Senda

Hay un día en que se nace
a la gloria y a la suerte
a la suerte y a la muerte
hay un día en que se nace.

Mario Benedetti.
Retratos y canciones. Cotidiana 5.


Estar en un camino obedece a nuestro afán de hallar, puesto que todo camino tiene el aparente propósito de extenderse en pos de una meta, que en definitiva es la búsqueda de algo anhelado. Pero sucede que esta apariencia de fines alcanzables es una falacia en la que no debe quedar prisionero el guerrero espiritual. Desordena esa mágica energía del intento, desperdiciándola en la conquista de objetivos. Alienta la competencia y deja lugar a ese veneno que se llama envidia.

    Lo que el guerrero busca es su principal obstáculo para verificar el hallazgo.

    ¿Conducen acaso a algún lugar los caminos? Para don Juan, no había caso: ningún camino conduce a ninguna parte. Sólo vale recorrer entonces, aquellos caminos que gozan de corazón. ¿Y si el corazón del camino es el corazón del guerrero que tiene fe en ese camino? Estelas en la mar, decía Machado, eso vamos dejando al andar. Y al andar se hace el camino.

    Si el guerrero se libera de la idea de lo que busca, es posible que encuentre. Pues, ¿cómo ha de reconocer lo hallado, si tiene su mente oscurecida por sus creencias acerca de lo que busca? ¿Podrá el guerrero vencer la entendible tentación de darle forma en su mente a eso que pretende lograr mediante un camino? Si está lleno de ideas de lo que es la libertad, ¿sabrá que la alcanzó si la alcanza?

    El guerrero recorre un camino con la brújula de su corazón. Su claridad es lo que le permite discernir, pero de ningún modo dispondrá de claridad si está atrapado en sus ideas previas, en aquellas que trajo consigo cuando inició el camino. El ejercicio de la sobriedad significa la eliminación de los prejuicios y el uso sabio de la experiencia, que lo ayuda mediante la duda constante y lo entrena en la aceptación crítica de lo que aprende.

    Un camino con corazón nos expulsará si dejamos olvidado el corazón en alguna curva peligrosa.

    Hay una palabra que evoca en el sentimiento del guerrero los pormenores y las exigencias del arte de ser fiel a un camino: la palabra senda. El guerrero en su senda explora territorios y libra batallas, ama y está atento a su muerte. No se embriaga por la meta, no manipula su entorno juzgando objetos, lugares y personas como medios para lograr sus fines. Todo propósito del guerrero está comprometido con la generosidad de su corazón.

    Al fin de esa senda, el guerrero no llega a ninguna parte. Pero el viaje, las aventuras, habrán hecho un nuevo ser de aquél que un día decidió dar el primer paso en el camino. Lo que fue esperanza ahora es fe, lo que fue miedo, ahora es valor. El camino se desdibuja como aquel mago de Oz, pero devuelve al león el corazón de la valentía, y al que no sabía qué hacer con sus sentimientos lo envuelve en el amor, y al que estaba solo le enseña a descubrir en el corazón de la soledad lo que nos une a los demás.

    El Espíritu abre una senda para cada cual. Si el guerrero le da la espalda a su senda, habrá perdido su única oportunidad. Esa senda jamás se abrirá para otro.

Mendoza, 5 de diciembre de 1999


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Agradezco tu visita, al fin y al cabo, por vos me tomé el trabajo
y sin vos no tiene sentido que esté fuera del agua.
Galo

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