Sobre el anticastanedismo

De forma general, los argumentos contra Castaneda pueden clasificarse de la siguiente forma:

1. No realizó ningún trabajo de campo; no existen notas de campo.
2. No escribió antropología, sino ficción.
3. El idioma original en que los libros se escribieron no es el español, sino el inglés.
4. La secuencia de los acontecimientos entre un libro y otro es cronológicamente incorrecta.
5. La filosofía de don Juan no es más que un refrito de las ideas de Wittgenstein. Su chamanismo lo tomó prestado de otras fuentes.
6. Los chamanes no realizan "milagros".
7. No existen en Mesoamérica tradiciones de este tipo de chamanismo. En cualquier caso, don Juan es demasiado bueno para ser verdad.

J. Castillo y R. Dixey
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El Espíritu de don Juan, La controversia.



Nuevos tiempos... me acuerdo de un libro, cuando soplan los vientos del cambio... ¿Qué tiempos vive el nagualismo de Castaneda? Hay una pregunta más acuciante aún detrás: ¿qué tiempos vive el nagualismo en general? Indudablemente, el cambio es el corazón de la vida, todo cambia porque se contagia del universo, que nunca se conforma con quedarse como está. ¿Serán todas las direcciones del cambio positivas para el cambio? ¿Se poblará de falsos naguales, falsos documentos, hasta que se destruya por completo la tradición? Tal vez, si hacemos el esfuerzo, podemos reflexionar y traer un poco de claridad.

    El nagualismo de Castaneda adoptó en sus libros la forma de la revelación parcial y progresiva: cada nuevo libro nos llevaba un paso adelante pero a la vez reconstruía el sendero que acabábamos de transitar, al punto tal que a veces uno tenía la sensación de que lo que supuso un terreno firme no era más que una construcción provisoria, un puente colgante rudimentario que al llegar nosotros apenas a su extremo se derrumbaba estrepitosamente detrás. Trato de dejar de lado en estas reflexiones mi propia tradición, pero comprendo el sentir de ustedes porque yo leí a Castaneda como ustedes, ávido, curioso, desconcertado y maravillado; y sólo después de leer sus libros se me dio la tarea de adaptar mi tradición a la forma de Castaneda. Hallé puntos en común y grandes disidencias, y me causó no pequeña alegría encontrar en los cuatro últimos libros de Castaneda enseñanzas que yo había aprendido mucho antes y de otra manera. Esta alegría convalidó mi fe en Castaneda y sus brujitas, y me ayudó a tolerar sus fallas y engaños, que también los hay, por supuesto.

    ¿Por qué adaptar nuestra tradición a la forma de Castaneda? Porque fue una de las pocas que se hizo pública, que preparó a los lectores con una terminología y una descripción del nagualismo. Esto significaba que debíamos adoptar una postura. ¿Apoyábamos esas revelaciones o le dábamos la espalda, como era costumbre de nuestros mayores y antepasados? ¿No era hora de terminar con el sectarismo fundamentalista de los linajes? Dimos un paso hacia la unificación. Convocamos naguales de todo el mundo, y algunos con la mente fresca caminaron con nosotros ese nuevo rumbo. Linajes, conocimiento brujo, intento, naguales, hubo siempre. Bajo diferentes denominaciones, con diferentes núcleos abstractos, con diferente orientación respecto al infinito. El error de Castaneda fue cerrar una puerta al abrir otra. Abrió la puerta de su linaje, experimentó con la tensegridad como forma popular de la brujería, dio a la plebe lo que antaño fue cuestión secreta y sagrada. Pero como fue su costumbre, no fue una revelación íntegra, sino parcial, con componentes extraños a la tradición, con innovaciones completamente inútiles en muchos casos. Un día la gente en vez de hacer step o aerobic o danza española o hatha yoga, se reunirá a hacer los pases porque rejuvenecen o porque te mantienen en forma, ignorando los porqué, y lo que es peor, habiendo perdido la capacidad de formularse las preguntas correctas. Compartió con todos y este fue su gesto generoso, pero a menudo lo compartió como quien da limosnas. Y se sabe que cuando la pobreza es grave, la limosna no alcanza. Hay más: velada o directamente, indicó que no habrían más naguales, que el linaje llegaba a su fin. ¡Pero sólo su linaje era el que llegaba al ocaso!

    ¿Por qué lo hizo, siendo un nagual impecable como lo fue sin dudas? Tenemos opiniones diversas y aquí daré sólo la mía. La tensegridad fue una gran apuesta al cambio, significó un acto impecable. Pero dudó en entregarlo completo. ¿Cómo enseñar los pases de exorcismo al volador si aún no mencionaba los voladores? ¿Cómo enseñar los pases sexuales, si en sus libros se mantuvo sobre la línea del celibato, el cual él mismo no practicó? Quiso ser coherente con sus libros anteriores, y prefirió obrar en consecuencia. ¿Por qué negó la posibilidad de que hubieran naguales? Para que ningún entusiasta sectario de los muchos que iban a surgir por la tensegridad, sumados a los muchos lectores de sus libros que se les habían subido las ínfulas a la cabeza, se anduviera perdiendo por ahí buscando naguales, o lo que es peor, creyéndose naguales y fundando escuelas de ciegos guiados por tuertos. Él supo que de todas maneras iba a haber nuevos naguales, y a esos naguales les iba a importar un pepino que él los negara, puesto que el Espíritu siempre es la única voz verdaderamente autorizada.


    He visto gente que dice: “soy seguidor de don Juan, no de Castaneda”, lo cual es una idiotez peor que seguir a Castaneda. Los naguales no quieren que nadie los siga, eligen su equipo (o lo heredan), preparan aprendices y nuevos naguales. Se limitan a esto. Pero hay una estupidez más grave. Creer que conocen o entienden a don Juan. ¿Existió don Juan? Es probable que no. Esto no es ser anticastaneda. No existió como lo conocemos en los libros de Carlos, porque ese don Juan, como el mismo Carlos, es un personaje literario. ¿Les duele? ¿Sienten que el mito cae? Pues el mito no cae por esto. Se agiganta. Los mitos son cuentos movilizadores, no realidades históricas. Las personas en los cuentos son personajes, son seres abstractos que la capacidad del escritor dota de aquellas características que le dan su naturaleza. Si son creíbles, es virtud del escritor, no una prueba de su existencia fáctica. ¿Quién destruye los mitos? La gente que los cree al pie de la letra, que compara los diálogos sacándolos de contexto, que revisa las fechas, que dice “yo vi unas páginas de las notas de campo”, que fotografía la casa de los brujitos, que dice ah ya sé quién es Trinidad, es Dominga Felipa Caballa, vive en tal y tal calle, y es maquilladora de cadáveres en la funeraria del señor fulano de tal, que usa la voz de la conciencia malherida y no hace el favor de apersonarse urgentemente en la salida.

    ¿Queremos el mito de Castaneda por el piso? Por mi parte, no. Y cuando alguien me dice: “eso no es verdad es pura literatura”, yo le digo menos mal que empezaste a darte cuenta, te estás acercando a Castaneda. Los mitos están al amparo de los necios en el corazón de los que tienen un alma que sin ellas sinceramente no quisieran quedarse en este mundo, tan realista, tan lleno de criaturas pérfidas y desalmadas. ¿Puede cualquier organización robarnos los sueños? Si alguien viene y les dice “tenés la cabeza llena de pajaritos”, díganle: “gracias por el gesto, espero reunir los suficientes para que me lleven volando a esa región inescrutable por donde cruzan los brujos”.

Mendoza, 22 de octubre de 1999


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Agradezco tu visita, al fin y al cabo, por vos me tomé el trabajo
y sin vos no tiene sentido que esté fuera del agua.
Galo

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