Clemente de Alejandría: STROMATA I, 55

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Puesto que la tradición (paradosis) no es cosa vulgar y al alcance de todos -al menos cuando uno es capaz de ver la sublimidad de su enseñanza- hay que mantener velada "la sabiduría que se expresa en el misterio" (1 Cor., 2, 7), la cual enseñó el Hijo de Dios. Ya el profeta Isaías purificó su lengua con el fuego a fin de poder explicar su visión; y nosotros hemos de purificar no sólo nuestra lengua, sino también nuestros oídos si es que intentamos participar en la verdad. Por esto tenia yo reparos para escribir, y todavía ahora procuro andar con cautela para no "echar las perlas preciosas a los cerdos, no sea que las pisoteen con sus pies y se vuelvan y os despedacen" (Mt., 7, 6). Porque es peligroso mostrar las enseñanzas perfectamente puras y límpidas acerca de la luz verdadera ante oyentes porcinos e incultos. Para el vulgo nada hay más ridículo que esta suerte de lecciones, así como, por el contrario, nada hay más maravilloso y más inspirado para los espíritus nobles. "El hombre animal no es capaz de recibir lo que es del Espíritu de Dios, ya que, para él es locura " (1 Cor., 2, 14). "Los sabios no sacan de la boca lo que dialogan en el consejo" (cf. Prov. 2; 4, 7). Con todo, dice el Señor, "lo que oís al oído, predicadlo sobre los tejados" (Mt., 10, 27). Con esto nos manda recibir las tradiciones ocultas del verdadero conocimiento (gnosis) interpretándolas en toda su profundidad y sublimidad, de suerte que así coma las hemos oído en nuestros oídos las transmitamos a quienes se deben transmitir; pero no que las publiquemos sin más a todos explicando lo que a ellos se les ha dicho en parábolas. En realidad, la disposición de estas notas hace que contengan la verdad de una manera desparramada y dispersa, como las semillas en la sementera. Así no estarán al alcance de los que andan picoteando como los grajos. Pero, si tienen la suerte de encontrar un buen agricultor, cada grano brotará y fructificará en trigo.

 

 

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