Está escrito: Su marido es conocido en las puertas cuando se sienta entre los ancianos del país. (Prov. 31:23). Tened presente que la gloria del Santo, bendito sea, es tan sublime y elevada para el entendimiento humano que le resulta eternamente secreta. Desde que el mundo fue creado, no ha habido ni un solo hombre que haya podido penetrar en el fondo de su Sabiduría; tan oculta y misteriosa es. La esencia de Dios es tan superior a la inteligencia de los ángeles y de los hombres que ninguna legión celeste ni los habitantes de este mundo pueden acercársele. Así, se han limitado a exclamar: "Bendita sea la Gloria de Dios allí donde se encuentre". Quienes habitan aquí abajo dicen que Dios está arriba, pues está escrito: Su gloria es más alta que los cielos (Sal. 113:4). Los ángeles del cielo dicen que está abajo, según lo escrito: Haz resplandecer en toda la Tierra tu gloria (Sal. 57:12). Y es esta incertidumbre común entre los ángeles y los hombres sobre la residencia de Dios la que nos hace decir a todos: Bendita sea la gloria de Dios en su lugar (Ezequiel, 13,12). En verdad que nadie conoce la esencia divina, ni llegará jamás a determinar el sentido de las siguientes palabras de las Sagradas Escrituras: Su marido es conocido en las puertas (Prov. 31:23), palabras que según la tradición se refieren a Dios. Pero la verdad es que realmente designan al Santo, bendito sea, que se hace entender a cada uno según su capacidad. Cada hombre puede imbuirse del espíritu de la sabiduría en la medida en que se lo permite la amplitud de su espíritu; y cada hombre tiene el deber de profundizar en el conocimiento de Dios tanto como le permita su entendimiento. Por esto está escrito: Su marido es conocido en las puertas (Prov. 3 1:23). Es decir: en la inteligencia de los hombres, y es conocido por cada uno según la amplitud de su puerta -de su inteligencia-. En cuanto al conocimiento a fondo de la esencia divina, nadie ha podido acercársele bien de cerca, ni nadie la conocerá jamás.