SAN DIONISIO AREOPAGITA: DE LA JERARQUÍA ECLESIÁSTICA
"Decimos, pues, que la bondad de Dios, permaneciendo siempre semejante e idéntica a sí misma, prodiga bondadosamente los rayos de su luz a quien los ve con los ojos de la inteligencia. Puede ocurrir, sin embargo, que los seres inteligentes, por su libre determinación, rechacen la luz de la inteligencia, llevados del apetito del mal, que cierra los ojos de la mente, privándola de su natural ser iluminada. Se apartan a sí mismos de esta luz que se les ofrece sin cesar y que, lejos de abandonarlos, resplandece ante sus ojos miopes. Luz que con su bondad característica los sigue presurosa, aun cuando se alejen de ella.
Puede ocurrir también que estos seres traspasen los límites razonablemente asignados a su mirada y se atrevan a imaginar que pueden efectivamente mirar los rayos que trascienden su capacidad visual. No actúa aquí la luz contra su propia naturaleza de luz. Más bien el alma, ofreciéndose imperfectamente a la Perfección divina, fracasa en su intento de conseguir realidades que no están a su alcance. Su arrogancia les privará incluso de lo que está a su disposición.
Sin embargo, la Luz divina, como he dicho, llevada de bondad, nunca deja de ofrecerse a los ojos de la inteligencia, ojos que deben captarla, pues allí está siempre lista a entregarse".
Extraído de Dionisio Areopagita, La jerarquía eclesiástica, II, III, 397D-400B. (Obras completas, Madrid, B. A. C., 1995).