódico por internet  llamado ADN (www.adn.es) Y otra vez, como en muchos otros artículos  sobre el idioma español en Filipinas, el texto acaba con "el español,  que ha perdido la batalla frente al inglés", frase repetida (y  fusilada) hasta la saciedad en varias decenas de artículos en los  últimos años. Por tanto, les he escrito el siguiente comentario a sus  autores:

Estimados Sres:

En los últimos años he leído varios artículos en distintos medios  sobre la lengua española en Filipinas, y curiosamente todos acaban  con la misma frase "..el castellano, que parece haber perdido la  batalla frente al inglés".

Lo primero, sugiero que utilicen una frase alternativa, ya que la  mencionada ha sido repetida hasta la saciedad.

Lo segundo, es que conviene entender la situación histórica del  español en Filipinas, antes de afirmar que "ha perdido la batalla"  frente a otro idioma. Entre 1899 y 1903 se libró en Filipinas una  cruel guerra entre fuerzas norteamericanas (que ocuparon el país  hasta 1946) y las fuerzas de la recién independizada República  Filipina. La guerra fue cruel, porque en ella perecieron entre 1 y 2  millones de filipinos (según las versiones). Cualquiera de estas  cifras es más de 100 veces superior al número de filipinos perecidos  durante toda la época colonial española (que duró 3 siglos).

Además de percer una sexta parte de la población filipina (entonces  Filipinas tenía entre 7 y 8 millones de habitantes) con la Guerra  Filipino-Norteamericana se suprimió la voluntad del pueblo filipino  que acababa de fundar su República (con Emilio Aguinaldo como  presidente). Esa primera república fue creada por intelectuales y  estadistas hispanohablantes, y su Constitución (llamada de Malolos)  eligió el español como lengua oficial del país. 

Fue así porque la clase media filipina de esa época (muchos  participaron en la revolución contra España de los años 1890) tenían  un gran dominio del español. Para muchos era su primera lengua. Los  escritores, periodistas, profesores, doctores, abogados, ingenieros,  incluso comerciantes eran todos hispanohablantes y usaban el español  de forma cotidiana. Incluso había una pequeña comunidad de chinos  (cristianos) que tenía el español como lengua propia, como lengua del  hogar. Según escritos de personas de la época (filipinos y visitantes  extranjeros) en todas las grandes ciudades filipinas el español era  indispensable para conseguir atención o servicio de cualquier tipo,  es decir para sobrevivir. Algunos estudios recientes (de hispanistas  filipinos) afirman que a finales del Siglo XIX y principios del XX,  el español lo hablaba más del 60% de la población filipina (bien como  primera, segunda o tercera lengua). 

Estos hechos son poco conocidos por nuestra sociedad española, y  desgraciadamente también por la sociedad filipina, cuyos libros de  historia (en inglés) ignoran completamente este hecho, así como las  causas y consecuencias de la Guerra Filipino-Norteamericana, y se  dedican más bien a criticar todo lo relacionado con la herencia  española de Filipinas y su época colonial.

Una vez derrotadas las fuerzas filipinas (1903), desmontada la  república filipina, e impuesto un gobierno colonial norteamericano,  la administración fue arrinconando el idioma español. Primero impuso  el inglés como lengua oficial y lengua de enseñanza en escuelas y  universidades, mientras que prohibió el uso del español en el  sistema educativo. Luego fue desincentivando progresivamente el uso  de nuestro idioma en muchas esferas de la vida pública, desde  organismos públicos, periódicos (amenazando con retirar su licencia),  editoriales y hasta en universidades. Así, el español, que ya era un  idioma propio de Filipinas (igual que lo es hoy de México, Argentina  o Colombia) y hablado por la mayoría de filipinos, siendo también la  lingua franca del país, es decir el vehículo de comunicación de  filipinos de distinta procedencia, fue poco a poco marginado y  reprimido. En los años 1940, cuando los niños filipinos educados en  inglés a principios de siglo, se convirtieron en adultos, el español  fue quedándose en un segundo plano. Todavía había una importante  comunidad de filipinos hispanohablantes en varias ciudades incluida  Manila, donde se encuentra Intramuros, un barrio históricamente  habitado por familias hispanofilipinas. 

Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial, con el pretexto de  luchar contra las fuerzas japonesas que ocupaban Manila, la aviación  norteamericana arrasó el histórico barrio de Intramuros.  Intencionadamente o no, las bombas acabaron con un patrimonio  arquitectónico de varios siglos de antigüedad (sólo quedó la Iglesia  de San Agustín) y lo que es peor, la destrucción acabó con muchas  vidas (y casas) de familias hispanofilipinas. Los que sobrevivieron  se vieron obligadas a emigrar (a España, EE.UU. e Hispanoamérica).  Otros volvieron para intentar reconstruir sus casas unos meses más  tarde, pero las fuerzas norteamericanas se lo impidieron, hecho que  algunas familias todavía reivindican hoy.

Ya en los años 1960 y 1970, eran mayoritariamente filipinos adultos  los que hablaban español correctamente, ya que los jóvenes habían  sido educados en inglés. Hoy, apenas deben llegar a 10.000 personas  los hispanoparlantes, muchos de ellos descendientes de familias que  siempre tuvieron el español como lengua materna, y que se han  esforzado, generación tras generación, en mantener el español vivo en  sus hogares. 

Esa es la historia, en resumidas cuentas, del español en Filipinas.  Un idioma que sin embargo está latente a través de miles de palabras  en Tagalog, Cebuano y otros idiomas nativos, que siguen usando  palabras en español, por ejempo para los días de la semana, los  números, los utensilios de casa, nombres de animales y de plantas, de  celebraciones, de hechos religiosos, y otras. También sobrevive el  español en un idioma criollo llamado Chabacano o Zamboangueño (por la  ciudad de Zamboanga, donde es mayoritario) que es mezcla de idiomas  indígenas con español.

Sin embargo, hoy en día el idioma de la eduacación, asuntos  oficiales, televisión, cultura y empresa, es el inglés. Los propios  Tagalog, Cebuano, Ilocano y otros idiomas están siendo amenazados por  la imposición de inglés a edades muy tempranas en los colegios,  cuando los niños todavía no dominan ni su propia lengua materna. Y  contra esto ya ha habido innumerables críticas de personas de dentro  y fuera del país, que ven como esa imposición tiene incidencia  directa en el fracaso escolar.

En cualquier caso, el español hoy es efectivamente una reliquia,  aunque sea un idioma de enorme importancia histórica, habiendo jugado  un papel destacado en la creación de la propia nación filipina, su  revolución, en su literatura (Jose Rizal) y en su primera república,  de la que fue idioma oficial.

Por tanto, no se puede decir simplemente que el español "ha perdido  la batalla frente el inglés" como si ambos idiomas hubieran competido  en igualdad de condiciones. El español fue reprimido por la fuerza y  en contra de la voluntad de los propios filipinos, que fueron quienes  realmente "perdieron la batalla". Fueron los escritores, pensadores,  y padres de la Nación Filipina quienes en la Guerra de 1899 fueron  traicionados y luego aniquilados. Y con ello fue aniquilada la  voluntad nacional filipina y su pueblo, que ya tenía un país, una  democracia, una constitución, un sistema educativo (las universidades  más antiguas de Asia) y unas instituciones poco habituales en los  países asiáticos de la zona. Fueron los propios filipinos los que  perdieron "la batalla" y con ello sufrieron una segunda colonización  innecesaria que revocó y desmanteló la tricentenaria herencia  cultural hispánica, y con ello entró en una crisis de identidad, de  la que tanto escriben hoy sociólogos y antropólogos. El filipino de  hoy está confundido sobre su identidad, porque la neo-colonización  norteamericana impuso un idioma ajeno, una cultura (anglosajona)  diametralmente diferente, y manipuló su historia escrita, y con ello  la autopercepción e interpretación propia de lo que es "Ser  Filipino", de manera que muchos filipinos hoy sólo conocen una  versión negra (la leyenda negra) de la época colonial española. Y  sólo conocen la versión de color de rosa, de la época norteamericana.  Por supuesto ignoran las implicaciones, causas y consecuencias de la  Guerra Filipino- Norteamericana, y se creen que los americanos "llevaron la democracia, la civilización y la liberación" a Filipinas.

El español no ha perdido la batalla contra el inglés. Lo ha perdido  el pueblo filipino, que sigue sometido a la voluntad de EE.UU. Lo ha  perdido la cultura filipina, la educación de sus jóvenes (que con el  inglés suministrado por embudo, ha caído a niveles muy bajos) y el  propio orgullo e identidad filipinos, que no acaban de levantar  cabeza.

Saludos,
Javier R.