El
artículo
Los académicos de la lengua española,
'ilegales' en Filipinas.
La anémica Academia perdió su licencia
legal para trabajar en el archipiélago en 2003
al no enviar un balance financiero.
No puede siquiera abrir una cuenta en un banco.
La Academia Filipina de la Lengua Española carece de licencia
legal para desempeñar su función, lo que da muestra de la
situación en que se encuentra la institución, que ha vivido
una existencia anémica desde que fuera fundada, en 1924, antes del
comienzo del rápido declive del español en el país.
El organismo consagrado a "custodiar, enaltecer y difundir" el
castellano en Filipinas (lema equivalente al "limpia, fija y da esplendor"
de la Real Academia Española), incumplió durante al menos
cinco años el requisito de enviar un balance anual de sus cuentas
a la Comisión del Mercado de Valores (SEC), que revocó su
certificado de registro en 2003.
"Cuando una compañía o fundación falta a su
obligación de enviar sus cuentas durante más de cinco años,
asumimos que se ha disuelto y todas las operaciones que realice desde entonces
son consideradas ilegales. Aunque no emprendemos acciones legales contra
ellas, carecen de entidad jurídica", explica Emerson Almengo, de
la SEC. Este certificado de registro es necesario para actividades tan
sencillas como abrir una cuenta bancaria en nombre de la academia.
"La antigua dirección me pidió que me informara de
la situación legal, en 2004. Entonces, descubrí que teníamos
el permiso caducado. Pero parece que, por dejadez, no se ha hecho nada
al respecto", cuenta a Efe Wystan de la Peña, secretario de la institución
y jefe del Departamento de Lenguas Extranjeras de la Universidad de Filipinas.
"La Academia no es lo que era"
Salvador B. Malig, subdirector de la organización y actual
responsable, en ausencia por enfermedad del director Alejandro Roces, no
ha respondido a las llamadas de Efe para conocer su opinión sobre
el asunto.
"La academia no es lo que era. La paulatina desaparición
del español en Filipinas ha ido haciéndole mella y tengo
la sensación de que no hay voluntad real de cambiar las cosas",
explica De la Peña en el español que aprendió durante
sus años universitarios.
Sin apoyo económico del Estado, la corporación encargada
de velar por la lengua de Cervantes en la antigua colonia tiene su sede
en la parte trasera del Casino Español, que le presta un cuarto
para celebrar sus actividades. El espacio cedido aloja la biblioteca, de
un tamaño similar a la de cualquier escuela de pueblo y con los
fondos diezmados por efecto de los intensos bombardeos que sufrió
Manila durante la Segunda Guerra Mundial.
La falta de un calendario de reuniones y el absentismo de sus miembros
(entre los que se cuenta la presidenta del Gobierno filipino, Gloria Macapagal
Arroyo), son otras de las quejas mencionadas por académicos como
el escritor Guillermo Gómez Rivera, un apasionado de la cultura
hispana. Además, la correspondiente de Filipinas es, junto con la
de España y la de Estados Unidos, la única que no recibe
a lexicógrafos becados por la Agencia Española de Cooperación
Internacional para el Desarrollo (AECID).
Pero esta situación no es nueva. Después de un periodo
floreciente durante sus primeros años de actividad, el organismo
ha languidecido hasta desembocar en el estado actual, como han dejado constancia
algunos académicos en sus escritos.
La primera crítica data de 1929, cuando uno de los correspondientes
escribía: "La academia tiene acreditada su absoluta inercia o total
inanición. Ignoro si se ocupa de algo útil". Décadas
más tarde, en 1975, el entonces director de la RAE, Dámaso
Alonso, calificó a la hermana filipina de "reliquia de un tiempo
en que el español era idioma oficial y de una hegemonía cultural
ya extinguida".
Español vs. inglés
Alonso seguía pensando lo mismo en 1986 cuando interrogó
sobre la razón de ser del cuerpo de ultramar al académico
filipino Gómez Rivera, en un viaje que éste efectuó
a España para actualizar los filipinismos del diccionario académico.
Gómez Rivera replicó entonces con el mismo fervor que desenfunda
en la actualidad, a sus 72 años, para proteger la institución:
"Tiene la función de defender el español, amenazado por el
inglés. Además, el castellano pervive como una influencia
vital y referencia del idioma nacional filipino, el tagalo, y las otras
diez principales lenguas del archipiélago".
El secretario de la Asociación de Academias de la Lengua
Española, Humberto López Morales, comparte esta opinión
y cree, en declaraciones a Efe, que "la academia filipina tiene su razón
de ser en mantener vivo lo poco que pueda quedar de la lengua española.
Pero las circunstancias no le son favorables. Los sucesivos gobiernos han
desatendido sus necesidades de manera endémica". "Entre las veintidós
academias de la lengua española, hay muchas en situaciones tan precarias
como la de Filipinas. Es el caso de la salvadoreña y la guatemalteca.
Cada socia tiene sus estatutos y funciona según sus posibilidades",
concluye López Morales.
La agrupación radicada en el casco antiguo de Manila revisó
el centenar de filipinismos incluidos en el diccionario académico
(como paypay o yo-yo) durante un viaje que el subdirector Malig efectuó
en 2007 a Madrid. Este año y con la colaboración del Instituto
Cervantes, el organismo homenajeó a los profesores de español
del archipiélago, el pasado 19 de junio, y tiene previsto editar
un volumen de cuentos de escritores filipinos contemporáneos, traducidos
al español por los académicos Lourdes Brillantes, Renán
Prado y Salvador Malig.
Eliminado de la Constitución como lengua oficial en 1976,
y de los planes de estudio, en 1987, menos del tres por ciento del total
de la población de Filipinas habla castellano, que parece haber
perdido la batalla frente al inglés.
|
La
carta:
Original
español
Subject: [hispanofilipino] FRASE REPETIDA HASTA LA SACIEDAD
(sobre el español en Filipinas)
From: hispanofilipino@yahoogroups.com;
on behalf of Javier Ruescas <jcrbaztan@yahoo.com>
Date: Friday, January 9, 2009 3:09
am
To: hispanofilipino@yahoogroups.com
Amigos contertulios,
Hace poco
he leído la noticia que ya conocemos sobre la licencia de
la Academia Filipina de la Lengua en un periódico por internet
llamado ADN (www.adn.es) Y otra vez, como en muchos otros artículos
sobre el idioma español en Filipinas, el texto acaba con "el español,
que ha perdido la batalla frente al inglés", frase repetida (y
fusilada) hasta la saciedad en varias decenas de artículos en los
últimos años. Por tanto, les he escrito el siguiente comentario
a sus autores:
Estimados
Sres:
En los últimos
años he leído varios artículos en distintos medios
sobre la lengua española en Filipinas, y curiosamente todos acaban
con la misma frase "..el castellano, que parece haber perdido la
batalla frente al inglés".
Lo primero,
sugiero que utilicen una frase alternativa, ya que la mencionada
ha sido repetida hasta la saciedad.
Lo segundo,
es que conviene entender la situación histórica del
español en Filipinas, antes de afirmar que "ha perdido la batalla"
frente a otro idioma. Entre 1899 y 1903 se libró en Filipinas una
cruel guerra entre fuerzas norteamericanas (que ocuparon el país
hasta 1946) y las fuerzas de la recién independizada República
Filipina. La guerra fue cruel, porque en ella perecieron entre 1 y 2
millones de filipinos (según las versiones). Cualquiera de estas
cifras es más de 100 veces superior al número de filipinos
perecidos durante toda la época colonial española (que
duró 3 siglos).
Además
de percer una sexta parte de la población filipina (entonces
Filipinas tenía entre 7 y 8 millones de habitantes) con la Guerra
Filipino-Norteamericana se suprimió la voluntad del pueblo filipino
que acababa de fundar su República (con Emilio Aguinaldo como
presidente). Esa primera república fue creada por intelectuales
y estadistas hispanohablantes, y su Constitución (llamada
de Malolos) eligió el español como lengua oficial del
país.
Fue así
porque la clase media filipina de esa época (muchos participaron
en la revolución contra España de los años 1890) tenían
un gran dominio del español. Para muchos era su primera lengua.
Los escritores, periodistas, profesores, doctores, abogados, ingenieros,
incluso comerciantes eran todos hispanohablantes y usaban el español
de forma cotidiana. Incluso había una pequeña comunidad de
chinos (cristianos) que tenía el español como lengua
propia, como lengua del hogar. Según escritos de personas
de la época (filipinos y visitantes extranjeros) en todas
las grandes ciudades filipinas el español era indispensable
para conseguir atención o servicio de cualquier tipo, es decir
para sobrevivir. Algunos estudios recientes (de hispanistas filipinos)
afirman que a finales del Siglo XIX y principios del XX, el español
lo hablaba más del 60% de la población filipina (bien como
primera, segunda o tercera lengua).
Estos hechos
son poco conocidos por nuestra sociedad española, y desgraciadamente
también por la sociedad filipina, cuyos libros de historia
(en inglés) ignoran completamente este hecho, así como las
causas y consecuencias de la Guerra Filipino-Norteamericana, y se
dedican más bien a criticar todo lo relacionado con la herencia
española de Filipinas y su época colonial.
Una vez derrotadas
las fuerzas filipinas (1903), desmontada la república filipina,
e impuesto un gobierno colonial norteamericano, la administración
fue arrinconando el idioma español. Primero impuso el inglés
como lengua oficial y lengua de enseñanza en escuelas y universidades,
mientras que prohibió el uso del español en el sistema
educativo. Luego fue desincentivando progresivamente el uso de nuestro
idioma en muchas esferas de la vida pública, desde organismos
públicos, periódicos (amenazando con retirar su licencia),
editoriales y hasta en universidades. Así, el español, que
ya era un idioma propio de Filipinas (igual que lo es hoy de México,
Argentina o Colombia) y hablado por la mayoría de filipinos,
siendo también la lingua franca del país, es decir
el vehículo de comunicación de filipinos de distinta
procedencia, fue poco a poco marginado y reprimido. En los años
1940, cuando los niños filipinos educados en inglés
a principios de siglo, se convirtieron en adultos, el español
fue quedándose en un segundo plano. Todavía había
una importante comunidad de filipinos hispanohablantes en varias
ciudades incluida Manila, donde se encuentra Intramuros, un barrio
históricamente habitado por familias hispanofilipinas.
Sin embargo,
durante la Segunda Guerra Mundial, con el pretexto de luchar contra
las fuerzas japonesas que ocupaban Manila, la aviación norteamericana
arrasó el histórico barrio de Intramuros. Intencionadamente
o no, las bombas acabaron con un patrimonio arquitectónico
de varios siglos de antigüedad (sólo quedó la Iglesia
de San Agustín) y lo que es peor, la destrucción acabó
con muchas vidas (y casas) de familias hispanofilipinas. Los que
sobrevivieron se vieron obligadas a emigrar (a España, EE.UU.
e Hispanoamérica). Otros volvieron para intentar reconstruir
sus casas unos meses más tarde, pero las fuerzas norteamericanas
se lo impidieron, hecho que algunas familias todavía reivindican
hoy.
Ya en los
años 1960 y 1970, eran mayoritariamente filipinos adultos
los que hablaban español correctamente, ya que los jóvenes
habían sido educados en inglés. Hoy, apenas deben llegar
a 10.000 personas los hispanoparlantes, muchos de ellos descendientes
de familias que siempre tuvieron el español como lengua materna,
y que se han esforzado, generación tras generación,
en mantener el español vivo en sus hogares.
Esa es la
historia, en resumidas cuentas, del español en Filipinas.
Un idioma que sin embargo está latente a través de miles
de palabras en Tagalog, Cebuano y otros idiomas nativos, que siguen
usando palabras en español, por ejempo para los días
de la semana, los números, los utensilios de casa, nombres
de animales y de plantas, de celebraciones, de hechos religiosos,
y otras. También sobrevive el español en un idioma
criollo llamado Chabacano o Zamboangueño (por la ciudad de
Zamboanga, donde es mayoritario) que es mezcla de idiomas indígenas
con español.
Sin embargo,
hoy en día el idioma de la eduacación, asuntos oficiales,
televisión, cultura y empresa, es el inglés. Los propios
Tagalog, Cebuano, Ilocano y otros idiomas están siendo amenazados
por la imposición de inglés a edades muy tempranas
en los colegios, cuando los niños todavía no dominan
ni su propia lengua materna. Y contra esto ya ha habido innumerables
críticas de personas de dentro y fuera del país, que
ven como esa imposición tiene incidencia directa en el fracaso
escolar.
En cualquier
caso, el español hoy es efectivamente una reliquia, aunque
sea un idioma de enorme importancia histórica, habiendo jugado
un papel destacado en la creación de la propia nación filipina,
su revolución, en su literatura (Jose Rizal) y en su primera
república, de la que fue idioma oficial.
Por tanto,
no se puede decir simplemente que el español "ha perdido la
batalla frente el inglés" como si ambos idiomas hubieran competido
en igualdad de condiciones. El español fue reprimido por la fuerza
y en contra de la voluntad de los propios filipinos, que fueron quienes
realmente "perdieron la batalla". Fueron los escritores, pensadores,
y padres de la Nación Filipina quienes en la Guerra de 1899 fueron
traicionados y luego aniquilados. Y con ello fue aniquilada la voluntad
nacional filipina y su pueblo, que ya tenía un país, una
democracia, una constitución, un sistema educativo (las universidades
más antiguas de Asia) y unas instituciones poco habituales en los
países asiáticos de la zona. Fueron los propios filipinos
los que perdieron "la batalla" y con ello sufrieron una segunda colonización
innecesaria que revocó y desmanteló la tricentenaria herencia
cultural hispánica, y con ello entró en una crisis de identidad,
de la que tanto escriben hoy sociólogos y antropólogos.
El filipino de hoy está confundido sobre su identidad, porque
la neo-colonización norteamericana impuso un idioma ajeno,
una cultura (anglosajona) diametralmente diferente, y manipuló
su historia escrita, y con ello la autopercepción e interpretación
propia de lo que es "Ser Filipino", de manera que muchos filipinos
hoy sólo conocen una versión negra (la leyenda negra)
de la época colonial española. Y sólo conocen
la versión de color de rosa, de la época norteamericana.
Por supuesto ignoran las implicaciones, causas y consecuencias de la
Guerra Filipino- Norteamericana, y se creen que los americanos "llevaron
la democracia, la civilización y la liberación" a Filipinas.
El español
no ha perdido la batalla contra el inglés. Lo ha perdido el
pueblo filipino, que sigue sometido a la voluntad de EE.UU. Lo ha
perdido la cultura filipina, la educación de sus jóvenes
(que con el inglés suministrado por embudo, ha caído
a niveles muy bajos) y el propio orgullo e identidad filipinos, que
no acaban de levantar cabeza.
Saludos,
Javier R.
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