PercibirNo podía oírse el bramido del mar, por el ruido que hacía la lluvia en el tejado,
en las hojas y en las palmeras en forma de abanico.
Pero se notaba que este ruido iba terminando gradualmente.
Ya llovía con menos fuerza y se podía oír el croar de las ranas.
Otros ruidos se hacían audibles: voces que llamaban,
el ladrido de un perro, un auto que pasaba por el camino.
Todo se iba normalizando de nuevo.
Uno era de la tierra, de las hojas, de la azucena moribunda,
y también uno había sido lavado.J. Krishnamurti.
Comentarios sobre el vivir, Tercera serie, El buscar y el estado de indagación.
Percibir es palpar el mundo. Pero si llevamos guantes, nos quedamos sólo con la forma de las cosas, y nos perdemos las texturas, los por qué de la rispidez o la humedad o la rugosidad. Ceden las cosas bajo la presión de los dedos pero eso no significa que acaten el encantamiento del tacto, que se desnuden para el que acaricia. De tal suerte, en nuestra percepción debe ejercer autoridad eso que los brujos llamamos sobriedad, que implica otra palabra quizás más desusual: delicadeza.
En nuestra visión reside parte de ese juego de reflejos que es la percepción, pero el núcleo acontece en otro sitio, un punto en nuestro cuerpo luminoso al cual confluye el universo para sernos develado en significancias que los sentidos pueden transmitir. Percibir es un equilibrio y un acuerdo entre el mundo que fluye y el sitio donde se nos hace nuestro y la mente lo aprehende.
Cambiar la percepción es un arte que requiere la paciencia del artesano, pero a la vez, esa súbita inspiración del poeta o del amante, y entonces otras puertas se abren para que pasemos. ¿Hacia qué se abren? Hacia el mismo universo, sólo que esta vez se vestirá diferente para nosotros. Ser seres que percibimos es un privilegio, cuya congruencia implica la no obediencia a las formas de la educación, significa muy íntimamente que sin permitir que prospere la lisonja, nos convencemos de poder recrear otro escenario para el juego de ser.
Entonces vivir desde la luz del guerrero exige panoramas interiores de fortaleza y sensibilidad, lo que nos proyecta sin violencia hacia el centro de la riqueza del fluir, misteriosa convergencia de pareceres, influjos y determinaciones que vienen a ser nuestra vida, esa vida que sentimos, sólo la vida.
Percibir es así una de las artes que de ser desarrolladas enriquecen el suceder, dan gozo sin límites a nuestro espíritu y hacen de nuestra vida una cosa interesante, amable, exuberante y misteriosa. Una aventura donde la imaginación se desenvuelve, desentumece sus alas y se echa a volar por el espacio abstracto que se despeja a su paso.Mendoza, 24 de noviembre de 1999