AVISO
Escribo este cuento como homenaje a todos los "chateadores" que pululan por Internet. Se trata de un cuento de ciencia-ficción. Los personajes, diálogos y situaciones son fruto exclusivo de la imaginación del autor. (Solo faltaba que conversando, la gente se saliera del chat). |
El Jefe de Estación (cuento)
-Hola -Hola -Marta -Marta,
veo que no te has conectado en varios días, o lo haces con diferente nick -Toc,
toc ¿Se puede? -Hola -Hola
Pablo |
-¿Que ha pasado Pablo?
¿Dónde estamos?
-No lo sé.
-Esto es una estación de tren. Ya no estoy sentada frente a mi Pc
-Si, eso parece. Yo tampoco estoy en mi casa
-Pero te veo frente a frente
-Yo a ti también Marta
Creo que nos salimos del chat
-La gente pasa a nuestro lado, pero no nos ve
-A nadie le importa nuestra presencia. Solo debe importarnos a nosotros.
Es el mundo que pasa sin preocuparse unos de otros. El mundo es así de egoísta y
cruel
-Van andando como fantasmas. Como si lo hicieran a cámara lenta
-Marta, no sé el milagro que ha pasado o si estamos soñando pero ya que ha ocurrido,
permíteme expresarte mis sentimientos cara a cara
-Pablo, no insistas... No hay nada entre noosotros
-Pero ¿como puedes decir que no pasó nada?
-No pasó nada
-Nos abrazamos Marta
-Fue un momento de debilidad por mi parte. Tú supiste reaccionar a
tiempo
-¿Estás segura que si yo hubiera seguido, tú hubieras podido parar a tiempo?
-Eso es una pregunta muy poco delicada por tu parte Pablo. Pertenece a mi vida privada,
a mi intimidad y tú no tienes ningún derecho a inmiscuirte en ella
-Nunca pensé que me hicieras eso Marta. Que ese abrazo significara tan
poco para ti
-Además YO AMO A MI ESPOSO: LE PERTENEZCO
-Grítalo más fuerte, así te lo aprenderás de memoria como el
Padrenuestro en el colegio
-Permíteme abrazarte de nuevo Marta
-No Pablo. Aquello ya pasó
-Mírame a los ojos. Ahora son tus verdaderos ojos y sabré leer en ellos
-No deseo hacerlo
-¿Tienes miedo de que vea algo en el fondo de tu corazón si miro a tus
ojos?
-No lo sé, pero no deseo mirarte a los ojos, ni deseo que me abraces de
nuevo
-Nunca contestaste a mis e-mails...
-Porque me decías cosas que yo nunca compartiré contigo
-Pones un candado a tu corazón y a tus sentimientos Marta
-Así es, me debo a otra persona y tú también. Recuérdalo
-Debiste pensarlo antes de permitir que te abrazara, y antes de que me
suplicaras que te besara
.....
-¿Qué fue eso?. Me asusté
-Ha sido el pitido de un tren a punto de saalir
Mira que bonito es. Tiene luces brillantes, la máquina es nueva y se la ve
imponente, los
vagones se ven muy lujosos y hay mucha gente subiendo. ¿Quieres que montemos en él?
-¿Por que habría de montar yo en un tren coontigo?
-Porque en el destino pone: FELICIDAD
-No deseo compartir contigo ese viaje Pabloo. Ni ese ni ningún otro. Además yo
ya soy feliz en mi vida
-Vamos a verlo por dentro antes de que arraanque. Concédeme al menos solo eso
-Está bien, vamos...
-Pablo, esto no me gusta nada. No se nota uun ambiente agradable pero extraño, me asusta lo
que percibo
-A mí tampoco me gusta. Hay mucha gente denntro, pero se les notan personas frías y
superficiales. No deseo compartir viaje en mi vida con
nadie de esa condición. Vámonos
-¿Lo ves Pablo? No había ninguna razón paraa que compartiéramos un viaje tú y
yo
-Yo también vi que esa no es la forma de coompartir algo en la vida. No es que
lo viera ahora, eso lo he tenido claro desde que salí de la pubertad y me hice
hombre.
Dejémosle que se vaya
-Pablo ¿has visto ese otro tren? Tiene una máquina de vapor, es viejo y destartalado. Vamos a ver lo que
hay dentro
-Quizás haya gente que viaje a gusto aquí. Lo importante es a donde llegue al
final
-No pone ninguna ciudad. No sabemos a dondee irá
-Lo maravilloso de la vida es no saber a doonde nos llevará el destino Marta.
Subamos a ver
-Solo hay dos sillas dentro
-Sí, pero el ambiente es muy acogedor y me siento bien dentro
-Me bajo Pablo. Me siento inquieta aquí. Siiento algo extraño que me asusta...
Pablo, bájate de ahí
-No, me gusta sentirme aquí dentro. Me encuuentro cómodo..., vuelve a subir Marta.
Encuentro paz y tranquilidad de espíritu, siéntela tú también. Sentadas
frente a frente en una silla y mirándose a los ojos dos personas pueden decirse y hacerse mucho bien.
Pueden compartir sus desencantos, sus penas, sus alegrías, sus pesares, sus
temores, sus regocijos, sus dichas...,y sobre todo su soledad
Pueden compartirlo todo,
entrelazar sus manos, ayudarse mutuamente y si
inclinan sus rostros pueden incluso besarse si así lo sienten y así lo desean en algún
momento
Vuelve a subir Marta
-No
-Sube Marta, toma mi mano
-No
-Marta este tren está a punto de partir. Veen conmigo
-No Pablo. No deseo hacerlo
-Pues entonces... adiós Marta
-¿Tu estás loco? ¿Que equipaje llevarás en tu viaje?
-Solo tu recuerdo. El recuerdo de todos loss momentos de dicha y felicidad que
compartimos en el pasado y sobre todo el recuerdo de ese abrazo tan maravilloso
-Eso no es suficiente para hacer un viaje PPablo... y tú lo sabes
-Es posible Marta, pero al menos yo habré ssido valiente por haberlo intentado.
La vida está hecha de recuerdos y los pocos que tengo tuyos son maravillosos...
Adiós Marta. Me sentaré solo frente a una silla vacía y mirando tu foto
pensaré que estás conmigo
El tren silba y la máquina arranca con unos leves soplidos. Es una máquina
antigua y gana velocidad despacio, muy, muy despacio...
Marta se queda sola en el andén, viendo como Pablo se va haciendo
más y más pequeño en la lejanía mientras le sigue extendiendo la
mano. No se arrepiente de no haber tomado el tren al que insistentemente él le
invitaba a subir. ¿O sí?
De pronto ella duda, todavía está a tiempo de subir al
tren. Intenta extender su mano para que le espere, pero su brazo se niega a
obedecerla. Lucha interiormente consigo misma entre hacerlo o dejar que se
pierda en la lejanía.
Al final se queda absorta viendo como el tren desaparece tras
una suave colina. Ya no hay remedio. Lo hecho, bien hecho está, se repite
interiormente.
Marta se vuelve, ha cerrado un capítulo de
su vida y desea olvidarlo cuanto antes, está algo aturdida aún y se sobresalta
al hacerlo. Frente a ella hay un hombre de aspecto bondadoso, de cara amable, de
ademanes suaves. No puede apartar la vista de su rostro y ni se fija siquiera en su
indumentaria.
-¿Está Vd. Bien Señora?
-¿Está Vd. Bien Señora? -- repitió el descoonocido
-Sí..., er... creo que sí ¿Quién es Vd.? ¿MMe puede ver?
-Claro que la puedo ver Señora. Yo soy el JJefe de Estación
Marta se fija ahora en su indumentaria. Claro, ¿como no
había reparado en ella antes?.
-¿Sabe Vd. lo que me ha sucedido? Yo estabaa frente a mi Pc y de pronto me
encontré en esta estación
-No lo sé Señora. Lo único que puedo decirlle es que a veces la ficción se
mezcla con la realidad. Son milagros que ocurren a veces
-Ya, pero...
-¿Y dice Vd. que estaba sentada frente al oordenador? Es curioso, yo soy muy
aficionado a los ordenadores también. Como tengo mucho tiempo libre hago
programas informáticos...
Marta casi ni le escuchaba. Aguzaba el oído para ver si conseguía oír aún el
sonido del tren.
El hombre seguía hablando sin parar de su afición a los
ordenadores, pero de repente algo de
lo que dijo capta su atención:
-...tengo un programa que permite ver el futuro...
-¿Como
ha dicho? Repita eso -- le espetó Marta a bocajarro
El hombre, lejos de sentirse incomodado por el tono de voz de
Marta, le repitió con
dulzura:
-Le digo que diseñé un programa para ver ell futuro
-Eso no puede ser. Es imposible
-También es imposible que Vd. estuviera senntada frente a su ordenador hace unos
minutos y de pronto se encuentre aquí. Todo es posible. Todo depende con la
fuerza que lo deseemos
-Pero yo no deseé nada. Simplemente ocurrióó
-Quizás no lo deseara conscientemente, peroo quizás en su interior Vd. deseaba
estar junto a él
-¿Le vio Vd?
-Claro, y vi la angustia reflejada en su roostro cuando Vd. se negaba a montar en
el tren y acompañarle. Vi su pena, se le veía cansado de esta vida. Pero
Señora, perdóneme, su aspecto no es muy diferente del de él
Un conato de disgusto y contrariedad se reflejó en el rostro
de Marta al oír estas palabras que le sonaron a crítica y reproche, pero al mirar al extraño Jefe de Estación se borró de su faz de
inmediato. Su rostro emanaba tanta dulzura, tanto candor que no pudo sino
pedirle tímidamente:
-¿Podría mostrarme su programa?
-¿Desea ver el futuro? No se lo recomiendo Señora. Puede ser muy cruel
-Aún así deso verlo
-Acompáñeme pues, pero no diga que no se loo advertí antes
Marta siguió al hombre hacia el edificio principal. Una vez allí, éste le rogó que se sentara, mientras el manipulaba en unos conmutadores
eléctricos. Eran los mandos de los cambios de agujas. La estación era muy
pequeña, la iban a clausurar y ya no volvería a parar ningún tren en ella
nunca más. Pasarían sin detenerse. Eso Marta lo supo en aquel momento sin que
nadie se lo dijera y ese conocimiento le produjo una extraña desazón.
Después de que hubo terminado, le hizo una leve señal con la
cabeza indicándole que le siguiera. Lo hizo. Salieron por una puerta y se
encontraron en una pequeña estancia situada en la parte posterior de la
sala de mandos.
Cuando Marta entró allí se sintió inundada de una paz
infinita. No sabría explicarlo pero así era. No era el mobiliario, ni la
decoración, ya que ésta se reducía a unas paredes completamente desnudas
pintadas de blanco y en cuanto al mobiliario, un ordenador sobre una mesa
y una silla frente a éste. No podía ser mas sobrio y sin embargo emanaba algo
especial, algo mágico, algo etéreo.
-Bien, siéntese y vea su futuro
-¿Como se maneja esto?
-Cuando se siente, sabrá como hacerlo
Marta obedeció y se sentó frente al ordenador no sin cierta
aprensión, miró a la
pantalla, puso su mano izquierda sobre el teclado y la derecha se dirigió tímidamente
hacia el ratón. Cuando sus dedos le rozaron, recibió como una leve
descarga eléctrica, pero en absoluto agresiva, al
revés, fue incluso placentera. No
le asustó y eso que temía
enormemente a la electricidad.
En aquel momento, en el momento de recibir la descarga, ya
sabía lo que tenía que hacer para manejar el programa.
Vio dos iconos. Abrió el primero y se abrió una
ventana frente a ella. En dicha ventana se veía a sí misma sentada frente al
ordenador. Su rostro había envejecido, se veía que habían trascurridos muchos
años. Miraba atentamente a la pantalla, pero no escribía. Su rostro no
reflejaba nada, ninguna emoción. Tenía la vista como perdida.
Se encontraba en una sala de chat completamente abarrotada de
gente. Era la más concurrida de todas las que había encontrado. Miró los
nombres de los nicks. No se encontró entre éstos. Extrañada se volvió al
extraño Jefe de Estación y le preguntó:
-¿Quién soy yo? No me encuentro
-Has cambiado de nick Marta. Cambiaste cienn veces por si él te volvía a
encontrar. Huías de él al igual que el huyó de ti para no sufrir. Con la
única diferencia que el huyó con valentía..., con dignidad... Huyó como un hombre
que no deseaba hacerte sentir mal y lo hizo por ti Marta. Con su presencia el
sabía que tu estarías mortificándote siempre y el no deseaba eso para ti...,
ni para él tampoco. Prefirió sacrificarse por el bien de ambos
-¿Y que hago yo aquí?
-Tratando de evadirte de tu rutina diaria, pero siempre que entablabas una nueva
amistad hacías comparaciones y sabes que las comparaciones son odiosas Marta.
Nunca a partir de entonces encontraste nadie como él: un hombre sensible, con
nobleza, con
la cabeza sobre los hombros, con los pies en la tierra, al que podías hablar y
que te sabía escuchar, que te pedía consejos y te los agradecía, pero al que
tú nunca abriste tu alma ni tu corazón..., y así fuiste envejeciendo poco a poco. Ahora
tratas de ahogarte entre el barullo de gente, entre la multitud
-Pero yo amaba a mi esposo, el era solo un amigo
El hombre no contestó.
-¿Y mi esposo? ¿donde está ahora?
-¿Que importa él ahora? Este es tu futuro, no el suyo. Es tu vida Marta, solo
la tuya
-¿Y esto es lo que me espera? Preferiría noo haberlo visto, tenía Vd. razón
El viejo asintió con la cabeza, y sonriendo dulcemente le
dijo:
-Hay otro icono
-¿Y que contiene?
-Cada icono representa como se hubiera desaarrollado tu vida en función de las
diferentes decisiones que pudiste adoptar. Recuerda que el futuro no está
escrito, lo escribimos nosotros con nuestros actos
-Ciertamente ese futuro no me alegró en abssoluto
-Es el futuro que elegiste no subiendo al ttren
-Deseo ver el futuro que me hubiera esperaddo si hubiera decidido subir
-Pulsa pues el siguiente icono
Marta así lo hizo. Se vio frente a la pantalla del
ordenador. Había envejecido también, pero su cara reflejaba alegría y
felicidad. Escribía frenéticamente y muy a menudo reía a carcajadas. De vez en
cuando, su rostro se ensombrecía e incluso lloraba.
-¿Por qué a veces sufro? Estoy con él, peroo a veces lloro
-¿Que te piensas Marta? ¿Qué la vida es un campo de rosas? ¿Que no hay
pendientes en el camino que al tren le cuesta a veces superar? En la vida de las
personas hay momentos buenos y momentos malos
-¡Pero entonces hice bien no subiendo...! --- exclamó Marta con vehemencia.
-Cuenta los momentos felices y cuenta los mmomentos de lágrimas en tu visión.
Haz balance y puedes decidir ahora si te hubiera compensado subir o no
No hacía falta contarlos. Algunas leves nubes que pronto
se disipaban daban paso a largos períodos de alegría y felicidad. Tan real
como la vida misma.
-¿Y mi esposo?
-Te repito Marta que este es solo tu futuroo
-¿No hay más iconos?
-No Marta, el icono de no subir y el icono de haber subido
-¿Y no puedo ver más?
-Puedes ver más adelante pero en esas dos úúnicas opciones
-Pues deseo volver al primer icono y verme más adelante
-Pues hazlo Marta
Marta volvió al primer icono y adelantó la visión. Se vio a sí misma sentada en el salón de su casa. No había nadie con ella. Se miró
las ropas de color negro, estaba de luto. Miró al sillón donde habitualmente se
sentaba su esposo y le vio vacío. Estaba sola en el mundo y suspiraba
tristemente. A veces sus ojos se llenaban de lágrimas.
Marta se volvió lentamente hacia el hombre y le dijo:
-Esto ha sido muy cruel
-Ya te dije Marta que conocer el futuro es muy cruel. Es mejor vivir la vida
día a día. Vivir cada momento intensamente
-¿Pero como hubiera sido mi futuro más adellante de haber subido al tren?
-No lo sé, míralo por ti misma
Marta así lo hizo. Lo hizo vacilando, con manos temblorosas,
como si a la vez lo deseara saber y al mismo tiempo temiera ver que lo que el
futuro le hubiera deparado. Se encontró frente al teclado. Sus ropas eran
negras también.
-Me veo sola frente al teclado escribiendo<
-¿A quien escribes?
-A nadie -- respondió Marta con apenas un hhilo de voz
-¿Cómo que a nadie?
-No contesta nadie
-¿Pero a quien escribes?
-A él, pero no contesta
-Ah, estará ocupado
-No, llevo escribiéndole más de dos años y nunca contesta. No está
conectado. Está muerto. Dios mío está muerto.
-¿Y por qué le sigues escribiendo?
-No lo sé, pero lo hago. Espero que desde eel Cielo el vea que lo hago. Sé que
le gustará
-¿Y que le dices Marta?
Marta no contestó, dos rebeldes lágrimas empezaban a aflorar a sus ojos.
-¿Qué refleja tu cara Marta? ¿Qué ves en ellla?
-Serenidad, tranquilidad, sosiego, paz...
-Él me la supo infundir durante los años quue compartimos amistad hasta su
muerte
-¿Amistad Marta? Creí entender que todos vuuestros problemas se debían
exclusivamente a asuntos..., ¿como diría yo?, más mundanos, más materiales, más sórdidos.
Bueno, a asuntos de instintos, de bajas pasiones, de celos, de reproches,
de dudas, de desconfianzas...
Se le notaba incómodo después de haber dicho estas
palabras. Se veía que su alma pura no se sentía tranquila tocando esos temas.
-No..., solo siguió habiendo un bella amisttad entre nosotros, aunque a veces compartimos
algún abrazo como el de aquella noche -- confesó Marta, no sin cierto rubor en sus
mejillas.
-Es natural entre dos almas que se aman y sse comprenden. Dios sabe lo que sus criaturas
necesitan. Dios no es un tirano que atenace los cuerpos de hombres y mujeres. ÉL les
hizo el cuerpo y lo hizo con todas sus consecuencias, sabiendo de sus
necesidades. Sólo tiene en cuenta al
final de cada vida si lo bueno de ellas puesto en una balanza hace inclinarse el
fiel hacia ese lado o si por el contrario lo hace hacia el otro lado donde se
amontona el mal. Si Dios no hubiera deseado que sus criaturas hicieran uso de su
imaginación..., que soñaran..., no les
hubiera concedido el Don de pensar. Los pensamientos de los hombres les
pertenecen en exclusiva a ellos, son su parcela privada, su sagrada intimidad. Los caminos de Dios son inescrutables a los
ojos de los hombres y por eso les ofrece mil formas diferentes de que éstos
consigan sobrellevar los sufrimientos y desventuras de la vida.
Marta se quedó absorta oyendo esas palabras. Le sonaban a
música celestial, a canto de coro de ángeles, pero también le sonaban a suave
reproche.
-¿Entonces Vd. cree que hice mal no subienddo a ese tren?
-Esa es una pregunta para la que no tengo rrespuesta, debes buscarla
en el fondo de tu corazón
Marta se levantó de la silla, salió de la estancia
corriendo, atravesó la sala de mandos y salió al exterior. Iba como loca, poseída de una amargura infinita. Deseaba en su locura que el tren siguiera
allí aún. Que no hubiera partido y que Pablo aún le tendiera su mano.
Pero no, el tren ya se había ido. El andén estaba vacío.
Las vías se extendían paralelas convergiendo en el infinito. Al fondo se
divisaba un débil penacho de humo.
Marta se giró bruscamente hacia la casa y echó a correr
hacia ella. Volvió a entrar y con rápida carrera buscó la escalera
que la llevara a la planta superior. Subió los escalones de dos en dos. Jadeaba
cuando empujó la puerta que supuso que le permitiría acceder a la estancia
desde donde podría ver aún el tren.
Se encontró en una estancia llena de flores: Rosas,
claveles, margaritas, orquídeas, petunias, magnolias..., flores de todos los
tipos que la impregnaban de un aroma maravilloso e indescriptible. Pero ella ni
se fijó,
corrió hacia la ventana frontal y apoyando la palma de sus manos en los
cerrados cristales susurró:
-Pablo, Pablo...
Su voz se quebró por el llanto.
La voz del Jefe de Estación sonó a sus espaldas. Ella no se
había percatado de su presencia y no la asustó en absoluto, fue lo que dijo lo que
la hizo estremecer.
-Llora como una chiquilla..., ya que no suppiste comportarte como una verdadera
mujer
Al conjuro de aquellas palabras un penetrante olor a incienso impregnó la habitación,
haciendo desaparecer completamente el ya de por sí fuerte olor de las flores. Marta cerró
los ojos pero no se volvió, sabía que no encontraría allí a nadie.
Cuando los volvió a abrir, anegados por las lágrimas y los
dirigió hacia la parte superior del ya tenue y distante penacho de humo del tren,
vio en
el Cielo una brillante luz...
FIN