Acechar

Ahora bien, a nuestro lobo estepario ocurría,
como a todos los seres mixtos, que, en cuanto a su sentimiento,
vivía naturalmente unas veces como lobo, otras como hombre;
pero que cuando era lobo, el hombre en su interior estaba siempre en acecho,
observando, enjuiciando y criticando,
y en las épocas en que era hombre, hacía el lobo otro tanto.

Herman Hesse.
El Lobo Estepario, Tractat del lobo estepario.



Acechar es extremar el olfato. Entender los lugares en función de qué táctica se puede superponer sobre el sitio para librar batallas con éxito. Se acecha conociendo al enemigo, por tanto, para el acechador toda cosa y toda persona es potencialmente enemiga. Al considerarla de esta forma, se está más atento, y uno está menos expuesto a ser vulnerado por traiciones. 

    El amor existe en el acecho en la medida en que le permitimos al otro ser lo que quiera ser, no nos ofendemos por ello, y nos movemos en relaciones amplias que implican libertad sin barreras. El otro es nuestro amado enemigo, lo respetamos y a la vez le damos el cuerpo para el baile, y el alma para estar pendientes de lo que se mueve. El guerrero fatiga los posibles caminos con tal de hallar en el otro lo mejor, porque siempre el guerrero quiere librar batallas dignas. 

    El acechante tiene una curiosa forma de fe: elige lo que quiere creer, y es fiel a ello, y sobre todo, no se engaña jamás a sí mismo. Descarta los planteos fáciles, puede ser despiadado pero no vulgar, humilde pero no modesto, aguerrido pero no violento, dulce pero no zalamero. Tiene fe en su acecho porque es su brújula. Ve su cautiverio, sabe que no saldrá sin la llave de la prisión a menos que se ponga a cavar un túnel. En su fuga, demuestra su paciencia. Extrema la sobriedad, no se pone al alcance.

     Acechar es vivir inteligentemente cada evento y cada circunstancia, de forma que se ahuyenta los fantasmas de la rutina, el temor y la bufonería sin sentido. No es dramático, pero el acechante tampoco es insensible. Explora su emoción como un pirata que sigue una cruz donde se esconde el tesoro. Su fe es que el tesoro existe, su astucia es llegar antes que otros pero no se queda en esa actitud y encara otra dirección, su dulzura es el desatino que, como dijera León Felipe, lo exhorta a no detenerse, pero preferir llegar, antes que tan solo y que tan pronto, llegar con todos y a tiempo.


    Sabe que su tiempo es breve si no sabe darle al tiempo la dimensión de vivir estratégicamente.


    Acechante es aquél que por oficio de valiente, va evitando los pantanos y deja que su muerte lo guíe, porque es ella quien tiene el mapa y es terrateniente plenipotenciaria de estos confines terrenales.

Mendoza, 18 de noviembre de 1999


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Agradezco tu visita, al fin y al cabo, por vos me tomé el trabajo
y sin vos no tiene sentido que esté fuera del agua.
Galo

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