MANDUKYA UPANISHAD
Comentado por
René Guénon
1) “OM”, esta sílaba es todo
lo que es. Lo que fue, lo que es y lo que será, todo es verdaderamente Omkara
(el Universo principialmente
identificado con Brahma y, como
tal, simbolizado por el monosílabo sagrado OM); y toda otra cosa que
no esté sometida al triple tiempo (trikala, es decir la condición temporal
tomada en sus tres modalidades de pasado, presente y futuro), es
también verdaderamente Omkara.
2) Sin duda este Atmâ (del
cual todas las cosas no son sino la manifestación)
es
Brahma, y este Atmâ (en
relación con los diversos estados del ser) tiene cuatro
condiciones (pâdâs,
palabra que significa literalmente “pies”); en verdad,
todo esto es Brahma.
3) La primera condición es Vaishwanara, cuya
sede[1] está
en el estado de vigilia (jagarita-sthana), que
posee el conocimiento de los objetos externos (sensibles),
que tiene siete miembros y diecinueve bocas, y cuyo dominio es el mundo de la
manifestación grosera.
4) La segunda condición es Taijasa (“lo
luminoso”, nombre derivado de tejas,
que es la denominación del elemento ígneo), cuya sede está en el
estado de sueño (swapna-sthana), que
tiene el conocimiento de los objetos internos (mentales), que
tiene siete miembros y dieciniueve bocas, y cuyo dominio es el mundo de la
manifestación sutil.
5) Atmâ (es decir, el
Sí-mismo en esta condición) que en este estado se vuelve uno (sin
ninguna distinción o diferenciación)[2],
que se identifica a sí mismo con un conjunto sintético (único
y sin determinación particular) de Conocimiento integral (prajna-ghana)[3],
que está colmado (por penetración y asimilación íntima)
de
Beatitud (anandamaya), gozando
verdaderamente de dicha Beatitud
(ananda, como de su dominio propio), y
cuya boca (instrumento de conocimiento)
es
(únicamente) la conciencia total (chit) misma (sin
intermediario ni particularización de ninguna clase), ese se llama Prajna (el
que conoce fuera y más allá de toda condición especial): esta
es la tercera condición.
6) Este (Prajna)
es
el Señor (Ishwara)
de
todo
(sarva,
palabra que implica aquí, en su extensión universal, al conjunto de los “tres
mundos”, es decir de todos los estados de manifestación comprendidos
sintéticamente en su principio), es
omnisciente (pues
todo él está presente en el Conocimiento integral y conoce directamente todos
los efectos en la causa principial
total, la cual no es en modo alguno distinta de él)[4],
es
el ordenador interno (antar-yami
que, al residir en el centro mismo del ser, rige y controla todas las
facultades correspondientes a sus diversos estados, permaneciendo en su
totalidad como “no actuante” en la plenitud de su actividad principial)[5],
es
la fuente (yoni,
matriz o raíz primordial, al mismo tiempo que principio o causa primera) de
todo (lo que existe en cualquier
modalidad), es el origen (prabhava, por su expansión en la
multitud indefinida de sus posibilidades) y el fin (apyaya, por su repliegue en la unidad de
sí mismo)[6]
de la universalidad de todos los seres
(en tanto que el “Sí-mismo” es el Ser universal).
7)
Los sabios piensan que el cuarto, que no
conoce objetos internos ni externos (de modo distintivo y
analítico), ni unos ni otros a la vez
(considerados sintéticamente y en principio)
y
que no es (siquiera) un conjunto sintético de
conocimiento integral, por no ser ni cognoscente, es invisible (adrishta, e igualmente imperceptible
para cualquier facultad), no actuante (avyavaharya, en su inmutable identidad),
incomprensible (agrahya, puesto que comprende todo), indefinible (alakshana, puesto que no tiene límite
alguno), impensable (achintya, por no poder ser revestido de
forma alguna), indescriptible (avyapadeshya, por no poder ser calificado por ninguna atribución o
determinación particular), la única esencia fundamental
(pratyaya-sara)
del “Sí-mismo” (Atmâ, presente en todos los estados),
sin ninguna huella del desarrollo de la manifestación (prapanchaupashama, y en consecuencia
total y absolutamente liberado de las condiciones especiales de cualquier modo
de existencia), plenitud de la Paz y la Beatitud, sin
dualidad: es Atmâ (el
Sí-mismo, más allá e independiente de toda condición),
así debe ser conocido.
8) Este Atmâ está representado por la sílaba (por excelencia) “OM”,
que a su vez está representada por caracteres (matras), de tal modo que las
condiciones (de Atmâ) son
los matras (de “OM”) y (a la inversa) los
matras (de “OM”) son las condiciones (de Atma): ellos son A, U y M.
9)
Vaishwanara, cuya sede está en el
estado de vigilia, es (representado por) A, el primer
matra, porque es la conexión (apti,
de todos los sonidos, el sonido primordial A, que es emitido por los órganos de
la palabra en su posición natural, está como ínmanente en todos los otros, que
son sus modificaciones diversas y se unifican en él, así como Vaishwanara está presente en todas las
cosas del mundo sensible y constituye su unidad), así como porque es
el comienzo (adi, a la vez
del alfabeto y del monosílabo “OM”, del modo que Vaishwanara es la primera de la condiciones de Atma y la base a partir de la cual, debe cumplirse la realización
metafísica para el ser humano). El que conoce esto obtiene en verdad (la realización
de)
todos sus deseos (puesto que, por su identificación
con Vaishwanara, todos los objetos
sensibles se vuelven dependientes de él y parte integrante de su propio ser),
y él se convierte en el primero (en el dominio de Vaishwanara o de Viraj, del cual se transforma en su centro en virtud de este
conocimiento mismo y por la identificación que implica cuando este conocimiento
es plenamente efectivo).
10)
Taijasa, cuya sede está en el
estado de sueño, se representa por la U,
el segundo matra, porque es la elevación (utkarsha,
del sonido a partir de su modalidad primera, de igual modo que el estado sutil
es, en la manifestación formal, de un orden más elevado que el estado grosero),
así como porque participa de los dos (ubhaya,
es decir, que por su naturaleza y por su posición, es intermediario entre los
dos elementos extremos del monosílabo “OM”, así como el estado de sueño es
intermediario (sandhya) entre la vigilia
y el sueño profundo). El que conoce esto avanza en verdad
en la vía del Conocimiento (por su identificación con Hiranyagarbha), y (al ser así
iluminado) está en armonía (samana, con todas las cosas, pues
considera al universo manifestado como producción de su propio conocimiento que
no puede estar separada de él), y ninguno de sus descendientes (en el sentido de
“posteridad espiritual”)[7] será ignorante de Brahma.
11)
Prajna, cuya sede está en el
estado de sueño profundo, está representado por la
M. El tercer matra, porque es la medida (miti, de los otros dos matras, como en una relación matemática
el denominador es la medida del numerador), así como porque
es la conclusión (del monosílabo “OM”, considerado como incluyente de la
síntesis de todos los sonidos, lo mismo que lo no-manifestado contiene
sintéticamente y en principio, todo lo manifestado con sus diversos modos
posibles, y se puede considerar que lo manifestado retorna a lo no-manifestado,
de lo cual jamás se ha distinguido más que de un modo contingente y
transitorio: la causa primera es al mismo tiempo su causa final, y el fin es
necesariamente idéntico al principio)[8].
El que conoce esto mide en verdad todo (es decir, el conjunto de los “tres
mundos” o de los diferentes grados de la manifestación universal, de la cual el
Ser puro es el “determinante”)[9],
y se vuelve la realización (por la concentración en su propio “Sí-mismo” o
personalidad, donde se reencuentran “transformados” en posibilidades
permanentes todos los estados de manifestación de su ser) de
todas las cosas [10].
12) El Cuarto es “no-caracterizado” (amatra, luego incondicionado):
es no actuante
(avyavaharya),
sin huella alguna del desarrollo de la manifestación (prapancha-upashama),
todo Beatitud y sin dualidad (shiva-adwaita)
; eso es Omkara (el
monosílabo sagrado considerado independientemente de sus matras), eso seguramente es Atmâ (en sí, fuera e
independientemente de toda consideración o de cualquier determinación,
comprendida allí la determinación principial
que es el Ser mismo).
El que conoce esto entra en verdad en su
propio “Sí-mismo” por medio de este “Sí-mismo” (sin intermediario de
ningún orden, sin uso de instrumento alguno como una facultad de conocimiento,
que no puede alcanzar más que un estado de “Sí-mismo” y no Paramâtmâ, el “Sí-mismo” supremo y absoluto).
[1] Es evidente que esta expresión y todas las que son
similares a ella, como “morada”, “residencia”, etc. deben siempre entenderse
aquí en sentido simbólico y no literal, es decir como designación, no de un
lugar cualquiera, sino más bien de una modalidad de existencia. El uso del
simbolismo espacial está por otra parte extremadamente extendido, lo cual se
explica por la naturaleza misma de las condiciones a las que está sometida la
individualidad corporal, respecto de la cual debe ser efectuada, en la medida
de lo posible, la traducción de las verdades que conciernen a los otros estados
del ser. El término sthana tiene como
equivalente exacto la palabra “estado”, status,
pues la raíz stha se encuentra, con
las mismas significaciones que en sánscrito, en el latín “stare” y sus derivados.
[2] “Todo es uno”,
dice igualmente el Taoísmo “durante el
sueño, el alma no distraída se absorbe en esta unidad; durante la vigilia,
distraída, distingue seres diversos” (Tchuang-Tse, C. II, Traducción del
Padre Wieger, p. 215).
[3] “Concentrar
toda su energía intelectual como una masa”, dice también en el mismo
sentido la doctrina taoísta (Tchuang-Tse, C. IV, Traducción del Padre Wieger,
p. 233). Prajna o Conocimiento
Integral se opone aquí a Vijnana o
conocimiento distintivo que, al aplicarse especialmente al dominio individual o
formal, caracteriza a los dos estados precedentes; vijnanamaya-kosha es la primera de las “envolturas” de las cuales
se reviste Atmâ al penetrar en el
“mundo de los nombres y de las formas”, es decir al manifestarse como jivâtmâ.
[4] Los efectos están “eminentemente” en la causa, como
dicen los filósofos escolásticos, y son así constitutivos de su naturaleza
misma, puesto que nada puede estar en los efectos que no esté primero en la
causa; así, la causa primera, al conocerse a sí misma conoce en virtud de ello
todos los efectos, es decir todas las cosas, de una manera absolutamente
inmediata y “no distintiva”.
[5] Este “ordenador interno” es idéntico al “rector
universal” tratado en un texto taoísta que hemos citado en una nota precedente.
La tradición extremo oriental dice también que “la actividad del cielo es no
actuante”; en su terminología, el Cielo (Tien)
corresponde a Purusha (considerado en
los diversos grados que se han indicado anteriormente), y la Tierra (Ti) a Prakriti; no se trata entonces de lo que se debe expresar con las
mismas palabras en la enumeración de los términos del tribhuvana hindú.
[6] Esto es aplicable, en el orden cósmico, a las dos fases
de “expiración” y “aspiración” que se pueden considerar en cada ciclo en
particular; pero aquí se trata de la totalidad de los ciclos o estados que
constituyen la manifestación universal.
[7] Este sentido tiene también aquí, en razón de la
identificación con Hiranyagarbha, una
relación más particular con el “huevo del mundo” y las leyes cíclicas.
[8] Para comprender el simbolismo que acabamos de
señalar, es necesario considerar que los sonidos de A y U se unen en el de O, y
que éste va a perderse de alguna manera en el sonido nasal final de la M, sin
ser, sin embargo, destruido, sino que, por el contrario, se prolonga en él
indefinidamente hasta volverse totalmente indistinto e imperceptible. Por otra
parte, las formas geométricas que corresponden
respectivamente a los tres matras
son una línea recta, una semicircunferencia (o más bien un elemento de espiral)
y un punto: la primera simboliza el despliegue completo de la manifestación; el
segundo, un estado de ocultamiento relativo en relación con este despliegue,
aunque todavía desarrollado o manifestado; el tercero, el estado informal y
“sin dimensiones” o condiciones limitativas especiales, es decir lo
no-manifestado. Se insistirá también en que el punto es el principio primordial
de todas las figuras geométricas, como lo no-manifestado lo es de todos los
estados de manifestación y en que es, en su orden, la unidad verdadera e
indivisible lo que hace de él un símbolo natural del Ser puro.
[9] Habría si no estuviera fuera de nuestros propósitos,
algunas consideraciones lingüísticas interesantes para desarrollar sobre la
expresión del Ser concebido como “sujeto ontológico” y “determinante
universal”; diremos solamente que, en hebreo, el nombre divino “EL” se relaciona con él más
particularmente, éste aspecto del Ser es designado por la tradición hindú como Swayambhu, “el que subsiste por sí mismo”; en la teología cristiana, es el Verbo Eterno considerado como el “lugar de los Posibles”; el símbolo
extremo oriental del Dragón se refiere igualmente a esto.
[10] Es solamente en este estado de universalización y no
en el estado individual que se podría decir verdaderamente que “el hombre es la medida de todas las cosas,
de las que son en tanto son, y de las que no son en tanto no son”, es
decir, metafísicamente, de lo manifestado y de lo no-manifestado, aunque,
en rigor, no se pueda hablar de una “medida” de lo no-manifestado, si se
entiende por ello la determinación por condiciones especiales de existencia
como las que definen cada estado de manifestación. Por otra parte, de más
está decir que el sofista griego Protágoras, a quien se atribuye la fórmula
que acabamos de reproducir para transponer su sentido con el fin de aplicarlo
al del “Hombre Universal”, ha estado ciertamente muy lejos de elevarse hasta
esta concepción, de tal modo que, al aplicarla al ser humano individual,
no entendía expresar por ello más que lo que los modernos llamarían un “relativismo”
radical, mientras que para nosotros se trata evidentemente de algo muy distinto,
como comprenderán sin esfuerzo los que saben cuales son las relaciones del
“Hombre Universal” con el Verbo
Divino (Cf. fundamentalmente San Pablo, 1ª
Epístola a los Corintios, XV)