FOTOGRAFIAS

TEATRO HIPERREALISTA

 

A 2,50 LA CUBA LIBRE

(vivencias, angustias y finales de cinco mesoneras)


De Ibrahim Guerra


 

 

PROLOGO:

LUÍS BRITTO GARCÍA

 

¿A 2.50 la Cuba Libre?... Sí, la botella de añejo y las latas de Coca-Cola que sirven en el espectáculo – derecho obtenido al comprar la entrada – permite situar en ese precio verdaderamente módico cada vaso de la inconciliable mezcla de ron caribeño y gaseosa imperialista. Pero, ¿es indispensable en Venezuela asistir al teatro a beber? Quizá lo contrario sea verdad: en Venezuela es indispensable beber para poder asistir al teatro. Ese juego liberador de máscaras y desenmascaramientos, de disimulaciones y de catarsis, sólo es posible para la inmensa mayoría de los venezolanos en el botiquín, ese templo del subdesarrollo en cuya gloria han oficiado Román Chalbaud y ahora Ibrahím Guerra.

 

Las fuerzas desencadenantes que Artaud atribuía a la peste, en nuestro país están reservadas a la caña. No hay ejercicio de mímesis tan complejo como el del ebrio criollo que sucesivamente se imagina insuperable, perdonavidas, rey de este mundo y derrotado, en parte porque sólo a través de esta sucesión de antifaces asoma la verdad brutal.

 

Vamos al botiquín a constituirnos en actores y directores de dramas eternos; vamos al botiquín como espectadores de lo inesperado que será siempre lo mismo. No en balde la retórica del despecho está tan perfectamente codificada en boleros, rancheras y guarachas. En el trabajo y en el hogar nos imponen nuestros papeles, sólo en el teatrillo del botiquín tenemos la ilusión de que los elegimos. Por eso nadie bebe encapillado. Sería tan triste como representar en un escenario vacío. Es por ello perfectamente válido este juego de Ibrahím Guerra que nos distrae del teatro del botiquín para darnos el botiquín en el teatro. Espectáculo total, el night-club de mala muerte nos envuelve, nos sahúma y nos embriaga. Ibrahím Guerra nos aproxima a su ambiente aprisionándonos, donde los espectadores somos el espectáculo, lejos del amparo tibio y tradicional de las butacas, anclados, por el contrario, a horripilantes mesas con mantel de hule, castigados por indescriptibles cuadros de la escuela de P. Martínez. No es, desde luego, el primer experimento de innovación en el espacio escénico que se hace en Occidente – recordemos el Fausto de Grotowsky, donde los espectadores son comensales en una larga mesa – pero es una proposición inteligente, eficaz, y, después que se la ve, prácticamente inevitable. Prueba de su poder, el interés con el que a veces, durante la función, seguíamos las expresiones de los rostros del público en la barra. Pero es que había dejado de ser público, para pasar a ser espectáculo.

 

Un replanteamiento del espacio escénico debe conducir inevitablemente a un replanteamiento del texto y de la acción. La barra de botiquín no es un palco; desde ella no podemos seguir el hilo de un desarrollo dramático tradicional sino la turbamulta de la confesión entrecortada, del chisme entreoído y de la reyerta procaz. Confesión, chisme y reyerta planteados necesariamente a través de dos recursos expresivos: la obscenidad, para el énfasis y el cliché, para el matiz. Estas pobres mesoneras hablan con un lenguaje tan alienado como su sexo: a la sensualidad mercantilizada, usada como recurso de supervivencia y no de placer, corresponde el lenguaje expropiado, mezcla de interjecciones, dolorosas, lugares comunes y aceptación resignada. Lenguaje de amenaza, de disimulo y de manipulación, antes que de comunicación: lenguaje sin habla, monstruosa y última desposesión del oprimido.

 

Ello debe ser así – y parte de la calidad de A 2.50... se fundamenta en este conjunto de relaciones necesarias e insoslayables, porque las mismas existencias de las mesoneras protagonistas son vidas-clichés, discos rayados de un pequeño universo que en alguna forma resume al país. Pues en este pequeño infierno femenino, desde luego, hay una empresaria que explota, una política que intimida con sus relaciones con la policía secreta, una intelectual que maneja la dialéctica de una siquiatría marginal, una tradicionalista que sólo recuerda grandezas que nunca existieron y una víctima. Era inevitable que Ibrahím Guerra intentara  en su primera empresa como dramaturgo, instalarse a sus anchas en el mundo de las mujeres prisioneras que trató en sus anteriores experiencias como director en la Casa de Bernarda Alba de Lorca, la Medea de Eurípides, porque aún prisionera, la mujer sigue siendo la gran protagonista de ese inmenso botiquín que es la cultura popular latinoamericana. Víctima o victimaria, santa o prostituta, abandonada o traidora. Ella es el centro de todas las canciones, el fin de todas las búsquedas, la raíz de todos los remordimientos. La noche que vi A 2.50..., tuve inacabables pesadillas con mesoneras y bares. Quizás entreveía en esa forma que la mujer es el tema central de nuestra cultura, tan acusada de misógina. Sin ella, nada o casi nada habría. A 2,50... una terrible flor a esa continua ofrenda. Elevemos nuestras baratas cubalibres uniéndonos al coro, para mí sagrado: “Tú, sólo tú”.

 

Luis Britto García

 

 

 

PERSONAJES

 

Doris, alias La Caimana: 39 años. Nace en Cali, Colombia su infancia la desarrolla en varios hogares. A los 18 años abandona el último de ellos y se desplaza a Maracaibo, donde comienza a trabajar como bailarina. Su incesante búsqueda de nuevos horizontes, la conduce a Caracas. Allí comienza a trabajar como fichera en distintos bares. Finalmente llega a El Acuario; logra comprarlo con los ahorros acumulados durante todos sus años de trabajo.

 

Lourdes Coromoto, alias La Güevona: 24 años. Nace en Caracas. De padres desconocidos, fue criada por una familia que la recogió de la calle donde la habían abandonado a los pocos días de nacida. Recuerda su infancia trabajando como recolectora de desperdicios en los mercados de Caracas. A los 12 años es violada por el marido de la mujer, a cuyo cuidado estaba. Desde los 17 años trabaja en varios prostíbulos de La Guaira, hasta que decide regularizar su vida y comienza a trabajar como fichera en El Acuario. Actualmente espera su primer hijo.

 

Eneida, alias La Sabrosa: 26 años. Nació en Maracaibo. Desde muy pequeña y junto a sus dos hermanos, su madre la traslada a Caracas fijando residencia en el barrio Los Sintechos de El Cementerio. A los 17 años se une sentimentalmente, pero al no ver satisfechos sus anhelos matrimoniales, se separa. Sin abandonar la idea del matrimonio, continúa buscando quien le haga cumplir su más caro sueño. Actualmente comparte su vida con un integrante de un cuerpo policial venezolano, quien le permite ejercer en El Acuario su oficio de fichera

 

Carmen Alicia, alias, Blanca Rosa: 42 años. Sus múltiples decepciones amorosas y la muerte de su pequeño hijo, por inanición, la han llevado a ser una mujer deprimida y violenta, que sólo encuentra consuelo en el alcohol y en las magníficas interpretaciones de la magistral Blanca Rosa Gil. Agujas de tejer y ramitas de mango han extraído, en varias oportunidades, de su vientre, el fruto de su malograda vida. Permanece en El Acuario, sin trabajar.

 

Yajaira, alias La Enrollada: 25 años. Nace en Barinas de una familia humilde. Deja sus estudios por un embarazo que finalmente termina en aborto, provocado de tal manera que la deja estéril. Desde entonces abandona sus estudios y su hogar para comenzar a trabajar como fichera en un bar de su estado natal. Las múltiples vergüenzas a que somete a su familia con su trabajo irregular, hace que conduzca su paso a la capital del país. Allí continua ejerciendo el único oficio que conoce. Hace seis meses que trabaja en El Acuario.

 

ESPACIO ESCÉNICO

 

Será la representación fiel de un bar, de cualquier bar de Caracas. La división convencional  entre el público y actores, no existirá. Los primeros ocuparán las sillas de las mesas del local. Para tal efecto, la sala teatral debe carecer de escenario frontal, a la italiana. Las mesas de “fórmica” (20 ó 25), ocuparán gran parte de ella. Alrededor de las mesas se colocarán las sillas tipo pantry.

 

A un extremo del espacio escénico, se hallará la barra para el servicio de licor con su correspondiente estante para botellas; a otro lado, la rockola. Las paredes del local estarán tapizadas con papel que imita terciopelo, con un dibujo labrado que recuerda las formas francesas del barroco. Las paredes las rematan chapas de madera brillantes y, sobre ellas, lámparas de pared. Serán estas lámparas las únicas que dispensen la escasa luz que requerirá toda la representación. Sólo en algunos momentos se utilizará una luz mayor y concentrada  sobre una acción particular. Está será originada por reflectores de alta potencia. Deben existir uno o dos accesos a baños, cuyas puertas, al igual que las otras del establecimiento, estarán cubiertas por cortinas de tela burda, rematada en flecos rojos. El olor del local será fuerte, rancio: extraña mezcla de humo, alcohol y orines.

 

Antes de que el público comience a entrar en la sala, ya la rockola debe estar funcionando, de manera tal, que al entrar ya encuentre el ambiente ligeramente caldeado. Sólo se encuentra, sentada en la barra y ya borracha, Blanca Rosa. Tiene un vaso en una mano y con la otra dibuja extrañas figuras en el aire.

 

Las actrices se encargarán de ayudar a los espectadores a que ocupen sus respectivos puestos: le tomarán el pedido, se lo traerán a la mesa y le cobrarán inmediatamente el costo del mismo. Estas deben ser convenientes en la toma del pedido y provocar que los espectadores tomen la mayor cantidad posible de licor en esta primera parte del espectáculo; si es posible, procurarán que los espectadores las inviten a tomar, y por supuesto y de acuerdo con el viejo truco del fichaje, tomarán bebidas suaves o muy mezcladas, aunque si desean tomar algo fuerte, estarán en libertad de hacerlo.

 

En la rockola se escuchará constantemente música cantada por Daniel Santos, Blanca Rosa Gil, Toña La Negra, Panchito, José Luís Moneró. , Tania, Lila Morillo – en su primera época -, y otros cantantes reconocidos por su debilidad rockolera o típicamente botiquinera. Las actrices alimentarán constantemente la rockola y serán ellas las encargadas de seleccionar la música. Naturalmente, el bolívar lo obtendrán de los mismo clientes, con el viejo argumento de: “Préstame un bolívar pa’ la rockola...” o ¿Qué quieres oír...?, o “Préstame acá un bolívar pa’ poné esta vaina a valer...” o de la caja.

 

El resto de las actrices seguirá llegando al local. Unas, seguirán directo al baño o al salón interior del bar, para retocarse o cambiarse de ropa; otras lo harán directamente en el mismo bar, utilizando la barra como toilette y guardando en lugar seguro su bolso de calle y quedándose sólo con el monedero, donde guardarán el dinero proveniente de la venta de licor al público.

 

Toda esta suerte de ubicación y ambientación, tanto del local como del público y las actrices, será lo fundamental en esta parte del espectáculo. Para ello, las actrices deben valerse de todos los registros y argumentos de sus respectivos personajes. También la música y el licor ayudarán a crear el ambiente necesario para la continuidad del espectáculo.

 

El público deberá vencer el primitivo temor o aprensión que ese lugar tan denso le produzca; debe despojarse de sus naturales tensiones y agotar todas las posibilidades  visuales que el ambiente y las actrices sobrias le presenten; así como acostumbrar el oído a la mezcla de sonidos que se producirán allí. Debe, en definitiva, llegar a sentirse cómodo en ese ambiente que, aunque sórdido, no deja de aportarle un permanente espectáculo.

 

(La Güevona se encuentra fichando o en una de las mesas. Se levanta para servir unos tragos y de regreso, se encuentra con La Sabrosa, que se halla sentada sola en una mesa o de pie recostada de alguna columna.)

 

LA GÜEVONA: (A la Sabrosa) Chica ¿qué te pasa que estás tan melancólica?

LA SABROSA: Nada, aquí... “in this corner”... ¿Y tú? Estás como depre...

LA GÜEVONA: ¿Te diste cuenta?... Yo creía que no se me notaba...

LA SABROSA: ¡Cómo eres tan discreta y tan guilladita, no joda! Si tienes una boquita, mi amor, que parece una Sansui...

LA GÜEVONA: ¿Una qué?

LA SABROSA: Una Sansui, güevona, ¡una corneta! ¡No te quedas con nada; todo lo dices! ¡Un día de éstos, te van a joder por bocona!

LA GÜEVONA: ¿Qué yo soy habladora? Yo lo que siempre digo son mis vainas; es que yo no me puedo quedar con nada, chica... Fíjate, por eso es que estoy así, pasoneada. Mira, tú te diste cuenta que estoy jodida, ¿no? ¡No joda! ¿Y como no voy a estarlo? ¿Tu no sabes la última del que te conté?

LA SABROSA: Sí, que lo mandaste pa’l carajo, porque lo cachaste.

LA GÜEVONA: No, ojalá fuese eso. ¡Peor! Pero me lo tengo merecido, porque soy una güevona. Me dio tremendo corte, y lo peor es que el coño’e madre ese sabe que me tiene prensada. ¡No joda!. Pero eso no se hace, la vaina no es así. Mira, yo me quedé loca con ese corte. El tipo me lo ha dicho así, cortante. Me quedé atónita... Porque ¿tú sabes lo que es eso? Yo no me esperaba eso, y él, muy tranquilo, así, tranquilo, tranquilito, como si nada, así tú sabes como quien ve llover, tu sabes, así... ¡Imagínate, me lo zumbó! ¡Tremendo gancho a la derecha! Me cortó, chica, me cortó las patas; ¡muérete! ¡Pero olvídate, esto no se queda así, porque lo que soy yo, bueno, tu me conoces. Y el coño’e madre se cree el último librium del manicomio. Yo no he visto en mi vida una vaina así. ¡Coño, me saca la piedra ese maldito hombre, muérgano, ojalá se muera, ¡no joda! (Está a punto de llorar) Yo no me merezco esto, tu sabes que no me merezco esta vaina... ¡Y quién sabe por qué pedazo de puta me habrá dejado en esta peladera, ese muerto de hambre que no tiene ni donde caerse muerto! Y déjame decirte que esas dos camisitas que tiene se las regalé yo, coño. Pero te juro que si se las veo puestas se las rompo encima, y tú sabes que soy capaz de esa vaina, coño, y de mucho más. Mira, yo no me la calo, la pinga, porque ¿qué gana una con ser tan güevona?, ¿Ah? ¡Nada! ¡Un coño, no joda! Mira, yo te lo juro, porque si él es una vaina, una vainota, ya tú vas a ver lo que le va a pasar, coño, porque alguna vaina le hago ¿Tú crees que esto se va a quedar así? No, mi amor, qué va, ¡ni de vaina! ¡Esto no se queda así! Yo lo voy a ver comiendo mierda. (A punto de llorar de nuevo) ¡no joda! Una en esta mierda, sirviendo mierda, para eso es que una sirve, pa’ servir mierda; y llega un coño de madre, que una no sabe chica ni siquiera quién coño es, y la pone a una así, chica. ¡Coño, yo soy güevona, definitivamente, más güevona no puedo ser! ¡Coño, no joda! (Violenta). Pero lo voy a joder, te lo juro: mira (Jura), ¡Por ésta...! Pero mira, ven acá. Si tú llegas y te encuentras a un tipo que te mete tremenda coba, porque así es: ¡tremenda coba!... pues tu te la comes, y todos los días, con ese vacile, ¿no? Tú sabes, un vacile, una vaina, un aguaje, tu sabes, y ¿todo pa’ qué, chica? ¡Pa’ nada, no joda! Lo que pasa es, que claro, una tiene que aterrizar en medio de ese perraje y empatarse, tu sabes, con cualquier marico que salga, ¡no joda! ¿Y pa’ qué chica, pa’ qué? ¡Pa’ esta vaina! (A punto de llorar, de nuevo) ¿No ves, chica? Ahora me voy a poner a llorar de nuevo como una güevona... ¿No te digo, chica, que soy güevona?... ¡Ay, chica, yo si soy güevona!...

 

(La Güevona se seca las lágrimas con algunas servilletas de papel y se desplaza hacia otro lugar del bar, donde repetirá su monólogo. Se valdrá de cualquier pretexto para comenzarlo de nuevo. Simultáneamente a la situación anterior, La Enrollada se había acercado a Blanca Rosa).

 

LA ENROLLADA: (En paralelo a la conversación entre La Sabrosa y La Güevona) Bueno, Blanca Rosa, pareces una estatua de mierda... Te pareces a Socorrito, una vieja loca que vivía por la casa y que cuando la daba la vaina se quedaba tiesa con la mirada perdida en el medio de la calle.

BLANCA ROSA: ¡Ah, no, chica! ¡Sacúdete, déjame sola!

LA ENROLLADA: Bueno, no te arreches. Ven acá, dime una vaina. ¿Qué piensas tú?... mira, ¿qué es más importante para ti, el billete o la morronga?

BLANCA ROSA: ¿Qué... que? No jodas, chica, sacúdete. Adiós, cará. ¡Chao!

LA ENROLLADA: Bueno chica; adiós, me voy... (La Enrollada se desplaza a la rockola. Allí comienza a seleccionar algunos discos. Se dirige a los espectadores inmediatos)

           ¿Ustedes se han puesto a pensar de verdad qué es más importante, sí la morronga o el billete? Yo a veces me pongo a pensar güevonadas, ¿entiendes? Bueno, si es lo mismo que he dicho siempre, que es un problema decidir entre la morronga y el billete. Yo en eso estoy muy clara. Es un problema de morronga. Porque tú te pones a  ver qué es más importante y de repente no sabes; pero yo, ¡mi amor! Yo lo tengo muy claro: lo mío es la morronga. Pero qué va, de repente y es el billete. ¿Te fijas? Hay momentos en los que una no sabe qué pensar, pero sí tú te quedas con la morronga sola ¿qué pasa? ¡Te jodes! Por eso es que yo pienso que una tiene que analizar muy bien el problema, pero tú te pones a ver, y no es ningún problema: Es un problema de billete. Porque el billete es necesario. ¿Y qué es una morronga sin billete? ¡Nada! Pero fíjate también, ¿qué es un billete sin morronga? ¡Nada, también! Es un problema, no creas... Y uno se queda así, pensando, así, y una se confunde. Pero fíjate, en eso no debe haber confusión, porque una sabe desde el principio que la morronga es necesaria y el billete también. Porque, ¿qué hace una en este país si no tiene  billete? ¿Ah? ¡Contesta! ¡Nada! El billete es necesario, bueno, necesarísimo, diría yo. Una sin billete no es nada: ¡un carajo! ¡Pero, mi amor, sin la morronga pelas de frente! Lo que pasa es que la morronga sola, sin billete, no tiene sabor, porque, una se cansa de pura morronga, morronga y morronga... Morronga va y morronga viene... y mientras menos billete tienes, ¡más morronga! Y qué va, mi amor, tampoco la cosa es así. Porque está bien que a una le guste la morronga, e incluso en exceso, pero eso de estar recibiendo morronga y morronga sin billete, una termina por perderle el gusto a la morronga, y eso sí que es malo, mana, que te llegue a fastidiar la morronga, porque es como yo te digo: una morronga sin billete no tiene lo esencial: ¡el billete! Y es que el billete es fundamental. Así tú lo mires de donde lo mires, pero a veces, tú te consigues ese billetón, y ¿qué pasa? Bueno, que tú te quedas así, gozando una bola, pero ¿y la morronga qué? ¡Ah! Ahí es donde yo digo, mi amor: lo mío es definitivamente una morronga, y caemos en lo mismo: el problema. ¿Ves? El problema de la morronga y el billete... Pero yo lo digo, así serenita, serenita y tranquila, sin que me quede nada por dentro: Lo mío, chica, es una morronga y un billete juntos y a la vez, ¿Te fijas? No sé si tú estás  de acuerdo, pero una tiene que ponerse a pensar y si la ponen a decidir, una tiene que irse por la cosa, ¿te fijas? La cosa completa, y, ¿qué es una morronga sin un billete? No camina... Y ¿qué es un billete sin su respectiva morronga? Lo mismo, mana. La cosa es difícil, pero mira, conforme te digo una cosa, te digo la otra: nada es completo en esta vida. Porque a veces tú te consigues una cosa, pero sin lo otro, ¿comprendes? Es una vaina, chica; pero, ¿ves? ahí es donde una le mete y se da cuenta que la cosa tiene solución, porque tú lo tienes en tus manos; la solución es bien simple: la morronga y el billete, pero, bueno, ustedes como que no me están parando y yo me voy pa’l carajo... Chao...

            (Se dirige hacia la barra y allí repetirá su texto. Ya Blanca Rosa habrá terminado, en este mismo lugar, el suyo, que repetirá en otro lugar del bar).

BLANCA ROSA: Qué bolas tiene ésta coño de madre. Ahora y que qué es más importante, que si la morronga o el billete, no joda, marica... ¡coño!, Siempre me pasa esa vaina: yo estoy aquí tranquila y viene la marica esa a meterse conmigo. Si yo, lo que estoy, es echándome mi palito sin meterme con nadie, pero ¡no joda!, ¡Ni caña me dan ya en esta vaina! Yo la pago, yo tengo plata, pana, mira... (abre su cartera de mano) ¡Coño, loco dame un bolívar ahí pa’ la rockola! (Lo recibe. Transición) ¡Coño, me va a estallar la cabeza! ¡Qué pea la que cogí anoche!... Es que no había comido nada, y claro, me pongo a tomar como una loca... ¡No tenía nada en el estómago! Pero ahora sí, hoy sí vine papeada, mira... (Señala su vaso). Este es el cuarto trago que me tomo y estoy igualita... pero yo creo que el coño’e madre ese de cabeza de pimienta que está en la barra, lo que me sirve es pura agua. ¡El coño’e madre ese! ¡Ni que el negocio fuera de él! Gran cosa, no joda... ¡Jala bola!, Un jala bola es lo que es, el coño’e madre ése, como si yo le estuviera pagando la mierda que me da con chapitas, no joda. ¡Coño, que dolor de cabeza! Esto me quedó de cuando yo era chiquita, por la coñamentazón que me daba mi mamá a cada rato, y me daba por la cabeza, coño. Eso no se hace... A los niños no se les da por la cabeza... Pero yo no le paraba bola, y esa vaina le arrechaba, y me pegaba. Y yo, dura, ni una lágrima. Ahí me quedaba, y ella dándome coñazos porque lo que quería era verme llorar, porque era sádica esa coño’e madre, y yo, no joda, tiesa. Y ella, ¡coñazos conmigo! Una vez, de tanta arrechera que le dio porque no lloraba, me dio tantos coñazos que tuvieron hasta que venir los vecinos, del peo que se armó. “Llora, coño de tu madre” me decía “¿a quién sales tan altanera, no joda?” “Llora, coño’e madre, te voy a dar de coñazos hasta que te mueras, no joda”. Y yo, dura; Ni una lágrima, no joda... Ahora es que soy pendeja, pero yo de chiquita sí era bien arrecha, no joda, arrecha pa’ todo. Imagínate tú, que cuando fui a parir, Humberto, el coño'e madre ése que vivía conmigo, me decía: “¿qué hago, qué hago?” Con la misma cara de güevón que ponía pa’ todo. Y yo le dije: ¡Marico, búscate diez bolos por ahí para una carrera que estoy pariendo! Y el güevón ese ni se movía, cagado que estaba; y tuve que salir yo a buscar diez bolívares prestados porque ya casi tenía el muchacho afuera... Me fui pa’ la Maternidad ¡No joda! Entrando yo por un lado y Humberto saliendo por el otro ¡coño!, Ese carajito si era bello, pero enfermizo; desde chiquito era macilento, el pobre muchacho, pero de una dulzura... ¡pobrecito! Si estuviera vivo tendría ahora como diez años; pero se murió. ¡Qué bolas!... Coño, mira esta vaina. (Saca una foto de la cartera). Mira esta foto me la tomaron cuando vine a trabajar a esta vaina. Mira la cara de culo que tengo, pero yo la guardo porque es el único recuerdo que tengo de mi dolor; porque esta foto me la tomaron a los pocos días de haber enterrado a mi hijo. Tenía un dolor tan grande, que yo creo que ahí fue cuando a mí se me quitaron las ganas de vivir, pero yo dije, échale bola, échale bolas... y le eché, mano, le eché. Seguí trabajando, pero sin voluntad. Coño, yo no sé por qué, si cuando era chiquita era tan arrecha, después me puse tan pendeja y tan güevona; si yo cuando era chiquita no me dejaba joder por nadie, ni por mi mamá, ni por nadie... Y ahora, no joda, por cualquier güevonada siento como si el mundo se me viniera encima a cada rato. Será que tanto coño de madre que me he encontrado en la vida, me ha debilitado el carácter, o serán tantas las vainas que le pasan a una, no joda, que le quitan hasta las ganas de vivir. Es que ya ni una sabe en quien coño creer... Porque ni en la misma familia de una, porque esa es la primera que te jode en cuanto tiene oportunidad de hacerlo. Coño, yo a veces me pregunto si es que Dios existe de verdad, porque, ¡coño, no hay derecho a tanta injusticia!, porque de verdad, si existiera Dios, tenía que haber comprendido que, coño, que esto es una vaina, que es mucha la mierda que una lleva, a cuenta de pobre! Porque ese güevo se lo meten a una a cada rato: Que si un gobierno pa’ los pobres, que el presidente de los pobres... Qué pobres ni que coño, ¡no joda! Que pongan a esa cuerda de coños de madre que se la pasan prometiendo güevonadas a pasar hambre... El hambre que una pasa, no joda. Pa’ que sepan lo que es la necesidad y la angustia de no comer y de ver a tu hijo desnutrido, porque no tienes con que comprarle una compota de mierda, no joda... (llora) ¡Coño, no hay derecho! (Mira la foto de nuevo). ¿En qué estaría yo pensando cuando me sacaron esta vaina?, En mi hijo, ¡no joda! Yo no hacía más que pensar en ese pobre muchachito. El se salió del rancho. Se fue a jugar al barranco y se cayó... rodó hasta el basurero y se mató. Por lo menos, eso fue lo que dijeron en el Seguro, que de vaina y lo aceptaron. Porque yo... ¡qué seguro voy a tener! Yo creo que lo dejaron entrar porque ya estaba muerto y no podían devolverlo. Coño, si estuviera vivo por lo menos alguien estuviera ahora conmigo. ¡Cómo me ayudaba ese carajito, no joda! Así de flaquito que era, me ayudaba. Me compraba cosas, me acompañaba... Yo no sé si era el hambre que pasaba el pobre, pero tenía una mirada triste y dulce y era de lo más tierno... (llora). ¡Coño, no hay derecho a que a una le pasen tantas vainas en la vida, no hay derecho, no joda!... Primero fue el papá del niño, Ah, no ése, como si no fuera con él, ¡se esfumó, el coño’e madre ese, no joda! Y el gobierno, que si la justicia social, y que si la ayuda pa’ la madre soltera... ¿qué ayuda? ¡No joda! Puros embustes. Coño, una al menos debería tener, que se yo, una caja de ahorro, un seguro de vida, una vaina que le garantice a una que cuando salga preñada no va a tener que estar mendigando por ahí unos piches diez bolos cagados para pagar una carrera de carro, para que el muchacho no se le salga a una en plena calle... Por eso es que yo quería abortar, pero, que coño de madre va a estar una abortando nada si la única que hacía eso era una tipa del Cementerio, una tal Agustina; una, y que enfermera retirada, que vivía allá en el cerro y cobraba mil bolos por sacarte el muchacho, pero, no joda, ya se había echado al pico como a cinco tipas... Tu no ves que hacía los abortos con ramitas de mango y agujas de tejer ¡Era una asesina, esa coño de madre!. Además, ¿de donde coño iba a sacar yo mil bolos, si no tenía ni unos miserables diez bolívares para pagar la carrera de un carro? Por eso, chica, aquí deberían legalizar el aborto, para que una cuando quiera hacerse uno no tenga que ponerse en manos de esas criminales... Pero es ilegal, tú sabes, ilegal pa’ una, que no puede pagar... El peo es pa’ una que no tiene dónde caerse muerta, y tiene que cargar también con los hijos que por mala leche una tiene que tener, pero que a veces, y te lo digo sinceramente, sería mejor que no nacieran a que tengan que hacerlo pa’ vivir en un rancho guindando de una barranco y comidos por las ratas del basurero cuando se caiga y se muera... Y ahí estaba, con los  ojitos bien abiertos y me miraba... Yo llegué corriendo, y cuando vi el gentío en el barranco comprendí todo... Me acerqué, y lo vi, y él también me miraba, me miraba como reclamándome, pero ¿Reclamándome qué? Si yo no salía a trabajar, no comíamos, y yo no  podía dejarlo con nadie, con ningún vecino, porque era lo mismo. ¿Quién coño iba a estar cuidando hijos ajenos?, ¡Y lo tenía que dejar solo, coño! ¡Y yo me siento culpable, no joda!... (Transición) ¡Bueno, ustedes como que no me están, parando bolas, no joda!, ¿Qué coño se han creído ustedes?, ¡No joda!, Que me tienen hablando aquí como un radio loco, ¡no joda! (A un espectador) ¡Coño, loco, pásame acá un bolívar pa' la rockola!... Anda, vale... échale bola... Yo me voy pa’l carajo porque los coños de madre ésos no me están parando...

 

           (Blanca Rosa sin despedirse se dirige a la rockola, donde repetirá su texto. Antes de  terminarlo por segunda vez, hace su aparición La Caimana. Lleva un traje normal de calle. Revisa el sitio. Se pasea por algunas mesas, etc.)

            (La Caimana por ser la dueña del establecimiento, se cree con mayores derechos y atributos que las otras mujeres del local.  Es una mujer despampanante y vulgar, de maquillaje exagerado que casi raya en la máscara. En su cabeza, una larga y abultada peluca. Es de notar, que ni ella, ni las otras actrices se excederán en la caracterización de sus respectivos papeles: mantendrán un justo equilibrio, entre lo grotesco y lo vulgar, sin caer jamás en exageraciones circenses. Son, en general, criaturas de ese submundo social donde el parapeto se fundamenta en la apariencia. Todas ellas juegan con los convencionalismos fílmicos a que se ven sometidas por medios de comunicación modernos, plagados de clichés y prototipos humanos)

LA CAIMANA (Cobertura) ¡Coño, quiten esa vaina! ¿Esta mierda como que es un velorio? ¡No joda!  ¿Quién dijo que esa vaina es música?... ¡Llegó La Sabrosota, la reina, la ricota, la que se las sabe todas, la fabulosa! ¡Quiten esa mierda, no joda! (A Blanca Rosa) ¡Pon una vaina más alegre, no joda! (Se dirige a la rockola) ¡Seguro que ya tienes puestos todos los discos de esa güevona! Gran cosota: Blanca Rosa... bueno, con tal y que no te vaya a dar la lloradera de siempre, y vamos a ver si trabajas, ¿oíste?

BLANCA ROSA: ¡Estoy en huelga!

LA CAIMANA: ¡No joda! ¡En huelga estás hace diez años, pedazo ’e puta! Y sacúdete, porque con esa lloradera y ese despecho, mi amor, me tienes esta vaina anegada de mocos.

            (Mete un bolívar en la rockola y comienza a hacer la selección. Las demás mesoneras comentan en voz baja la entrada de La Caimana. Obviamente, la odian)

LA GÜEVONA: ¡Gran vaina, gran cosota, no joda! ¿Quién se cree esa güevona que es? Ya la va a coger con la pobre Blanca Rosa...

LA SABROSA: Adiós, cará... ¿ni que fuera qué? ¿Quién coño se creerá que es... la coño’e madre esa? ¡Explotadora! Nos tiene aquí comiendo mierda a todas. Tenemos que darle una comisión de las propinas... ¿Tú sabes lo que es esa vaina?

LA ENROLLADA: ¡La tiene cogida con la pobre Blanca Rosa! La coño’e madre esa, no joda, pero yo la voy a ver comiendo mierda. Deja que le descubran el negocito que tiene con Colombia... la coño de madre, traficante, una traficante es lo que es, y se las da, se las da, la mojona esa, pero es más puta...

LA CAIMANA: (Cobertura). Bueno niñitas, se acabó la vagancia... Vamos, vamos, vamos, a trabajar... (A la Güevona). Y tú, ponte a fichar ¡no joda! Que desde que te preñaron no te quitas la mano de ahí. (Señala al bajo vientre). Si no se te va a salir, ponte a fichar, ¡no joda! (La Güevona se aleja hacia las mesas manifestando su malestar y resentimiento) ¿y tú? (A La Sabrosa) ¿qué estás haciendo?

LA SABROSA: (Bajando la escalera que viene de la barra) ¡Bajando!

LA CAIMANA: De categoría será, ¡no joda!  Pero, bueno ¿qué coño es lo que pretenden?... ¿vivir del bono?... ¡muy difícil!... ¡El bono está aquí! (Señalándose el sexo con los pulgares)... Bueno, niñitas, se acabó la vagancia; vamos, vamos, vamos a trabajar...

            (La Caimana comienza a pasearse por todas las mesas del bar). Entonces, ricote... ¿qué estás tomando? (Prueba el trago del espectador) ¡Uhhmjuu... esto es agua, chico! Déjame acomodarte ese palo ¿Qué te pasa? ¿No tomas? ¡Ayyy!... (a otro) ¿Entonces carajito? Mira, tú estás muy chiquito, ¿oíste? ¿Tienes cédula?... Ayyy, preso es que va a ir, y yo también, por corruptora de menores. A mí no me gustan los chamos... ¿qué edad tienes tú? Porque por la pinta, estás muy carajito para estar aquí. Ve a ver si te sacudes, porque me van a joder por tu culpa. Así que ve sacando ese cartón. ¡Vamos, cartón adelante, papi, vamos! (Le mira la cédula de identidad al espectador). ¡Coño, lo que  tienes es “Baby Face”, no joda!, Pero eres más viejo que el oro, vente, papi, vamos a bailar.

            (La música sube y La Caimana saca a bailar al espectador. Bailan. Al terminar de bailar, baja la música).

            ¡Te meneas bien, carajito!... Ya sabes, si llega la policía te me sacudes: te vas por allá atrás; yo te digo ahora por dónde te vas a meter, porque no quiero peos con los tombos; y es contigo, güevona (con La Sabrosa) ya te dije que no quiero peos aquí ¡coño’e tu madre! ¡no quiero peos, no joda!, ¡y hablé yo!. (Se dirige al interior del bar)

LA SABROSA: (A todos en ausencia de La Caimana) Lo que le pasa es que me tiene envidia porque yo, mi amor, estoy empatada con un sapo... Se lo quité a ella, y el carajo ese no le para ni media bola. Imagínate, que se la pasaba aquí ¿no? Y la marica esa creía que era por ella... ¡Qué bolas! Se quedó con la boca tiesa cuando se enteró que la vaina era conmigo. ¡Me quería hasta botar de lo arrecha que se puso! Entonces vino Antonio ¿no?, mi marido y la amenazó. Le dijo que si me botaba le iba a allanar esta vaina. Y la muy culillúa se quedó tranquilita. ¡Qué bolas! Y que meterse conmigo! Ella sabe quién soy yo. Yo sí que la  puedo joder, ¡no joda! Por eso es que ella conmigo no se mete. ¿Acaso que porque sea la dueña de esta vaina?, ¡Qué va!, Está muy equivocada y comiendo de lo mismo que comía Salvador... (A un espectador) ¿Tú sabes quien es Salvador?

ESPECTADOR: No

LA SABROSA: Un coño de madre que se la pasaba comiendo mierda... (ríe)  (entra La Caimana)

LA CAIMANA: ¿Cuál es el chiste? ¿Por qué no me lo cuentas y así me río yo también?.. (A La Sabrosa) ¿Dé que te ríes, no joda?

LA SABROSA:  ¡De nada, chica, de nada!

LA CAIMANA: (Bajo-ejecutiva) ¿Cómo va todo?

LA SABROSA: Ahí... Mira y ¿cuál es el peo que tienes con Blanca Rosa?

LA CAIMANA: ¡Ay, mi amor, que la conozco! ¡Empieza a tomar como una loca y después termina con esa pea! No es ningún peo, pero la pinga, ¡bola! Yo no quiero peos aquí...

LA SABROSA: Pues, mijita, si no quieres peos aquí, ten cuidado entonces, ¿oíste?

LA CAIMANA: (Tensa, violenta) ¿Cuidado con qué, pendeja?

LA SABROSA: Con nada, mi amor, mosca (se aleja)

LA CAIMANA: ¿Mosca con qué güevona? ¿Mosca con qué, culo malo? Mosca tú, no joda, que lo que te puede salir es tremenda morronga del burro’e Petare, ¡no joda! Gratis y albina, pa’ te acomode mejor. ¡Mosca tú!, coño’e tu madre, mira que se me olvidó que te olvidé, marica, a mí que nada se me olvida... ¿Mosca? Mosca tú... ¡sucia! (sale)

LA SABROSA: (Cobertura y a todo pulmón) ¡Sucia será el coño’e tu madre! (Transición) ¡güevona, que no quiere peos aquí, no joda! ¡Quién la ve! Ella jura que, no joda, ni que fuera una gran vainota! ¡Por eso... (A los espectadores inmediatos) es que yo, yo no me la calo! ¡Por eso es que tengo esa fama que tengo!, Pero es mejor que crean que una es pretenciosa, a que le vean a una cara de güevona y la quieran joder a una... ¡No, ni que una fuera qué! Mira, por eso la gente dice que yo, y que me doy de sabrosa, sabrosa, no chico, sabrosa no... Lo que pasa es, que una tiene que cuidarse, porque, sino, ¿quién coño la va a cuidar a una?, Si la gente, tu sabes, la gente lo que busca es joderla a una, joderla. No, que va, mi amor, yo sé lo que es pasar hambre, ¿entiendes? ¡Yo lo sé! ¿Tú crees que esa vaina no duele? El hambre duele, mi amor, ¡duele que jode! Mira, yo cuando estaba chiquita, me despertaba con hambre, mano, con aquel estómago pegado del culo, y ¿tú sabes qué? Mi mamá, mi mamá, chico, con aquel ropero delante, planchando como una burra, y ¿ tú crees que eso no duele? ¡No joda! Ver a la mamá de una planchando ese ropero. ¡No joda! ¡Ni que uno fuera qué coño’e madre... ¡Esa vaina duele! (Se escucha una canción referente a las madres)

Escucha esa vaina, escucha esa vaina. ¡No joda! Esa vaina me hace acordar a mi vieja... ¡Qué vida tan perra!... Y se murió, chico, se murió... ¡De bolas que se tenía que morir! ¿Quién la mandó a ser tan pendeja?! ¡Se murió!... ¡por levantarnos a nosotros, por levantarnos decentemente! ¡Para que seamos lo que somos!... Y mira tú ¡qué coño somos, no joda! Mi hermano preso por ladrón, y yo metida en esta vaina... ¡Ah, no y una hermana tuberculosa y jodida! ¡Coño de la madre, no joda, ésa si que está jodida de verdad!, ¡Tuberculosa!...

BLANCA ROSA: ¡Qué porvenir!

LA SABROSA: (continúa) ¿Tú sabes cuándo le descubrieron la vaina ésa? Un día que fue a sacar su certificado médico “Una manchita” ¿Manchita, mi amor? ¡Tuberculosa! ¡Pobrecita... quien sabe qué será de ella! A lo mejor hasta se murió, porque hace tiempo que ni la voy a ver... Pero ¿para qué? Mejor es que se quede sola. Si cada vez que yo iba nos poníamos a llorar como dos pendejas... (A punto de llorar). A llorar, porque, ¿qué coño más puede hacer una, que ponerse a llorar? ¡Nada, chico, nada! (Violenta). Por eso es que me cuido. ¿Tú crees que yo no sé que el marico ese con el estoy empatada no es sino un pedazo de sapo? ¡Claro que lo sé! Pero ahí lo tengo, ¿entiendes? Ahí lo tengo, comiendo mierda. Si yo le doy donde es... pues, ahí lo tengo, hasta que se presente otra vaina mejor, lo tengo comiendo mierda, mano... ¡El otro día, me dejó la pistola olvidada en la casa! Tenía una pea, que ni se acordó que se había quitado la vaina ésa... Se la raspé, mano. Después, al otro día vino con la vaina de que lo iban a poner preso, que si yo no sé qué... ¡qué bolas! Bueno yo le dije: “¿Quién te mandó, marico, a dejar la pistola con cualquier puta, por ahí?” Y el muy güevón no sabía que la tenía yo, y le armé ese peo. Ahí fue cuando descubrí que el marico ése se acostaba con cualquier pedazo ´e vaina que se encontraba en la calle, y yo dije: “!Ajá, ¿Así es la vaina? Pues te jodiste, porque ahora tú vas a ver lo que es comer mierda, mano!” Y ahí está, calándoselas, y yo, ¡tremenda pistola!... El día que me venga con mucha vaina, se la descargo encima, para que no sea güevón! No, mano, de mí no se burla nadie, ¡pinga! Y ahí la tengo... Yo no es que me la dé de sabrosa, no es eso, pero una tiene que cuidarse para no terminar apuñalada por ahí, por cualquier malandro que quiera joderla a una. ¡Al primero que me venga con una vaina, le saco la bicha y me lo raspo! Ay, chico, yo de paso no sé como se maneja esa vaina, pero ahí la tengo... Al carajo lo pusieron preso; después lo soltaron. Yo sí tengo bolas. ¿Verdad? En vez de darle su vaina, le dije que no la tenía; ¿qué bolas, verdad? Bueno, ¿quién lo mandó a marico?... Ah, cuando yo le dije lo de la puta se quedo mudo ¡Por eso fue que no se la di! ¡Me dio una arrechera esa vaina! ¡No joda, y ahí la tengo! Ay, qué perra es la vida, ¿verdad? Lo único que una tiene en esta vaina, es un pedazo de pistola robada y un pegoste que le monta los cachos a una con cuanta puta encuentra. Como es sapo, tú sabes, se mete en cualquier parte, y que, cédula, y la primera que se le resbale: ¡indocumentada! ¡Ajá, te jodiste! ¡Y se la coge! ¡Qué bolas! Pero déjalo quieto. Lo que pasa, es que una tiene que estar recostada. Mal que bien, tu sabes, ese tipo la representa a una. Es su marido, tu sabes. Bueno, por ahí todos saben que no es sino un pedazo de cuero, pero como saben que es sapo, no se atreve a meterse conmigo. Ese carajo es capaz de raspar al primero que me quiera joder. Al fin y al cabo, no joda, es mi marido. Y para eso es que una tiene marido, por lo menos pa’ que la defienda a una. (Transición. Casi llora) ¿tú crees que qué...? Es que me acuerdo de mi mamá sola, chico, sin marido, planchando como una mismísima burra; ¡y que va!, prefiero un sapo, que estar pegada de la  plancha todo el santo día. (Violenta) ¡Noooo, mi amor, yo pa’ sirvienta no nací, ni de vaina! Ni para estarle pariendo a ningún güevón que se me atraviese. Prefiero esta vaina, ¿entiendes? Prefiero ser puta que estarle limpiando el culo a ningún muerto de hambre. Prefiero estar aquí, porque yo sé que el día menos pensado, a ese güevón lo ascienden, ¿entiendes?, Lo ascienden... Entonces, todo esto lo mando al carajo. Él me lo dijo, chico, él me lo dijo, y no te creas, el día menos pensado van y lo ascienden. Porque ese tipo si es inteligente, mano... Él fue el que agarró a los coños de madre esos que estaban pasando sendo viaje de yerba pa’ Brasil. Él fue el que descubrió toda esa vaina...

(Entra La Caimana que se ha cambiado de ropa. Luce ahora una más lujosa. Menos informal. Se ubica.) (Sigue hablando La Sabrosa)

Ahí fue cuando lo ascendieron la primera vez... Ahora seguro que lo vuelven a ascender, porque ese carajo es más inteligente... (La música comienza a subir) Él fue el que me cotorreó y me dijo que me quedara trabajando aquí, que por ahora era muy forzado, que no me podía mantener, tu sabes, pero lo van a ascender, tu verás. Si, seguro que lo ascienden, ¡coño! Lo van a ascender, ¡coño! (Cada vez más alto, llora) Lo van a ascender, lo van a ascender...

(La música se oye cada vez más alto ahogando los gritos de La Sabrosa, quien no deja de repetir llorando, su deseo, el cual, y como tantos otros, no deja de ser el origen de una nueva frustración.)

LA SABROSA: (Transición. A los espectadores inmediatos. Conteniendo el llanto) ¿Y ustedes siguen empatados en no tomar un coño? ¿Por qué no me brindan una vaina? Un whiskicito, mi amor... ¿lo traigo...? ¿Y tú...? ¡Tengo unas ganas de comerme unas pepitoncitas! ¿a ti, te gustan...? con limón, ¡son cagantes...!

(La Sabrosa se dirige a la barra. Allí toma una latica de pepitonas, la abre y las prepara con limón y palillos. Cuando se dispone a llevarlas a la mesa, prueba una y habla con los espectadores inmediatos a la barra.)

(Sifrinísima) ¡Coño, loco! ¿Tú sabes cuanto cuesta esta vaina? ¡Ocho bolos...! Esta vaina costaba antes, yo no sé, dos cincuenta o tres bolívares... coño, pero ahora, ocho bolos. ¡Mierda! Qué peladera ¿verdad? Yo no sé que coño hace la gente para vivir decentemente... ¡Yo no me explico! Tu te vas al supermercado a comprar una vainita, una botella de ron, y sales del supermercado con una vainero y trescientos bolos. ¡Trescientos bolos! Chica, ¿y qué...? ¡Nada! Un latero y un mierdero, trescientos bolos... Y si tú te vas a hacer el mercado y compras todo lo que necesitas... ¡Ahí si es verdad que tienes que dejar el culo en la caja. ¡Potes  y potes y mil quinientos semanales... No, el otro día fui a comprar un paquete de perrarina, pa’ la perrita esa de mierda que tengo... que voy a salir de ella, lo pinga, pues, no había perrarina y me pongo yo, tu sabes, a sacar vainitas: que sí una cajita de gelatina, un shampú, dos o tres güevonadas más! ¡Cuatrocientos cincuenta bolos! ¡Chica, la cosa está carísima...! No, mira, definitivamente, ¡aquí no se puede vivir...! Y si tú vas a comprar la laca y la pinturita, bueno, mi amor, ¡un ojo! No y eso que una tiene que usar esa mierda que venden que le deja el pelo a una como un culo, tu sabes, ese cartón que venden de botellitas plásticas, que para colmo, a lo que tú la usas tres veces, se pega, y para que pueda salir un poquito, tienes que apretar ese frasco y caerle a coñazos, y te sale aquel mierdero de laca, pero ¿cómo haces tu pa’ usar una más cara? ¡un pote de spray te cuesta treinta y cuatro bolos, mi amor, treinta y cuatro bolos, chica! ¿Y cómo se hace una para comprar esa vaina? Pues nada, te echas ese pegoste y sales para la calle como un buzo... ¡Yo no se como hace la gente que gana poco! Porque una, mal que bien, se redondea, chica, pero esa gente gana dos o tres mil bolívares al mes... Esa gente, pela, chica, porque, ¿cómo hacen para comprar las vainas? Yo no me explico. Esa gente tiene que pasar hambre, lo menos, hambre. Fíjate, yo me compré una falda bellísima, una falda, tu sabes, con tres tiras así, ruchaditas y tiene para agarrarse un cordoncito... ¡Es bella la falda y con una tela bellísima...! Es una vaina así, como de algodón, pero mucho más bonita, es una belleza. Pues... ¿Tú sabes lo que yo hice? Compré una tela parecida; aquí no se consigue, pero conseguí una igualita ¡me costó baratísima...! Pues, agarre, y corte otra falda, me quedó igualita, bellísima, chica, pero ¡qué va!, tú sabes, nunca es igual, porque la que compré la trajo una señora que va a Curazao. ¡Es un sueño! Ay, chica, trae bellezas... y vende barato. Fíjate, la falda me costó, claro que lo saqué otras cosas: unos pantalones preciosos, una blusita, una colonia; fíjate, todo eso por seiscientos bolívares y a crédito. Claro, tú sabes, una tiene que pagar un poquito más, pero no tanto. Pero, vale la pena porque trae bellezas. Ay, por cierto, ¿Tú no quieres comprar algo? Mira, yo te voy a dar una tarjetica de ella... Ella es muy amiga mía... (Busca tarjetas en su cartera que dicen; ropa fina para damas, caballeros y niños traída de Curazao, Miami y Puerto Rico, Lourdes Marquina de Peñalver, Av. Las Luces. Qta. Mi Sueño. El Cementerio. Telf. 62.59.367 y las reparte) Tú le dices que vas de parte mía y seguro que te hace un descuento. Bueno, chao, voy a llevar las pepitonas. Están carísimas, ¿verdad?

(Se dirige a la mesa y allí comienza de nuevo con su monólogo. Simultáneamente al monólogo de la Sabrosa en la barra, La Caimana, después de su entrada, se ha dirigido a una mesa y ha comenzado a hablar a los espectadores inmediatos)

LA CAIMANA: (Simultáneamente al monólogo de La Sabrosa) ¡Es lo que yo digo, chica! Yo sí que me jodí desde que nací, porque la tipa esa que me parió me dejó tirada como se deja a un pedazo de vaina, sin importarles un coño, ¡no joda! Y me crió mi abuela. ¡A punta ’e palo! Como si me odiara, y esto, sin contar con el coño  de madre del tío mío, que me quería coger desde que estaba chiquita... Y yo siempre pensaba, que un día me iba a ir al coño, lo que estaba esperando era crecer un poquito más para arrancar pa’l carajo. Y siempre pensando que viniera mi mamá y me recogiera, porque es que una chica, cuando uno no conoce a la mamá de una, le hace falta, y siempre piensa que todas las madres son buenas. ¡Entonces una se jode! Esa era mi esperanza, de verla algún día, para saber que coño le había pasado conmigo... Pero para  nada, chica, para nada estaba empatada yo en esa güevonada. Cuando la conocí al fin, la tipa, lo primero que me dijo fue “A mi no me llames mamá, oíste...” ¡qué bolas! Entonces sí que me enyeyé. Pero ya estaba más grandecita y empece a ver la forma de irme pa’l carajo... Ya tenía casi 15 años y un día mi abuelita me dio una coñamentazón, no joda, que me dejó casi muerta, ¡no joda! Y le dije: “Esta es la última vez que me pegas, no joda” Y me fui de la casa y aterrice en la de la otra abuela, creyendo que la vaina iba a estar mejor, ¡ y más vale que no! A ella no que le gustaba era humillarme, me tenía como una sirvienta y ¡sin sueldo! Trabajando como una burra, mal alimentada, hasta que me arreché y me fui pa’l coño, y a rodá se ha dicho, ¡mana!. entonces, conocí a una tipa que tenía un bar y me dijo que aún estaba un poco chama. Yo tenía, tu sabes, dieciocho años... ¡Coño, chica dieciocho años cagados era lo que yo tenía! Dieciocho años, no joda, rodando... ¡Qué bolas!, ¿No? Dieciocho años... Bueno chica, dieciocho años, y ¡pa’lante! ¡Seguí rodando! De todas maneras la caraja ésa me dijo que sí, que podía darme trabajo  y me metió en el bar... y me llevó pa’ la casa de ella... Ah, bueno, allí empecé a llevar leña, y de la buena, mana. Empecé a trabajar fichando, vaina que ella me enseñó muy bien. ¡No joda!, a fuerza de sacarle plata a los tipos, puteando para ella, era un negocio redondo, no joda, pero pa’ ella, porque me lo quitaba todo, y que ¡pa’ guardármelo! ¿guardármelo? ¡No! ¡guardármelo pinga! Porque nunca vi un centavo de esa vaina... y cuando me quería comprar una vainita, ella era la que me lo compraba... y me compraba cualquier mierda de esas que venden en el  mercado de contrabando, y me tenía, uniformada. Me vestía de kaki, con la ropa esa que le venden a los obreros, ¡no joda!, y después quería que me viera sabrosa, y que pa’ gustarle más a los coños ‘e madre esos, a los que me vendía, ¡la muy degenerada! Entonces. ¿Tú sabes lo que hacía? Le metía pinzas a las bragas y me hacía ver el culo más grande de lo que lo tenía, y a mí, ¡no me daba ni medio! ¡coño! ¿Tu sabes lo que era esa vaina? ¡Ni medio del billete que yo misma me ganaba puteando! ¡Esa sí era una coño ‘e madre de verdad! Bueno, y menos mal que por lo menos siempre estaba pendiente de que no fuera yo a salir preñada! Siempre me lo decía “Ten cuidado, carajita, y no vayas a salir con una barriga, porque te boto pa’l carajo”. Y me cuidaba, coño, pero, ¡para nada! ¿Tú sabes que yo no puedo salir preñada, no? ¡Coño, no puedo...! Pero en aquel tiempo yo no sabía esa vaina, y me cuidaba. Me hacía lavados y vainas... Ah, bueno y la tipa me guillaba también que no me fuera a enamorar de nadie. ¡De bolas! Esa vaina no le convenía, porque así le rendía menos. Pero un día conocí a un tipo que me gustó, me cotorreo y me llevó a vivir con él, porque a una, de repente le provoca enamorarse, conocer esa ilusión de enamorarse y de vivir con un solo hombre, y no ser sólo un pedazo de puta. ¡Coño! Yo, esa ilusión que todo el mundo tiene a los quince años, yo no la tuve, no me dieron chance. Yo a esa edad lo que estaba era recibiendo palo. Yo, mana,  los quince años los celebré rodando en la calle, cagada de no poder comer al día siguiente, con aquella zozobra... No lo pensé más y me fui a vivir con el coño de madre ese... Tres meses, mi amor, duró la luna de miel, porque al principio, el tipo ni tomaba, pero, coño, cuando se le paso la vaina conmigo, me mandó otra vez a trabajar en el bar de la tipa. Entonces, la coño’e madre no me aceptó. La caraja esa se vengó de mí por haberla dejado, y no me aceptó. Entonces el tipo se arrechó, pero yo le dije que si me ponía una mano encima lo iba a matar, porque a mi nadie me volvía a poner la mano encima. Pero eso fue hasta que empezó a tomar caña. Un día llegó con una pea del coño de la madre y me metió una coñamentazón, ¡no joda! Que me dejó casi muerta. Pero, ¡no joda! Le di una patada por las bolas que del tiro se desmayo. Agarré una olla y le rompí la cabeza. ¡Veinte puntos le cogieron al coño’e madre ese! ¡No joda!. Y ahí fue cuando comprendí que yo me podía mantener sola. Conocí un malandro que me dio ánimos y me trajo a El Acuario, porque la dueña y que lo iba a vender, porque ya le había sacado lo que quería y se iba pa’l interior  a vivir como una señora y con plata. Me empaté con ella de socia. Bueno, primero ella me enseñó toda la vaina, tu sabes, a tracalear, y sobre todo, lo más importante de esta vaina a no dejarme joder, a administrar. Ya yo tenía alguna vainita guardada y aquí, en este mismo sitio, comencé a trabajar en serio. Ahorré que jode. Al final pude comprarle su vaina. Se la compré y me quedé con toda esta vaina... que no era así, ¡ni de vaina! Era un pedazo de botiquín. Después le fui haciendo arreglos y fíjate, cagante, ¿verdad? Bueno, chica, me hice sola y aquí me tienes, dueña de esta vaina y dueña y señora de mi propia vaina. Claro, aguantando vainas, pero ya es distinto, mana, de aquí, pa’rriba, ¡no joda! Porque lo que es a mí no me para nadie.

(La Caimana se dirige a la rockola y comienza a hablar con los espectadores inmediatos a la misma)

            Esta vaina, chica, esta vaina me ha costado mucho... ¿Tú crees que qué? ¿Qué esta vaina me cayó del cielo? No, chica, con mucho los peos que he tenido para más o menos llegar donde estoy. Yo antes, no era más que una piche mesonera, pero yo sabía adónde iba a llegar, porque no me conformaba con ser una simple mesonera. Y aquí me ves, chica, aquí me ves. Mal que bien, coño, tener una vaina como esta, es importante y tiene mucho mérito, porque yo me hice de la nada... ¡de la nada! Yo no era nadie, una piche mesonera, ¡y ahora, fíjate! (Orgullosa señala el bar). Bueno, y es lo que yo siempre trato, que ellas aprendan que esta vaina hay que sudarla. Ellas se conforman con lo que ganan y todo lo gastan, que si trapos, en mariqueras, en chulos... porque, coño, le sacan la mierda a esas pobres tipas... Y yo me pongo detrás de ellas, encima de ellas... Para que guarden, para que ahorren. Yo se los digo siempre, coño, que la cuca se gasta. Ellas creen que no, pero la cuca llega un momento, en que la cuca dice: ¡nones, no me la calo! ¡Una en este negocio, no joda, vale menos cada día! Cada día que pasa una se deteriora, no joda, y ahí es donde empiezan con la lloradera y la peladera de bolas, pero la cuca tiene un límite, pero la barriga no, y llega el día en que esa barriga te pide papa, ¿y si tienes chamos? ¡No joda!, ¡A pasá hambre se ha dicho! Porque, ¿quién coño se va a hacer cargo de ti si tienes dos o tres chamos y estas vieja, fea y usada? ¡Nadie! Y después las bichas esas, malagradecidas, dicen que yo y que soy negrera, que lo que quiero es joderlas. Que malagradecidas, ¿verdad?, En vez de agradecer esa vaina... Yo, prácticamente lo que hago es sacrificarme por ellas, porque, si no, yo no estaría aquí. Yo podría quedarme en la casa, echándome  aire ¿y qué es lo que hago? Que salgo de güevona a cuidar la vaina, a vigilar, a tratar que estas tipas progresen que trabajen, coño, aconsejándolas para que ahorren, para que no se malempaten  con cualquier güevón que las mojonée... ¡y es que coño, yo soy así, tengo corazón! Y me deprime esta vaina, porque dicen que yo trafico, yo no trafico, chico, pero, coño, tengo que meterme de vez en cuando una vainita para poder aguantar la vaina, ¡coño! Esa vaina es dura, ¡mano! ¿Tú crees que qué? Una aquí se la pasa constantemente amenazada, que si la policía, que si los tombos, porque pueden agarrar a cualquiera con una vaina encima, y por supuesto a la que le echan la vaina es a una, coño, porque una es la dueña y una es la que tiene que salir de responsable. Ellas se la pasan hablando güevonadas, que si yo las exploto, que si saco comisión por lo que ellas ganan. ¡Qué sé yo que cantidad de  güevonadas más dicen de mí! Pero, ¿qué pretenden? ¿Qué las tenga aquí de gratis? No, mi amor, ¡ni de vaina! ¡Esta vaina me ha costado mucho a mí para salir ahora de güevona a dejarlas trabajar sin cobrarles un centavo! Que tampoco es tanto lo que les cobro. Una cagada en comparación con lo que ellas se meten. Ellas se meten su billete y a mí me dejan prácticamente una miseria. No, pero ellas son unas coños de madre, ¡todas! porque ninguna es capaz de decirte, coño, los días que no vienen a trabajar. Ellas trabajan cuando les da la gana, cuando les sale del forro. Ah ¿ y cuando se enferman? Bueno, mi amor, es esta güevona  la que tiene que salir de pendeja a picharles para el médico, para las medicinas. De ellas y de los chamos. ¡Coño! Porque para salir preñadas y para parir que las busquen, ¡no joda! ¡Tienen esa cuca floja! Se la dan al primero que se la pide, pero, después sí les entra cojonera para mantenerlos... Porque ¡olvídate del padre! ¿Qué padre, ni que coño? ¡Si ni siquiera llegan a saber quién carajo las preñó! Y ahí sale la marica y las recoge. Coño, y después se quejan de una ¿Qué coño se creerán? ¡Se creen con derecho a todo! ¿Y una? que se joda, ¿verdad? No, mi amor, ¡pinga! A mí me ha costado mucho trabajo esta vaina para salir yo ahora de güevona  a regalarlo. Y eso es lo que me arrecha y me deprime, chico, ¡coño! Aquí donde tú me ves, coño, yo estoy pasoneada. Porque me acabo de meter una vaina (se señala la nariz), pero es peor. Estoy pasoneada, porque, para qué, chico, ¿tu crees que aquí en esta vaina uno tiene amigos? ¡No joda!, Ni uno. Tu aquí apenas te volteas, te meten una vaina por la espalda, porque son incapaces de un favor, pero para meter puñaladas traperas no mascan. Una tiene que andar mosca, y todo el tiempo vigilando. Lo único es esa vaina (señala la nariz, de nuevo), la vainita, tu sabes, esto es lo que más o menos me sostiene. ¡Es que no te digo!, Esta vaina es muy jodida mano... Ellas llegan suavecitas, con esas caritas de güevonas que siempre traen cuando aterrizan en el Nuevo Circo, con esas caritas de tísicas. Porque algunas llegan enfermas, jipuchas, amarillas y sale la güevona, ¡yo! Y las recoge y las cuida y las pone a trabajar y las enseña a ahorrar, a preocuparse más por la vida, a que no sean pendejas, ¡no joda! ¿Y las que llegan sin documentos? Ah, bueno, ese es otro capítulo de mi triste vida, las que llegan sin documentos. Tengo que picharle al maricón ese del Ministerio para  que les consiga la vaina rápido, y mientras tanto yo me las calo, las dejo aquí, no trabajando, por supuesto, porque aquí no trabaja nadie que no tenga sus papeles en regla. Pero, tu sabes, yo las dejo aquí. Ellas se sientan por ahí, con cualquiera, y alguna vaina les sacan. Una propinita, o sino, bueno, se las tiran, y tu sabes, le dan una platica, que, más o menos, les alcanza para medio vivir hasta que yo les consiga documentos. Y esa vaina no la dicen, ni la agradecen, pero, bueno, mano, así es la vida. La vida es una vaina, no te creas (se oye muy alto la voz de Blanca Rosa, ya al final de su monólogo que ha dicho simultáneamente al de La Caimana)  Es una vaina. Por cierto, ahí está esa güevona armando un peo. ¿No te digo? ¡Déjame ver que coño le pasa a esa marica!

            (Simultáneamente a los monólogos de La Caimana y La Sabrosa; La Enrollada y La Güevona dicen en sitios distintos y dos veces cada una, variando el lugar para la repetición, los suyos.)

LA GÜEVONA: Hay que ver que esa caraja es bien desconsiderada, ¡coño! Una le hace el favor de venir a trabajar y ella la trata a una como si una fuera una burra. Coño, y con esta barriga que no puedo ni moverme y ella, con ese azore. No hay derecho, mijita. Una hace las vainas con la mejor intención y viene la coño de madre esa, negrera, y le quiere sacar la mierda  una. Pero, ¿qué se creerá, chica? Yo te digo una vaina si no fuera por esa barriga que tengo yo, mira, yo la caería a coñazos ahorita mismo y me iría pa’l carajo. ¡Qué desgracia, coño, que una no sea más que una desgraciada que no puede hacer con su vida lo que le dé la gana, lo que le salga del forro del bollo! ¡Qué vaina, chica! (Transición). Es que una se pone susceptible también con la barriga y, claro, cualquier vaina la afecta más que nada, si no fuera por la barriga, claro, yo ni le pararía, pero, es que una chica, preñada, no joda, y sin marido... (A punto de llorar) Coño, chica, ¿Tú sabes lo que es estar sola, sin nadie con quien hablar de nada? ¡Qué es cuando una más necesita, coño, de alguien! ¡Y no tener a nadie, chica, para que la cotorree a una, para que le diga siquiera que deje la mariquera, porque una no es la primera que sale preñada, sino tener sólo un perro en la casa, y una, chica, tener que hablarle a ese perro y esperar que ese perro le conteste a una. Y una llamar al perro y abrazarlo y ponerse a llorar encima de ese perro como una mismísima güevona. Coño, ¡esa vaina sí da sentimientos! ¡No tener a nadie con quien consversar! (Transición). Chica, una debería tener algo así como un seguro de vida, yo no sé, de preñez, de cualquier vaina; algo que le garantice a una que no se va a quedar sola cuando una salga preñada como una mismísima bolsa. Pero, nada, chica, aquí no hay nada de esa vaina. ¡Yo no sé a qué coño se dedica el gobierno! ¡Qué cagada!, ¿Verdad? Bueno, chica, no le pares, ¡no joda!. Es que estoy susceptible de verdad, porque me duele esa vaina (se señala la barriga), y esa vaina la sufre el carajito, ¿verdad? ¡Coño, de bolas! Que cualquier vaina que a una le hagan el carajito lo siente. Porque esa mierda que una tiene metida ahí, es como parte de  una misma. Por eso es que tú ves tanta mierda por ahí. ¡Eso, mi amor...! Esos carajos son productos de malos embarazos. ¿O tú crees que de esas mujeres de la “high” no nacen tarados? ¡No, mi amor! Claro, esas maricas, con aquel bojote de sirvientas, que no tienen que trabajar, ni nada, claro, no tienen esos peos que tiene una. Aunque no te creas, también  hay cada vaina en esos sitios, que ni te cuento. Pero no es lo mismo, chica, ellos nacen tarados porque les da la gana, en cambio una tiene que parir quien sabe que vaina, por necesidad ¿ves? Y eso es lo que me jode, y la coñísima de su madre esa no tiene consideración con una, ¡chica! ¿Tu sabes lo que es esa vaina? Yo pensaba darle al muchacho pa’que lo bautizaran, pero, ¡pinga!, ni de vaina. ¡Le queda grande! Grandote, a la mierda, esa, bautizarme el muchacho! Coño, primero prefiero que me salga marico a que tenga a esa perra sucia de madrina, sin sentimientos ni nada. Yo ultimadamente, chica, no lo voy a bautizar. ¿Para qué? ¿Para que no sepa después ni siquiera quien coño lo bautizó? ¿Ni quién es su padrino, ni nada? No chica, que se quede hereje. Yo no creo en esa vaina del diablo. (Asustada) ¿Tu crees en esa vaina? Que si el muchacho no lo bautizan se le queda el diablo adentro... ¿ah? ¿Tu crees eso...? Eso es lo que me caga, chica... ¿te imaginas que esa vaina sea verdad? Bueno, chica, ultimadamente, yo no voy a gastar un centavo en esa vaina, porque si lo bautizaran gratis, bueno, todavía, ¿ves? ¡Pero eso cuesta un realero! (A una espectadora). ¿Tu me quieres bautizar el muchacho, chica? ¡Ay, si, bautízamelo!, me daría una nota. Yo sé que a lo mejor tu ni siquiera vas a misa, pero eso no importa. Te vas un día y lo bautizas, eso es todo. Ay, chica, vamos a ser comadres. ¿Cómo te cae? A mí me cae chévere, ¿a ti no? ¡Ay, qué bueno...! (Se aleja). Adiós, comadre... (Ríe aniñada, se devuelve). Ya lo sabes, somos comadres, así que no  te pongas a hablar güevonadas de mí por ahí, porque te sale el diablo... (Ríe) (Se desplaza a otro lugar del bar para la repetición)

LA ENROLLADA:  Mira, chamo ¿tu que estas haciendo en esa vaina? ¡Tienes una pinta del carajo! ¡Yo no sé que coño haces tú aquí! ¿Tú quieres que te cotorrée?, Porque a las coños de madre esas,  apenas una le zumba la primera vainita, salen y dicen que soy enrollada y me cortan toda, me cortan las patas y no me dejan ni hablar, en cambio ellas no hacen sino soltar el mierdero que tienen por dentro cada vez que pueden... ¡Míralas!... Ahí están todas, soltando. En cambio, cuando esta que está aquí se le ocurre abrir la boca, ¡coño!, le caen encima. ¡Y que enrollada!, yo enrollada no soy. Lo que pasa es que con el mierdero que una trae encima, ¡imagínate! ¡Son muchas las cadenas que una viene arrastrando, mi amor! (Canta). Arrastrando estas cadenas tan fuertes, hasta que mi triste vida se acabe. ¡No joda! ¿Tú has oído esa vaina? Esa vaina es más vieja...! Es un karma muy arrecho, esta vaina. Eso de tener que trabajar todas las noches, mi amor... Esa vaina, si es fuerte. Y después una amanece en la mañana toda ojerosa y con los ojos hinchados, pero, tengo que hacerlo, sino, mi amor, meterme a puta. Aunque eso es lo que una es en el fondo, ¿verdad?, (Divertida y sorprendida). ¡Puta! Eso es lo que es una. Y una tiene que aceptar esa vaina y resignarse, ¡coño! puta... ¿qué bolas, verdad? ¡Puta...! ¡Coño, chico una es puta! ¿Tu sabes una vaina? Ahora que estoy en esta mierda es que me doy cuenta que yo soy puta. (Transición). Yo estudiaba Secretariado Comercial... Por poco hasta me gradúo de secretaria... Si le hubiera seguido echando bolas, me hubiera graduado, pero, no fue porque no le eché bolas, sino porque salí preñada ’e un coño de madre que después se hizo el loco y se fue pa’l carajo, y a mi, chico, me dejó con esa vergüenza. Me dada pena decírselo a mi mamá. Es que si se lo hubiera dicho en ese momento, a la pobre vieja la hubieran recogido muerta del suelo... con todos los sacrificios que esa caraja hizo, voy yo y le salgo preñada... ¡No y en el Liceo, también! Una vez una caraja me dijo “estás engordando”. Y ahí fue cuando me cagué de verdad. Bueno, ya yo estaba, pero cuando la tipa esa me dijo que estaba engordando, no fui más al Liceo y dejé los estudios. A mi mamá tuve que decírselo, y la pobre vieja, lo que le dio fue sentimiento esa vaina... ¡Tantas esperanzas que ella tenía puestas en mí y voy yo, de desgraciada, y le salgo preñada! Mi mamá me dijo que ya yo no era más su hija, y vainas como esas... la pobre vieja hasta se enfermó. No se murió de vaina... y para nada chico, después que el carajito nació, no joda, no dejaba ni que lo tocaran, estaba mona con su nieto. ¿Qué bolas, verdad? Bueno así son las mamás de una, bueno, tu sabes, ella tenía la ilusión que su hija saliera casada de su casa, con velo y corona y toda esa vaina. ¡Yo también tenía esa ilusión! ¡Pero el coño de madre ese era pura pérdida! Una cagada es lo que era ese tipo. ¡Imagínate, que era casado! Y cuando yo le dije lo de la barriga, se cagó todo, y por miedo a la esposa, que era una tigra, se enculilló y se fue pa’l carajo. Mejor así, porque si el carajo ése se hubiera quedado, quien sabe cuántos muchachos tendría yo ahora con él... Bueno, pero es lo mismo, porque después dejé el Liceo y tuve que ponerme a trabajar. Me metí en un Ministerio de recepcionista y bueno, ahí, tu sabes, ahí sí es verdad que una tiene que cuidarse. ¿Tú no ves que todo el que llega a una recepción se cree que puede cogerse a la  recepcionista? Y bueno, una que de por sí tiene esa vainita flojita, ¡no joda!, sé la daba a todo el mundo. Pero en el fondo yo lo que andaba era buscándole un padre al chamo. Un carajo que me aceptara con el carajito, porque si el chamo había nacido sin padre, coño, yo tenía que buscarle uno, y me empataba con todo el mundo y salía de marica y me enamoraba y todo... hay que ver que una si es marica, ¿verdad? Bueno, total era, que allí, en el Ministerio, ganaba un coño, un mísero sueldo y me puse a trajinar hasta que aterrice en esta vaina. ¿Tú ves? ¡Una vaina! Yo, al carajito, no lo veo casi nunca. Mi mamá le ha inculcado que yo y que soy puta. Ah, pero para quitarme la plata, para eso sí no soy puta, ¿verdad? ¡Para esa vaina, no!... Imagínate que una vez el carajito le dio tosferina y se puso gravísimo... ¿Tú crees que me dejó verlo? Me avisó que el chamo estaba enfermo, sólo para que le diera para las medicinas. ¡Qué bolas! (Pausa) ¿Tú sabes una vaina? A ti si te lo voy a decir, porque, coño, ¿tú sabes que toda esta vaina que te estoy diciendo es coba, no?... Bueno, casi todo., por que lo de la barriga sí es verdad, pero lo del chamo no. Después que salí preñada, bueno, se armó todo el peo que te conté, pero no lo parí, tuve que abortarlo. Yo invento toda la vaina, porque ¡coño! me da sentimiento acordarme que tuve que abortar a la criatura... El aborto me lo hizo una coño de madre que vivía por mi casa y casi me mata. Tuvieron que llevarme para el Clínico a que me hicieran un curetaje y quedé jodida. No puedo tener más hijos. ¿Tú sabes lo que es vaina? Que el único chamo que pude haber tenido en mi vida, salí de marica a abortarlo... ¡coño! tendría ahora como ocho años y para colmo, quedé escoñetada. Chico, yo no sé porque te cuento esta vaina a ti. ¿No te ladilla, no? Bueno, vale, sí te ladillas, chao. ¿Quieres tomarte una vaina?, bríndame algo...

            (Blanca Rosa, ya extremadamente borracha, comienza a hablar. Ello lo hará en un tono mayor. La oirán todos)

(En ese momento, las luces del bar pueden aumentar un poco. Blanca Rosa ocupará toda el área central, cuyo punto focal lo ocupa la rockola. Blanca Rosa ha llegado al clímax de su profunda melancolía comenzará a decir su monólogo a pie del de La Caimana. Al producirse este momento, La Caimana saldrá de escena, las demás actrices se separan confundiéndose con los espectadores).

BLANCA ROSA: (Cobertura, La Caimana, antes de ésta salir). ¡Cállate, coño, cállate! ¡Diez años oyendo la misma güevonada, cállate!

            (Canta algún segmento de cualquier canción de Blanca Rosa. Lo termina en forma muy afectada y espectacular. Ríe)

Coño, no joda ¡Eso si es cantar “Tu fina copa de rubio champán” “Qué arrecho, no joda! Tu fina copa... (Mira a su vaso) ¡Un vulgar vasito de plástico es lo que soy y mordío, ¡pa colmo! ¡Una mesonera, una arrastrada y fea pa’ colmo! ¡Ni a puta llegó, que bolas! Tu fina copa de rubio champán... ¡Cerveza y va que chuta! Cuba Libre... (grita) ¡Viva Cuba Libre... Viva Venezuela, compadre! ¡Viva el coño de la madre! Blanca Rosa tú si eres grande... (Desgarrada) “Hambre, de un amor desesperado que me lleva hasta el pecado, aunque tenga que morir...” ¡Eso sí es cantar! ¡Viva la patria! Cincuenta long plays... ¡Eso si es arrecho, no joda! No esta vaina en la que estoy metida. Peluquera es lo que tenía que haber sido, ¡qué arrecho! ¡pero ni peluquera! Mesonera... Me-so-ne-ra... y ¡de botiquín de barrio! Me-so-ne-ra... ¿Dónde está la justicia social, no joda? (Casi llora) ni sindicato (grita) ¡Vivan las putas! ¡Vivan los Estados Unidos! ¡Viva mi mamá, viva el hijo que tuve y se murió, por güevón! ¡Vivan las ratas sucias que trabajan en esta vaina! ¡Viva la pepa! “Hambre de un amor desesperado...” ¡qué hizo que me metiera a puta y que me dejara un hijo, que no pude abortar! Pero, no joda, la vida se vengó de él, porque se murió. ¡Blanca Rosa, tú si eres grande! ¡Eras lo más grande, no joda! escucha... (señalando la rockola), escucha, ¡esa vaina es filosofías, y lo demás es güevonada! ¡Qué Cuba, no joda, que Cuba, Blanca Rosa! (canta desentonada). “Nunca podré morir, mi corazón no se encuentra aquí... Cuando salí de Cuba...” ¡gusana!, pero con dignidad, ¡no joda! ¡no esta vaina, este pedazo de botiquín hediondo a mierda! (grita) ¡Abajo Fidel, Blanca Rosa, abajo Fidel! ¡Vivan los Estados Unidos! “Yanki, go home...” !“Vete a comer mierda a tu país, vete a los Estados Unidos!... Blanca Rosa, tú si te has vacilado esta vaina. Hay que tener talento pa’ esa vaina y no ser una pendeja como una, encerrada en un botiquín echándose palos y oyendo una rockola; porque ni un picocito, ni un “tres en uno”, pa’ oír tus discos, Blanca Rosa, pa’ oírlos cagantes. ¡Que se oigan, no joda, que se oigan!, “tu fina copa de rubio champán...”  que se oigan y se pongan de moda, que los pongan en la radio y en la televisión... (grita). ¡Ay, coño de la madre viva Fidel! Blanca Rosa, ¿dónde estás? Triunfando, vacilándote la parte, la reina, la más-más, la que se las sabe todas, la más arrecha de todas... (A todos). ¡Puros ráspagos es lo que hay aquí, pero tú eres la única. La reina de la canción, la reina del mundo entero! (Ríe como embobada) ¡Qué arrecho, ni oído tengo! Nunca pude cantar ni con palito, ni cuando era chiquita con la escoba, ¡un coño!, y después, le dicen a una... y que: “ trabaja... (chulea) Peor es meterse a puta” ¿peor? No joda... ¡No hay nada más arrecho que meterse a puta! Esa vaina si es vida, y no esto (bota violentamente el vaso): tomando caña en vasitos plásticos y acordándose del hijo que se murió... ¡Qué se murió de hambre porque no tenía con que comer! ¡Porque no tenía ni tres bolos pa’ mandarlo al cine! ¡Porque tenía la misma cara de pendejo del papá, el coño’e madre ese! (Se tambalea). ¡Que vaina, coño! ¡Que arrecha es la vida...! (Llora) ¡Qué peladera esta vaina! (Grita) ¡Viva la vida , no joda! (Grita desgarrada) ¡Viva la vida, viva el coño de la madre. (Comienza a oírse de nuevo el disco de Blanca Rosa, esta vez con mayor volumen)

            ¡Viva Fidel  y mueran los comunistas! ¡Viva yo que estoy metida en esta mierda! ¡Viva mi hijo que se murió de hambre! ¡Viva la Cuba Libre!, Donde también se pisotean los derechos humanos. ¡Que arrecho! Ya ni eso, Fidel; ya ni eso le queda a una, ni ser comunista, ¡no joda! ¡Ni comunista, porque la pisotean a una, porque una tiene sus derechos, ¡no joda! Una tiene sus derechos y tienen que respetárselos. Porque sino ¿qué coño es una? (Llora). ¿Qué es una, no joda? ¿Una rata? ¿Un perro? ¿Una mierda? ¿Eso es lo que es una? ¿Una basura? Una tiene derechos y tienen que respetárselos, aunque una no sea más  que una mesonera fea y pendeja, ¡aunque una no sea más que una comemierda de botiquín! (Canta) “Nunca podré morir, mi corazón no se encuentra aquí.  Cuando  salí de Cuba, dejé mi vida, deje mi amor...” (Entra La Caimana en escena, de las habitaciones interiores del bar)

LA CAIMANA: ¡Coño! deja el peo, güevona... ¿Qué te crees que es esta vaina? ¿Un burdel?

BLANCA ROSA: (Agresiva) No me callo, chica, no me callo, ¿por qué me voy a callar? Esta boca que tengo es mía, ¿no? No me callo, no joda. (Gira a la rockola). ¿Te fijas, Blanca Rosa? ¿Te fijas? Una en esta vaina no puede ni hablar, en cambio a ti, ¿quién te manda a callar? ¡no joda! ¡Nadie, Blanca Rosa, nadie!

LA CAIMANA: Bueno se acabó. Te vas con tu pea a otra parte. Te empipas de aguardiente y empiezas con la lloradera... ¡Vamos, vamos, te vas pa’l carajo con tu peo! ¡Vamos!.

BLANCA ROSA: ¡Ay sí...! ¡La monja de Monsa! ¡Ella nunca se ha echado un palo! ¡Pendeja, cómo si no te conociera!

LA CAIMANA: Pues, no tomo, ¿para qué? ¿Para dar la cómica que estás dando tú?

BLANCA ROSA: ¡Ay, claro! (Imitándola). “Yo no tomo, yo no tomo”. (Despectiva). ¡No joda!, Si siempre andas hasta el culo de marihuana. ¡Drogadicta! ¡Traficante! ¡Coño’e tú madre!.

LA CAIMANA: ¡Más coño’e tu madre serás tú, pedazo de puta! Y ahora si, no joda, me desocupas mi empresa. (Sale)

BLANCA ROSA: (muy violenta, aparta mesas). Acércate para que veas, acércate. ¿Acaso que porque seas la dueña de esta vaina tienes derecho a humillarla a una? ¡No joda! ¿Qué te crees que es una? ¿Un pedazo de vaina? ¡Pues, no lo soy, Y te jodiste, te jodiste y te jodiste, porque esta vaina no me la calo! (Se mueve hacia la barra) Sírveme una vaina ahí, chica. Un ronsazo, ¡no joda! ¡Esta pea me la tiro completa! (Grita) Un ron, ¡coño! ¿Estás sorda? Un ron. Ponle hielo y pepsi-cola, limón con esa vaina, ponle limón. Una Cuba Libre (brinda) ¡por ti, Blanca Rosa...! ¡Por ti, Fidel y por todos los que no se la calaron y se fueron pa’l carajo! (Ríe) ¡Vivan los Estados Unidos! No joda ¡Vivan esos malditos explotadores que se van a llevar esta vaina a la mierda y van a acabar con toda esta vaina. (Se aleja hacia la rockola dando tumbos)

LA CAIMANA: (Limpia unos vasos. Ordena la  barra) ¡no joda! Eso es lo que yo digo. Cuerda de malagradecidas, ¡no joda! Una las saca de donde están pelando bolas, muriéndose de hambre ¿y qué es lo que hacen? ¡Tomar caña como unas locas y coger esas peas! Desacreditándola a una, ¡coño! ¡Quién ve esta vaina dice que esta mierda es un foco subversivo! Y a la hora de averiguar la vaina, una es la que sale jodida, coño, porque una es la dueña. ¡Y todo por ayudar a esa cuerda de zarrapastrosas! ¡Coño, que jodida es esta vaina! ¡Es que a una le pasa esto por pendeja!

            (Se acerca La Sabrosa)

LA SABROSA: ¡Coño, pareces una lora...! Pásame una vaina

LA CAIMANA. ¡No chica, no hay derecho! Mírala, parece una perra ahí tirada, ¡coño! ¡Chica, no hay derecho...! Después dicen que esta vaina es, tu sabes... desacreditan la vaina... ¡Coño!, en vez de agradecer... Con esto es que comen, chica, con esto es que comen.

LA SABROSA: ¡Chica, no seas sifrina! (Con disimulo). Pásame una vaina, anda.

LA CAIMANA: ¿Qué vaina, chica?

LA SABROSA: ¿Te vas a hacer la loca? Anda, pásame una vainita..,. ahí.

LA CAIMANA. ¡Ah, pues, vas a seguir!

LA SABROSA: (Se señala la nariz) Anda, chica, que me voy a rascar. Tengo ganas de una vaina, pásame una vaina, pues...

LA CAIMANA: ¿Qué chica, tú eres loca?

LA SABROSA: ¿Sí? ¿Tú crees que yo me como eso de que...? (imita) “yo no tomo, yo soy zanahoria”? ¡Zanahoria, pinga, mana! Yo sé que tu tienes una vaina guardada por ahí... Tu traficas, mana, anda, no seas balurda, pásame una vaina.

LA CAIMANA: ¡Adiós, cará! ¡Déjate de vainas!, porque después vas y te pones a hablar güevonadas por  ahí, y a una le crean la fama. Déjate de vaina, déjate de vaina.

LA SABROSA: ¡Ay sí! “Déjate de vaina”. Si, tú crees que yo soy güevona. Tu tienes, chica, anda... no seas mala, anda pues...

LA CAIMANA: (transición) ¿Y cómo sabes tú?

LA SABROSA: Ay, coño, todo el mundo sabe, marica. Anda suelta esa vaina.

LA CAIMANA: (entusiasmada) ¿Quieres un poquito...? ¡Vamos, pues! (Extrae del pecho un  tubo de cocaína, lo aprieta en la mano y le hace señas a La Sabrosa para que  la siga. Se alejan hacia los baños. Entran)

            (Paralela a esta conversación entre La Caimana y La Sabrosa, La Güevona se ha acercado a La Enrrollada. Hablan entre sí)

LA GÜEVONA: ¡Ay, Yajaira! Yo sé que tú eres la única amiga que yo tengo aquí. Chica, ¿tú sabes lo que es esta vaina? Le pedí permiso a la coño de madre esa para irme, porque tenía una puntada aquí, en la ingle, ¿y tú sabes lo que me dijo la mierda esa? ¡No, joda!,  que siguiera fichando y que me olvidara del dolor...

LA ENROLLADA: Mira, mi amor, déjame quieta, ¿quieres? A mí, tu peo de la puntada no me interesa, no me ladilles, ¿quieres?

LA GÜEVONA: ¿Qué yo te ladillo?... Tú, ¿lo que quieres decir es, que soy una ladilla? ¡Ay, chica, no seas fú...! Ladillas son las que hay en ese baño, mi amor. (Señala hacia el baño). Están agazapadas... ¡imagínate!, que tengo unas ganas de mear, porque me estoy tomando un diurético, porque se me hinchan los pies con la barriga y ni de vaina, que me meto en esa vaina. Ay, chica, ¿dónde orino?, me estoy reventando, no aguanto.

LA ENROLLADA: Bueno, méate por allí, en cualquier lado, pero no me jodas, ¿quieres?.

            (Las dos actrices continuaran esta conversación, mientras La Caimana habla en tono alto de manera que oigan todos. En cuanto La Caimana se aleja con La Sabrosa a meterse “el pase”, La Güevona toma por un brazo a La Enrollada y la obliga a desplazarse).

LA GÜEVONA: (A La Enrollada). ¡Eso es lo que me choca! Se la pasan en una fumadera y en una de trafique... ¿No te digo? Después, la bicha ésa dándole clases de moral a una, ¿no te digo? Yo si le puedo enseñar a esas percusias, mi amor, lo que es educación, porque para empezar, dígame eso, yo no sé que hago yo aquí rodeada de drogadictas y de mujeres tan vulgares. ¡Ay, chica!, yo te digo una cosa, yo siempre lo digo, y tú sabes, mi amor que yo cuando yo digo una cosa, mi amor, escríbelo, ¡porque esa vaina sale, chica, sale!...

LA ENROLLADA: Yo lo que creo, chica, es que tú estás perdida de sifrina. Nadie te manda a ser tan pendeja. Si no te gusta la vaina, hazte la loca y cálatela, y si no, mana, sacúdete, porque estas bien fastidiosa...

LA GUEVONA: !Ay chica, tu si eres chinche, mijita! Francamente, estas igualita a todas estas bichas...

LA ENROLLADA: ¡Ah, pues, me cayó mojón! Mira, Miss Venezuela, sacúdete, que estoy empatada en una de paciencia, porque no me quiero enrollar.

LA GÜEVONA: ¡Ay, sí! Quién te ve, ¡no joda!. Si te la pasas en un solo rollo. ¿Me vas a salir ahora con esa, como si yo no te conociera? Te la pasas con una criticadera y con una vaina, y ahora me sales con que no te quieres enrollar, ¡no joda! ¡Como si hiciera falta mucha vaina pa’ que te enrolles! ¡No joda, chica, sacude! (se aleja)

LA ENROLLADA: ¿Cómo es la vaina?

LA GÜEVONA: ¡Como si hiciera falta mucha vaina pa’ que te enrolles, chica!

LA ENROLLADA: (La imita) “Como si hiciera falta mucha vaina pa’ que te enrolles”. ¡Pendeja! ¡Eso es lo malo de dejar entrar menores de edad en esta vaina, o de putas arrepentidas. ¿Quién la mandó? Seguro que ella jura que la obligaron

            (La Enrollada se desplaza hacia varios puntos del bar y habla con los espectadores. Lo hará en tonos medio y altos de manera que puedan oírla todos los espectadores)

LA ENROLLADA: (Cobertura) Yo no sé porque dicen que soy enrollada. Yo sinceramente, creo que no lo soy. No. Yo estoy segura que no lo soy. ¿Qué enrollada voy a ser yo? Pues, nada, chica. ¡Yo enrollada no soy! (A un espectador) ¿Tú crees que yo soy enrollada? ¿Ah? Anda dime: ¿Tú crees que yo soy enrollada? No, yo enrollada no soy. Si yo fuera enrollada, no estaría aquí, calándome esta, o ¿tú crees que si yo fuera enrollada estaría aquí, como la cuerda de güevonas esas que se la pasan en una sola quejadera, lamentándose de ser putas? ¡No, mi amor, por eso es que yo no me enrollo! Lo mío es una de paz, una vaina, ¿entiendes? Si yo me enrollara, ¡imagínate! Por eso yo estoy segura que yo no soy enrollada. Yo estuve a punto de tener un hijo. Lo tuve en mis entrañas, ¿entiendes? ¿Tú crees que una mujer enrollada puede tener un hijo en las entrañas? ¡Ni de vaina! Lo que pasa es que, claro, aborté, ¿entiendes? Aborté, pero eso fue después que yo disfruté del embarazo. Yo andaba así con mi barrigota, así, de lo más feliz, calándomelas, ¿entiendes? Y les eche bolas, porque yo soy así. ¿Quién coño me mandó a puta, pues? Nadie; y ahí está, ¡pues! Salí preñada, pero yo le eché bolas, mana, le eché bolas! Por eso digo yo que yo no soy enrollada... Yo mi amor, no tengo un pelo de enrollada. (A otro espectador). Ah dime una vaina: ¿tú crees también que yo soy enrollada? No, me vengas a decir que lo soy, porque yo de enrollada no tengo nada. Mira, mano, si yo fuera enrollada, hace tiempo que hubiera mandado todo esto al carajo, ¿por qué no me vas a decir  tu, ni tu, ni tu que esto es vida? ¡No joda! No ¡mi amor, ni de vaina! ¿Tú crees que estar aquí limpiando mesas, fichando, es vida? ¡No joda! ¡Qué vida va a ser! ¡Esto es una mierda, una verdadera mierda! (Casi llora) ¡Coño de la madre, no joda! ¿Cómo coño no va a ser una enrollada viviendo es esta vaina, en este chiquero, comiendo mierda, nada más? !No joda! (Violenta). ¿Tú crees que soy enrollada? ¡no joda! ¡Dímelo, dímelo, güevona (violenta) Yo ultimadamente, chica, no tengo un coño de enrollada! ¡Enrollada será el coño de tú madre! ¡no joda! ¡Enrollada es la güevona esa que se la pasa en esa rockola!; enrollada eres tú, güevona, que te la pasas lagrimeando por el macho que te dejó, porque tú para lo único que sirves es pa’ mesonera, y olvídate! ¡Qué ni pa’ puta! Porque para esa vaina, mi amor, hace falta tener de esto... (se señala el sexo) y no esa cara de güevona que tienes tú. Enrollada es la pendeja esa, que se la pasa comprando fiao... (imita) “una faldita bella que trajo una señora de Curazao”. Pendeja. Enrolladas son todas ustedes. ¡no joda! Yo no tengo nada de enrollada. Enrollada es la marica esa, que está empatada con un sapo y ella jura que está tirando con el Presidente de la República... (Ríe) ¡Enrollada, no joda! Y después dicen que yo soy enrollada... ¿vamos a ver, quién es la enrollada aquí?, porque si alguna lo es, no soy yo precisamente! Aquí  en esta vaina, hay más de una enrollada, y más de una, que se cree una gran vaina, porque tienen una pistola...!Gran vaina! A mí no me hace falta pistola, mi amor... yo tengo otras cosas con que defenderme y con qué vivir, mi amor... ¡Para eso soy bien completa, no joda!, bien completa y no me hace falta recostarme de ningún sapo policía para vivir. Yo me mantengo sola, mi amor, sola, y no tengo que encuerarme con ningún pendejo que me caiga a coba ¿ok? ¡con nadie!.

LA SABROSA: ¡Ay, si quien te ve! ¡Qué carajo te vas a estar manteniendo sola! No joda, echándoselas de inocente y de gran vainota... ¡cómo si no te conociera...! ¿Y tú sabes cómo es la vaina? Tu conmigo no te metas, comemierda. Ahi si es verdad que te jodiste, pendeja porque si tú eres arrecha, yo también lo soy, ¿ok? Y lo de la pistola, si tanto te molesta, pues si, es verdad, y eso es lo que te tiene arrecha, porque tu jamás podrás tener una... Yo si tengo una, ¿ok? Y, no me hagas arrechar más, marica, porque te la descargo encima.

LA ENROLLADA: ¿Qué coño vas a estar descargando tú, pendeja? ¡Sácame esa mierda, coño de tu madre, sácamela, para que veas como te la cago y te la meo! ¡Sácamela, no joda, para que veas como te la hago meter en el culo!

LA SABROSA:  No me amenaces, coño’e tu madre, no me amenaces porque te la saco de verdad, no joda!

LA CAIMANA: (Interponiéndose entre las dos) ¡Ah, no la pinga! ¡Se van pa’l carajo las dos! Tú te vas con tus rollos pa’ la mierda y tu te sacudes también. Aquí, en esta vaina, me dejan la gritadera o las jodo a las dos.

LA ENROLLADA: (A La Sabrosa) Si, ¡atrévete, marica! ¿A que no sacas la mierda esa de pistola que tienes, para que veas como te la hago meter por el culo? Anda, sácala, sácala...

LA SABROSA: No me amenaces, coño’e tu madre, no me amenaces... No joda, que la saco de verdad...

            (Continúan la discusión. La Enrollada ríe vulgarmente. La Sabrosa se dirige a la barra donde tiene su cartera y busca dentro de ella. La Caimana se acerca a ella. Mientras La Enrollada sigue gritando y riéndose muy vulgar. La Sabrosa saca de su cartera una pistola. Apunta a La Enrollada. La Caimana se abalanza sobre ella. Forcejean. El arma se dispara. Gran confusión general. Todas las mujeres corren de un lado para otro. La Sabrosa se ha quedado muda con el arma en la mano. La Güevona corre hacia Blanca Rosa. La mira. Blanca Rosa recostada a la rockola se ha llevado las manos al pecho. Por entre sus dedos comienza a deslizarse la sangre que mana de la herida provocada).

BLANCA ROSA: (Bajo, muy bajo) Coño, Blanca Rosa, ¿sentiste esa vaina, Blanca Rosa? ¿Sentiste  esa vaina? Me dio... directo en el corazón... ¡Me dio directo, coño! Blanca Rosa, yo creo que estoy muerta... ¡Coño Blanca Rosa... cántame una canción, cántame una canción bien bonita... que me haga olvidar todo esto!. Canta, Blanca Rosa, cántame una canción, bajito... para mí sola, Blanca Rosa... Porque yo sé que tu entiendes esta vaina... y que te la has vacilado de frente, ¡coño!, Blanca... no te vayas... (Agonizando). ¿Dónde coño está Blanca Rosa? ¿Qué han hecho de nosotras? ¿Por qué nos tienen aquí, Blanca Rosa...? (Grita) ¡Coño, no te vayas! No te vayas de mi lado, quédate un ratico más, no te... vayas...

            (Muere). (Ninguna sabe qué hacer, por último, La Caimana, toma la iniciativa)

LA CAIMANA: (entre lágrimas) Bueno, hagan algo, carajo... ¡No pueden dejarla así, coño! ¡Hagan algo, hagan algo!

            (La Güevona se acerca más a Blanca Rosa y le habla)

LA GÜEVONA: (Llorando). Blanca Rosa... Blanca Rosa... Háblame... di algo... Blanca Rosa...Tu no puedes quedarte callada... di algo, por Dios... ¡di algo! No me asustes... Blanca Rosa... ¡háblame chica!

LA ENROLLADA: (Llorando) ¡Te jodiste, güevona, te jodiste! ¿Quién te mandó a sacar esa vaina? ¿Quién te mandó?

            (La Sabrosa aún sostiene el arma en la mano y la ve como alelada)

LA CAIMANA: (Grita desesperada) ¡Coño! ¡Hagan algo, carajo! ¡No pueden quedarse así, como si fueran estatuas! ¡Coño! ¡Una se muere como un pendejo y nadie es capaz de un coño! ¡Vamos! ¡Muévanse! ¡Recójanla!  Hay que llevarla al hospital, hay que llamar a la policía. ¡Muévanse, coño! ¡Muévanse!

            La Caimana corre de un lado para otro del bar, gritando y tratando que los espectadores se levanten y hagan algo. Llega a la rockola. Sobre los gritos de “muévanse, hagan algo...” de La Caimana, se escucha una sirena policial y otro superpuesta de ambulancia. La Caimana llega a la rockola y ante su impotencia, se lleva las manos al rostro y llora. Se sobreimpone, como un himno “Destellos”, cantada por Blanca Rosa Gil. Solo se oye en la sala el sordo gemido del llanto contenido de La Güevona, La Enrollada, La Caimana y La Sabrosa. Las luces del local decrecen y sólo quedan iluminados los rostros llenos de lágrimas de las protagonistas de esta historia, mientras continua escuchándose la canción.

 

fin

FOTOGRAFIAS